UN HALLAZGO PARADIGMÁTICO


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Un año después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, y cuando aun se estaban juzgando los abominables crímenes cometidos en la Alemania nazi, científicos estadounidenses iniciaron en Guatemala una investigación, promovida por el Departamento de Salud Pública de la Administración de Harry Truman, con el fin de comprobar la efectividad de la penicilina para combatir las enfermedades de transmisión sexual.

El descubrimiento de estas investigaciones fue realizado por la doctora Susan Reverby, de la Universidad de Wellesley (Massachusetts), quien informó que durante 1946 y 1948, cerca de setecientos varones guatemaltecos fueron contagiados de sífilis, gonorrea y otras enfermedades de este tipo, primero utilizando prostitutas en las cuales se había comprobado la existencia de estas infecciones, pasando luego a inocular directamente a los involucrados, inyectándoles en sus penes las bacterias. De acuerdo con la Dra. Reverby, no existe constancia de que esas personas hayan sido curadas o hayan sido tratadas de manera adecuada.

La Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, reconoció el pasado jueves estos hechos, y afirmó que quienes participaron en esta operaciones abominables conocían perfectamente la naturaleza de las mismas y el carácter inmoral de su participación en ellas. El presidente Obama telefoneó recientemente al presidente guatemalteco Álvaro Colom, quien calificó lo sucedido como “delitos de lesa humanidad”. Hasta aquí los hechos.

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Descubrimientos de este tipo son ejemplares si pensamos que el trasfondo ideológico que justificó a las instituciones políticas, universitarias y empresariales estadounidenses para realizar tan siniestra operación, es el mismo que estuvo detrás de dos políticas particularmente perturbadoras que destruyeron las vidas de millones de personas en nuestro continente.

Sin temor a equivocarnos, creemos que la llamada "Doctrina de la Seguridad Nacional" que se implementó durante la década de los setenta en la Argentina y en el resto del continente, que costó la vida de cientos de miles de personas, acompañada por el llamado "Proyecto de Reorganización Nacional", inspirado en el neoliberalismo más extremo, que se prolongo más allá de la época dictatorial, alcanzando su cúspide durante la época del menemato y la Alianza, respondía a un patrón ideológico semejante al de nuestro siniestro ejemplo inicial.

En ambos casos estamos hablando de proyectos inspirados en un pragmatismo inescrupuloso, promovido por instituciones que justificaron experimentos perniciosos de esas características so pretexto de estar sirviendo al progreso y a la libertad.

Quienes implementaron dichas políticas, como ocurre en el caso ejemplar del que hemos hablado, conocían perfectamente la naturaleza de las operaciones que estaban realizando, el mal al cual sometían a la población afectada y el carácter inmoral de sus actividades. También ellos actuaron, so pretexto de servir a la patria, protegiéndola del enemigo comunista o promoviendo políticas de desarrollo que acabaron empujando la población a la miseria y al hambre. Pretender en todos estos casos que los fragmentos de la historia no se encuentran relacionados, es decir, que no corresponden o son el precipitado de una mismo concepción de lo real, o bien es una escandalosa muestra de inocencia o indiferencia, o bien un signo de brutal cretinismo.

Revisar nuestra historia y juzgarla es un ejercicio de libertad que resulta ineludible. Revisar la historia nos permite vislumbrar con mayor claridad la continuidad de aquellas políticas del horror en el presente.

Quienes pretenden lo contrario, quienes abogan por el olvido, quienes exigen a grito pelado el silencio, no hacen más que exigir al pueblo Latinoamericano que permanezca atado a la ignorancia, que se rinda a la apariencia de normalidad que impone el maltratador a su víctima.

Recordar y juzgar significa hacer nuestra la consigna "Nunca más".

El intento de golpe de Estado en Ecuador, que vivimos angustiados durante las últimas horas, no hace más que confirmar lo que presentíamos, la existencia de una operación concertada para debilitar a los gobiernos progresistas de la región.

El primero fue el golpe fallido producido en Venezuela a la presidencia de Hugo Chávez, en la que se puso en evidencia la connivencia estadounidense y de la derecha española. Siguieron los intentos golpistas en Bolivia para deponer al gobierno de Evo Morales en el que se pusieron de manifiesto las complicidades entre la Embajada estadounidense y los rebeldes. Recordemos que la operación acabó con un crímen horripilante. Treinta y ocho indígenas fueron linchados y asesinados en la provincia de Pando (recordemos, además, que personalmente constatamos de buenas fuentes, y denunciamos en este mismo blog, que existió un fuerte apoyo económico de una parte del empresariado catalán- que sería sólo un ejemplo del apoyo general que Europa brindó a las fuerzas separatistas santacruceñas en su intento por desestabilizar el gobierno de Morales para proteger sus intereses). A ello siguió la sublevación militar y el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras. A lo que hay que sumar el acecho continuado que a través del socio colombiano, en la figura del uribismo, realizan los Estados Unidos sobre Venezuela, y el tratamiento tendencioso que la prensa oficial en Latinoamérica, en Europa y en Estados Unidos hace del Presidente Venezolano, para convertirlo en una suerte de monstruo facista, pese a haber sido protagonista de 15 elecciones democráticas en las que no se han constatado fraude de ningún tipo, de acuerdo con los veedores internacionales, y pese al empeño obsesivo de la derecha española que a través de las FAES, en complicidad con todos los grandes grupos mediáticos, pretenden corroer la legitimidad que el pueblo venezolano ha concedido a su lider.

Pero además, hemos visto, en Brasil, en Argentina, en Paraguay y en Costa Rica, para poner sólo algunos ejemplos, como los grandes poderes económicos, a través de sus aparatos mediáticos de propaganda, que insisten en presentarse como instancias objetivas e independientes, han intensificado su ofensiva en toda la región, a través de la desinformación y el engaño puro y duro, dejando patente que en la democratización de estos ámbitos de negocios, en la diversificación de las voces, nos jugamos el futuro de nuestras democracias.

Por otro lado, hemos ido viendo como, de hurtadillas, la administración Obama ha ido redefiniendo su posición en Latinoamérica. Después de varios años de relativo "abandono" de la región, en el que Estados Unidos ha dedicado sus "mejores" esfuerzos a controlar medio Oriente y Asia Central, descubrimos como, so pretexto de acabar con la lacra del narcotráfico, ha reestablecido su rol de patrullaje y control militar invirtiendo en una sofisticada red de bases militares, estratégicamente dispuestas sobre la geografía del continente americano para controlar a sus enemigos.

Por otro lado, en vista del crecimiento exponencial que está experimentando la región en términos económicos, debido, entre otras cosas, al "casino" financiero que ha llevado los precios de la materia prima a cifras desorbitadas en el comercio internacional, y unas políticas públicas inteligentes, es imprescindible que la sociedad se recaude avanzando hacia un modelo cada vez más redistributivo y participativo de ganancias.

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Hemos abierto esta entrada hablando de las abominables operaciones estadounidenses en suelo guatemalteco. Pero no hemos dicho nada sobre sus cómplices locales. Se trata de la condición necesaria para la implementación de las políticas de dominio, aquellos que exponen a sus conciudadanos a la indignidad, sometiéndolos incluso al asesinato y la tortura, con el fin de cumplir con los mandatos venidos de afuera. (Pensemos en el hecho de que apenas quince años después de los experimentos realizados a la población masculina guatemalteca, se inició en Guatemala una persecusión que costó, en el período que va desde 1960 a 1996, la módica suma de 200.000 desaparecidos, de los que Hillary Clinton y el presidente Obama no han dicho aun palabra alguna, pese a que se conoce de manera fidedigna - lo dicen los propios documentos desclasificados del Congreso estadounidense - de la promoción activa que realizaron sus predecesores en la violencia represiva).

Esos actores locales, que participaron activamente en el proyecto de dominio imperial estadounidense en el continente americano durante la guerra fría y que actuaron inescrupulosamente para hacer de nuestros países un modelo ajustado al llamado conceso de Washington no han desaparecido. Nuestros contrincantes están aquí, buscando de todos los modos posibles, revertir cualquier avance en la democratización real (en contraposición a "meramente" formal) de nuestras sociedades, y una verdadera participación en estas instancias de crecimiento, que nos permita desarrollar políticas autenticamente solidarias.

Pero sería ingenuo creer que nuestros enemigos llevan siempre la camiseta de nuestros contrincantes políticos. A veces se encuentran entre los vociferantes de nuestras propias líneas. Lo importante, en todo caso, es mantenerse alerta y continuar debatiendo hasta el hartazgo acerca de estos asuntos que a todos nos incumben, para continuar construyendo democracia.

Nuestros enemigos están dispuestos a todo. Están en poder de la palabra y de la fuerza bruta, mantienen en el encantamiento a amplios sectores de la población y han establecido un entramado de prevendas en el seno de los tres poderes, las fuerzas coercitivas y la prensa.

Para ellos la democracia sólo es tal en la mida de su propio éxito. No saben, ni quieren saber cómo actuar cuando las urnas les dan la espalda, cuando el pueblo toma la determinación de articular un proyecto diferente al que ellos mismos promueven. Lo único que les mueve es el poder, a cualquier precio.

Lo dicho vale como ejemplo y justificación de nuestro veredicto. Lo que toca es defender esta democracia nuestra latinoamericana que está dando lecciones de lo que significa verdaderamente la participación y el compromiso en la construcción ciudadana.

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