VENEZUELA, ESE NOMBRE MALDECIDO


El reciente Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado ha sido celebrado por los principales medios occidentales como un triunfo moral de la democracia venezolana. Sin embargo, el gesto revela una contradicción que no puede ignorarse: pocas veces un Nobel de la Paz ha recaído en una figura que ha defendido —de manera explícita y continuada— sanciones económicas severas, presiones diplomáticas extremas y la necesidad de una mayor implicación estadounidense para precipitar un cambio de régimen (incluso militarmente). Esta paradoja no es un error del comité, sino el síntoma de un desplazamiento conceptual más profundo: la identificación de la paz con la administración “correcta” de la coerción, y no con su suspensión. Tal como indica críticamente Michelle Ellner sobre el premio concedido a Machado, el lenguaje humanitario funciona aquí como vehículo de una política de fuerza.[1]

La construcción mediática que consagra a Machado como símbolo de libertad se enmarca en este giro conceptual. Los editoriales de The Washington Post,[2] The Wall Street Journal[3] y el reportaje de El País[4], al unísono, reproducen un relato maniqueo: de un lado, la “oscuridad” chavista; del otro, la claridad moral de la dirigente opositora. En estos relatos, Nicolás Maduro aparece reducido a un autócrata sin legitimidad ni racionalidad política, y la compleja arquitectura geoestratégica que enmarca el conflicto queda invisibilizada.

Para comprender este mecanismo conviene recuperar la analogía histórica reconstruida por Samuel Moyn en The Last Utopia[5]Not Enough.[6] Moyn muestra cómo, en los años sesenta y setenta, las potencias occidentales promovieron los derechos humanos como un vocabulario moral despolitizado destinado a frenar el proyecto igualitarista y soberanista del Movimiento de los No Alineados. La ética individual sustituyó a la política emancipadora. La denuncia puntual reemplazó la lucha estructural por la descolonización. Occidente logró así neutralizar la potencia del Sur global bajo la apariencia de un lenguaje universal.

Hoy ocurre algo análogo. En un mundo en el que los BRICS emergen como alternativa multipolar —herederos, con todas sus ambigüedades, de aquella aspiración no alineada—, el discurso liberal-neoliberal sobre la “libertad” funciona como una nueva herramienta para contener esa expansión. La palabra libertad pierde densidad política y se convierte en un principio civilizatorio al servicio del reordenamiento atlántico. En esta lógica, sanciones, cercos diplomáticos y amenazas de intervención pueden presentarse como instrumentos de una causa moral. La paz ya no designa la suspensión de la violencia, sino el estado que sobreviene después de ejercer la coerción “correcta”.

La paradoja del Nobel asignado a Machado se hace entonces transparente: la paz que consagra no es la paz que suspende la fuerza, sino la paz que aguarda al final de una acción punitiva. Es la lógica analizada por Moyn en Humane: la guerra no desaparece; se humaniza, se moraliza, se vuelve presentable.[7]

Este diagnóstico contrasta con las interpretaciones de Jeffrey Sachs y John Mearsheimer, quienes restituyen la escala geopolítica del conflicto. Sachs recuerda que la política estadounidense no puede comprenderse fuera de su larga historia de intervenciones en América Latina ni del valor estratégico del petróleo venezolano. La narrativa del “narcoterrorismo” o la defensa de la “democracia” encubren una lucha por recursos, rutas energéticas y control hemisférico.[8] Mearsheimer, desde la teoría realista, coincide: el despliegue militar estadounidense en el Caribe responde a la necesidad de contener la consolidación del eje chino-ruso y la expansión de los BRICS en el hemisferio occidental.[9] En otras palabras, la política hacia Venezuela no es un fenómeno doméstico: es expresión de la disputa por el orden global.

La extensa entrevista a Nicolás Maduro que Ignacio Ramonet publicó ayer, 18 de noviembre de 2025, en la edición española de Le Monde Diplomatique[10] rompe con una caricatura persistente. No porque idealice al presidente, sino porque se niega a participar en el dispositivo de demonización que simplifica la realidad venezolana. Ramonet describe a Maduro en un registro inusual para la prensa occidental: un dirigente que se mueve con normalidad por la ciudad, que conversa con comunas, que insiste en el diálogo incluso bajo amenazas militares directas. Su relato muestra un país que no coincide con la estética del colapso permanente ni con la ficción de una sociedad paralizada. Y al hacerlo, introduce un elemento fundamental: la política venezolana no puede explicarse sin atender al cerco geoestratégico que la rodea.

La conjunción entre el discurso liberal sobre la libertad y el dispositivo de demonización del chavismo revela la profundidad de este problema. Tal como señala Moyn, el lenguaje moral puede funcionar como instrumento de legitimación para proyectos coercitivos. Lo que se presenta como liberación puede convertirse en el lenguaje de una reorganización imperial. Y Venezuela no es un caso aislado. Gobiernos como el de Bukele en El Salvador o Milei en Argentina han asumido una política exterior definida por la subordinación incondicional a los intereses de Washington, incluso cuando ese alineamiento contradice los intereses materiales de sus propios países. La retórica de la libertad opera como dispositivo ideológico que traduce la sumisión en virtud.

Volver a Moyn ilumina entonces la paradoja decisiva: la paz invocada en nombre de la libertad no es la suspensión de la violencia, sino la forma discursiva de un proyecto geopolítico destinado a garantizar que Venezuela permanezca dentro del perímetro estratégico de Estados Unidos. La utopía mínima —ayer derechos humanos, hoy libertad— sirve para neutralizar cualquier intento de reorganizar el orden global. Y la narrativa sobre Venezuela, tomada en conjunto, confirma este desplazamiento: el conflicto no se explica sin la geopolítica, pero la geopolítica desaparece precisamente allí donde más determina el curso de los acontecimientos.

Esta lectura, para muchos incómoda, es imprescindible para restituir el conflicto a su escala real: la lucha por el mundo que viene, por la distribución del poder global, y por el lugar que los pueblos latinoamericanos podrán —o no podrán— ocupar en él.

Notas

[1] Michelle Ellner, “When Maria Corina Machado Wins the Nobel Peace Prize, ‘Peace’ Has Lost Its Meaning”, BdF, 10 de octubre de 2025.
https://www.brasildefato.com.br/2025/10/10/when-maria-corina-machado-wins-the-nobel-peace-prize-peace-has-lost-its-meaning/

[2] Editorial Board, “This could be the light at the end of Venezuela’s tunnel”, The Washington Post, 17 de noviembre 2025.
https://www.washingtonpost.com/opinions/2025/11/18/maria-corina-machado-freedom-manifesto-venezuela-maduro/

[3] Mary Anastasia O’Grady, “María Corina Machado’s Plan for Freedom”, The Wall Street Journal, 28 de octubre 2025.
https://www.wsj.com/opinion/maria-corina-machados-plan-for-freedom-49bf84ea

[4] Florantonia Singer, “María Corina Machado lanza un manifiesto en el que dibuja la Venezuela del futuro”, El País, 18 noviembre 2025.
https://elpais.com/america/2025-11-18/maria-corina-machado-lanza-un-manifiesto-en-el-que-dibuja-la-venezuela-del-futuro.html

[5] Samuel Moyn, The Last Utopia: Human Rights in History, Harvard University Press, 2010.

[6] Samuel Moyn, Not Enough: Human Rights in an Unequal World, Harvard University Press, 2018.

[7] Samuel Moyn, Humane: How the United States Abandoned Peace and Reinvented War, Farrar, Straus and Giroux, 2021.

[8] Jeffrey D. Sachs & Sybil Fares, “Venezuela’s Oil, US-Led Regime Change, and America’s Gangster Politics”, Just, 4 noviembre 2025.
https://just-international.org/articles/venezuelas-oil-us-led-regime-change-and-americas-gangster-politics/

[9] John Mearsheimer, “Confronting the Narco-Terrorist Threat from Venezuela”, Antiwar.com, 17 octubre 2025.
https://www.antiwar.com/blog/2025/10/17/john-mearsheimer-confronting-the-narco-terrorist-threat-from-venezuela/

[10] Ignacio Ramonet, “Nicolás Maduro: ‘Siempre hemos apostado por el diálogo y la paz’”, Le Monde Diplomatique, 18 noviembre 2025. 

https://mondiplo.com/nicolas-maduro-siempre-hemos-apostado-por-el 

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