LA BATALLA DEL PRESENTE Y EL TÚNEL DEL TIEMPO



Esta entrada tiene destinatarios muy concretos.

En primer lugar, me dirijo a las personas que habían alcanzado su plena madurez cronológica en la época en la cual se produjo el golpe de estado de 1976.

En segundo lugar, me dirijo a aquellos que pertenecen a mi generación. Es decir, aquellos que vivieron la dictadura militar, pero que no pueden ser responsabilizados por los posicionamientos que tuvieron en aquel momento, debido a su minoría de edad.

Finalmente, me dirijo a aquellos que nacieron inmediatamente después de la llegada de la democracia.


Las palabras y las cosas


Quiero, sin embargo, antes de dar comienzo a la argumentación, justificar el título. La palabra “batalla” puede resultar incómoda. Para evitar malentendidos, permitánme que explique la razón por la cual la he elegido. El diccionario de la Real Academia Española propone dos acepciones en el uso del término. Por un lado, la que apunta a los combates militares. Por el otro, hace también referencia a la agitación e inquietud interior del ánimo. Lo que pretendo con el título de esta entrada pendula entre estas dos acepciones.

Nos encontramos en una situación de extrema peligrosidad en estos momentos, debido, en cierto modo, a la agitación e inquietud interior de los argentinos. Es imprescindible tomar consciencia de esa agitación y esa inquietud. Es necesario explorar con paciencia y cuidadosamente lo que nos ha traído hasta este estado de cosas.Y eso por la sencilla razón de que es posible, y los signos apuntan en esa dirección, que la agitación e inquietud reinante acabe desembocando en un combate físico entre las partes involucradas.

En vista a la peligrosidad del presente estado de ánimo, y en consideración de la historia y el modo en que en la historia hemos ido resolviendo nuestros problemas como sociedad, resulta absolutamente irresponsable permitirse actuar de manera irreflexiva. Nuestra adhesión incondicional a los discursos de los grandes productores de opinión, y la adherencia frívola a la opinión común, resulta hoy más que nunca, moralmente reprochable. Por lo tanto, conmino a mis conciudadanos a que realicen un “examen de consciencia” para evitar esos males mayores que acechan en nuestro horizonte.

Con respecto a la referencia al "túnel del tiempo" y el fotograma de la serie televisiva que lo acompaña - fotograma de la serie televisiva que con tanta pasión visionábamos en nuestra niñez - las analogías son numerosas. Dejo en manos de los lectores la elaboración de las mismas.


El túnel del tiempo


Ahora pasemos a la cuestión central de la entrada. Lo primero es explicar porque razón es necesario realizar una distinción explícita respecto a nuestros interlocutores. 

Es importante reconocer que los diversos debates con los cuales la sociedad argentina esta comprometida en estos momentos exige de sus participantes la asunción de diversos grados de responsabilidad.

También es importante reconocer que no sólo nos distinguimos los unos de los otros en relación con el pasado y lo que debe ser hipotéticamente recordado y olvidado. También nos distinguimos respecto a lo que significa para cada cual el futuro. El futuro no es el mismo para un joven que en estos momentos estudia en un colegio secundario que lo es para una persona de sesenta años que ha recorrido la mayor parte de los estadios de su existencia.

Pero si el pasado y el futuro no son los mismos para todos, eso implica que habitamos presentes diversos. Este es un punto importante en el que no voy a extenderme. Me limito a reiterar: pese a que el tiempo se nos aparece como un “espacio” homogéneo y vacío en el cual tienen lugar diversos acontecimientos de manera simultánea, hay una manera de ser del tiempo que toma en consideración el lugar de los sujetos que lo habitan, que nos obliga a hablar de un entrecruzamiento de temporalidades que se articulan narrativamente en uno y otro caso. Al presente público, secular, del hoy que todos habitamos, cada uno de nosotros llega con la historia individual y colectiva que le corresponde.


Los derechos humanos y la memoria histórica


Habiendo aclarado estos conceptos básicos, pasemos, ahora sí, a lo que pretendíamos con la entrada. Como los temas son muchos y variados, voy a centrarme, en línea con lo que vengo haciendo en entradas anteriores, en un extremo del debate, que es el que gira en torno a los derechos humanos y la memoria histórica, como ilustración de otros debates que se están llevando a cabo ahora misma, o debieran llevarse a cabo, en todos las esferas de la actividad en nuestro país y el mundo.

En 1976, quienes hoy tienen más de sesenta años, el golpe militar los agarró, salvo circunstancias excepcionales, en la plenitud de sus facultades. Frente a lo que ocurría en el país, las posiciones de los protagonistas fue variada. En vista a lo que hemos aprendido de aquellos años, es muy importante que los ciudadanos analicen concienzudamente la posición que adoptaron en su momento. Esto por dos razones cruciales.

En primer lugar, porque en muchos casos nos permitirá descubrir de qué manera estábamos equivocados en nuestra defensa de ciertas posiciones.

En segundo lugar, porque nos permitirá evitar ser conducido a engaños análogos en el presente. Esto es especialmente importante si comprendemos que la violencia setentista fue el producto de un largo y madurado período de tiranía que se extendió desde 1955 hasta la tercera presidencia del general Perón, en el cual las clases privilegiadas utilizaron la fuerza o la proscripción (prohibición) para impedir el ejercicio pleno de la democracia a la ciudadanía.

Tomando en consideración de qué modo el discurso y la práctica “antiperonista” alimentó un clima de violencia que desembocó, primero, en un enfrentamiento armado, y en segundo término, en los crímenes de lesa humanidad ejecutados por la dictadura militar bajo el auspicio de una parte de la sociedad civil embarcada en un “proyecto de reconstrucción nacional”, empeñado en erradicar todo foco de resistencia para transformar las estructuras económicas en su beneficio, tomando en consideración todo esto, decía, es preciso que los agentes antipopulares de la actualidad se hagan cargo de la carga afectiva negativa que con su lenguaje y cosmovisión maniquea están legando a las generaciones futuras.

A quienes forman parte de mi generación, es decir, a aquellos que vivieron su niñez bajo la dictadura, nos resulta de crucial importancia reconocer hasta qué punto (en qué medida) el lenguaje al que fuimos iniciado en aquellos años de terror, en los cuales la violencia física iba acompañada de una sistemática distorsión de la expresión para acomodar el crimen a la legalidad, ha formateado nuestras estructuras y formas básicas de pensamiento.

La reiteración de la confrontación política y social en los términos del presente no es más que la manifestación cíclica del impacto que la imposición de las formas básicas de interpretación en las que fuimos cuidadosamente adoctrinado en aquella época.

Por lo tanto, en lo que respecta al pasado, es imprescindible que adoptemos un posicionamiento crítico que nos permita liberarnos de dichas imposiciones autoritarias, con el fin de reestablecer un orden democrático en nuestra propia consciencia. Lo cual nos permitirá comprendernos a nosotros mismos en el contexto de ese relato de engaños y temores que vivimos en el período de la recuperación democrática, un período en el cual la inconsciencia, la frivolidad y el temor permitieron asestar un golpe mortal a los esfuerzos de recuperación de nuestros derechos.

Pero además, nos encontramos ahora en el momento culminante de nuestra existencia. En esa edad en la cual tomamos sobre nuestras espaldas la responsabilidad de las generaciones venideras, imponiendo nuestra propia impronta al futuro. Que no nos pase como les pasó a algunos de nuestros padres, que estuvieron voluntaria o involuntariamente ausentes cuando más se les necesitaba.

Finalmente, quiero decir dos palabras a las generaciones recién llegadas. El futuro es vuestro sólo circunstancialmente. Llegará un día en el que, como ocurre con nosotros, no será acerca de vosotros mismos, de vuestros intereses, que deberán discutir, sino acerca del futuro de vuestros hijos, como hoy nos toca a nosotros discutir y pelear por el futuro de los nuestros.

Cuando en el debate político los participantes toman consciencia de que es un futuro en el que ellos mismos no participarán lo que les preocupa y les anima en la batalla del presente, en ese momento es que nos convertimos en ciudadanos plenos, anteponiendo los bienes comunes que a todos nos convocan a nuestros intereses privados.

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