Y DE PRONTO SUPIMOS LA VERDAD...



Y tuvo que ser Néstor Kirchner, con su muerte, con ese último acto de su vida, quien pusiera en evidencia otra mentira. Esta vez, el engaño concertado de todos estos años, traducido en los reiterados eslóganes que la gentuza malpudiente y sus empleados obsecuentes repitieron en coro a través de las ajadas figuras de la televisión argentina, o difundieron por medio de las letras traicioneras de la prensa gráfica.

¿Se acuerda lo que decían esta gente que no por mediocre deja de ser mala?

“La gente quiere que los echen, la gente quiere que se mueran, la gente quiere que los maten”, dijo en cierta ocasión Elisa Carrió, mientras el Dr. Grondona se frotaba las manos encandilado, y ambos pretendían hablar la voz del pueblo.

Pero detrás del odio caricaturesco y la hipocresía afeminada de Grondona, enfilados bajo una única bandera cuyo único sello de identidad no consiste más que en odiar a la pareja presidencial, débiles de espíritu, débiles de pensamiento, los Macri, los Duhalde, los Cobos, los Solá, los Michetti y los de Narváez, se enfundaban la representatividad de las clases más recalcitrantes y perversas que tiene y tuvo siempre la Argentina.

Durante mucho tiempo sentenciamos: a esta gente la engañan. Clarín y La Nación la engaña. Pero eso también es una mentira. Esta gente quiere ser engañada, quiere escuchar las bestialidades que escucha cada día, quiere que las mentiras se vuelvan sangre de su sangre para sostener el falso privilegio de su falsa cultura, frívola, miope, echa de retazos de gestos vacíos, de lecturas sin fondo, de pensamientos de polvo para el viento de nadie.

Y de pronto supimos la verdad… una verdad que todos sospechábamos pero que algunos no se atrevían a decir bien fuerte, porque había miedo. Un miedo que no era el que producían los Kirchner, como nos querían hacer creer las divas y los divos de la manipulación de siempre. El miedo era el ostracismo social, la persecución mediática, el vacío, la burla.

¿Se acuerdan de esos días aciagos de la derecha vernácula cuando era posible hacernos creer que la gente odiaba a los Kirchner? ¿Se acuerdan de esas frases sublimes en las que pretendían convencernos que hasta el pueblo los detestaba? Hoy la plaza está atestada. A vuelto el aluvión zoológico a la ciudad. Ni los golpes militares, ni las políticas de empobrecimiento, ni la concertada operación de difamación mediática ha logrado que el pueblo se rindiera.

Ayer me escribió mi hermano. Emocionado me contó que había hecho acto de presencia con sus hijos en nuestra plaza de Mayo. Orgulloso habló del pueblo, de la patria, del futuro, de la libertad y de la justicia, esas palabras sagradas que el capitalismo “espiritual” de los noventa nos arrebató, esas palabras que las bestias de la cultura local, atragantada con los valores menores del recato formal, la lexicografía y la estudiada modulación bucal, decidió abandonar para esconderse ante sí misma su propia mediocridad.

Pero el pueblo ha hablado otra vez, ha vuelto a decir: “eso es mentira”, y ha firmado la sentencia del mentiroso.

El pueblo amó a Kirchner y lo dice con la voz firme e inundada de pena para que todos escuchen quién es su lider. Y ama a su presidenta en quien confía. Y su amor no es trivial, es el amor de un pueblo que se sabe a su vez querido por sus líderes. Un pueblo al que este movimiento de transformación devolvió la dignidad que se le había arrebatado con la pretensión de hacerlos esclavos para siempre.

El pueblo ama a Kirchner y ama a su presidenta, porque ellos le han devuelto la ilusión de la libertad. Hoy el pueblo es más sabio, más paciente. Sabe que detrás de las palabras vacías de los Duhalde y macris mafiosos, de las Michettis de turno, de los Cobos traidores y de los De Narváez oportunistas no hay más que el látigo del capataz de siempre, que vela por los intereses de sus patrones en detrimento de la vida, la salud y el bienestar de todos.

Y de pronto supimos la verdad… que aquí en la tierra hay un pueblo grande, un corazón ardiente que comparten millones, un alma inflamada de ilusión que Néstor Kirchner y la presidenta ayudaron a despertar.

Hay que hacer de esta muerte un destino ineludible, un “sí” rotundo a este rumbo de libertad y justicia, y un “no” decidido a las músicas falsas de estas sirenas de la derrota, a los mentirosos de siempre, a estos empleados del mes, que ahora escondido bajo sus camas esperan el veredicto del pueblo que los sabe traidores.

¡Viva Néstor! ¡Viva Cristina! ¡Viva la Patria!

Comentarios

  1. Gracias por tus claros pensamientos, Manu. Hoy mas que nunca me siento compenetrada con tus ideas y feliz de sentir que puedo comprenderte y que todos mis hijos han podido tambien ir evolucionando. Hemos tenido que remar muchisimo en contra de la derecha virulenta que nos ha intoxicado y que tanto da;o ha causado a la sociedad. Esta postura sin lugar a dudas es mucho mas cristiana y humanista. Siempre hay un lugar interno que nos permite reflexionar y producir un cambio. Tu ayuda ha sido muy significativa , gracias.

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