EL ASESINO DEL VALLE DE ARÁN
Hace unas semanas un oso hirió a un cazador. La herida fue leve, pero el revuelo en la comunidad fue grande. Las portadas de los periódicos locales no perdonaban la desobediencia de la bestia a las jerarquías naturales. «Un oso se ha rebelado contra un hombre». Se entrevistó al cazador herido, quien explicó de qué manera el oso lo había acabado por la espalda en un momento de descuido. Siendo el oso del Pirineo una especie protegida, no le disparó. Hizo un tiro al aire para espantarlo y de ese modo salvó su vida. Ahora tiene unas cuantas marcas en su cuerpo como trofeo de sus quince minutos de gloria en la televisión autonómica. Sin embargo, el debate estaba servido. ¿Qué hacer con la bestia? Las fuentes oficiales reafirmaron su convicción de que había que proteger a los hombres por sobre los animales. El comunicado fue escueto pero contundente. Es cierto que el oso del Pirineo es una especie en extinción, y por eso se lo protege, pero lo primero es lo primero, el hombre, a quien otro