EXORCISMO. El demonio golpista ha vuelto.
Estamos entrando en una zona de extrema peligrosidad. Ahora mismo, cualquier evento puede servir como detonador para una catástrofe social de dimensiones difícilmente mensurables de manera prospectiva. Los signos son ostensibles. La exacerbación del odio, el vilipendio continuado, la completa ausencia de medida a la hora de juzgar las actividades de los contrincantes políticos, transformados de manera rotunda e irreversible en enemigos, todo esto nos recuerda las peores épocas de nuestra historia. Bastaría con echar un poco de inteligencia sobre los proyectados delirios que aviva el poder mediático y escuchar con una dosis de sentido común lo que repetimos con liviandad para comprender que el país que retratamos es una imposibilidad. No existen los demonios perversos que despiertan nuestros temores y nuestros peores instintos. Como en otras épocas, somos víctimas de nuestra ignorancia y la sugestión a la que nos someten los que necesitan hacernos creer que la democracia