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BARTOLOMÉ Y EL PUEBLO IGNORANTE

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Hace unos días, el director del diario La Nación , Bartolomé Mitre, ofreció una entrevista a la revista brasileña Veja . De acuerdo con el director del diario centenario, el gobierno de Cristina Fernández es una “dictadura con votos”. Los pobres votan a Cristina porque están desinformados y porque el gobierno hace todo lo posible para mantenerlos en una condición cuasi-analfabeta. De acuerdo con Mitre, la Argentina ha dejado de ser un país culto. Hay una élite que utiliza su sapiencia, y una gran masa de ignorantes que votan a personajes como Néstor Kirchner y Cristina Fernández. De esta manera, se reproduce la tiranía de las mayorías.  El concepto es interesante, y pone al descubierto el trasfondo ideológico, xenófobo, que hay detrás de una buena parte de los caceroleros que se congregaron en estos días alrededor del obelisco. Es una expresión que se hace eco de un sentimiento muchas veces expresado por un conjunto de ciudadanos, pagados de sí, en muchos casos de poquísimas

LA VERDADERA ARROGANCIA

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Hace unas horas me ocurrió lo siguiente: Estaba con mi hijo de seis años en una cafetería,  cuando apareció la presidente Cristina Fernández en la pantalla de la TV. El canal que transmitía el discurso desde Santa Fe era Todo Noticias (TN). En cuanto la presidente apareció, un señor bien empilchado comenzó a gritar: "Morite yegua, morite. A vos y a todos los montoneros que te acompañan los vamos a liquidar", y otras cosas por el estilo. La gente en distintas mesas festejaron la ocurrencia del tipo. Lo cual lo animó a seguir insultando: "Hay que matarlos a todos. No aguanto más. No puedo esperar a que se termine". Cansado de escuchar sus bestialidades y asqueado ante la evidente complicidad de la gente que lo rodeaba (incluido el dueño del local, que detrás de la caja se divertía con las ocurrencias, me levanté, dejé un billete sobre la mesa que cubría el gasto de mi consumición y le dije al tipo que no teníamos por qué escuchar sus insultos, que era un maleduc

ELOGIO DE LA DEMOCRACIA

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Hace un par de semanas, como la mayoría, ando con el 8N rondándome el pensamiento. La marcha vino y se fue como una tormenta de verano. Dejó a su paso un acotado anecdotario y una profusión de materiales para el análisis. La maquinaria mediática, partidaria y periodística, sabrá usufructuar del gesto ciudadano. Antes de ayer, cuando todavía sonaban las fanfarrias llamando a la embestida, escribí varias entradas. No las publiqué. En su mayor parte, llamaban a la calma, al sosiego de las almas frustradas. La convocatoria de septiembre estuvo llena de sinsabores. Lo que se escuchó, de manera reiterada y ofensiva, no daba lugar a festejo alguno. Las insinuaciones golpistas y los reiterados gestos de discriminación que desplegaron algunos de los convocados resultaban incongruentes con el pretendido civismo del que se ufanaban los participantes. Por lo tanto, seamos serios y regocijémonos por el empeño organizativo, que aparte de algunos incidentes puntuales (aunque graves)

EXORCISMO. El demonio golpista ha vuelto.

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Estamos entrando en una zona de extrema peligrosidad. Ahora mismo, cualquier evento puede servir como detonador para una catástrofe social de dimensiones difícilmente mensurables de manera prospectiva. Los signos son ostensibles. La exacerbación del odio, el vilipendio continuado, la completa ausencia de medida a la hora de juzgar las actividades de los contrincantes políticos, transformados de manera rotunda e irreversible en enemigos, todo esto nos recuerda las peores épocas de nuestra historia. Bastaría con echar un poco de inteligencia sobre los proyectados delirios que aviva el poder mediático y escuchar con una dosis de sentido común lo que repetimos con liviandad para comprender que el país que retratamos es una imposibilidad. No existen los demonios perversos que despiertan nuestros temores y nuestros peores instintos. Como en otras épocas, somos víctimas de nuestra ignorancia y la sugestión a la que nos someten los que necesitan hacernos creer que la democracia

YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS

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No se trata de un partido político ni de una ideología particular. Como diría Ortega: es el yo enfrentando sus circunstancias. Sin embargo, merece algunas líneas en este blog en una semana marcada por las expresiones afiladas de victimización e indignación dispuestas en la agenda. El discurso es rabioso. Acompañado por el gesto asqueado y la condescendencia frente a las masas que organizan el clientelismo y el “patoterismo” oficial. El testimonio en primera persona despunta en los relatos y la referencia al asco que despiertan las figuras emblemáticas de un gobierno que se considera corrupto, ideológicamente pervertido y autoritario, son sintomáticos. No se sabe lo que se quiere, ni cómo se lo quiere, pero se lo quiere ya. La épica del “¡que se vayan todos!”, que aún recuerdan con nostalgia algunos protagonistas de las protestas del 2001 que hoy se congregan en las esquinas de Buenos Aires, sigue modelando (sin quórum de transversalidad social) las expresiones de malestar de

EL REGRESO DE LA MUERTE. Sobre la violencia política.

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La palabra “extremista” tiene una infeliz connotación en nuestra historia política. En línea de continuidad con la mayoría de los artículos que publica el diario La Nación, este fin de semana, el periodista Fernando Laborda ofreció a sus lectores una reflexión imprudente a la cual tituló “Hasta dónde llegará el extremismo de Cristina” , cuyo contenido no es otra cosa que una ensalada de amenazas que contribuye a fomentar la intolerancia y la violencia entre los más fanatizados entre sus lectores. El artículo es sólo un ejemplo del estilo irresponsable que practican muchos periodistas del matutino fundado por Mitre. No desentona con el resto. Ni siquiera puede considerarse de los peores. Pero como ocurre habitualmente, basta con echar un vistazo a los comentarios encendidos que acompañan la nota para comprender hasta qué punto Laborda exacerba los ánimos de los lectores, les retuerce el alma hasta extraerles la crueldad que necesita para sus designios, poniendo en evidencia hasta q