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LOS PREMIOS

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No quería escribir sobre Vargas Llosa. Me daba pereza y no tenía muy claro qué era lo que quería decir. Sin embargo, ahora mismo creo que hay que decir dos palabras sobre el aparato mediático y hacia donde nos dirige la campaña que han lanzado los medios del establishment planetario para continuar hundiendo en el olvido el fracaso del modelo neoliberal. Pero el asunto es tan complicado que voy a hacer referencias cruzadas, cortocircuitadas, como diría Zizek, para que el asunto se vea como lo que es: una jugada de marketing para sostener el modelo del horror y del terror. Vamos a comenzar por lo primero, por Vargas Llosa. Un tipo al que dediqué muchas lecturas en mi juventud. Un tipo que me permitió soñar con esos mundos imaginarios que se encontraban en la tangente de la realidad, y al que no podemos dejar de honrarle en cuanto escritor de ficción. No cabe la menor duda que disfrutamos con su pasión onírica y artística, con sus reconstrucciones históricas, con los extraordinarios bosqu

Y DE PRONTO SUPIMOS LA VERDAD...

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Y tuvo que ser Néstor Kirchner, con su muerte, con ese último acto de su vida, quien pusiera en evidencia otra mentira. Esta vez, el engaño concertado de todos estos años, traducido en los reiterados eslóganes que la gentuza malpudiente y sus empleados obsecuentes repitieron en coro a través de las ajadas figuras de la televisión argentina, o difundieron por medio de las letras traicioneras de la prensa gráfica. ¿Se acuerda lo que decían esta gente que no por mediocre deja de ser mala? “La gente quiere que los echen, la gente quiere que se mueran, la gente quiere que los maten”, dijo en cierta ocasión Elisa Carrió, mientras el Dr. Grondona se frotaba las manos encandilado, y ambos pretendían hablar la voz del pueblo. Pero detrás del odio caricaturesco y la hipocresía afeminada de Grondona, enfilados bajo una única bandera cuyo único sello de identidad no consiste más que en odiar a la pareja presidencial, débiles de espíritu, débiles de pensamiento, los Macri, los Duhalde, los Cobo

PELIGROS Y LEALTADES

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Acabo de escribirle a mi madre para que compre un ejemplar de Página12 y me lo mande por correo. Quiero guardar en papel los testimonios y los análisis de Mempo Gardinelli, Horacio González, José Pablo Feinmann y otros que se han sentado a escribir en estos momentos agitados, turbios, apesadumbrados en los que aun está caliente el cadáver de Néstor Kirchner. En la nota de ayer, la coincidencia fue que en los días anteriores había recibido una catarata de mensajes “basura” de parte de “amigos” y conocidos apurados ante la proximidad (?) de las elecciones de octubre de 2011 por seguir inculcando (inoculando) un odio envasado de lugares comunes y retorcijones de espíritu. Fue por eso que al sentarme frente al ordenador no pude evitar hacer un recordatorio de las maldades concebidas por aquellos que durante todos estos años, en las reuniones y encuentros virtuales, siempre encontraban ocasión para ofrecer su cuota de ignorancia y resentimiento. Pero hoy es otro día, y hay que pensar en el

NÉSTOR KIRCHNER

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Abrí la compu y me encontré con la noticia en el diario El País. Un frío me corrió por la espalda. Me fuí a página 12, pero no tuve acceso. Después a Clarín, y me encontré con la confirmación de la noticia. El presidente Kirchner había muerto. La cabeza me dió un vuelco. Le dije a Agus lo que pasaba con un extraño presentimiento que fue cobrando forma a medida que pasaban las horas. Al rato empezamos a recibir las primeras intervenciones a través de facebook. Mientras millones de argentinos lloraban la muerte del ex presidente y enviaban sus condolencias a Cristina Fernández, otros se reían y hacían bromas groseras acerca de lo ocurrido. Mi hermano me envió un mensaje apesadumbrado. Le dije que me debatía entre la tristeza y la rabia. Llevo meses escuchando a mucha gente diciendo barbaridades sin fundamentos acerca de este gobierno. Un gobierno que a muchos de nosotros nos devolvió la esperanza, que a muchos de nosotros nos hizo soñar con regresar a la patria después de muchos años de

ESPIRITUALIDAD Y TERROR

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Lo que me interesa en esta entrada es hacer un par de apuntes acerca de lo que encontrarán los lectores de ahora en más en este blog. En cierto modo, entramos en una nueva fase. Habiendo acabado mi disertación doctoral en torno a la cuestión de la identidad moderna, emprendo a continuación, paralelamente, dos itinerarios. En esta entrada voy a decir dos palabras sobre cada uno de estos libros en los que estoy trabajando En primer lugar, de la mano de Charles Taylor, quien me guió a través de la exploración de la identidad moderna, y del teólogo John Milbank, intentaré cartografíar dos cuestiones que han sido de interés a estos dos autores contemporáneos, con el fin de establecer las conexiones entre sus dos relatos acerca del advenimiento de la secularización. Estos dos relatos están sintetizados en el voluminoso tratado, recientemente publicado por Taylor (2007), titulado A Secular Age , en el que nos advierte que la genealogía del orden moral moderno, el llamado “marco inmanente”

UN HALLAZGO PARADIGMÁTICO

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(1) Un año después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, y cuando aun se estaban juzgando los abominables crímenes cometidos en la Alemania nazi, científicos estadounidenses iniciaron en Guatemala una investigación, promovida por el Departamento de Salud Pública de la Administración de Harry Truman, con el fin de comprobar la efectividad de la penicilina para combatir las enfermedades de transmisión sexual. El descubrimiento de estas investigaciones fue realizado por la doctora Susan Reverby, de la Universidad de Wellesley (Massachusetts), quien informó que durante 1946 y 1948, cerca de setecientos varones guatemaltecos fueron contagiados de sífilis, gonorrea y otras enfermedades de este tipo, primero utilizando prostitutas en las cuales se había comprobado la existencia de estas infecciones, pasando luego a inocular directamente a los involucrados, inyectándoles en sus penes las bacterias. De acuerdo con la Dra. Reverby, no existe constancia de que esas personas hayan sido curadas

CORRUPTIO OPTIMI QUAE EST PESSIMA

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Estimada Cande, Primero que nada, te agradezco mucho que hayas decidido continuar con esta conversación. Como has visto, he publicado tu carta y escuchado tus razones. Ahora me gustaría decir algunas cosas al respecto. Es innegable que cualquier persona que se encuentra en una posición semejante a la tuya tiene que experimentar un enorme sufrimiento. Como te decía en alguna de mis respuestas anteriores, aquellas personas que se han enfrentado a los delitos comunes de sus familiares y amigos, y les han acompañado en sus procesos y condenas, han experimentado cosas muy similares a las que vos misma estás expuesta. Con respecto a esta cuestión, creo que hay dos temas que hay que señalar. En primer lugar, los crímenes de los individuos no son transferibles a sus familiares. Como vos, pienso que los descendientes de quienes cometieron delitos tienen derecho a hacer sus vidas, a contar su propia historia. Si como decías en otra comunicación, algunos de ustedes (me refiero a los familiares de

CARNE, LENGUAJE Y SOCIEDAD

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He escrito una larga respuesta a la entrada anterior. Sin embargo, he pensado que es preciso decir algo acerca de las ideas de fondo que animan mi posición antes de ir a los detalles. Pese a la estridencia con la cual algunos autores post-modernos han anunciado la clausura de la relación entre la filosofía y la política, sigo creyendo que no es posible, si queremos eludir la arbitrariedad partidista, dar cuenta de lo que nos atañe como ciudadanos, sin explicitar filosófica, o incluso teológicamente, nuestras posiciones. Por lo tanto, lo que sigue a continuación es un análisis muy breve de los términos que figuran en el título elegido para esta entrada, y una conclusión que servirá como nexo para la entrada que publicaré mañana, que es la respuesta sin rodeos a algunas afirmaciones que se desprenden del testimonio publicado y que representan, en buena medida, las preocupaciones y dudas de una parte importante de la sociedad argentina que todavía pretende que el pasado debe sepultarse en

ESCUCHAR Y SER ESCUCHADO. Testimonio de la hija de un militar procesado por delitos de lesa humanidad.

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Hace mucho tiempo que la cuestión de los Derechos Humanos, la cuestión específica del terrorismo de Estado en la Argentina en la década de 1970, ocupa un espacio privilegiado en este blog. Quienes me conocen saben, como he dicho en otras ocasiones, que no ha pasado un sólo día en las últimas tres décadas en el que este tema no haya sido objeto de mi preocupación. Cualquiera que se haya encontrado conmigo, en cualquier circunstancia, ha sabido por mí que en la Argentina, una generación fue literalmente aniquilada. Hace unos días J.P. Feinmann contaba en Página12 que entre 1973 y 1977 desaparecieron 105 chicos del colegio Nacional Buenos Aires. Algunos de ellos tenían 15 y 16 años. Primero se los aterrorizó con la tortura, luego se los ejecutó y finalmente se hicieron desaparecer los rastros de su existencia, imponiendo de ese modo un castigo crónico a los familiares de esas primeras víctimas. Hace algunas semanas publiqué una entrada que lleva por título “Una noche de 1977, Argen

EL PUNTO CERO DE LA HISTORIA

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Ahora me gustaría que pensemos una objeción que suele hacerse a la visión que planteé en el post anterior respecto a la crítica al individualismo. La crítica se dirige más o menos a la cuestión de los logros genuinos que el “liberalismo” genérico trajo consigo al ofrecer a las personas ocasión para trascender los límites provincianos impuestos por sus respectivas comunidades. Creo que la objeción es valiosa, porque nos permite plantear la cuestión desde una perspectiva diferente a la que adoptamos en la mayoría de los casos. Es cierto que con el advenimiento de la modernidad los seres humanos han alcanzado un estatuto de libertad al cual difícilmente podríamos seriamente oponernos. Basta con pensar en las experiencias de algunos colectivos en aquellas comunidades que se encuentran ahora mismo experimentando las tensiones de su propia modernización, como ocurre con algunos pueblos musulmanes y la condición que en estos viven las mujeres, por ejemplo, para darnos cuenta de que hay cierto