CAZA DE BRUJAS. EL PRINCIPIO DEL MAL

Aquí y allá, en las redes sociales, se estigmatiza y persigue a quienes comulgan con las ideas del Frente para la Victoria. Muchos se guardan, otra vez, de confesar sus preocupaciones ante la embestida del nuevo gobierno que ha dado, no sólo un golpe de autoridad, sino que ha asumido la impunidad como modus operandi. Los decretos vienen acompañados por un completo desprecio: por la ley y los jueces que tanto defendieron cuando eran oposición.

Empeñado en un cambio "revolucionario" al mejor estilo conservador (revolucionar significa originalmente "volver al origen") el gobierno exige a la "nueva república", impiedad con los antagonistas políticos. La persecución será brutal, en línea de continuidad con el estilo de oposición que se practicó durante la última década. Señalar a los antagonistas como enemigos destruye la convivencia democrática. Asumir las contradicciones de la convivencia y la pluralidad de voces, promover las simetrías en el reparto de la palabra es el quid de la práctica democrática. Pero aquí no vengo a defender al gobierno kirchnerista. Su herencia está en disputa. Lo que me interesa es lo que tenemos ahora, que es el gobierno de Mauricio Macri, sus decisiones y sus prácticas. Otra vez, el nudo de la cuestión son los medios, la comunicación, la construcción cultural del nuevo período que apareció apelando al amor, y terminó convirtiéndose en maltratador. 

El último ejemplo es un hashtag que está circulando en el cual se boicotea un programa televisivo que se emite por la televisión pública como escarmiento a los participantes que han militado activamente en la campaña electoral a favor del candidato del FpV. El programa en cuestión es la telenovela "La Leona", protagonizada por actores como Pablo Echarri y Nancy Dupla (cuyas cualidades, sinceramente, no sería capaz de juzgar, porque mi consumo de estos géneros es escaso), quienes han manifestado su afiliación al kirchnerismo, y por ello mismo son estigmatizados. 

Aunque el caso es menor, si se lo compara con otras iniciativas de envergadura como son (1) la (de facto) anulación de la ley de medios que vuelve a facilitar la posición dominante de los grandes medios, y su hegemonía casi absoluta en algunos lugares del país, o (2) la política que está implementando el titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, clausurando programas, despidiendo masivamente empleados, etc., y (3) otras actividades gubernamentales que claramente atentan contra la calidad democrática en este rubro, vale la pena hacer mención del caso porque es sintomático. 

En vista a esto, escribí esta mañana: 

1. Caza de brujas

Campañas republicanas a través de las redes sociales, de personas que defienden los derechos humanos, civiles y políticos. Espacialmente, la libertad de expresión. 

Necesitábamos que llegaran al poder (ustedes, quienes retwitean este tipo de mensajes y otro semejantes que ensalzan una República ficticia) para empezar a entender lo que significa la justicia, la legitimidad democrática, la institucionalidad. 

Les agradecemos los avances, la pluralidad de voces. Les agradecemos que nos hayan abierto los ojos. 

¿Cómo no se nos ocurrió antes que para preservar el diálogo constructivo, para terminar con los gestos autoritarios, para empezar a pensar como un sólo país, lo que teníamos que hacer era desaparecer a la otra mitad que no está de acuerdo con nosotros? 

La verdad, es maravilloso saber que han evolucionado, que practican yoga y meditación. Que son amorosos, y cordiales, y siempre tienen una palabra amable, que cuando se indignan con sus contrincantes políticos no les empieza a espumar la boca, ni se les ponen ensangrentados los ojos, ni se les retuerce el gesto y agarrotan los músculos pensando en su archi-enemigo K.

Pero ahora sabemos perfectamente lo que tenemos que hacer. Tenemos que dejar de votar a los candidatos que consideramos más acordes con nuestras convicciones políticas, tenemos que dejar de leer los libros que ustedes consideran basura, tenemos que dejar de informarnos a través de periódicos y programas televisivos o radiales que ofenden su derecho a tener un país libre de parias. Aunque son pocos, aunque son una minoría casi insignificante, estos medios son una verdadera amenaza contra la unidad nacional de todos los argentinos, contra el republicanismo, contra la decencia que se merece este país. 

Seguro que si hacemos todas esas cosas, y pedimos disculpas por haber sido K. Si aceptamos libremente el proceso de re-acondicionamiento social que nos proponen, entonces tendremos un país normal, un país a la medida de sus deseos. ¿Será que nuestro egoísmo no nos deja ver que la democracia consiste justamente en eso?

Entendemos su indignación y compartimos su preocupación. Sabemos que pensamos de manera diametralmente y que harán lo imposible para hacernos desaparecer. Lo hicieron en el pasado quienes les precedieron con otras generaciones de argentinos y argentinas que, según decían, tampoco tenían derecho a soñar con un país diferente al vuestro y disputar democráticamente la orientación de los gobiernos que los representaran. Está en los libros de historia, a los que hace falta que de vez en cuando le eches un vistazo. No es un invento de última hora. 

Lo han hecho censurando, prohibiendo, clausurando, torturando, matando, difamando, estigmatizando, confeccionando listas negras, perturbando la paz, atemorizando, mal informando, apropiándose de los medios de comunicación, silenciando escritores, periodistas, ciudadanos.

Y ahora, una vez más, a menos de un mes de gobierno, después de haber ganado las elecciones, han comenzado otra de vuestras caza de brujas y no tienen límites. Las editoriales se acumulan vertiginosamente, los insultos se renuevan todos los días, las tergiversaciones, las mentiras. 

También sabemos que toda esta campaña ominosa no es fruto espontáneo de la malignidad aislada de los individuos, sino que es el resultado de una subcultura del país que ahora se ha convertido en mayoritaria, es la cultura impuesta por los grandes medios, quienes les han enseñado a ser malos, sin más. 


2. El mal

La filósofa húngara Agnes Heller solía decir que "el mal" no debía confundirse con el mal carácter. El mal carácter hace que, debido a las emociones negativas, una persona cometa actos reprochables. Pero la persona de mal carácter sufre sus propias acciones negativas, sus vicios, sus pecados, sabe que hace algo malo, y es capaz de arrepentirse.

El mal, en cambio, quiere hacer pasar por bueno lo que es malo. Crea principios para defender el mal, haciéndolo pasar como algo bueno. El mal, decía Heller, es como una infección que se apropia del alma de la gente, y la hace actuar de manera perversa. 

Parece que a una parte de la sociedad argentina se le ha inoculado el mal. Lo han hecho y lo siguen haciendo los medios de comunicación dominantes, que están al servicio de ciertos intereses minoritarios, pero que han encontrado en una organización política la herramienta para lograr un poder casi absoluto. No sólo son los dueños de la economía nacional; no sólo son dueños de los medios de comunicación; sino que además actúan como dueños de la república, saltándose todos los equilibrios de poderes. El propósito es desmantelar todos los mecanismos institucionales que limiten ese poder absoluto de facto que pretenden detentar. Los medios de comunicación y sus periodistas estrella son quienes tienen la obligación de naturalizar la mirada de las élites entre las masas.  

3. ¿Cómo responder?

Pese a todo, nuestra respuesta tiene que ser medida, como nos enseñaron quienes nos precedieron. Tenemos que mantener la mente fría, aunque el corazón esté caliente. Tenemos que utilizar la ocasión para juntarnos físicamente en nuestros barrios con quienes piensan como nosotros, y organizarnos para pensar juntos, para estudiar juntos, para quebrar el bloqueo informativo en el cual nos hemos sumido y estar listos. 

Porque el macrismo sólo podrá mantener el poder, como lo hizo Menem en el 95, si no hay una alternativa. Nosotros somos la alternativa que tiene que alimentarse, con la inteligencia crítica, con la lectura, con la creación de nuevos lazos comunicantes entre nosotros, y una organización celular que nos permita superar esta enfermedad de odio.

Nuestros contrincantes políticos son sólo eso, contrincantes políticos. Odiarlos no beneficia a nadie, espacialmente, no nos beneficia a nosotros. 

Un día, cuando la enfermedad que se les ha inoculado empiece a debilitar su influencia entre los agentes infectados, si somos inteligentes, si trabajamos con empeño y cariño, cuando se den cuentan que han estado padeciendo una forma de locura, tendrán un lugar donde refugiarse.  Pero para que esto sea posible, no te enojes con tu vecino. Estúdialo, como quien estudia un ejemplar botánico, y estúdiate a tí mismo, para evitar que la enfermedad del odio que el otro porta en su alma, te contamine. 

DAVOS: UNA NUEVA VISITA AL MUNDO FELIZ




¿Laboratorio HSBC?

La entidad bancaria HSBC tiene un lugar sospechoso en la arquitectura del macrismo. Todos recuerdan, quiero creer, la resonada causa internacional que involucró al banco. Es cierto que la mayoría de los grandes medios argentinos no quiso hacerse eco de la misma. Pero los más versados recordarán haber leído sobre el asunto en el New York Times o el Herald Tribune o el Financial Times. En todo caso, la investigación, semejante a la acometida contra la FIFA entre las grandes ligas bancarias, puso al descubierto un entramado delictivo de lavado de dinero que la entidad operaba en todo el mundo.

Para premiar al HSBC por sus buenos servicios a la comunidad, Mauricio Macri decidió fichar a dos de sus abogados (abogados que litigaron contra el Estado argentino en esta megacausa) en la misma "Unidad de Información Financiera", dedicada a investigar encubrimiento y lavado de dinero, que los tenía en la mira.

Quienes no sepan exactamente de qué se está hablando cuando hablamos de "lavado de dinero", les cuento. Wikipedia la define de este modo:

"El lavado de dinero (también conocido como lavado de capitales, lavado de activos, blanqueo de capitales u operaciones con recursos de procedencia ilícita o legitimación de capitales) es una operación que consiste en hacer que los fondos o activos obtenidos a través de actividades ilícitas aparezcan como el fruto de actividades legales y circulen sin problemas en el sistema financiero."

Por lo tanto, no se trata de ahorristas de clase media que ponen sus pesos en cuentas extranjeras, en Suiza o Panamá, por ejemplo. Si lo hacen, estos ahorristas acompañan en su estrategia financiera a narcotraficantes, terroristas, personas que se dedican a la trata de personas, o al contrabando de especies en peligro de extinción, o al negocio de la pedofilia, o al juego, o a la corrupción política o sindical y otras mafias corporativas acorbatadas.

Entre los nombres que aparecen en la lista que el HSBC estuvo obligado a publicitar en la causa internacional en su contra, algunos de los principales involucrados argentinos (4.004 fueron las cuentas señaladas de entre 70.000 investigadas en el mundo) forman parte del gabinete nacional o están estrechamente relacionados con algunos de sus miembros, o son empresas con representantes poderosos en el gabinete: la familia Blaquier está en primera fila, Fortabat, el titular de la Bolsa de Comercio, Adelmo Gabbi, el Grupo sojero Los Grobo, Clarín - con el sobrino de Héctor Magnetto - y sus socios del fondo Hicks, entre otros. Lo interesante, en todo caso, son las coincidencias, las ecuaciones entre los ministros, funcionarios y empresas para las cuales trabajaron, y las listas.

Más asombrosa resulta la siguiente coincidencia: según me informan, el HSBC (el banco acusado mundialmente por ser el mayor lavador de dinero de la historia del capitalismo) es, a partir de este año, el banco elegido por las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para gestionar sus cuentas.

Y, más patético el esperpento cuando leémos en una nota color del diario La Nación del día de ayer, en la sección titulada LAB HSBC (¿Laboratorio HSBC?), en la que te cuentan cosas lindas sobre la entidad financiera (preocupada por dejar atrás su pasado oscuro y presentarse glamurosa a la nueva sociedad argentina). Ayer, por ejemplo, se asoció al banco con "La Martina", una marca de indumentaria de polo convertida en un fenómeno mundial gracias a que "el HSBC creyó en ella".

Muy bien, pero como si se tratara de una joda (aunque seguro que es pura coincidencia), cinco minutos después, el portal de La Nación nos informa que Prat-Gay ha vuelto a tomar deuda, esta vez en una suerte de Megacanje II por decreto, por miles de millones de dólares, y que los principales beneficiarios de la movida son los mismos de siempre: el HSBC está en primera línea, junto al City Bank, el J.P.Morgan y el Deutsche Bank.

No dispuestos a dejarnos descansar, La Nación vuelve a asombrarnos a la mañana siguiente con una noticia extraordinaria. El jefe de Estado, Mauricio Macri, habitué del World Economic Forum de Davos, ha invitado a Sergio Massa a acompañarlo.





Macri y Massa en La montaña mágica

Dejemos de lado por un momento la retórica dialoguista con la que envuelven los medios todas las iniciativas del nuevo gobierno, y centrémonos en la significación que tiene una jugada de estas características para el proyecto en ciernes.

Es evidente que una política regresiva como la que proyecta el gran capital en Argentina, necesita de un amplio consenso político. Debe presentarse como política de Estado, aun cuando se trata de una política particularista, que solo responde a los intereses de una minoría "muy minoritaria".

Creo que uno de los errores discursivos de muchos análisis de las últimas semanas ha sido enfatizar la novedad que supone el nuevo gobierno, como si el de Macri fuera verdaderamente el primer gobierno de derechas que alcanza la presidencia a través de las urnas.

Esto es muy discutible si pensamos, por ejemplo, en los gobiernos de Menem y De la Rúa como gobiernos que pertenecen al mismo signo político. El macrismo puede leerse cómodamente en línea de continuidad con aquellos (aunque en un registro histórico diferente).

Si pensamos en los nombres de quienes hoy dirigen el país, y los aliados en el mundo empresarial, la continuidad es aún más clara: los orígenes ucedeístas de todos los implicados en los saqueos noventista son bastante claros. A modo de ejemplo, recordemos la "asombrosa" declaración de Domingo Cavallo días antes del balotaje, ensalzando a sus discípulos: Melconian, Frigerio, Stulzeneger y Prat-Gay (sobre todo a Prat-Gay).

Por otro lado, si nos remitimos a la historiografía, la invitación de Macri a Massa recuerda a la gran concertación que lanzó el riojano devenido ucedeista con el fin de acelerar el giro cultural que era necesario para producir la transformación antipopular de los 90.

El propio Scioli, que hoy representa "otra" Argentina, fue parte de ese engranaje que convenció a los argentinos que el proceso de privatizaciones no sólo era deseable, sino inevitable.

Por supuesto, las fuerzas populares no desaparecieron durante los noventa. Estuvieron allí, presentes, pero silenciadas. Una estrategia semejante, de estigmatización y persecución se empieza a vislumbrar en el horizonte. La represión ya vino, o está al caer.

Aunque los tiempos son otros, los acompañamientos de la UCR y de una parte del pejotismo durante los noventa al proyecto neoliberal, se asemejan a la simbiosis ucerreista en Cambiemos que protagonizó Ernesto Sanz, y los coqueteos del Massismo con las élites macristas.

Desde las primeras horas, la disponibilidad de la tropa de Massa ha permitido que el nuevo presidente y "su equipo" desplegaran su estrategia de choque en un terreno allanado por su complacencia. Las razones son variadas, y no vienen a cuento ahora mismo. Lo importante es que se alían decididamente contra la soberanía nacional y a favor de un nuevo "consenso de Washington" que asoma en el horizonte con fuerza y decisión, con el objetivo de reconquistar las posiciones perdidas.

Macri tiene un país extraordinario para ofrecer en Davos: un país desendeudado; una opinión pública preparada para asumir un enorme sacrificio, o ser forzada a hacerlo; un panorama regional e internacional complejo que complota contra los intereses del Sur; una necesidad imperiosa en la pugna planetaria por la hegemonía por reconquistar las grandes reservas naturales que el "populismo progresista" de la última década había escatimado a las grandes multinacionales; y un terreno fértil para una nueva arquitectura financiera usuraria.

Festejar que "la oposición" viaje a Davos con el presidente, con el propósito de sellar el giro geopolítico y geoeconómico en marcha, resulta perturbador. Quienes lo festejan, asumo, lo hacen con la ingenuidad predispuesta por un analfabetismo notorio en cuestiones históricas.


EL PERIODISTA Y SUS SOMBRAS



(1)

Uno de los problemas más graves que tenemos en Argentina (ahora mismo) es el siguiente. No sólo los medios de comunicación opositores son prácticamente inexistentes (contrariamente a lo que se vociferó durante los últimos años: la dictadura K tenía supuestamente todo el aparato de comunicación copado) sino que los pocos que existen (por ejemplo, Página12 - diario que, les recuerdo, estuvo hackeado durante una semana) no se leen del otro lado del río.

La incomunicación es absoluta. "Nosotros" (quienes no simpatizamos con el gobierno de Macri) leemos La Nación, vemos TN, sacamos cuenta con cada edición del diario Clarín, escuchamos en la radio a los locutores oficialistas, etc. Si hacemos críticas, las hacemos siempre a partir de lo publicado por los medios hegemónicos, quienes marcan la agenda de la disputa y, por eso mismo, llamamos  "hegemónicos".

En cambio, nuestro contrincante político es un completo analfabeto respecto a nuestra perspectiva. Lee nuestros comentarios como si fuéramos marcianos u otra clase de seres venidos de un planeta lejano, con el oscuro propósito de arruinarles la vida, y eso es lo que refleja en las redes sociales.

El nivel de violencia simbólica que está ejerciendo el macrismo en este momento sobre una parte importante de la población y el eco de ello en la sociedad, no puede terminar bien.

En La Nación de hoy se publica una nota en la cual un periodista explica por qué razón en los primeros 100 días de gobierno está justificada esta estrategia. No quiero insistir en el asunto, pero me parece que la línea ya se cruzó, y que va a ser muy difícil recomponer este entuerto. Siempre estamos a un paso de la violencia.

(2)
Ahora, permítanme una nota lateral. Hace tres días, el 29 de diciembre, un tipo llamado Antonio De Turris asesinó a su mujer a puñaladas. El tipo está enfermo de manera terminal y deprimido. Dicen que después de apuñalar a su mujer quiso suicidarse, pero no lo logro (suele ocurrir). Se trata de un periodista del diario La Nación y  profesor de la Universidad Di Tella.

Dándose una vuelta por el portal digital de La Nación uno se entera que De Turris publicó para el matutino notas sobre fútbol, fondos buitres (holdouts), la muerte de Nissman y otras de política local. Llama la atención una nota titulada "Las caras de la barbarie", subtitulada "Golpiza a delincuentes", del día 04 de abril de 2014, en la cual intenta una suerte de explicación-justificación de un linchamiento ocurrido en la ciudad de Rosario en el cual dos jóvenes fueron apaleados hasta la muerte de uno de ellos por delitos que no habían cometido, al ser confundidos con maleantes. Ante la sucesión de linchamientos de aquellos días, decía De Turris:

Quienes patearon hasta el cansancio al delincuente (...) seguramente vieron allí una manera de descargar la tensión de vivir arrinconados, temerosos de que una entradera o una salidera o un empujón en un andén los confine a ver hasta el fin de sus días una película de terror, la de su propia vida. En definitiva, vieron en ese delincuente a un enemigo al que debían sacar del medio ellos mismos porque las autoridades no son capaces de hacerlo.

Imaginamos que De Turris tendrá una explicación-justificación semejante para su propia injusticia. Pero nuestro propósito no es linchar al ex-periodista de La Nación y profesor de Universidad Privada, sino poner el dedo en una indefensión que para muchos es invisible, la de estar sometidos a la perversidad de medios y comunicadores que se han autoerigidos como custodios de la patria y que han acabado con ello incendiándola. Por supuesto, no se trata de una decisión personal, sino de una decisión del mercado de la información. 

(3)
Si uno se pasea un rato entre los comentaristas de cualquier artículo de esos grandes portales de información de la Argentina (La Nación, Clarín, Perfil, etc.) se encuentra con una tsunami de necedades sin fin: abundan los insultos, la violencia, la perversidad.

Pero esto no empezó ayer, y no está limitado al anonimato de las redes. La gente dice esas mismas cosas que publica en bares, reuniones familiares, conversaciones en las porterías, taxis, clases de yoga y meditación o jugueterías.

En una ocasión, cuando vivía en San Miguel, en una reunión con el arzobispo de la zona, éste me sorprendió insultando al Papa Francisco, al que definió como un "lobo disfrazado de cordero", por su estrecha relación con el gobierno de Cristina Fernández y procedió a calumniarlo sin vergüenza alguna. Mientras escuchaba sus historias de traiciones y las hipotéticas agachadas de Bergoglio de las cuales era (según decía) testigo, yo pensaba hasta qué punto su entonación cerrada de las palabras y la utilización de ciertos vocablos ponía al descubierto sus prejuicios de clase.

Nuestra manera de referirnos a los contrincantes políticos de manera denigrante, las explícitas referencias al asesinato, la desaparición o la expulsión del país de nuestros antagonistas, no surgieron de la nada. Son el producto de una estrategia comunicacional diseñada para estigmatizar y discriminar. Periodistas como Jorge Lanata, Luís Majul o Alfredo Leuco, están entre los ejemplos más destacados de este tipo de retórica y propulsores indecentes de este estilo patotero en los medios de comunicación.

En otras latitudes se ejercita un discurso semejante. No es casual que la derecha estadounidense tenga varios personajes entre sus filas en la Cadena Fox que practican un periodismo barrabrava. En España, la derecha más casposa la ejercita a través de la Cadena COPE y en Venezuela son famosas algunas figuras que hacen de la discriminación y el desprecio sus armas predilectas para enardecer a su público. Figuras políticas como Donald Trump son producto de ese mismo mercado mediático. Al adoptar esta estrategia electoral, Trump no hace más que conectar con los bajos instintos de sus oyentes y televidentes. La madurez de una ciudadanía es proporcional a la capacidad de resistir el miedo y ser inmune a la exacerbación del odio que promueven sus líderes y comunicadores.

En Argentina son muchos los que han comprado este relato y lo practican en público y en privado. Varios conocidos me han sorprendido en los últimos meses publicando textos o imágenes vergonzosas,  como si la mera existencia de sus contrincantes políticos justificara su bestialidad moral. 

(4)
El programa 6-7-8 ya no está al aire. Y las voces disidentes son cada vez más escasas, en la televisión pública, y también en la televisión privada. Sin embargo, la violencia simbólica continúa manifestándose, cada vez con mayor furia y agresividad. Ya se han producido algunos hechos lamentables.

El autoritarismo y la arbitrariedad que el Gobierno Nacional ejercita, saltándose la ley o rompiendo los acuerdos básicos que la sociedad se ha autoimpuesto en la Constitucional Nacional, dan una muy peligrosa señal a la sociedad civil. El estado de derecho está transitando una tiempo de peligrosa ambigüedad. 

LA IMPOSTURA DEMOCRÁTICA



EL YO Y SU MÁSCARA

Mi nombre es Juan Manuel Cincunegui. Soy argentino, nacido en Buenos Aires. Ahora vivo en Barcelona, España. Estoy sentado en mi estudio tecleando una entrada en mi blog, el cual lleva el nombre pomposo "Claro del bosque", pensando en el Lichtung de Heidegger.

Escucho en la sala a mis hijos jugando, y actividad culinaria en la cocina. La ciudad está más o menos tranquila en vísperas de año nuevo.

En medio de todo esto, tengo la sensación incontestable de "ser yo mismo".

Bajo todos los puntos de vista convencionales, yo soy yo. Lo reconocen, mi mujer, mis hijos, mi madre, mis hermanos, mis estudiantes y otros compañeros de trabajo. Todos ellos pueden dar testimonio de mi identidad. ¿quién soy yo, sino soy "yo mismo"? El veredicto será unánime en caso de ser interrogados: "yo soy yo".

Sin embargo, una reflexión más "filosófica" cuestiona esta certeza.

A lo largo de los años han cambiado muchas cosas en mi vida, y esos cambios han producido notorias repercusiones en mi "manera de ser". Mis gustos, mis opiniones políticas, mis convicciones religiosas, mis amistades, hasta mi cuerpo ya no es lo que era. Todas estas cosas y muchas otras han ido variando sin pausa. 

En este contexto podríamos preguntarnos: ¿Cuál de todas estas manifestaciones o verdades que he encarnado es la más verdadera? O, para decirlo de otro modo, más coloquial, quizá: ¿Cuál es mi verdadero yo?

Una respuesta posible y plausible es que el yo está vacío de existir de una manera definitiva, que ninguna de las instancias o manifestaciones de eso que llamo "yo" es última o absoluta, sino meramente circunstancial. Eso no significa que sea arbitraria, que sea cualquier cosa que me plazca o le plazca a quienes me rodean. El yo no es el resultado de una actividad puramente voluntarista, sino más bien la compleja consecuencia provisoria de una intrincada red de causas y condiciones.

Ahora bien, aunque el yo está vacío de existir de manera "intrínseca" de este u otro modo, siempre está buscando apropiarse de una identidad concreta. Cuando lo hace, sin embargo, corre el peligro de reificarse, de creerse más sólido y definitivo de lo que realmente es,   cayendo de ese modo en una suerte de alienación. Cuando esto ocurre, el yo actúa más o menos como un impostor, pretende ser algo que no es. Se atribuye una identidad imposible, permanente, unitaria y autosuficiente. 

LA DEMOCRACIA Y SUS IMPOSTURAS

La democracia nos muestra que algo semejante ocurre con la identidad colectiva. 

Lo social, el campo donde se disputa la política, es un fenómeno siempre cambiante, cuya identidad (su horizonte de sentido, su dirección) es imposible de determinar de manera definitiva de una vez para siempre. La sociedad, decía Ernesto Laclau, es imposible. Sin embargo, siempre está buscándose a sí misma, inventándose a sí misma, atribuyéndose una identidad. 

A través del sedimento de la historia que da forma a una identidad provisional y la voluntad política (la libertad), el sujeto político, fruto de acuerdos y discordias, adopta cada vez una determinación circunstancial. 

La sociedad se vuelve de derechas o de izquierdas, socialista o neoliberal, oligárquica o populista, comunitarista, machista, xenófoba, racista o lo que sea. 

Ahora mismo no voy a entrar en el tema del modo en que esto ocurre. Lo que me interesa es ese fenómeno extraño que es la sumatoria de voluntades individuales y el inestable sujeto colectivo que surge en una contienda electoral. 

A diferencia de lo que ocurría con el Antiguo Régimen, en el cual el rey ocupaba el lugar vacío de la sociedad de manera absoluta como representante de Dios en la Tierra,  en la democracia ese lugar vacío sólo se ocupa circunstancialmente, provisionalmente, imperfectamente por el representante político.

En este sentido, el representante es legítimamente una suerte de impostor: se calza la máscara de la autoridad y ejercita en el marco de la escenografía institucional, el poder. 

Bajo todos los puntos de vista convencionales, si el representante ha cumplido con los requisitos formales previstos y no ha incurrido en maniobras reprochables, se convierte en el legitimo representante del pueblo o la sociedad. Sin embargo, lo es siempre imperfectamente. Por esa razón, cuando pretende serlo de manera absoluta, se convierte en una mentira de sí mismo, incluso desde el punto de vista convencional.

LA TENTACIÓN KIRCHNERISTA

La tentación kirchnerista consistió en intentar convertirse en el auténtico, genuino representante del pueblo argentino por siempre jamás. 

Hasta cierto punto, esto parecía comprensible si lo pensamos históricamente:  

(1) Por la herencia peronista que lo avalaba, y lo que el peronismo ha representado en nuestra historia.  

(2) Por el carácter cuasi-fundacional de la situación en la cual accedió al poder Néstor Kirchner. 

Y (3) por la pugna que entabló el kirchnerismo con los poderes concentrados que llevaron a la Argentina al quiebre social y político del 2001, herederos de una tradición impopular que se remonta al siglo XIX, pero cuyos símbolos en el siglo XX lo convirtieron en el "afuera" de la patria: la llamada "Revolución libertadora", el Onganiato, la dictadura militar del 76, el menemismo, el delarruismo, la debacle del 2001.

Lo cierto es que, más allá de lo mucho o poco que pueda achacarse a los poderes mediáticos corporativos del fracaso electoral del FpV que llevó a Mauricio Macri a la presidencia, quizá el principal error del kirchnerismo haya sido olvidar que, en la democracia, el lugar de la representación política es siempre un lugar vacante.

¿EL MACRIARATO?

El macrismo debe abstenerse de cometer el error democrático de insistir con su estrategia de discontinuidad institucional con el gobierno saliente. Estrategia ideada con el fin de justificar el establecimiento de un nuevo orden, un nuevo comienzo. 

Los elementos simbólicos de esa escenificación de ruptura institucional comenzaron con el "conflicto de la envestidura", que en clave cuasi medieval, fue resuelto a través del poder judicial, invistiendo como presidente a Federico Pinedo, teatralizando un "estado de excepción", creando de este modo una discontinuidad en la línea de sucesión democrática. 

En segundo término, judicializando el período democrático anterior como si se tratara de una anomalía o un gobierno ilegítimo, sometiéndolo a un escrutinio exagerado por medio de auditorias publicitadas de manera rimbombante, dramatizando la herencia recibida, persiguiendo a sus militantes y simpatizantes en los estamentos del Estado y en el mundo de la cultura, señalándolos en listas publicitadas por los grandes medios y desarmando el exigüe aparato comunicacional de esta oposición como si se tratara del aparato de un Estado totalitario (hemos visto que ese aparato era insignificante: el apagón informativo es casi completo, aparte del movimiento en las redes sociales).

La Argentina del 2015 merecía una transición democrática normal, no el estado de excepción en el cual nos hemos sumido, el cual se alimenta de persecuciones y estigmatización, enardece la oposición, y hace imposible la convivencia democrática de cara al futuro, haciendo pasar la normalidad de la transición democrática como una reedición de la debacle 2001-2003.

Con todo esto se pretende volver a foja 0. Es decir: "organizar", "reorganizar", o como decía el presidente Mauricio Macri antes de asumir (refiriéndose a Carlos Saúl Menem, "un transgresor") "refundar" la patria a la medida de los intereses de los intereses de clase y las grandes corporaciones multinacionales.

Se trata, a todas luces, de una restauración neoconservadora y neoliberal que, pese a las diferencias enormes respecto a otras épocas (definitivamente no es una dictadura, aunque se acumulan los gestos autoritarios) se inscribe en una tradición muy clara de nuestra historia y debe ser leída como una variación de ese relato. 



EL ANTAGONISMO EN POLÍTICA Y LA "FELICIDAD"



Todos los individuos quieren ser felices y no quieren sufrir. Por supuesto, “felicidad” es sólo un nombre. Podríamos haber dicho: “Todos los individuos quieren vivir una vida plena y no quieren vivir una vida de insignificancia y sinsentido”. Sea como sea, cada uno de nosotros puede atestiguar esta pulsión.

Ahora bien, “felicidad”, “plenitud”, “sentido”, son significantes vacios. Esto quiere decir que en el lugar de "la felicidad" o "la plenitud" podemos poner muchas y diversas cosas. Hay quienes creen que la felicidad está relacionada con el placer sensorial o la sofisticación cultural (en el arte, la literatura o el deporte). Hay quienes la asocian al poder sobre la naturaleza u otros individuos. Hay quienes la buscan en el reconocimiento social o personal. En general, todas estas alternativas pueden producir algún atisbo o limitada experiencia de plenitud, pero es bien sabido que su capacidad de satisfacernos es limitada. Nunca hay suficiente placer, ni suficiente poder, ni suficiente reconocimiento para colmar nuestra sed.

Ahora bien, una de las consecuencias de nuestra búsqueda de felicidad es que en muchas ocasiones otros individuos se convierten en medios para nuestro fin. Esto da lugar a una intensa lucha entre nosotros para no ser reducidos o reducir a otros a medios para nuestros propósitos. En este sentido, podemos leer la historia de la humanidad como una lucha por el reconocimiento de nuestra autonomía y dignidad. Pero, también, una esfuerzo por despreciar esa lucha, por silenciarla.

Si pensamos históricamente en una noción como los derechos humanos, más allá de los aspectos paradójicos que tiene esta tradición, y que en su momento vale la pena analizar, los seres humanos hemos estado luchando denodadamente por ser reconocidos en nuestra identidad y diferencia. Las diversas formas de discriminación, explotación, opresión o exclusión que hemos sufrido han estado  siempre basadas en algún tipo de retórica que descalifica, de un modo u otro, a cierto grupo humano o individuos.

La democracia es un régimen político que se caracteriza por lo siguiente: el lugar del poder está vacío de manera absoluta. No hay un Dios, un rey u otra realidad ultramundana que pueda mentarse como fundamento último y definitivo del orden socio-político que habitamos. No hay ninguna ley universal, ni siquiera las leyes de la biología o del mercado, que pueda exigirse como tribunal supremo que legitime o des-legitime el orden político que somos. El lugar vacío del poder lo llena circunstancialmente el soberano (el pueblo) con sus representantes en una elección libre. Nadie (ni Cristina Kirchner, ni Mauricio Macri) representa de manera definitiva y absoluta al pueblo, y el propio pueblo tiene una identidad siempre en mutación.

Sin embargo, justamente por eso, la democracia se encuentra tensionada entre dos principios que le son inherentes. Estos principios son: (1) el de la amistad y (2) el del antagonismo político. 

Por un lado, la identidad política, para serlo, debe estar fundada en algún tipo de reconocimiento mutuo. Formar parte de una unidad política implica identificarse con un significante: somos argentinos todos por igual, nos identificamos con un nombre, una bandera, y hasta cierto punto con una historia común. 

Pero, al ser ese significante, un significante vacío, luchamos por darle un sentido determinado. Ninguno de los sentidos es un sentido último o definitivo. El sentido de nuestra identidad se encuentra en disputa. 

Por lo tanto, el segundo principio es el de la enemistad o antagonismo, que es inherente a la política democrática.

Si sólo hay amistad política, caemos en una suerte de totalitarismo en el cual las diferencias son acalladas. 

Si sólo hay enemistad política o antagonismo caemos en el otro extremo y nos desbarrancamos hacia la guerra civil.

Ahora bien, la razón de la amistad y la enemistad se definen en torno a la igualdad, la libertad y la fraternidad. Nuestros amigos son nuestros iguales, aquellos que respetan nuestra libertad, y con quienes podemos abrazarnos fraternalmente en un destino común. El antagonismo es producto de la desigualdad, del sometimiento y el desprecio moral.

Como ya hemos señalado, el antagonismo es parte inherente de la política democrática. Es un principio que asegura que los individuos y las colectividades avancen en el proceso de reconocimiento de aquellos derechos negados u olvidados. Sin antagonismo político, muchos de los derechos de los cuales hoy gozamos, no existirían. Han sido el fruto de luchas, muchas veces denodadas y cruentas, y el sacrificio de muchas mujeres y hombres que han dado su vida para que nosotros gocemos de ellos.

Lo que está en disputa es siempre la igualdad y la libertad de los individuos, principios indispensables si queremos una patria fraterna. Y, cuando hablamos de igualdad y libertad no nos referimos exclusivamente a una igualdad y a una libertad política y jurídica, sino también económica, cultural y medioambiental.

La Argentina ha logrado muchas cosas importantes en estas últimas tres décadas. Ha habido momentos de retroceso, pero hemos alcanzado una alta consciencia política – una ciudadanía exigente. Participamos en las decisiones políticas, las discutimos, las refrendamos o las rechazamos con pasión. Una ciudadanía exigente se traduce necesariamente en antagonismos. El antagonismo es, además de una posición en el campo de relaciones, una pasión. La pasión es una energía. Ser dueños de nuestras pasiones para evitar que el antagonismo oculte enteramente el principio de amistad y de ese modo caigamos en la guerra civil, es crucial en nuestra formación ciudadana.

Sin embargo, el moralismo, el emotivismo individualista, la “indiferencia” espiritual o el mero conformismo frente a la cosa pública son tan peligrosos y corrosivos del orden social como la confrontación violenta. La totalización de la sociedad en una suerte de bonhomía ciudadana puede llevar a una violencia aun mayor. Todas las grandes catástrofes humanas: genocidios y exterminios, guerras coloniales, esclavismo y otros males terribles de nuestra historia han necesitado del condimento de la complicidad de una ciudadanía indiferente ante el mal. 

Ahora mismo Argentina se debate entre estos dos extremos. Entre la complicidad ingenua de aquellos que piden silenciar o poner entre paréntesis la pugna política. Y aquellos que no han asumido el antagonismo como un fenómeno inherente a la democracia y lo asumen como excepcional.


La imperfección de nuestras sociedades es análoga a nuestra finitud como individuos. Seguiremos luchando por hacer nuestras comunidades y la humanidad en su conjunto más justas, aún sabiendo que la justicia no es un bien eterno que existe en las nubes metafísicas de algún filósofo, sino el resultado de un reconocimiento siempre frágil de cada uno y de todos de nuestro derecho a buscar eso que llamamos, a falta de un mejor nombre, "felicidad".

MÁTALOS SUAVEMENTE



(1)

El diario La Nación publica en su edición de hoy un artículo de Andrés Hatum, profesor en la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella titulado: “Argentina S.A., los primeros 100 días de su CEO” (refiriéndose a Mauricio Macri, el presidente de los argentinos). El título no es inocente, por supuesto. Está en línea con la "revolución cultural" que propone Cambiemos, cuyo objetivo principal es despolitizar el escenario en disputa: una sociedad despolitizada es una sociedad obediente.

Prácticamente la totalidad de los Ministerios y otros altos departamentos están ocupados por altos ejecutivos de importantes multinacionales (Techint, HBSC, Monsanto, Shell, LAN, etc.). La escenografía que se publicita emula la que habitan las élites corporativas: abunda la trasparencia, regresan los "equipos" a reunirse en gabinete. Los elementos discursivos que componen el acervo macrista están disociados de cualquier referencia política: la hipotética eficiencia y el carácter lúdico de los encuentros entre administradores es la nota característica. La utilización de eufemismos sienta bien a los "Cardenal Newman Boys" y sus allegados.

(2)

El problema de fondo es que la lógica corporativa se da de bruces con la lógica democrática. El talante dialoguista y el espíritu de grupo que impera entre las élites se combina con el decisionismo brutal de los grandes ejecutivos a los que no se le opone norma alguna.

En estos círculos, la transgresión es festejada como muestra de testosterona y creatividad. Las antiguas herramientas que aseguran precariamente el equilibrio de poderes son pisoteados en nombre de relaciones y negocios.

Los ciudadanos, como los accionistas de poca monta, son ninguneados. En el mundo corporativo, un persona no vale un voto. La estructura es jerárquica y piramidal. Se sugiere pero no se vota.

El igualitarismo en estos círculos es el obstáculo a vencer. Para ello se utilizará la coerción (la gestión de la protesta social, la represión), pero más importante: la manipulación mediática que permite la transferencia de la soberanía a quienes conducen "con mano de hierro" la opinión pública.

El “círculo rojo”, tantas veces mentado durante la campaña (Marcri lo exaltó en reiteradas ocasiones), habla la lógica de los grandes accionistas.

(3)

Un ejemplo de esta lógica del "círculo rojo" lo encontramos, otra vez, en La Nación de hoy.

El periodista José Krettaz titula su nota: “Un paso previo al principal objetivo: desactivar el conflicto con los medios”.

Sin pelos en la lengua, nos informa que la aseveración del Ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, de que la intervención de la Afsca y la Aftic no implica por el momento que se tocará la Ley de Medios, es sólo una estratagema circunstancial. Dice Krettaz: “pronto lo será”. Y explica que el gobierno de Macri tiene planes.

Esos planes consisten en unificar la ley de Medios y Tecnología con el propósito de hacer más efectiva la conectividad. Desactivar el conflicto con los medios conlleva, por lo tanto, suspender una ley que les perjudica, aun cuando el pueblo argentino la votó a través de sus representantes, pese que haya sido la ley más consensuada, consultada y refrendada por la sociedad civil de toda la historia de nuestra democracia, pese a que la propia Corte Suprema de Justicia ratificó su constitucionalidad.

El precio que hay que pagar para tener a los medios a favor es la propia democracia.

A esta altura no parece una exageración decir que son los grandes conglomerados mediáticos los que nos gobiernan, junto con el entramado corporativo al que dichos medios están asociados.

Todo esto apunta a dejar sin efecto las particiones a las que debía someterse el Grupo Clarín para limitar su presencia dominante e incluso monopólica en algunos lugares de nuestra geografía. Es decir, Macri trabaja para unificar otra vez el negocio.

En este sentido, nos dice Krettaz: “el gobierno de Macri está logrando un alto y llamativo consenso entre las empresas involucradas”. Y agrega cínicamente que esto es sorprendente (es decir, un gran logro de Macri) si se piensa en el conflicto del cual venimos con el anterior gobierno.

(4)

Mientras leía el artículo recordé algunas escenas de la película “Mátalos suavemente”, dirigida por Andrew Dominik y protagonizada por Brad Pitt. La película no tiene desperdicio, y las asociaciones tangenciales con la realidad política argentina son numerosas y sorprendentes.

El personaje central (Brad Pitt) es Jackie Cogan, un sicario contratado por la mafia para deshacerse de un par de delincuentes que se han quedado con su dinero. Tipos de poca monta que han cometido el error de asaltar una partida ilegal de Póker en la cual la mafia tenía participación.

Lo interesante de la película (la cual recomiendo especialmente) es que entre las imágenes bizarras de los bajos fondos y la delincuencia, entre asesinatos despiadados y absurdas conversaciones sobre lealtades y códigos morales entre asesinos a sueldo, se escuchan los discursos de Barack Obama y George W. Bush emitidos a través de radios y televisores.

De hecho, la película comienza con el famoso discurso de campaña de Obama conocido como el "Yes, we can". A lo largo del film se escucha a George W. Bush hablando de la necesidad de generar confianza. O el famoso discurso en el cual exige al congreso un paquete de medidas para salvar a los bancos. Y finalmente, los discursos de Obama llamando a la unidad y el espíritu de los estadounidenses.

En este contexto, la retórica política de unidad, igualdad, democracia y libertad contrasta con el mundo de miseria y violencia que reina en las calles de un país saqueado por políticas regresivas, inversión sostenida al entramado industrial militar, la crisis económica y la cuantiosa transferencia de capital de las arcas públicas hacia el sector privado que supuso el plan de salvamento del sistema financiero.

Como señala el filóso político Sheldon Wolin en Democracia S.A. (Editorial Katz), los Estados Unidos se han convertido, como mucho, en una "democracia dirigida" en la que el pueblo norteamericano ya no es soberano, sino que es sometido a una concertada manipulación mediática. De acuerdo con Wolin, en los Estados Unidos el poder corporativo no responde ya a los controles del Estado.

De manera oscura, el espectador comprende que los intereses mafiosos y políticos están estrechamente vinculados, que la retórica de los asesinos es la imagen invertida en el espejo que refleja el cinismo de los  CEO-políticos.

Al final, el sicario Jackie Cogan sentencia: “Estados Unidos no es una Nación. Es sólo un negocio. Estamos todos solos”.

En la Argentina del cambio que una mayoría estrecha votó en las últimas eleccions, oscuros vasos comunicantes se vislumbran entre las élites corporativas, los nuevos CEOs de la política local, los "equipos" de trabajo que representan a las grandes multinacionales en los ministerios y los bajos fondos.

Quizá Argentina, como apunta Andrés Hatum, está abandonando su truncado anhelo de convertirse en una nación democrática y republicana para devenir eso que Jackie Cogan señalaba: sólo una oportunidad de negocios. Si es así, estamos todos sólo, cada uno a la intemperie de la barbarie que instituyen los poderosos. 

LA REPÚBLICA PERDIDA


El macrismo se apresta al saqueo silenciando medios, echando periodistas, limitando la protesta social, ignorando el poder legislativo, blindándose judicialmente. 
Mientras tanto, los argentinos nos aprestamos a vivir un nuevo saqueo, gestionado por los legítimos herederos del menemismo y el delarruismo, y con la complicidad activa y pasiva del 50% de su población (como entonces).
Nos toca vivir otra vez el silencio cómplice de quienes lo votaron, quienes acompañaron la estigmatización, quienes injuriaron, quienes convirtieron, otra vez, un gobierno popular en objeto de su furia y su ignorancia.
¿Nos tocará otra vez salir a la calle, volver a ser agredidos, silenciados, desaparecidos?
Como señalaron sin vergüenza la vice-presidenta, Michetti, y la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, no les temblará la mano a la hora de reprimir. Volverán a pegar cuantas veces sean necesarias, para escarmentar, para disciplinar, para facilitar el proceso de restauración oligárquica en Argentina. 
Son la derecha roñosa e inescrupulosa de siempre. Son los que legitimaron la dictadura, los que hoy explican con circunloquios los desaparecidos, las apropiaciones ilegitimas, las torturas y los vuelos de la muerte. Los que se complacen coqueteando con aquellos que hundieron una generación en la miseria, provocada por su ambiciosa barbarie. Los que se persignan con las manos ensangrentadas. Los que hablan de amor cínicamente. Los que prometen con una mano a los desheredados, un futuro que les robarán con la otra.
Los apoyan los mismos jueces que cajonearon habeas corpus durante la dictadura, son el partido judicial de siempre, los mismos apellidos, las mismas complicidades, el mismo secretísimo. 
Son los mismos que festejaron la multiplicación de sus riquezas mientras en Argentina llorábamos los muertos durante el 2001. Los que se cagan en los negros, los que reniegan de nuestra estirpe mestiza y les asalta la arrogancia de su blancura imaginaria.
Son ellos, los que siempre te despreciaron, y vienen a por vos. 
Primero te convencieron con el mismo discurso travestido y orweliano con el cual viajan por el mundo otros como ellos, esclavizando gente, hambreándolas y matándolas para conservar un lugar entre las élites. 
Ellos, los que desinforman, los que censuran masivamente, los que llenan de insatisfacción y odio cada día de tus días. 
Después, con tu voto, lograron lo que más querían, unir a sus fuerzas corporativas la administración de tu Estado, con el cual ensancharán la diferencia que te esclaviza.
¿Qué vas a hacer, pibe? ¿Te vas a quedar sentado mirando TN mientras te joden tu futuro como jodieron el futuro de tus padres? 
¿Te vas a quedar sentado mirando como se roban tu país, tu petróleo, tu línea de bandera, tu ciencia y tu tecnología, tu lugar en el mundo? 
En España, el 60% de los jóvenes están desempleados, y el otro 40% está precarizado, vive con los llamados "contratos basura". Esos serán los contratos que tendrás pronto: con flexibilización laboral complementaria, para echarte en cuanto abras la boca, para hacerte competir con tus pares. Para hacerte odiar a inmigrantes de todas las latitudes, para hacerte xenófobo, racista, idiota. Todo a cuenta de su beneficio. Y, claro, "si se puede": ellos pueden gracias a vos. 
¿Sabés quién ha estado gobernando en España, estigmatizando la protesta social, privatizando los bienes públicos, sometiendo a la población a la disciplina mediática concertada, censurando a los movimientos progresistas y escrachando sistemáticamente a los líderes rebeldes como "radicales" mientras habla de unidad y respeto a las instituciones? 
Te cuento: los socios de Mauricio Macri. Si, los socios de Mauricio Macri, el Partido Popular, que pertenece al bloque del Partido Popular Europeo, el mismo que se pasa por el forro de las pelotas a millones de refugiados, a los inmigrantes, el que no es capaz de dotar con un salario mínimo a su población, el que promete en breve quedarse con sus pensiones, el que ha puesto en venta la educación pública, el que forzó a Grecia a aceptar un acuerdo ominoso, el que tiene centenares de funcionarios imputados por corrupción, el que llena las juntas de administración de las grandes multinacionales y los directorios de los organismos internacionales como el FMI, el que promueve guerras, asesinatos selectivos y acepta sin chistar las políticas represivas de sus socios en el sur de Europa. El Partido Popular Europeo que negocia el futuro de Europa secretamente, el que vende la soberanía a las Corporaciones a las que sirve, el que ha entregado el futuro del continente a un Tratado de Libre Comercio que dejará desprotegidos jurídica y judicialmente a los trabajadores de toda Europa. ¿Te suena? 
Por eso te digo: si querés saber lo que te espera, ahí tenés un espejo donde mirarte. 
Si crees que tipos como Aguad o como Patricia Bullrich van a defender tus derechos laborales y tu libertad de expresión, sos un gil. Ellos están allí para defender a la patronal, a las corporaciones, a sus amos. 
Si crees que a tipos que vienen de Techint, de LAN, de Monsanto, de Shell, del HBSC van a defender tus derechos humanos, sos un ignorante. Ahora son tus ministros. ¿Qué te parece? 
Todos estos tipos trabajaron (y aun trabajan, te lo aseguro) para corporaciones que han sido acusadas sistemáticamente por las más flagrantes violaciones a los derechos fundamentales. Son los capataces de un sistema corrupto que fuimos capaces de contener de manera reducida y fugaz en nuestra patria durante unos pocos años. 
Logramos cosas importantes, aunque endebles y limitadas, pero que hacen una diferencia en la vida de la gente. 
No preguntes ya por tus derechos, porque están confiscados o condicionalmente vigentes. Es lo que querías, ¿no es cierto?

LO IMPOSIBLE





El shock

Estas últimas semanas han sido, para muchísimos argentinos, un “shock”, en el sentido político que le dio al término la periodista canadiense Naomi Klein.

Primero fue la sorpresa del fracaso electoral del FpV en la primera vuelta.

A continuación, el balotaje que trajo consigo el triunfo de Cambiemos, aunque barajada la derrota desde la primera convocatoria electoral, fue experimentada por quienes apoyaron al kirchnerismo como un mal sueño (para no decir una pesadilla).

Luego vinieron, (1) la despedida de Cristina, que regaló a una parte de la ciudadanía algunas horas de consuelo y esperanza. A otros la presencia de la entonces mandataria les produjo el resquemor habitual, la rabia y el asco reiterado con fruición durante los últimos años.

Después, (2) vino la asunción presidencial, enmarcada en una pugna escandalosa que opaco el traspaso simbólico en la Casa de Gobierno, la presidencia fugaz de Pinedo (quien asumió interinamente a través de una cautelar y una orden judicial).

La siguiente escena trajo las primeras palabras y gestos del nuevo presidente. Sus seguidores interpretaron las mismas como el comienzo de un nuevo ciclo político en la Argentina, marcado por la esperanza de un consenso cordial entre su simétrica participación electoral. Para otros, la cínica manifestación de la derecha tradicional aggiornada a la medida de la posmodernidad.

Luego empezó la danza de los anuncios.

Primero fue el descubrimiento del famoso "equipo" del Ingeniero Macri, quien fue generoso a la hora de repartir los diversos estamentos del Estado entre los representantes de las grandes multinacionales, sazonando su gabinete con figuras polémicas en el ámbito de la cultura. Recordemos que todos estos nombres se mantuvieron en secreto durante la campaña para no crear suspicacia entre los votantes

Las primeras medidas apuntaron a la línea de flotación de la resistencia popular: los ataques fueron dirigidos sin miramientos a blindar los poderes en los que el macrismo juega con holgada ventaja: la justicia y la corporación mediática (ambos poderes "impermeables" a la voluntad democrática).

Los nombramientos a dedo de dos jueces de la corte (pese a la estridente crítica de propios y ajenos), acompañado de presiones a la Procuradora General del Estado, Gils Carbó. La disolución del AFSCA como organismo autárquico, junto a los ataques casi personales al funcionario que la dirige, Martín Sabatella. Además, la "feliz" coincidencia de varias sentencias que en tiempo y forman favorecen a los grandes medios (condonando deudas históricas y suspendiendo la adecuación que legalmente se les exige). Todo esto auguro una política judicializada y mediatizada, en contraposición a una política parlamentaria y con la tan añorada división de poderes en la que tanto insistieron los adalides del club del teléfono rojo.

Arreados al matadero

Con la difusión de las tan esperadas (y previsibles) políticas económicas, el escenario anímico de una parte importante de la población comienza a ser una resaca desoladora.

En shock todavía por el “acontecimiento” que supuso la asunción de un presidente neoconservador y neoliberal en nuestras latitudes (incluso entre muchos de quienes acompañaron con voto y discurso al presidente electo), Prat Gay y compañía nos dieron la buena nueva: retenciones 0 en algunos casos, reducción generosa en otros, política fiscal regresiva, mega-devaluación, liberación de la política cambiaria, endeudamiento, reducción o quita de subsidios, emergencia energética y de seguridad.

Los garrotazos han superado las expectativas de los más pesimistas. Pero el sacudón no afecta exclusivamente a los que preferían la continuidad del modelo nacional de inclusión social, desendeudamiento y crecimiento del mercado interno. La sorpresa afecta por igual a aqueos y troyanos.

Ha ocurrido lo imposible, aunque el escenario es de manual "neoliberal". Una parte importante de la ciudadanía ha sido arreada hacia su propio sacrificio.

Ahora bien, la pregunta es cuánto tiempo necesitaran para reconocer su error y prevenir mayores males quienes ha sido condición de posibilidad de esta catástrofe, y si acaso serán capaces de responder al desafío del día después.

Las emociones destructivas

Es bien sabido que las emociones son como el alcohol. Envalentonado, el borracho suele ser un peligro para sí mismo y para quienes lo rodean. Si asume una responsabilidad (conducir un automóvil, por ejemplo), el peligro aumenta proporcionalmente al grado etílico que tenga su organismo.

Con las emociones negativas ocurre algo similar.

Ni el deseo obsesivo, ni el odio compulsivo son signos de lucidez. Cuando la lujuria nos desborda, tomamos decisiones de las cuales, en muchas ocasiones (sino en la mayoría de ellas) acabamos arrepintiéndonos.

Un jugador compulsivo pone en peligro la estabilidad de su familia. La infidelidad produce víctimas. Las víctimas son personas amadas, seres que confiaban en nosotros, que son postergados para satisfacer cueste lo que cueste nuestro deseo.

Algo semejante ocurre con el odio desbocado. Borrachos de ira, decimos cosas hirientes que no pueden ser desdichas sin dejar una herida. Rompemos un objeto o golpeamos a un ser querido con el fin de quitarnos de encima la sensación desagradable que nos produce aquello que se interpone con nuestra satisfacción.

Algunos votantes de Cambiemos lo hicieron por convicción. Creen en el libre mercado, asumen una visión caníbal de la realidad social y están dispuestos a correr los riesgos. Están asociados a las grandes fortunas o sirven a los afortunados con la esperanza de ser como ellos. Sea como sea, más allá del antagonismo, su voto es fruto de una convicción ideológica.

La mayoría, sin embargo, votó contra Cristina. Prueba de ello fue el travestismo que ejercitó Macri para ganar su favor.

En estos días lo constatamos cuando escuchamos la inseguridad que manifiestan al justificar las medidas de su candidato devenido presidente de la República. En este caso, el asco y la rabia les jugo una mala pasada.

Incautos, se alimentaron con los contenidos manufacturados por las estrellas periodísticas del momento, contratados por las grandes corporaciones, justamente, para seducir e indignar a la ciudadanía y conducirla hacia sus propios objetivos. Empachados de bronca, mascullando bestialidades sin filtro, borrachos de ira, votaron a Mauricio (el presidente Mau, dice la señora Giménez).

Una semana después, la borrachera se acabó. Nos duele la cabeza, se nos revuelve el alma. Un poco avergonzados observamos el desastre que hemos colaborado a producir. Una retahíla de vanas justificaciones son hilvanadas sin demasiada convicción.

¿Qué hacer? Para empezar, tomar nota del engaño al cual hemos sido arrastrados. No es inteligente seguir justificando nuestro traspié. A continuación, hacer un listado mental de quienes nos engañaron. Efectivamente, no son confiables. Lo lógico sería dejar de prestarles nuestro beneplácito.


NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...