MANCHESTER. SUFRIMIENTO Y VIOLENCIA EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS




Introducción

En este artículo abordaré brevemente algunas cuestiones relativas a las experiencias de sufrimiento y la violencia en las sociedades contemporáneas. Para ello dividiré la nota en cuatro apartados. 


(1) Comenzaré refiriéndome a los “estados de negación”, tal como estos fueron analizados por el sociólogo sudafricano Stanley Cohen. (2) A continuación haré una breve mención sobre el consumo obsesivo y mórbido de violencia en nuestras sociedades contemporáneas. (3) Luego, intentaré presentar suscintamente el bosquejo de un análisis tridimensional de estos fenómenos, inspirado en la lectura de dos autores distantes geográfica y temporalmente (el filósofo contemporáneo, de nacionalidad eslovena, Slavoj Zizek; y el filósofo budista de origen indio, Chandrakirti, quien vivió en el siglo VII de nuestra era). Finalmente, (4) me referiré brevemente a nuestras respuestas habituales frente al sufrimiento y la violencia, sus límites y problemas.

Estados de negación

En una obra importante titulada  States of Denial. Knowing about Atrocities and Suffering (2001), el sociólogo Stanley Cohen analizó nuestras respuestas habituales frente a las experiencias personales y colectivas de sufrimiento y violencia. 

A partir de estudios clínicos sobre la depresión, imágenes de sufrimiento publicitadas por los medios, las explicaciones de los testigos pasivos y la conocida experiencia conocida como "fatiga de compasión", Cohen intenta dar cuenta de las estrategias personales y colectivas para evadir o evitar las realidades incómodas. 

De acuerdo con Cohen, nuestra respuestas habituales son el resultado de complejos mecanismos de defensa que van desde las simples mentiras, pasando por el autoengaño, los errores perceptivos (como la falta de atención o la atención distorsionada) y otros errores cognitivos, como los fallos en nuestras inferencias, etc., que cumplen la función de filtrar o descartar de nuestras experiencias ciertos aspectos desagradables de dolor y violencia. 


El consumo mórbido de violencia


Sin embargo, los medios masivos de comunicación y las redes sociales nos bombardean constantemente con imágenes y narrativas de sufrimiento y violencia. 
Estamos obsesionados con estas imágenes y narrativas, y las consumimos de manera mórbida

Crímenes, atentados terroristas, desastres naturales, violencia de género, accidentes, enfermedades, etc., todos estos episodios tienen un lugar destacado en nuestro menú de entretenimientos cotidianos, y, hasta cierto punto, podemos afirmar que nuestra cultura es insaciable respecto a estos productos.

Tres dimensiones del sufrimiento y la violencia

Dicho esto, cabe preguntarse: ¿De qué manera reconciliar esta obsesión mórbida con la afirmación de que tenemos tendencias habituales a negar el sufrimiento y la violencia?

Un examen más minucioso de estos conceptos que nos permita expandir su significación puede ayudarnos a resolver la aparente paradoja. 

En general, estamos obsesionados exclusivamente con los aspectos más superficiales de nuestra experiencia, con las expresiones de sufrimiento y violencia explícitas u ostensibles. 

Debido a ello, las dimensiones más sutiles permanecen ocultas, impidiendo que prestemos atención allí donde podemos encontrar las claves interpretativas para entender nuestra situación.

De acuerdo con Zizek, lo que subyace a la dimensión explícita es la dimensión simbólica. Chandrakirti habla del sufrimiento del cambio, ambos apuntan a un aspecto análogo de la experiencia.

Vivimos en sociedades que promueven de manera militante falsas expectativas de felicidad y plenitud, cuyos logros se asocian a nuestra capacidad de consumo y competitividad. Sin embargo, sabemos fehacientemente que estas expectativas injustificadas y las estrategias que adoptamos para lograr nuestros propósitos contribuyen masivamente a experiencias de frustración y angustia individual y colectiva. Por otro lado, debería ser un lugar común la afirmación que la distancia que separa a una sociedad competitiva de una sociedad conflictiva es muy estrecha, especialmente cuando concebimos el tejido social en términos de ganadores y perdedores absolutos.  

Más sutil aún es la dimensión sistémica a la que se refiere Zizek, cuyo correlato análogo en el lenguaje budista de Chandrakirti es el sufrimiento omnipresente. En este caso el acento está puesto en la lógica inherente de la totalidad de los mundos de vida que habitamos, cuyos componentes se caracterizan por su finitud, que en términos humanos se traduce en una condición de radical dependencia y vulnerabilidad. 

Siguiendo un analisis heideggeriano sobre la historicidad constitutiva del ser, sugerimos que esos mundos vitales que habitamos se constituyen en cada época de maneras diversas. Nosotros sugerimos, siguiendo a la filósofa feminista Wendy Brown, que a nuestra época corresponde un sistema-mundo-de-vida gobernado por la razón neoliberal, la cual subsume todos los aspectos de nuestra existencia a su lógica inherente. 

De este modo, nuestras experiencias individuales son reducidas a productos o utilidades en el mercado de capital, incluida nuestra propia identidad individual y colectiva. Ello supone entendernos a nosotros mismos como entidades descartables, que pueden ser excluidas sin miramientos de los círculos tradicionales de protección y de cura comunal. 

Esta reducción radical de nuestra dignidad humana a mera mercancia supone además una profunda mutación en los trasfondos que son el punto de partida en cada época para la construcción narrativa de nuestras identidades. 

Arrojados desnudos a una experiencia de absoluta vulnerabilidad e impotencia, desprotegidos y despojados de las antiguas certezas que ofrecían los entramados sociales jerárquicos en los que se tejía nuestra identidad, la tentanción de adoptar como alternativa alguna de las muchas formas de fundamentalismo que se ofrecen en el mercado de las identidades aparece para muchos como una tabla de salvación, con las dramáticas consecuencias que todos conocemos.    

Los muros

Como ha señalado Wendy Brown, nuestra estrategia habitual frente a la extensa experiencia de sufrimiento y la violencia de nuestra época, consiste en construir muros que prometen, no solo protegernos, sino que también nos ofrecen la recuperación de un florecimiento y una plenitud largamente anhelada, al tiempo que constituyen la base para recuperar una supuesta identidad perdida. 

Estos pueden ser muros materiales, como ocurre con aquellos levantados para mantener fuera de nuestras fronteras a los "bárbaros"; o como sucede en los barrios cerrados de los ricos y las clases medias acomodadas en las periferias de las metrópolis del tercer mundo, donde se elevan con la pretensión de expulsar o impedir la entrada al resto de la población a esa imaginaria comunidad que promete libertad y seguridad, purificada de los aspectos amenazantes que reinan a su alrededor. 

Pero también muros psicológicos, construidos para defender nuestra subjetividad de amenazas más sutiles, aquellas que nos afectan psíquica o emocionalmente, sirviéndonos, como simbólicos "mecanismos de negación",  con el fin de blindar nuestras frágiles identidades personales y colectivas.


Un cambio de perspectiva

Brown insiste que estas estrategias son, no solo inútiles - debido a que no cumplen su cometido, sino contraproductivas, porque ponen de manifiesto nuestra debilidad y nuestra impotencia frente a las amenazas que nos rodean, empeorando de este modo nuestra situación.

Si nuestro objetivo consiste en superar, o al menos minimizar, la escalada de violencia que caracteriza a nuestras sociedades contemporaneas; si nuestro propósito consiste en reducir el enorme sufrimiento, la experiencia de frustración y angustia que parece embargarnos a todos en esta época de profundo desasociego; el punto de partida es reconocer que nuestra estrategia actual está fracasando estrepitosamente. A partir de allí, nuestra tarea consiste en comprender acabadamente la naturaleza última de la violencia y el sufrimiento que nos envuelven, sin quedar cautivos, ni ser empujado a responder superficialmente a sus manifestaciones ostensibles, con el fin de comprometernos en la tarea de realizar los cambios radicales que exigen nuestra situación presente. 


No podemos seguir siendo lo que somos, ni podemos seguir repitiendo de manera perversa que nuestro principal objetivo consiste en no dejarnos torcer el brazo por el terror,  repitiendo obstinadamente que no permitiremos que cambien "nuestro estilo de vida". Por la sencilla razón que nuestro estilo de vida es una parte constitutiva de la ecuación que resulta en violencia y sufrimiento manifiesto. 

Ante la profunda desigualdad e injusticia social que caracteriza nuestra época; las amenazas y atentados a la paz que se suceden todos los días; y el peligro creciente de una catástrofe medioambiental; estamos obligados a asumir nuestra responsabilidad y cambiar.  


Post-scriptum. Sobre el atentado en Manchester

Llevo dos días pensando en las respuesta de nuestros gobernantes a los atentados en Manchester. Quizá, lo que más me impresionó del discurso de Theresa May fue su determinación: “Los terroristas no nos cambiarán, no renunciaremos a nuestro estilo de vida”. El gesto fue imitado por los ciudadanos comunes que repitieron las frases cada vez que tuvieron oportunidad de hablar frente a un micrófono.

La afirmación, evidentemente, tiene un sentido específico en el presente contexto, pero a esta altura creo que todos podemos recordar que se trata de una frase de ocasión (como la propia May confesó en la primera conferencia de prensa que ofreció después del atentado). Ya la escuchamos en Washington, en París y en Madrid. Hollande utilizó prácticamente la misma frase, lo mismo hizo Bush y Obama, y también Rajoy, Cameron y otros muchos: "No nos cambiarán". 


Sin embargo, sabemos que son frases huecas, palabras vacías, hasta cierto punto mentirosas. Los atentados terroristas ya nos han cambiado, aunque nos neguemos a ello. La pregunta, en todo caso, es: ¿en qué dirección nos han cambiado? Y mi respuesta, por el momento, es pesimista. No nos ha hecho mejores, sino todo lo contrario. Aquí y allá hay gestos de lucidez que nos permiten mantener la esperanza, pero en general nos movemos entre el negacionismo y la respuesta ciega a la afrenta explícita de la violencia que irrumpe en nuestras vidas.

El problema de fondo, como decía más arriba, es no entender que nuestras sociedades no son meras "víctimas" del terrorismo, sino cómplices de la muerte y la destrucción de ambos lados de nuestras fronteras. Sin nuestra complicidad colectiva, estos atentados no tendrían lugar. No son una azote caído del cielo, sino el efecto acumulado de nuestras decisiones políticas.

Por supuesto, los niños asesinados y las decenas de heridos no son responsables de lo ocurrido. Son inocentes (y eso hace el atentado aun más despreciable, como otros asesinatos "inteligentes" que hemos cometido "en la periferia", donde cientos de otros niños han muerto debido a esta guerra sin cuartel que llevamos adelante "contra los nuevos bárbaros". Tampoco esos niños eran responsables. Fueron también víctimas inocentes. 


Sin embargo, creo que podemos estar de acuerdo que la inocencia de los niños, no ofrece inmunidad a nuestras sociedades que sí son responsables de lo ocurrido. 

Por ese motivo, tenemos que analizar desapasionadamente la frase de Theresa May y de otros líderes políticos y ciudadanos comunes que afirman rotundamente: “No nos cambiarán". ¿Es razonable una afirmación de este tipo? ¿No es una expresión de necedad? Acaso no es un prueba rotunda de un negacionismo extendido que se expande entre los ciudadanos de las sociedades centrales que parecen querer sacarse de encima cualquier responsabilidad acerca de lo que hacen sus representantes? ¿No es esta una prueba del deterioro evidente de las democracias reales en Europa?

En breve, el sufrimiento y la violencia son mucho más hondos de lo que pensamos; y como otros grupos humanos, también nosotros podemos estar cautivos por mitos que nos ayudan a negar, a través de la mentira, el autoengaño, la desatención o la atención distorsionada, las falsas inferencias o las interpretaciones sesgadas, porque nos ocurre lo que nos ocurre. 


¿EL REGRESO DEL "PENSAMIENTO ÚNICO"? LA CRISIS DEL LIBRO EN ARGENTINA

Mario Vargas Llosa

Hace unas semanas, un editor español me contó en Barcelona que había decidido cancelar su producción editorial en Argentina debido a los obstáculos que supone la nueva política económica para la producción local. Este importante editor me comentó que durante diez años la producción de sus libros destinados a la venta en toda la región se realizó en Argentina, convirtiéndose en un negocio rentable que le permitió dar trabajo a profesionales del sector en el país, a los que hoy les une una estrecha amistad. Apesadumbrado me confesó que el negocio ya no era sustentable, y que por ello estaba obligado a mudar su producción a un país asiático.

Ahora tenemos datos oficiales reconocidos por la prensa afín al gobierno que el presidente de la Fundación Libro, Martín Gremmelspacher, había anticipado durante la inauguración de la feria del libro de Buenos Aires hace unas pocas semanas.

En su discurso frente al Ministro Avelluto (quien protagonizó un escándalo en aquel evento) Gremmelspacher señaló que la caída en la edición de libros en Argentina rondaba el 25% en el último año, y que habían dejado de imprimirse alrededor de 20.000.000 de ejemplares.

Ahora tenemos un dato oficial aún más preocupante. Desde el 2014 se ha dejado de producir la mitad del volumen de ejemplares impresos entonces. Un dato devastador que a todos aquellos que nos interesa la cultura debería preocuparnos. Una situación análoga se vive en el teatro y el cine de producción local.

Como soy un usuario habitual de las librerías de Barcelona, he visto durante los últimos años de qué manera las editoriales argentinas se han ido posicionando en las mesas de novedades de las librerías de la ciudad condal.

Pero no únicamente desde el punto de vista comercial el fenómeno resultaba admirable. Como la lectura en Argentina transita por otros registros y tradiciones de lectura y reflexión, el resurgimiento de la industria editorial argentina permitió reestablecer la influencia mutua de los lectores e intelectuales de ambas orillas del Atlántico. Una influencia que se había interrumpido durante la época menemista debido a la apropiación monopólica de la industria por parte del capital español que inundaba las librerías con escasa variedad de títulos, apilando como montañas a tres o cuatro autores de venta masiva, como el peruano Mario Vargas Llosa, hijo predilecto de la prensa española de derechas, como el grupo multimedia PRISA, cuyo éxito de ventas en Latinoamerica durante los años 90 se debió (también) a esa pobreza editorial que lo posicionó en soledad, a desmedro de una pluralidad de géneros y voces locales, y rodeado de un desierto de perspectivas ideológicas alternativas.

Por lo tanto, la noticia nos obliga a pensar la crisis desde una doble perspectiva. Por un lado, el desgraciado efecto inmediato en la vida de todos aquellos que participan de la cadena laboral que hace posible un libro: escritores, editores, traductores, corrector, impresores, distribuidores, comerciales, libreros, etc. Por el otro, la amenaza del peligroso regreso de eso que, en la década de los '90, llamábamos "el pensamiento único".

EL SENTIDO COMÚN EN LA NUEVA ARGENTINA NEOLIBERAL

Christine Lagarde y Nicolás Dujovne

Los presidentes "fetiche": de Macri a Macron

MAURICIO MACRI es el presidente argentino que el establishment estadounidense y la Unión Europea defienden a capa y espada como alternativa al populismo latinoamericano. Políticos y medios de comunicación han utilizado durante décadas el espejo latinoamericano para ocultar la estrategia de pauperización y recortes de derechos en sus propios territorios.

Pero para entender al "populismo latinoamericano" hay que comenzar diferenciándolo del llamado "populismo europeo", de corte claramente fascista y xenófobo, y el uso estigmatizador que se hace del término para condenar otros movimientos populares de corte progresistas en la región. También hay que echar luz sobre los cuantiosos negocios financieros que están realizando los capitales trasnacionales en un país (Argentina) que ha aumentado su endeudamiento externo en más de un 300% en solo un año de gobierno macrista, hipotecando sus riquezas naturales para acceder a créditos, al tiempo que experimenta una fuga de divisas que anuncia una segura debacle económico-financiera, semejante a la acontecida en el 2001.

En síntesis: la implementación de una política monetarista, que imita las políticas de flexibilización salarial, de-sindicalización y recortes sociales a favor de los negocios financieros, excita a la Europa de Merkel y Rajoy.

El regreso a un esquema neocolonial


En solo un año, el gobierno de Mauricio Macri ha implementado un programa neoliberal que le ha merecido el aplauso entusiasta del FMI. Los think tanks de la "extrema derecha neoliberal" estadounidense y europea (incómodos con la evidencia de irregularidades y corrupción notorias del presente gobierno, y las peligrosas violaciones a los derechos humanos que le valen denuncias por parte de las organizaciones y organismos internacionales de derechos humanos) mantienen, sin embargo, sus expectativas intactas: las promesas y los modales del presidente argentino y su comitiva se ajustan a los criterios de un gobierno neocolonial; al tiempo que las élites locales, entusiasmadas con la nueva era (que juzgan como un "regreso de la Argentina al mundo") asumen su lugar entre los explotadores y opresores considerados "confiables" entre la crema de lobbistas y funcionarios que las corporaciones despliegan en la plantilla del poder político europeo.

La realidad

Mientras tanto, protegido por un blindaje mediático globalizado que afecta a las audiencias locales e internacionales, los datos para la población local resultan en una realidad aterradora. Dos ejemplos bastarán para poner blanco sobre negro.

Hace seis meses, una instituto de investigación próximo ideológicamente al gobierno durante la campaña electoral (el Observatorio de la Universidad Católica Argentina) informó que las políticas implementadas durante el primer año de la presidencia de Macri habían arrojado a 1.500.000 personas a la pobreza, y habían creado cerca de 500.000 nuevos indigentes. Esos números siguen creciendo, debido al acelerado proceso inflacionario que no ha logrado revertirse, los despidos y suspensiones indiscriminadas, una política de radical reducción de los salarios reales al boicotear la implementación de paritarias (o convenios colectivos), lo cual ha hecho que el consumo se desplome, y con ello se produzca un brutal estancamiento de la economía cuyo crecimiento, de suceder, resultará negativo para las clases más desfavorecidas.

En el conurbano bonaerense, la zona más densamente poblada del país, los informes establecen que el 42% de los niños se encuentra bajo los niveles de la pobreza. Otros datos confirman la tendencia. En solo un año de gobierno, la reducción en el consumo de los alimentos básicos para los recién nacidos (leche en polvo) ha descendido un 54%; mientras el consumo de leche, carne, frutas y verduras frescas ha descendido un 25%, mientras se multiplican los comedores sociales y los programas de alimentación de las escuelas públicas se convierten en un paleativo ante el creciente empobrecimiento y el hambre de la población. La brecha entre ricos y pobres, reducida de manera notoria durante la última década (índice Gini), ha vuelto a ampliarse.

Al mismo tiempo, el negocio financiero y el reendeudamiento crece de manera desbocada, los ganadores del modelo festejan, y la pobreza y la violencia crecen exponencialmente.

¿Refundación europea?

Mientras en Europa se discute con cinismo su refundación, miopes y oportunistas, solo tenemos ojos para Venezuela. Porque nuestro proyecto europeo de paz, democracia y derechos humanos está fundado en un "afuera" (que la derrota geopolítica de la Unión mudó a los suburbios de sus capitales).

Este "afuera", creado como correlato constitutivo de ese proyecto colonial e imperialista que ha sido y continúa siendo Europa, "militarmente" gobernada de facto y de iure por un ejercito de CEOs y un funcionariado disciplinado en la política inescrupulosa de austeridad y recortes de derechos que exige el nuevo poder transnacional con el cual Europa pretende recuperar su lugar en el mundo (junto con su poderoso socio transatlántico), sigue siendo para el resto de nosotros, los que formamos parte de su "afuera interior" y quienes somos "su afuera exterior", el "plomo y la ciega pluma ideológica", la moneda de cambio, en esta "nueva guerra mundial" entre espacios de poder trasnacional que impone la lógica neoliberal.

VENEZUELA EN LA LISTA DE "ESTADOS CANALLA"


La trama oculta


La condena a la represión que lleva a cabo el gobierno de Nicolás Maduro contra una parte de la población civil venezolana, embarcada en un ciclo ininterrumpido de manifestaciones callejeras en las cuales se cuentan (según informan los medios internacionales) decenas de muertos, no debería ocultar el trasfondo en el cual se produce esta situación.

Para empezar, no debería ocultar que el conflicto entre gobierno y oposición y el derramamiento de sangre no se ha producido exclusivamente en las calles.  Una andanada de asesinatos selectivos de líderes sociales y simpatizantes chavistas han sido perpetrados por la misma oposición, asesinatos de los que la prensa internacional no ha dado cuenta o, al hacerlo, lo ha hecho de manera sesgada, distorsionando de ese modo la naturaleza y alcance del conflicto.

Tampoco debería permanecer oculto que una parte importante de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro mantiene desde hace años una estrecha connivencia (además de obtener generoso financiamiento) con gobiernos extranjeros (como Estados Unidos - que destina una parte de su presupuesto parlamentario a financiar desde hace años a grupos opositores, en una muestra explícita de injerencia en los asuntos internos de un país soberano). 


Una larga ofensiva internacional

Varios países de la Unión Europea mantienen una posición ofensiva  activa contra el gobierno bolivariano, con claras muestras de complicidad en algunos momentos especialmente graves institucionalmente para el país caribeño, como lo fue el golpe de Estado perpetrado contra el presidente Chávez en 2002. 

Otros países latinoamericanos, como es el caso de Colombia (especialmente a través de su expresidente Álvaro Uribe y su antiguo delfín, Juan Manuel Santos, actual mandatario del país) que ha mantenido una sistemática confrontación con el régimen chavista. Los actuales gobiernos de Argentina, Brasil o Paraguay (que han dado un giro de 180º en su política internacional, y ahora se alinean a los intereses y la visión geopolítica que se impone desde Washington) actúan también de manera concertada y arbitraria contra el gobierno de Maduro. 

Un diálogo imposible

La condena a la represión no debería tampoco ocultar que los reiterados intentos por entablar un diálogo constructivo entre las partes en pugna han llegado a un punto muerto, en parte, debido a la negativa de la oposición a aceptar una mesa de negociaciones que permita destrabar el conflicto. Así lo hizo saber recientemente el Vaticano, el cual auspicio dichos diálogos, y el actual Secretario General de las Naciones Unidas, António Manuel de Oliveira Guterres, quien señaló la falta de "honesta voluntad" por parte de la oposición para lograr una salida dialogada al conflicto. 


La excusa humanitaria y los derechos humanos

Cuando echamos un vistazo a otros lugares calientes del planeta, como Libia o Siria, y ante la evidente responsabilidad por parte de las potencias mundiales en las masacres que están teniendo lugar en esos territorios, resulta cuando menos descabellado pensar que las sistemáticas injerencias internacionales contra el gobierno venezolano durante todos estos años, acompañadas de un apoyo incondicional a una oposición variopinta y no siempre transparente en sus intereses, no acaben produciendo resultados negativos análogos a los que se viven en el norte de África o Medio Oriente.

Venezuela se encamina hacia una guerra civil. Los gobiernos occidentales y latinoamericanos, las corporaciones multinacionales interesadas en las riquezas del país caribeño, y los medios afines que sostienen el relato antichavista son cómplices y condición de posibilidad de la matanza en curso. Serán también responsables del ominoso futuro que parece reservado al país. 


"Huele a azufre"

La satanización de Fidel Castro o Hugo Chávez, también la de otros líderes latinoamericanos que en las últimas décadas resultaron recalcitrantes frente al poder financiero y corporativo, y la actual demonización y ridiculización de Nicolás Maduro, recuerdan otras prácticas de demonización análogas: las de Saddam Hussein o la de Muamar el Gadafi nos vienen inmediatamente a la memoria. 

Se trata de estrategias bien conocidas, implementadas para justificar ante la audiencia global que convocan los medios internacionales las intervenciones militares o los apoyos incondicionales a grupos opositores financiados por instituciones y ONGs con intereses espurios en la región. El resultado de estas estrategias ha probado con creces que el daño que producen es inconmensurable mayor que los males que dicen curar. 

Venezuela: un estado fallido

De este modo, "Venezuela" (otro nombre en la lista de "Estados canallas") parece dirigirse, inexorablemente, a convertirse en otro "estado fallido", otro ejemplo de los usos y abusos de la retórica de los derechos humanos, y la invocación falaz de la democracia por parte de quienes se resienten ante ella, que pone en evidencia el fracaso de la comunidad internacional.  

2X1*


¿Cómo se vuelve del 2x1? 


¿Cómo se enseña en las escuelas? ¿Cómo se mira a los ojos de los que fueron jodidos de por vida sin que nos invada la angustia y la vergüenza?

¿Quién puede hoy creer en la justicia minúscula de los tribunales? ¿Quién puede hoy creer en esta iglesia argentina, católica, apostólica y romana, que te obsequia con su desnuda mano izquierda lo que te roba sin rubor con su ostentosa derecha?

¿En qué catecismo se legisla un perdón sin arrepentimiento? ¿Qué samaritano se apiadará de los corazones heridos por esta afrenta?¿Qué categoría de reconciliación es la que promueve el cómplice de un asesino?

¿Cómo se vuelve del 2x1? 


¿Qué violencia nos depara el destino? ¿Qué violencia empuñada por el Augusto emperador que rige nuestras vidas? ¿Qué violencia empuñada por un pueblo ofendido en su catacumba?

¿Habrá paz en el corazón de mi tierra cuando en el insomnio de la indignación los justos se revuelvan buscando comprensión y amanezcan recordando esta pesadilla de todos los días?

¿Qué pasará con la patria que se achica? 
¿Qué pasará con los niños que crecen ignorados, educados para ser esclavos, robados de la ilusión de cualquier utopía? ¿Qué pasará con nuestros viejos que se irán sin dejar en herencia una patria compartida? 

¿Cómo se vuelve del 2x1?

¿Qué pasará con vos cuando retrasen su regreso tus seres queridos, y se llene tu cuerpo de ese miedo, espeso y corrosivo, que alimenta la guerra declarada contra el pobre "que roba y asesina"?

¿Qué será de nuestro futuro 
cuando volvamos la vista a este pasado que somos hinchados de reproches? ¿Qué pensarán los sabios imaginarios, los dioses de otros tiempos, de esta Argentina elegida por nosotros? 

Quizá haya que abandonar las certezas, decirle adiós al largo aprendizaje de mansa aceptación 
que nos inculcó esta democracia cautivada por sospechosos formalismos, para empezar a pensar otro camino, que nos permita defendernos del horror que se aproxima.


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*La Corte Suprema Justicia de la Nación, conformada por dos nuevos miembros impuestos por Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) por el Presidente Macri a poco de asumir su cargo, y luego confirmados por el Poder legislativo en una negociación viscosa, en un fallo con votación partida en su seno, abrió la puerta con su veredicto en el caso del represor Luis Muiña, a la liberación de algunos de los personajes más siniestros del genocidio cometido en la Argentina.

Como señala Irina Hauser en Página12, criminales como Jorge “Tigre” Acosta, Alfredo Astiz, Jorge Rádice, Ricardo Cavallo o Adolfo Donda, conocidos represores que operaron en la emblemática ESMA, condenados a prisión perpetua en 2011 por secuestros, torturas, violaciones, homicidios y aberraciones sistemáticas cometidas en uno de los centros clandestinos más grandes que funcionó durante la dictadura, estarán en condiciones de beneficiarse de la decisión de la corte y pedir su excarcelación.

Antes de conocerse la decisión de la Corte Suprema, el Episcopado argentino, en una muestra clara de coordinación mediático-ideológica con el nuevo rumbo impuesto al país por el actual gobierno, heredero intelectual y material de la anterior dictadura, sin circunstancia alguna que lo ameritara llamó a la "reconciliación de los argentinos", equiparando una vez más los crímenes de Estado, considerados internacionalmente como "crímenes de lesa humanidad", con los crímenes de las organizaciones guerrilleras.

Ni las fuerzas armadas, ni la Iglesia Católica (cómplice en muchos casos de los crímenes cometidos) han colaborado en la búsqueda de verdad y justicia, sino que, en su mayor parte, han obstaculizado la investigación llevada a cabo en las últimas décadas.

En la Argentina gobierna un partido de extrema derecha, caracterizado por la prensa internacional corporativa como de "centro-derecha" para suavizar el solapado interés de sus holdings por aprovechar este cambio de rumbo en esta nueva fase de saqueo neocolonial a los pueblos del sur.

MY AMERICAN FRIEND

Juliana Awada, entre Trump y Macri, entrando en la Casa Blanca

Mauricio Macri está en los Estados Unidos. Las pantallas de televisión (en la Argentina) repiten insistentemente los detalles de su visita.

Entre los dos hombres, a diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones oficiales precedentes, hay una historia anterior en la que los encontramos reunidos cuando ellos aun no se dedicaban a la política. 

Se conocieron en Nueva York. Entablaron una larga y lucrativa amistad sellada por los negocios inmobiliarios. Sabemos que Macri lo admiraba. Él mismo lo manifestó a la prensa en una entrevista memorable en la que dejó plasmada su fascinación casi infantil por el caracter inescrupuloso y atrevido de quien se convertiría en el presidente estadounidense más odiado de la historia.

Las anécdotas que contó Macri en aquella ocasión sobre sus encuentros con el magnate nos permiten imaginar esta página "barroca" de la historia argentina: el taimado, xenófobo y machista magnate neoyorkino, y el avaricioso descendiente de un mafioso calabrés tenían química. Los historiadores tendrán que documentar que otras cosas compartieron entre bromas subidas de tono y gestos de arrogancia los futuros presidentes.

En los primeros minutos de su actual reencuentro en la Casa Blanca coincidieron en lo estrambótico de la situación. Efectivamente, la cita presidencial tenía algo de "inconcebible". Era inimaginable entonces que volverían a verse cara a cara como jefes de Estado de sus respectivos países esos dos empresarios ambiciosos, corruptos, a quienes no les temblaba la mano a la hora de corromper funcionarios y timar a sus conciudadanos. Si no fuera la realidad, sería una broma de mal gusto.

Pero la historia de la relación argentina-estadounidense es demasiado compleja y deficitaria para nuestro país (económica, política y culturalmente) como para reducirla a la contingencia de una amistad entre tramposos (sin que ello signifique en modo alguno que dicha amistad resulta irrelevante). 

¿Cómo podríamos olvidar los oscuros tiempos de las llamadas "relaciones carnales" y a sus protagonistas? ¿Cómo olvidar lo que ha significado para nuestra gente y para nuestro país cada vez que nuestros líderes políticos se prestaron a la escenificación del "discípulo modélico" ante la potencia del norte?

Hoy, mientras el presidente Macri desfila por los pasillos de la Casa Blanca, obsequioso y genuflexo ante el presidente Trump, con un ojo puesto en las elecciones de octubre y otro en los negocios personales que les tiene preparado el destino, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: 

¿Cuál será la "moneda de cambio", el precio que deberemos pagar, para ser aceptados en esta nueva relación que nos propone este grupo de CEOs, "hombres" (y algunas mujeres), pero sobre todo "hombres" (machistas y xenófobos), que utilizan sin escrúpulos todos los recursos que tienen a la mano para su propio y exclusivo provecho?

LA VERGÜENZA DEL BUDA

Ilustración de Taylor Shute

En el diario La Nación encontramos hoy un artículo titulado: “Pausas activas en el Estado: las clases de yoga ya son parte habitual en varios organismos”. El texto, firmado por Alan Soria Guadalupe comienza de este modo:

“Sentada sobre una colchoneta estirada en el suelo, Rosario pide que cerremos los ojos, que nos encontremos con nuestro cuerpo. También, nos ordena inhalar y exhalar de manera exagerada. Después, nos pide que estiremos los brazos hacia arriba. Finalmente, nos convoca a sentir ‘cómo nos liberamos’.” 


Según nos cuenta Guadalupe, una vez se encienden los inciensos y la música de meditación envuelve el ambiente, la Jefatura de Gobierno se convierte en un templo. Pero, ¿cómo encajar esta pasión por la paz interior y la libertad individual con el empeño represivo y el autoritarismo del gobierno? O, para decirlo de otro modo: ¿cómo explicar el empeño del gobierno por recortes, despidos y ajustes con este afán por trabajar con “el alma de la población”? ¿Por qué un gobierno de derechas, neoliberal y neoconservador, un gobierno que se ha gastado miles de millones en tecnología represiva y espionaje, que se empeña en imponer una cultura xenófoba que linda con el racismo al referirse a los pobres y a los inmigrantes, se empeña, junto con los medios de comunicación que le son afines, en promover una cultura de la paz manufacturada con una estética oriental de tenderete?


Doce apóstoles estadounidenses del compromiso político

Recientemente, un grupo de 12 famosos maestros estadounidenses de meditación emitieron una "carta abierta" llamando a los practicantes budistas, y a los adherentes de otras tradiciones meditativas de su país, a sacudirse la empalagosa aura individualista que se ha enquistado en el corazón de una buena parte de la nueva espiritualidad de origen asiático que ha conquistado el país, invitándolos a la acción política en tiempos de Donald Trump.

La carta abierta surge en un momento en el cual las antiguas críticas de un sector militante del budismo conocido como "budismo socialmente comprometido" (Socially Engaged Buddhism) ha recrudecido las expresiones antagónicas frente a las formas más recalcitrantes de ese individualismo espiritual. En unos pocos meses, todos los maestros e instructores, habitualmente silenciosos ante las evidentes injusticias del mundo y la propia responsabilidad de su país en crímenes horrendos contra la humanidad, parecen haberse puesto de acuerdo que Donald Trump es el límite de su paciencia. La tradición del yoga está pasando por un momento semejante.

Por otro lado, durante largo tiempo ignoradas entre los científicos sociales no especializados en la religión, las nuevas espiritualidades se han convertido en un lugar habitual de crítica, especialmente entre aquellos que las asocian con nuevos dispositivos de poder, e investigan el “feliz matrimonio” entre la ciencia de la consciencia, las neurociencias, el mundo corporativo y las prácticas contemplativas.


Menos meditación y más política

En un reciente artículo en The Guardian titulado “Be happy, not mindful”, Ruth Whippman señala que “la idea de que la felicidad surge de observarse internamente” en vez de observar lo que ocurre en nuestro entorno tiene un profundo arraigo en nuestra mente colectiva desde hace algunos años. “No consideramos ya el bienestar como una faceta de la comunidad ni nos comprometemos con otras personas”. Por el contrario, entendemos nuestro viaje en la vida como interior, y la búsqueda consiste en enfocarnos en nosotros mismos a nivel personal.

Después de cuantificar el volumen de negocio que supone la búsqueda espiritual en nuestra época, no solo en términos de libros, cursos y seminarios (mercancías habituales en este rubro), nos informa que las aplicaciones tecnológicas dedicadas al autoconocimiento representan un negocio bien remunerado y en alza.


La fiebre argentina

En ese contexto, los argentinos, habituales descubridores de "Mediterráneos", llegan tarde a la ola (tal vez por el impasse populista que mantuvo nuestra atención centrada en la militancia política y la respuesta neoliberal que le hizo frente y creció a ritmo acelerado en los últimos años hasta convertirse en un nuevo frente de gobierno en las últimas elecciones). 


Por supuesto, la coincidencia no es prueba de nada, pero vale la pena explorarla. En el momento en el que se pone en marcha un proyecto político, socio-económico y cultural regresivo, que presenta como inevitable el regreso del país al sendero impuesto por la historia en su marcha teleológica ineludible hacia la modernización que estamos llamados a merecer o padecer, los nuevos dispositivos del alma parecen encontrar terreno fértil para florecer sin límites, incluso dentro de las propias oficinas gubernamentales que se ven invadidas de buenas a primeras por gurúes e instructores con aire santificado y pulcro para mostrar a los agitados funcionarios y empleados de la administración como acceder a una paz inmaculada frente al barro de la historia.


"Materialismo espiritual", un viejo tropo


Las críticas al "materialismo espiritual" tienen larga data. La expresión la impuso a comienzos de los años 70 en los Estados Unidos uno de los pioneros de la transmisión del Budismo tibetano en Norteamérica, el difunto Chogyam Trungpa. Con ello se refería a las prácticas religiosas de origen oriental (también las espiritualidades occidentales, por supuesto) al servicio del atrincheramiento de la subjetividad. 

Esta crítica ha sido el centro de atención de los más renombrados representantes de la tradición, hasta que el afán lucrativo de unos cuantos nuevos profetas de las escuelas anglo-americanas han transformado la religión de sus maestros en bien remuneradas técnicas de auto-ayuda al servicio de la construcción de un "nuevo humanismo secular" que ha articulado una antropología perfectamente compatible con las exigencias del neoliberalismo global.


La meditación y el yoga como dispositivos biopolíticos

La implementación de estas formas de disciplina pueden estudiarse como dispositivos biopolíticos de poder. En el mundo corporativo llevan décadas implementándose. Imponen una visión del mundo y una disciplina o terapia dirigida a reconvertir la subjetividad. El objetivo de estas prácticas consiste en manufacturar un nuevo sujeto, con un rostro hiper-individualizado y competitivo que parece perfectamente compatible y al servicio de las nuevas derechas neoliberales en la región que atenazan a la ciudadanía:

1. Obligándola a reconvertir su "naturaleza ciudadana" en "individualidades alienadas" respecto al mundo social, aunque inmunizadas frente a las patologías que ello supone a través de formas abstractas de reconexión con imaginarios de unión supra-mundana que intoxican la experiencia de los individuos con la dulzura del anonadamiento que sirve para reprimir los malestares que producen la competencia y la instrumentación concertada de todos los aspectos de nuestra vida.

2. La destrucción de los tejidos sociales en donde son aun posibles las prácticas de resistencia frente a un mercado caníbal que se ha adueñado de manera absoluta de la justicia, la acción legislativa y un ejecutivo que actúa policial o incluso militarmente contra la población recalcitrante frente a los nuevos imaginarios.


La ciudad de los zombis

En la imaginería budista, la metáfora de la ciudad habitada por zombis es recurrente. 

Por un lado, la auténtica acción política es exigente. Supone altas cotas de capacidad crítica. En cambio, una sociedad sometida a diversas formas de "manipulación del alma", a través de sofisticados dispositivos milenarios, ahora al servicio del ídolo corporativo, resulta fácil de implementar. Basta entregarse a los cantos de sirena de una nueva gnosis de aparente liberación para ser regresado a la condición de súbditos.

En este sentido, "la ciudad de los zombis" es una ciudad sin ciudadanos, “un demos sin pueblo”, en palabras de Wendy Brown, entregado cada uno de nosotros enteramente a la labor de ser uno mismo "capital" y, por ello, abocados enteramente a invertir en el desarrollo de nuestra propia alma y nuestra propia belleza: "consumir y gozar". 

Una ciudad de individuos cautivos en ese afán de auto-goce, solo puede producir una "farsa democrática" sin relevancia significativa para la vida de todos.

HUELGA GENERAL FRENTE AL WORLD ECONOMIC FORUM



El 10 diciembre de 2015…

… asumió la presidencia de Argentina Mauricio Macri, quien ganó las elecciones con la Alianza Cambiemos, heredera del MENEMISMO UCEDEÍSTA (el peronismo aliado a un partido arraigado, paradójicamente, en el antiperonismo más recalcitrante, defensor acérrimo del libre mercado y continuidad evidente de la política-económica de la dictadura genocida) y el DELARRUISMO (el viejo partido radical de corte popular, reconvertido en arma política de los promotores del consenso de Washington en la región) cuyos imaginarios neoliberales conquistaron a la sociedad argentina durante los noventa.

Sobre esa asunción presidencial quiero recordar dos hechos:

El primero es la decisión por parte del presidente electo de radicalizar la confrontación con la presidente saliente, Cristina Fernández de Kirchner, haciendo asumir a Federico Pinedo como presidente interino durante 24 hs. 

En aquel momento no entendimos lo que significaba ese gesto institucional en toda su magnitud, aunque lo sospechábamos. Macri optó con aquella decisión por escenificar una ruptura con el período anterior que le permitiera legitimar una suerte de refundación del país. Eso explica la exorbitancia retórica con la cual el gobierno de Macri y sus seguidores tratan todo lo realizado en los años previos.

Para los argentinos este tipo de rupturas son significativas. Por un lado, recuerdan de manera ineludible a las dictaduras militares que caracterizaron la historia de nuestro siglo XX. Todas ellas se fundaron en rupturas semejantes que se ensalzaban como un borrón y cuenta nueva, para organizar, reorganizar, refundar o recuperar una patria descarriada, pérdida, mancillada o lo que fuera. Por otro lado, el gesto parece querer re-significar ciertas circunstancias históricas muy dolorosas: el fin traumatizante del alfonsinismo a través de un golpe financiero que permitió el ascenso de Menem al poder; el trágico final del gobierno de De la Rúa, que acabó en el 2001 con el corralito, decenas de asesinatos cometidos por las fuerzas represivas del Estado, y una seguidilla de presidentes interinos que llevaron, finalmente, a la presidencia de Eduardo Duhalde y al comienzo posterior del ciclo kirchnerista.

El segundo aspecto que me interesa destacar de aquella asunción es que aquel momento marca un punto de inflexión de lo que se ha dado en llamar “la fabricación de una crisis” (la cual había comenzado mucho antes, a través de una aceitada maquinaria periodística que fue definida por una de sus plumas más influyentes, Julio Blank del diario Clarín, como "periodismo de guerra", en clara alusión al propósito destituyen del gobierno de Cristina Fernández). 

La idea de "fabricar una crisis" retoma los sabidos argumentos de Naomi Klein en La doctrina del Shock, donde se advierte que la implementación de las políticas neoliberales solo pueden realizarse en un estado de desorientación traumática de la población, fruto de una guerra, una catástrofe medioambiental, o como ocurre en Argentina actualmente, a través de la "fabricación de una crisis" que justifique los "ajustes" que caracterizan el imaginario de la razón neoliberal cuya finalidad es una transformación (entiéndase bien) no solo económica, sino también social, cultural, política e incluso espiritual de la Argentina.

El año que vivimos peligrosamente

Desde el comienzo mismo de su mandato, y a lo largo de todo el 2016, el gobierno rediseñó el campo de batalla donde desplegaría su estrategia política.

La devaluación de la moneda primero; seguida por el fin de las retenciones agropecuarias y mineras que des-financiaron al país; los despidos masivos de empleados del Estado (que dieron rienda suelta a despidos y suspensiones en el ámbito privado); la fuerte suba tarifaria de los servicios básicos de energía y agua potable; (todo ello acometido en el primer cuatrimestre de su mandato), llevaron a la ciudadanía a una crisis profunda, caracterizada por la desorientación y la incertidumbre. 

El gobierno acompañó esta operación sobre el nivel socio-económico de la sociedad con una brutal acometida contra sus imaginarios político-culturales. Atacó los símbolos e instituciones que legitimaron las bondades del ciclo anterior: derechos humanos, inclusión e igualdad. 

Las organizaciones y organismos de derechos humanos fueron ninguneados, perseguidos y estigmatizados. Las relatos significativos de la historia argentina fueron puestos en cuestión para remover los resquemores morales de una población anestesiada por el miedo y por la ira ante la implementación de un proyecto político-económico que suscita notorias remembranzas del proceso cívico-militar que costó la vida a decenas de miles de personas y arruinó la vida de otros cientos de miles de familiares y amigos y conocidos de la víctima, además de dañar profundamente el tejido social, ahora contaminado por la desconfianza, la práctica sistemática de las traiciones y la sospecha.

Mientras los derechos humanos se convirtieron en "un curro" (según la infeliz expresión del presidente) y sus referentes volvieron a ser tildadas de "locas y corruptas", el ideal de inclusión y justicia social fue refigurado. 

Ahora el ideal de la inclusión se entiende como signo de una política que promueve una moral de la vagancia y el oportunismo de las clases bajas, y una política cínica disfrazada de progresismo, que utiliza la pobreza para acceder al poder y sostenerse en él.

La igualdad, por su parte, fue rechazada como un signo de mediocridad o debilidad moral. Los pobres no solo son débiles socialmente, sino que son culpables moralmente por su pobreza. La delincuencia tiene olor a pobre, pero la pobreza no es fruto de la explotación y la desigualdad que fabrica un sistema injusto de distribución de riquezas, sino el resultado de una patología individual por parte de los individuos y sus líderes políticos. 

El pobre que elige el "cambio", elige una suerte de salvación. En este sentido, la meritocracia se convirtió en el signo de la nueva época para los simpatizantes del nuevo gobierno, lo cual ha dado lugar a una retórica arrogante que infecta los platós de televisión y las columnas de opinión. 

La justicia maldita

A este cuadro se sumó la campaña mediático-judicial contra el kirchnerismo y otros referentes asociados al imaginario kirchnerista, cuyo propósito consiste en manufacturar la figura de un "enemigo interior" que justifique la implementación de “excepcionalidades”.

Esas excepcionalidades son elocuentes: 

- Detenciones ilegales como la de Milagro Sala (estigmatizada por la prensa y el propio presidente quien la condenó por vox populi); 

- Los juicios políticos a jueces que se consideran “desviados” del nuevo catecismo (recordemos la persecución lanzada contra Gils Carbó desde la primera hora, y también la dirigida a los jueces que fallaron contra los tarifazos decretados por el Ministerio de Energía, más recientemente, la persecución a quienes fallan contra la gobernación de Buenos Aires en el marco del conflicto docente); 

- O la más diseminada imposición de un nuevo orden que recategoriza a la sociedad, cancelando la división tradicional de clases sociales para transformarla en una división de “castas morales": de un lado están los delincuentes y vagos; del otro lado, los trabajadores y puros (categoría que contiene, tanto al trabajador de las clases bajas y medias bajas recalcitrante que pide mano dura contra sus semejantes, asumiendo junto a ello una actitud xenófoba  y discriminadora contra inmigrantes o compatriotas "extranjerizados" por su apariencia, como también las categorías pretendidamente apolíticas de las clases medias que asumen una espiritualidad excarnada que milita por una transparencia cuyas opacidades están a la vista de todos, como un rey desnudo que nadie quiere mentar; o, finalmente, el especulador financiero o el rentista que sacan pecho autodenominándose "trabajadores" cuando no hace otra cosa que vivir de la renta del dinero o de la tierra). 

A través de un entramado mediático denso en términos cuantitativos, acabó de triunfar un lenguaje basado en dos principios: la frivolización de la política, ahora convertida en un rubro de las prensas rosa y amarilla; y la invisibilización concertada de los temas más calientes para el nuevo gobierno nacional.

Pese a la relevancia de denuncias contra el presidente y sus funcionarios en casos tan sonados como Panama Papers, Correo Argentino, Oderbrecht, además de los escándalos relacionados con las licitaciones y contrataciones directas con amigos y familiares del presidente, el gobierno sorteó sin mayores dificultades causas merecedoras de juicio político gracias a la domada resistencia de una oposición legislativa silenciada mediáticamente, desorientada ante el cambio de paradigma y los aprietes notorios que supuso la instalación de un nuevo sistema de inteligencia basado en la impune fabricación de causas y la revelación concertada de secretos jurídicos que pone en jaque y atemorizan a todos los hombres y mujeres públicas de la Argentina.

Sindicatos y pymes

Marzo dio comienzo a una lucha popular encarnizada ante el avance arrogante del gobierno en la implementación de su agenda neoliberal. El núcleo de esa agenda es convertir a la Argentina en un mercado competitivo. La traducción de esa competitividad es la flexibilización salarial, que se explica fácil del siguiente modo: reducción del salarios, y recorte de los derechos laborales. No hay más. 

El caso testigo (los docentes) puso en la calle a cientos de miles de trabajadores conscientes de la amenaza, y sindicatos y organizaciones combativas que exigieron un plan de lucha para frenar al gobierno antes que sea demasiado tarde. La CGT, a regañadientes, llamó a paro general para el 6 de abril entre insultos y gestos que pusieron en cuestión su legitimidad si el triunvirato no asumía la peligrosidad del momento que viven los trabajadores y actúa en consecuencia.

El gobierno, envalentonado por la demostración del 1 de abril de sus bases caceroleras de antaño, esta vez movilizadas (dicen) para apoyar una república que nadie cuestiona, y que paradójicamente mantienen viva los piquetes y las marchas opositoras, en un contexto en el cual el Congreso Nacional parece silenciado, y la Justicia da muestras claras de comportamientos ilegítimos, decidió confrontar con la protesta de manera agresiva.

Sin embargo, lo más significativo de la protesta no es la brutalidad del gobierno, sino que los sindicatos no fueron solos a la huelga general del 6 de abril. Las confederaciones de pequeños y medianos empresarios se adhirieron al paro bajando las cortinas, lo cual deja patente que el plan de ajuste y reconversión que propone el gobierno reedita para el siglo XXI las expropiaciones de tierras que Marx categorizó como acumulación originaria. 

En este caso, la expropiación es la de un mercado, que es como la tierra fértil donde crece la industria nacional, donde el trabajador argentino gana su sustento, que ahora se ve amenazado por la invasión de mercancías importadas, fabricadas con salarios de esclavos y desprotección laboral, que obliga al ciudadano argentino a convertirse en un recurso poco valuado, empujándolo indefectiblemente a la pobreza y a una vida de incertidumbre e indignidad.

World Economic Forum en Buenos Aires

La coincidencia de la huelga general con la inauguración del World Economic Forum en Buenos Aires es ilustrativa. Mientras los trabajadores expresaban con el lenguaje sindical su descontento con el rumbo del país, y otros trabajadores más combativos invadían las calles ejercitando su genuino derecho a la protesta (la cual fue reprimida brutalmente) el presidente argentino abría la reunión mofándose de los trabajadores y afirmándose en su estrategia de sordera sistemática ante el sufrimiento colectivo que ocasiona su política aparentemente errática (en lo que se refiere a estrategias puntuales), pero consecuente y rotunda en sus fines.

Las élites, atrincheradas en el Hilton, aplaudieron al presidente con entusiasmo cuando este les repitió su objetivo a largo plazo. El cambio que Macri propone no es superficial. Se trata de hacer una nueva argentina. Como Mao Tse Tung, el ideal de Macri es una "Revolución cultural" que se implementará arrancando de cuajo del alma de los argentinos aquello que consideramos el ADN de nuestra identidad colectiva.

El conservadurismo sindical 

En una muestra de estrecha perspectiva histórica, el triunvirato dejó al descubierto los extremos del desencuentro, y con ello puso de manifiesto que a la Argentina no le sirve una salida dialogada. 

Ante las críticas de izquierda que acusan a la CGT de "conservadora", Juan Carlos Schmidt contestó: 

"Si, somos conservadores. Queremos conservar nuestros convenios colectivos”. 

Y su compañero en la frágil fórmula de Unidad, Héctor Daer, decoró la visión del peronismo cegetista con una ingenuidad que desnuda sus limitaciones. El gobierno, decía Daer, no se da cuenta que el pueblo argentino tiene una larga historia sindical, que los argentinos son gente solidaria y que no puede imponer un programa como el que promueve por estas razones.

Pero la historia reciente del mundo en el que vivimos ha demostrado que la política corporativa, cuando se adueña del Estado, como lo ha hecho en Europa o en los Estados Unidos, no tiene miramientos con los sindicatos. Gremios mucho más poderosos e históricamente más relevantes que el sindicalismo argentino fueron arrasados por políticos menos atrevidos que Mauricio Macri. 

Conclusión

El mundo agro-corporativo y financiero le exige a Mauricio Macri un pueblo postrado, rendido a la lógica del mercado neoliberal. Macri les ha vuelto a prometer (mientras los trabajadores y los empresarios locales hacían una huelga general) que no hay vuelta atrás.

El conservadurismo autosatisfecho de la CGT no parece el camino para atajar el mal que nos acecha.  






DEMOCRÁTICAS TODAS LAS MARCHAS



Después de un mes de marchas en las que se reprochó al gobierno su rumbo económico y su insensibilidad social, en una tarde plácida del 1 de abril, algunas decenas de miles de ciudadanos se manifestaron para apoyar al gobierno, orgullosos de las medidas de ajuste y la tenacidad de su presidente. 

El diario La Nación y otros medios afines al gobierno definieron la marcha del 1A como "sin precedentes en la historia argentina". Acompañaron la descripción con narrativas de una gesta heroica por parte de los manifestantes (vecinos de la ciudad) que se acercaron a Plaza de Mayo caminando (por su propio pie) sin autobuses que los condujeran, ni propina para la asistencia. Lo hicieron para agitar sus banderas y repudiar las marchas opositoras: esas sí, pagadas con choripan y vino por una dirigencia corrupta. 

Ya en el colmo de la discriminación, algunos comunicadores hablaron del "hartazgo de la ciudadanía", como si los únicos ciudadanos de valía (o de cuantía) fueran los reunidos en esa fecha heroica que pretendió emular un 17 de octubre despojado de signos plebeyos, y el resto mereciera el olvido, o la simple desaparición por oprobio implícito. 

La estrategia es equivocada y peligrosa. El matonismo es redundante en democracia, y los resultados de estas actitudes son, tarde o temprano, nefastos para la convivencia. 

Agitar primero acusaciones de desestabilización contra los opositores por ejercer sus genuinos derechos democráticos, y luego pretender fumar la pipa de la paz es algo que cuesta tragar para quienes consideran su dignidad democrática pisoteada por las agresiones continuas de quienes, primero los tratan como antagonistas respetables, y luego como enemigos despreciables. 

La grieta sigue profundizándose, la estigmatización y la petulancia de quienes decían ser la nueva cara de la democracia argentina parece agigantarse con el paso de los días, y el mal humor social es creciente en el otro lado de la orilla. 

Se pidió una concertación social, una mesa de diálogo donde consensuar una salida a la crisis que el propio gobierno promovió con su peculiar visión de aquello que (cree) necesitamos todos los argentinos para ser un "país normal". Pero el gobierno prefirió adoptar una retórica belicista (con los bancarios primero, con los docentes después, con los organizaciones sociales en general y las organismos de derechos humanos especialmente y, por supuesto, esa entelequia denostada que componen los K). Encaprichado con un programa de máximas que supone sacrificios desmesurados para los sectores más vulnerables de la sociedad, el presidente exige acabar con relatos que animan a los individuos a adoptar una suerte de orgullo ciudadano e identificarse con cualquier colectivo (trabajadores, docentes, universitarios o lo que fuera). Lo único que cuentan son los individuos de a pie, los cuasi-ciudadanos desvestidos de toda identificación ideológica que no sea la que el imaginario neoliberal inyecta en dosis cada vez más cuantiosas en las venas de los recalcitrantes. 

Según cuentan los cronistas, la manifestación tuvo de todo. Pero no faltaron expresiones que podríamos considerar "auto-destituyentes" (por efecto). 

La osadía de festejar desaparecidos, o la prepotencia de continuar arrogándose el derecho al privilegio del improperio desmesurado contra una dirigente política que una parte de la población (nada despreciable en términos numéricos y equivalente en derechos si hablamos de una democracia que se precie) aun sostiene como referente, son formas desmesuradas de violencia simbólica que acabarán pasándole cuentas, a mediado o largo plazo. La bronca crece. 

Obviamente, estas expresiones rabiosas no son nuevas. El odio destilado en dosis continuadas por la prensa canalla tiene su efecto, especialmente entre los más mayores y las más mayores (que se lucieron de manera destacada entre una asistencia más bien avejentada) quienes emularon (como ocurre en las reuniones de consorcios: también democráticas, pero no políticas) la gratificante tarea de despotricar enervados, evacuar frustraciones, erigirse en amo y señor en una época de la vida en la que, tal vez, por la falta de sana promiscuidad y soledad notoria, se agradece una pasión que avive el cuerpo y el alma casi extinguida. 

Pero, al final, la Argentina de todos no se reduce a banderas (que las hubo) sino a la convivencia que dicen defender cuando les cortan la calle, pero que acaban pisoteando cuando se ríen o festejan los muertos de sus enemigos o desprecian su cultura o sus derechos. 

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...