UN PAÍS HORRIBLE
Mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos multilaterales elogian las decisiones de la actual conducción política del país; mientras Míster Obama y sus enviados especiales se deshacen en gestos que buscan legitimar dichas decisiones; mientras la prensa corporativa internacional festeja al unísono las “potenciales” oportunidades de negocios que promueve el nuevo gobierno al reducir salarios, liberalizar la economía, flexibilizar el empleo y asegurar un aparato represivo que eluda las desagradables sorpresas que supone una sociedad descontenta; mientras los capitanes del mundo empresarial y los ejecutivos de las corporaciones multinacionales no dejan de satisfacer la demanda oficialista de dar señales de esperanzas a una población atormentada por el desplome de sus ingresos y la disolución de su horizonte existencial; una parte nada desdeñable (y creciente) de la ciudadanía cree que Argentina se ha convertido en un país “horrible”. El discurso de la “pesada he