EL DÍA DESPUÉS


El domingo por la mañana bajé al pueblo. En el bar de la plaza me encontré con Santiago que leía embelesado el AVUI, donde se pormenorizaba la protesta catalana y se analizaba qué hay que hacer de aquí en más. Las fuentes catalanas (bastante más fiables cuando uno mira las fotos sabiendo lo que hay entre Plaza Catalunya y Diagonal) dicen que hubo 1.100.000 personas. Es decir, la manifestación más numerosa de toda la historia de Catalunya. El diario EL PAÍS, amparándose en una agencia subcontratista que le hizo los cálculos a la medida de sus intereses, dice que hubo 56.000. La diferencia no es escandalosa para quien se ha acostumbrado a leer los periódicos, no con la intención de encontrar en ellos la verdad, sino de conocer con mayor detalle los intereses que mueve a los emporios de la información.

Santiago estaba contento. Como no podía ser de otro modo, lo felicité por lo conseguido en la marcha, que no pretendía hacer otra cosa que hacer llegar al otro lado del río una voz unísona de repulsa contra los “ninguneos” que “España” dedica a esta “otra España” que se llama Catalunya. Me dijo que ahora lo que “toca" es administrar esta “victoria” de la calle.

Hoy es martes. En las últimas 48 horas la pancarta que proclamaba: “Som una nació”, ha quedado aplastada por la marea roja que ha producido el triunfo de la selección de fútbol española. Las calles se han llenado de banderas y se han repetido hasta el hartazgo los estribillos por todos conocidos (“soy español, español, español, etc.)

La copa del mundo se ha paseado por las calles de Madrid, pero también han sonado los petardos en Barcelona. EL PAÍS, siempre divulgando sus propios órdenes imaginarios dice que en la Plaza España de Barcelona se congregaron 75.000 personas para seguir el partido y ovacionar después a sus héroes. 75.000 personas que dejan a los 56.000 participantes de la marcha soberanista en una masa vociferantes de provincianos abocados a una pasión anacrónica: una lengua, una nación y el autogobierno.

Los periódicos catalanes de hoy se preguntan si los políticos estarán a la altura de las circunstancias. Si serán capaces de gestionar el malestar de la gente y el apoyo que ésta le ha dado al catalanismo, sin anteponer sus afanes electoralistas. Sin embargo, los problemas internos de Catalunya no se reducen a las malas artes de los políticos demagogos y los burócratas de turno. La pregunta es también si el “empresariado” catalán está dispuesto, y hasta qué punto, a renunciar a una parte de sus propios intereses a favor de este país y de esta gente. El pragmatismo tiene su coste y su precio. Nadie puede ser a un mismo tiempo juez y testigo. Hasta Poncio Pilatos sabía de estas cosas y se lavó las manos con detergente para evitar que le recordaran como el principal propiciante de un crímen. O, para decirlo de otro modo: el problema no son tanto los políticos que tenemos, sino más bien, el modo en el cual la política se encuentra secuestrada enteramente por la economía. Por lo tanto, no alcanza con un cambio de estilo, o un llamado a que "los políticos" se encuentren a la altura de las circunstancias. Se necesita un retorno a cierto republicanismo, cierto humanismo cívico que se enfrente al ethos de una sociedad exclusivamente comercial, en la cual ciertas virtudes están ausentes. Esas virtudes ineludibles que hacen posible la fundación de una "patria".

Por esa razón, pese a que mis simpatías por Catalunya son muchas, creo que hay cierta verdad en la idea de que una parte de este país, pese a sus sentencias definitivas y su gesto ceñudo, “juega a la víctima”. Como una mujer maltratada, muchos se sienten más seguros en una relación malavenida, que en la libertad. Dicen, sin embargo, que la manifestación del sábado marca un antes y un después. Veremos si es así, o acaso lo único que queda en los anales es el gol de Iniesta y Shakira contoneándose en el escenario.

Comentarios

  1. Molt Right. Me gusta. El victimismo es un problema, pero no vale tratarlo aisladamente. Sigue dàndole vueltas, sigue, sigue.

    Petons.

    Jordi.

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  2. Hacía la media noche del domingo, volvía relajadamente acompañado de mi perra ,Beltza, tras unos diás de paz y sosiego en la montaña, al entrar por Gran Vía y llegando a Plaza de españa, nos asaltaron a todos los llegados, una marea humana enloquecida, llena de banderas y símbolos de españa.

    Indagando sobre el asunto queda esclarecido que como en todo espectáculo organizado, nada es espontáneo y hay quien provee todo el atrezzo.

    Había que aprovechar la ocasión para mostrar "una grande , libre , ganadora" y eclípsar la exigencia soberanista catalana de horas antes.

    Un día después queda seguir interrogándose sobre el grado de compromiso que se tiene con la causa y hasta donde se está dispuesto a ofrecer para el logro de las aspiraciones.

    Un día después el conflicto sigue latente.

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