ALIENACIÓN Y SOBERANÍA POPULAR



El efecto más perverso de la política implementada por la coalición Cambiemos es el modo en el cual ha horadado la soberanía popular. Lo ha hecho hasta el punto de llevar a la ciudadanía a una experiencia de alienación que amenaza con volverse crónica. A menos que una coalición opositora ponga freno al proyecto elitista de Cambiemos y el "peronismo perdonable", la soberanía popular de los argentinos está en entredicho


El mayor éxito de la "estrategia refundacional" de Mauricio Macri es que ha logrado articular e imponer una masiva “expropiación” simbólica del país. Ahora esa expropiación simbólica comienza a materializarse definitivamente a través de un doble mecanismo: (1) un ambicioso y despiadado programa de ajuste; que acabará coronado con (2) un nuevo programa de desguace del Estado y privatizaciones que aseguran pingües tasas de ganancia.  

Todo el fenómeno recuerda al mecanismo de acumulación original descrito por Marx en El Capital, la “acumulación por desposesión”  (D. Harvey) de los bienes colectivos para que regresen a las manos de quienes se consideran “sus verdaderos dueños”. 

Sabemos que nuestro destino ya no se define en casa. La democracia en Argentina se ha convertido en un mero mecanismo legal, vacío de legitimidad. Las élites locales e internacionales siempre han desconfiado de las democracias reales. Por ello se aferran a las meras formalidades que vuelven impunes a los estafadores electorales como Mauricio Macri y sus secuaces. El presidente debe explicaciones a los inversores en New York (su base electoral), mientras a la población local le pide sacrificios y paciencia, y cuando no se aviene a ello, le propina golpizas y balas. 

Mientras tanto, la discusión pública no gira ya en torno al país que anhelamos colectivamente. Los medios de comunicación frivolizan la tragedia incluso cuando la espectacularizan: el hambre, el hurto de la esperanza, la angustia cotidiana del pueblo, la violencia y la muerte, nos conmueven emocionalmente, pero se presentan más bien como efectos de catástrofes naturales o infortunios de nuestro ADN peronista, groncho. “No somos un país normal” – repiten encantados los voceros del sentido común, naturalizando las desgracias que el gobierno ha manufacturado con sus medidas. 

En este marco, no hay tiempo para pensar cómo organizar la vida colectiva. La necesidad, la urgencia, el miedo a la exclusión ocupan todo el espacio de nuestra consciencia, volviéndonos de este modo inermes ante las minorías explotadoras. No hay tiempo para pensar qué dejaremos como herencia a las generaciones futuras, solo queda la estresante tarea cotidiana de sobrevivir al desorden promovido por el gobierno para facilitar su “proceso de reorganización nacional”. En el mito de los setenta años de peronismo y decadencia se escuchan los ecos del moralismo de las derechas de siempre que, enfundadas en sus botas lustradas en el pasado, han pateado el tablero una y otra vez ante la amenaza plausible que las mayorías despertaran a un sueño de emancipación. Hoy las derechas han usurpado el poder estafando electoralmente al pueblo con falsas promesas. 

Por ese motivo, la democracia argentina se ha convertido, en palabras de Peter Mair, en una democracia del vacío, un artilugio mecánico que desprotege al pueblo al imponerle un inmerecido respeto institucional hacia aquellos que tejen sus traiciones y los reprimen. Como decíamos, hoy nuestro destino se define en otro sitio. Es la “entidad impersonal”, nebulosa, inexplicable, que no podemos sentar en el banquillo de los acusados de ningún tribunal, “el mercado”, el que tiene en sus manos nuestras vidas. 

En este sentido, el país ya no nos pertenece. 

En este contexto, la pregunta que en estos días sobrevuela las conversaciones de los autodenominados “periodistas” del establishment mediático y sus invitados de cartón en los estudios de televisión es si se trata de ineptitud o voluntad política lo que explica la catástrofe que vive Argentina. Solo un desconocedor de la historia puede pretender que se tome en serio un interrogante semejante. Lo que hay detrás de la acción de gobierno es una contundente e impiadosa voluntad de poder. 

La consecuencia para la ciudadanía es una experiencia de profunda alienación, entendida esta como pérdida de poder y falta de libertad. Es decir, el gobierno de Mauricio Macri, legalmente ungido en las urnas, se ha convertido en un ataque impiadoso y en toda regla contra la soberanía popular.