DAVOS: UNA NUEVA VISITA AL MUNDO FELIZ




¿Laboratorio HSBC?

La entidad bancaria HSBC tiene un lugar sospechoso en la arquitectura del macrismo. Todos recuerdan, quiero creer, la resonada causa internacional que involucró al banco. Es cierto que la mayoría de los grandes medios argentinos no quiso hacerse eco de la misma. Pero los más versados recordarán haber leído sobre el asunto en el New York Times o el Herald Tribune o el Financial Times. En todo caso, la investigación, semejante a la acometida contra la FIFA entre las grandes ligas bancarias, puso al descubierto un entramado delictivo de lavado de dinero que la entidad operaba en todo el mundo.

Para premiar al HSBC por sus buenos servicios a la comunidad, Mauricio Macri decidió fichar a dos de sus abogados (abogados que litigaron contra el Estado argentino en esta megacausa) en la misma "Unidad de Información Financiera", dedicada a investigar encubrimiento y lavado de dinero, que los tenía en la mira.

Quienes no sepan exactamente de qué se está hablando cuando hablamos de "lavado de dinero", les cuento. Wikipedia la define de este modo:

"El lavado de dinero (también conocido como lavado de capitales, lavado de activos, blanqueo de capitales u operaciones con recursos de procedencia ilícita o legitimación de capitales) es una operación que consiste en hacer que los fondos o activos obtenidos a través de actividades ilícitas aparezcan como el fruto de actividades legales y circulen sin problemas en el sistema financiero."

Por lo tanto, no se trata de ahorristas de clase media que ponen sus pesos en cuentas extranjeras, en Suiza o Panamá, por ejemplo. Si lo hacen, estos ahorristas acompañan en su estrategia financiera a narcotraficantes, terroristas, personas que se dedican a la trata de personas, o al contrabando de especies en peligro de extinción, o al negocio de la pedofilia, o al juego, o a la corrupción política o sindical y otras mafias corporativas acorbatadas.

Entre los nombres que aparecen en la lista que el HSBC estuvo obligado a publicitar en la causa internacional en su contra, algunos de los principales involucrados argentinos (4.004 fueron las cuentas señaladas de entre 70.000 investigadas en el mundo) forman parte del gabinete nacional o están estrechamente relacionados con algunos de sus miembros, o son empresas con representantes poderosos en el gabinete: la familia Blaquier está en primera fila, Fortabat, el titular de la Bolsa de Comercio, Adelmo Gabbi, el Grupo sojero Los Grobo, Clarín - con el sobrino de Héctor Magnetto - y sus socios del fondo Hicks, entre otros. Lo interesante, en todo caso, son las coincidencias, las ecuaciones entre los ministros, funcionarios y empresas para las cuales trabajaron, y las listas.

Más asombrosa resulta la siguiente coincidencia: según me informan, el HSBC (el banco acusado mundialmente por ser el mayor lavador de dinero de la historia del capitalismo) es, a partir de este año, el banco elegido por las autoridades de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para gestionar sus cuentas.

Y, más patético el esperpento cuando leémos en una nota color del diario La Nación del día de ayer, en la sección titulada LAB HSBC (¿Laboratorio HSBC?), en la que te cuentan cosas lindas sobre la entidad financiera (preocupada por dejar atrás su pasado oscuro y presentarse glamurosa a la nueva sociedad argentina). Ayer, por ejemplo, se asoció al banco con "La Martina", una marca de indumentaria de polo convertida en un fenómeno mundial gracias a que "el HSBC creyó en ella".

Muy bien, pero como si se tratara de una joda (aunque seguro que es pura coincidencia), cinco minutos después, el portal de La Nación nos informa que Prat-Gay ha vuelto a tomar deuda, esta vez en una suerte de Megacanje II por decreto, por miles de millones de dólares, y que los principales beneficiarios de la movida son los mismos de siempre: el HSBC está en primera línea, junto al City Bank, el J.P.Morgan y el Deutsche Bank.

No dispuestos a dejarnos descansar, La Nación vuelve a asombrarnos a la mañana siguiente con una noticia extraordinaria. El jefe de Estado, Mauricio Macri, habitué del World Economic Forum de Davos, ha invitado a Sergio Massa a acompañarlo.





Macri y Massa en La montaña mágica

Dejemos de lado por un momento la retórica dialoguista con la que envuelven los medios todas las iniciativas del nuevo gobierno, y centrémonos en la significación que tiene una jugada de estas características para el proyecto en ciernes.

Es evidente que una política regresiva como la que proyecta el gran capital en Argentina, necesita de un amplio consenso político. Debe presentarse como política de Estado, aun cuando se trata de una política particularista, que solo responde a los intereses de una minoría "muy minoritaria".

Creo que uno de los errores discursivos de muchos análisis de las últimas semanas ha sido enfatizar la novedad que supone el nuevo gobierno, como si el de Macri fuera verdaderamente el primer gobierno de derechas que alcanza la presidencia a través de las urnas.

Esto es muy discutible si pensamos, por ejemplo, en los gobiernos de Menem y De la Rúa como gobiernos que pertenecen al mismo signo político. El macrismo puede leerse cómodamente en línea de continuidad con aquellos (aunque en un registro histórico diferente).

Si pensamos en los nombres de quienes hoy dirigen el país, y los aliados en el mundo empresarial, la continuidad es aún más clara: los orígenes ucedeístas de todos los implicados en los saqueos noventista son bastante claros. A modo de ejemplo, recordemos la "asombrosa" declaración de Domingo Cavallo días antes del balotaje, ensalzando a sus discípulos: Melconian, Frigerio, Stulzeneger y Prat-Gay (sobre todo a Prat-Gay).

Por otro lado, si nos remitimos a la historiografía, la invitación de Macri a Massa recuerda a la gran concertación que lanzó el riojano devenido ucedeista con el fin de acelerar el giro cultural que era necesario para producir la transformación antipopular de los 90.

El propio Scioli, que hoy representa "otra" Argentina, fue parte de ese engranaje que convenció a los argentinos que el proceso de privatizaciones no sólo era deseable, sino inevitable.

Por supuesto, las fuerzas populares no desaparecieron durante los noventa. Estuvieron allí, presentes, pero silenciadas. Una estrategia semejante, de estigmatización y persecución se empieza a vislumbrar en el horizonte. La represión ya vino, o está al caer.

Aunque los tiempos son otros, los acompañamientos de la UCR y de una parte del pejotismo durante los noventa al proyecto neoliberal, se asemejan a la simbiosis ucerreista en Cambiemos que protagonizó Ernesto Sanz, y los coqueteos del Massismo con las élites macristas.

Desde las primeras horas, la disponibilidad de la tropa de Massa ha permitido que el nuevo presidente y "su equipo" desplegaran su estrategia de choque en un terreno allanado por su complacencia. Las razones son variadas, y no vienen a cuento ahora mismo. Lo importante es que se alían decididamente contra la soberanía nacional y a favor de un nuevo "consenso de Washington" que asoma en el horizonte con fuerza y decisión, con el objetivo de reconquistar las posiciones perdidas.

Macri tiene un país extraordinario para ofrecer en Davos: un país desendeudado; una opinión pública preparada para asumir un enorme sacrificio, o ser forzada a hacerlo; un panorama regional e internacional complejo que complota contra los intereses del Sur; una necesidad imperiosa en la pugna planetaria por la hegemonía por reconquistar las grandes reservas naturales que el "populismo progresista" de la última década había escatimado a las grandes multinacionales; y un terreno fértil para una nueva arquitectura financiera usuraria.

Festejar que "la oposición" viaje a Davos con el presidente, con el propósito de sellar el giro geopolítico y geoeconómico en marcha, resulta perturbador. Quienes lo festejan, asumo, lo hacen con la ingenuidad predispuesta por un analfabetismo notorio en cuestiones históricas.


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