PODEMOS



Uno podría pensar que en la era de la globalización no es preciso desplazarse físicamente para entender lo que ocurre en un país. Bastaría con abrir el ordenador y merodear por las páginas de noticias para comprender lo que anda pasando en el mundo. Las cosas, sin embargo, no son tan sencillas. El blindaje periodístico es escandaloso. Los de aquí y los de allá atenazan la conciencia de los ciudadanos, descontextualizando sus circunstancias, recortando el presente de toda su historia con una estrategia esmerada de desinformación.

De regreso en Europa, después de cuatro largos y jugosos años en Argentina, aprendiendo de la movilización social, la militancia política, y vacunado ante el desparpajo de la “prensa libre” que el capital blande como una de sus armas más mortíferas, resulta difícil no hacer comparaciones. Sabemos que las comparaciones son odiosas, pero también que son inevitables.

No entraré en los detalles por todos más o menos conocidos. La situación económica, social y política en el sur de Europa se deteriora de manera vertiginosa. Los gobiernos de turno, pese al enfado de la sociedad y la crisis de legitimidad democrática, siguen empeñados en cumplir con el mandato que se les ha impuesto desde fuera: facilitar el desguace del Estado de bienestar a través de un acerado proceso de desinversión pública y una catarata de privatizaciones y capitalización vía subvenciones directas e indirectas a bancos y empresas. No empañan la tarea los escándalos políticos ni las luchas por la identidad que se asoman en varios rincones de la geografía mediterránea. En muchos sentidos, los escándalos y los nacionalismos sirven como cortina de humo. Y con ello no pretendo, ni deslegitimar los anhelos independentistas, ni minimizar la gravedad de la corrupción política.

Ahora bien, en el horizonte político español se ha asomado una organización que amenaza con entusiasmar a una parte importante del variopinto espectro de indignados que se vienen multiplicando ante el espectáculo de injusticia e impunidad cotidiana. Me refiero a PODEMOS, cuyo objetivo gira en torno a tres ejes: (1) el saneamiento moral de la política; (2) la reconstitución del tejido social a través de una política económica neo-keynesiana que conlleva generosa inversión pública acompañada de una política fiscal equitativa en un horizonte redistributivo; y (3) la reconfiguración del imaginario social a través de una revolución cultural que recupere los debilitados lazos comunitarios de una sociedad golpeada por el virus de la ideología neoliberal.

El ascenso sorpresivo de la nueva sigla PODEMOS, que al comienzo no era más que una curiosidad mediática mimada por el propio establishment periodístico como una novedad atractiva para su grilla de espectáculos, no ha tardado en producir violencia discursiva. Porque la posibilidad (ahora ya no tan lejana) de que PODEMOS hegemonice la izquierda y el centro indignado del electorado ha puesto a sus contrincantes con los pelos de punta. El asedio mediático comienza a resultar grotesco. Por un lado, se multiplican las editoriales incendiarias, las comparaciones perversas, las falsas denuncias, las sesudas interpretaciones divisivas para confundir a los ciudadanos. Por el otro, paulatinamente se silencia a sus representantes, se les expulsa del espacio público. Donde antes nos encontrábamos con la voz de Pablo Iglesias, por ejemplo, ahora encontramos la de alguno de sus intérpretes periodísticos, quien se empeña en recortarlo, distorsionarlo, ridiculizarlo, etc. Expertos tertulianos y académicos con títulos diversos, enumeran debilidades y peligros. La palabra de PODEMOS se corta y se pega y se ofrece a la esfera pública de manera terminante: Podemos es lo de siempre, pero mucho peor. Es un engaño. Con bravura nos recuerdan: nada va a cambiar, nada puede cambiar, porque nada debe cambiar. Cualquier expresión contraria puede ser utilizada en su contra: “Populismo”.

La palabra está en boca de todos. “Populismo” es el insulto que se reparte a diestra y siniestra a quienes “radicalizan” los problemas y exponen sus alternativas al modelo de saqueo impuesto por el capital transnacional en complicidad con los jerarcas europeos y sus capataces locales. “Populismo” es el “cuco” (el fantasma) que se le echa a la sociedad para blindarla ante la retórica de revuelta democrática que suscita una política forjada en la escucha de los movimientos liberacionista de otras latitudes, que supo interpretar la crisis del 2008 como otra fase del capitalismo catastrofista.

Acusado de chavista, fidelista y también (recientemente) camporista, PODEMOS es la expresión de otra Iberoamérica. No la del Rey Juan Carlos y los sucesivos títeres que asumieron la presidencia posfranquista. PODEMOS es la expresión de una resistencia política global de los de abajo, que habiendo comprendido las limitaciones de la movilización social, ha madurado una alternativa política.

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