LA FICCIÓN DE CARRIÓ Y LA LEY DEL KARMA
En un programa televisivo de la cadena TN, la legisladora
opositora Elisa Carrió fue entrevistada por el periodista Santos Biasati. A la
pregunta del entrevistador acerca de la situación que transita el país, la
política respondió refiriéndose a la Argentina como un “país kármico” y con
escasos conocimientos pretendió apropiarse del sentido budista del término para
explicar algunos de los problemas que aquejan a la patria. El cronista apuntó de
manera apurada los términos de la intervención y propone en esta nota una
interpretación alternativa.
De acuerdo con la Dra. Carrió, los budistas explican el
karma como la ley de “causa y efecto”. Según esto, nos dice, es posible concluir que todos los males argentinos (verdaderos e imaginados) son el fruto de la corruptela del actual gobierno. Con aires de suficiencia nos informa que 1 + 1 es 2 y que ella ha venido a traernos la buena nueva. No hay porque inquietarse, nos comunica de manera socarrona. Tenemos entre nosotros a alguien que es capaz de vislumbrar con claridad de qué se trata todo este lío. A otros puede haberles pasado desapercibido, pero ella conoce el arcano de la existencia y ha venido a transmitírnoslo.
Por supuesto, Karma es la ley de causa y efecto. Con ella se mienta que todas las acciones producen consecuencias a menos que nos aboquemos concienzudamente a transformar nuestras actitudes y purificar nuestros comportamientos pasados de manera eficiente. Pero el concepto de karma es amplio y peliagudo para el pensamiento. En líneas generales no es díficil mentar una formula generalista: todas nuestras experiencias individuales y colectivas son efecto conmensurado de acciones pasadas. Ninguna de ellas surge de la nada o es producto de una intervención milagros desde otro mundo. Pero hasta allí podemos acompañar en nuestras coincidencias las declaraciones de la calórica opositora.
De acuerdo con el budismo, nada hay más atrevido que intentar interpretar el karma de un individuo o colectividad. Se dice que cualquier otro objeto de conocimiento resulta de fácil acceso si lo comparamos a lo que implica la dilucidación concreta de las errancias a la que nos somete el karma.
En el Dhamapada se dice, por ejemplo, que el presente no es un misterio, como tampoco lo es el futuro. Las experiencias felices son el resultado de acciones virtuosas realizadas en el pasado, y los comportamientos negativos están llamados, necesariamente, a una precisa consecuencia de sufrimiento futuro. Otros textos realizan correlaciones entre diversas acciones no virtuosas y determinados padecimientos. Pero Buda no ha dejado de reiterar, que el asunto del karma, en lo que se refiere a su intríngulis concreto, sólo es jurisdicción de un ser iluminado.
Por supuesto, Karma es la ley de causa y efecto. Con ella se mienta que todas las acciones producen consecuencias a menos que nos aboquemos concienzudamente a transformar nuestras actitudes y purificar nuestros comportamientos pasados de manera eficiente. Pero el concepto de karma es amplio y peliagudo para el pensamiento. En líneas generales no es díficil mentar una formula generalista: todas nuestras experiencias individuales y colectivas son efecto conmensurado de acciones pasadas. Ninguna de ellas surge de la nada o es producto de una intervención milagros desde otro mundo. Pero hasta allí podemos acompañar en nuestras coincidencias las declaraciones de la calórica opositora.
De acuerdo con el budismo, nada hay más atrevido que intentar interpretar el karma de un individuo o colectividad. Se dice que cualquier otro objeto de conocimiento resulta de fácil acceso si lo comparamos a lo que implica la dilucidación concreta de las errancias a la que nos somete el karma.
En el Dhamapada se dice, por ejemplo, que el presente no es un misterio, como tampoco lo es el futuro. Las experiencias felices son el resultado de acciones virtuosas realizadas en el pasado, y los comportamientos negativos están llamados, necesariamente, a una precisa consecuencia de sufrimiento futuro. Otros textos realizan correlaciones entre diversas acciones no virtuosas y determinados padecimientos. Pero Buda no ha dejado de reiterar, que el asunto del karma, en lo que se refiere a su intríngulis concreto, sólo es jurisdicción de un ser iluminado.
Parte del problema en la argumentación de la Dra. Carrió
pasa por la utilización sofística que hace de los antiguos. No es la primera
vez que hace alarde de un método "pseudo-straussiano" al aproximarse a las coyunturas políticas. Como
otro articulista afamado del matutino mitrista, se esmera en sus citas
prolegomenales para encubrir la vulgaridad de sus opiniones. En ambos casos,
pese a lo entrañable de algunas de sus referencias, éstas no deberían engañar a
sus escuchas porque pretenden artificiosamente deslumbrar a los desprevenidos
sin producir una pizca de auténtico conocimiento.
Cuando hace algunos meses, la señora Beatriz Sarlo la elogió
como una de las grandes luminarias del pensamiento político argentino, este
cronista se quedó perplejo. Tomó las palabras de Sarlo como un desafío y se
dedicó durante sus horas libres a perseguir en la web las intervenciones de la
autointerpretada pitonisa. Ninguna de sus puestas en escena es digna de mención
en lo que se refiere a profundidad y contenido. La Dra. Carrió sostiene con esmero
su creación político-teatral, pero no ofrece una alternativa creativa a la hora
de la verdad. Su labor discursiva se vuelca con ahínco a un expresivismo
catastrofista que es moneda de cambio entre la intelectualidad ufanada de sí
que se pasea por las calles de Recoleta con aire de sobrada experiencia pese a
sus arraigados vicios rioplatenses.
Ahora bien, volviendo al Karma, la Dra. Carrió sostiene que lo que ocurre a la Argentina hoy
es el producto de lo que se ha hecho de ella durante los últimos ocho años. Sin
embargo, nada es más ajeno a la doctrina del karma que el cortoplacismo y el
ombliguismo que traslucen estas palabras. En todo caso, muchos de los problemas
que aquejan a la Argentina de hoy son el producto de una larga historia de
injusticias, ignorancias y maldades que continúan y continuarán dando fruto por
mucho tiempo y que el presente está llamando a subsanar.
El juicio que hagamos sobre nuestras acciones presentes debe hacerse, en todo caso, proyectando hacia el futuro las apuestas actuales. Cuando en otras épocas pretendíamos, por medio de las milagrosas políticas del establishment neoliberal, subsanar las iniquidades de nuestro modelo tradicional, condenábamos el futuro de millones. La apuesta de hoy, quién puede dudarlo, es una apuesta de futuro. Pese a la fanática oposición que manifiestan los pretendidos sabios de la república, las generaciones que hoy acceden a una alimentación y una salud más digna, a una educación de mayor calidad y a un horizonte de limitada prosperidad, se encuentran en mejores condiciones para enfrentar los desafíos que les correspondan. En cambio, la inseguridad y el miedo es el producto de un largo y tortuoso camino en el que sembramos violencia empeñándonos en el abandono de las mayorías. Se necesita mucha ignorancia para no ver lo que hicieron por nosotros las apuestas anarco-capitalistas y neoconservadoras de las últimas décadas. Habría que ser muy cretino para endilgarle al presente lo que es el resultado de la insensibilidad autoritaria y xenófoba que aún articula su discurso en nuestros comedores diarios. Este país no lo hizo el Kirchnerismo. Este país es el producto de toda su historia.
El juicio que hagamos sobre nuestras acciones presentes debe hacerse, en todo caso, proyectando hacia el futuro las apuestas actuales. Cuando en otras épocas pretendíamos, por medio de las milagrosas políticas del establishment neoliberal, subsanar las iniquidades de nuestro modelo tradicional, condenábamos el futuro de millones. La apuesta de hoy, quién puede dudarlo, es una apuesta de futuro. Pese a la fanática oposición que manifiestan los pretendidos sabios de la república, las generaciones que hoy acceden a una alimentación y una salud más digna, a una educación de mayor calidad y a un horizonte de limitada prosperidad, se encuentran en mejores condiciones para enfrentar los desafíos que les correspondan. En cambio, la inseguridad y el miedo es el producto de un largo y tortuoso camino en el que sembramos violencia empeñándonos en el abandono de las mayorías. Se necesita mucha ignorancia para no ver lo que hicieron por nosotros las apuestas anarco-capitalistas y neoconservadoras de las últimas décadas. Habría que ser muy cretino para endilgarle al presente lo que es el resultado de la insensibilidad autoritaria y xenófoba que aún articula su discurso en nuestros comedores diarios. Este país no lo hizo el Kirchnerismo. Este país es el producto de toda su historia.
Debemos aprender a juzgar el presente como dicen los
budistas, mirando hacia el futuro de manera integral. Los ajustes caníbales,
producen desnutrición, disminuyen las capacidades de nuestros niños, generan
odio y resentimiento, lo cual se traduce a la larga en delincuencia e
inseguridad. En cambio, la asignación universal por hijo, el aumento de la
inversión pública en educación, la apuesta por una política fiscal con intención
redistributiva, y una recuperación de la dignidad identitaria, ofrece a los
hijos del presente esa oportunidad que a otros muchos le arrebataron algunos de
los que hoy se rasgan las vestiduras hablando de libertad y justicia.
En la Divina Comedia, Dante Alighieri ofrece una cuidadosa
ilustración de los castigos a los que son sometidos quienes adoptan diversos
comportamientos pecaminosos. De manera análoga, los budistas ofrecen a sus
adherentes una pormenorizada ilustración de las consecuencias que pueden
resultar de sus acciones negativas. La charlatanería y el discurso divisivo no
se encuentra entre los más graves de los pecados per se, pero todos los sabios
de la tradición concuerdan que son los que tiene mayor alcance.
La ley de causa y efecto que también reconocen las ciencias modernas, es un buen punto de reflexión sobre los aconteceres actuales del "primer mundo" , crisis financiera,- falta de liderazgo político-, disminución de las rentas del trabajo y rebaje del estado de bienestar - domesticación de las fuerzas sociales-, corrupción generalizada-pérdida de valores.
ResponderEliminarLas causas derivadas de un estilo de vida insostenible, nos concierne al conjunto de la sociedad que se ha dejado llevar por sueños inducidos, en cambio los efectos recaen más pesadamente sobre las clases más desprotegidas y que menos han participado de la borrachera consumista.
Hay que lograr la verdadera socialización de los medios productivos que conduzca al justo reparto de los beneficios, la regeneración de la conciencia colectiva en pro del bien común, orientando nuestros actos hacia prácticas que permitan la sostenibilidad del planeta.