UN SOLO CORAZÓN


Iberoamérica

Existen vínculos estrechos, históricos, políticos, socioeconómicos y culturales, entre «Iberia» y América Latina. Para bien o para mal, entre un lado y otro del Atlántico se tejen relaciones que desnudan los lineamientos y las simpatías disimuladas de los grupos políticos y corporativos en los dos continentes. 

Se ha hablado mucho, durante años, y se ha enfatizado en tono de denuncia, las conexiones de la izquierda española con los progresismos latinoamericanos de la última década. Marcado a fuego en la memoria de la sociedad española a través de una desgastante campaña mediática hecha a la medida de los prejuicios de la población, la asociación de Errejón, Iglesias y Monedero con la izquierda bolivariana se ha convertido en el signo de su identidad histórica. 

Pero también hemos sido testigos de las revelaciones incriminatorias del ala dura del aznarismo con los elementos «golpistas» en América Latina que han protagonizado la ola de oposición antidemocrática de los últimos años.

Desde aquellos días aciagos posteriores al 11S, cuando Aznar se daba el lujo de posar con los pies sobre la mesa, fumando un puro junto a George W. Bush, porque se había convertido en una pieza clave para el presidente estadounidense en la Cumbre de las Azores; pasando por los ominosos días del golpe de Estado a Hugo Chávez, que el monarca español intentó, tiempo después, silenciar con su famoso «¿Por qué no te callas?»; la derecha española (política o corporativa) ha estado presente detrás de los eventos más oscuros que ha vivido la región: comenzando con el golpe militar a Zelaya en Honduras, el reciente golpe a Evo Morales en Bolivia, el golpe institucional a Dilma Rousseff y el encarcelamiento a Lula Da Silva en Brasil. En Argentina, la candidatura de Mauricio Macri fue apoyada abiertamente por el Partido Popular. El gobierno de Macri dio lugar a la persecución y el encarcelamiento masivo de líderes opositores. 

En todos estos casos, el rol de la prensa española ha sido clave a la hora de legitimar estas estrategias antidemocráticas en la región. 

Menos se habla, sin embargo, de los vínculos entre la derecha catalana y la derecha latinoamericana. Algunos de sus periodistas y tertulianos más prominentes, además de cultivar y expresar abierta o veladamente un «anti-latinoamericanismo militante» (asociado en parte por su desprecio por la izquierda española y local, a la que tildan de «españolista»), forman parte del coro mediático en la región que estimula la idea de que, en ocasiones, es necesario forzar un «cambios de régimen para garantizar la libertad».

Es aquí donde las derechas de Iberia tienen «un solo corazón». No importa si hablamos de Madrid o Barcelona, las derechas comparten una misma agenda geopolítica, y un mismo afán de acumulación.   

La periodista del «poble»

Alguien podría pensar que estoy obsesionado con Pilar Rahola. He escrito varias notas sobre sus intervenciones públicas fuera de España, en las que asocio el trasfondo ideológico de la periodista independentista con la ultraderecha latinoamericana. 

Sin embargo, contra la persona de Pilar Rahola no tengo nada. El problema lo tengo con su «avatar mediático», que representa a un sector de la ciudadanía catalana que «echa espuma por la boca», muy a la manera de los seguidores más radicalizados de la «entente Vox-PP», y sus homólogos en América Latina, pero envuelta en sus esteladas.   

Las razones que aduzco «contra» Rahola (el avatar) no son banales, o fruto de un disgusto arbitrario por mi parte. En Cataluña, Rahola es una vaca sagrada con «voz y veto» en los medios públicos y privados. Como Feinmann, Leuco o Lanata en Argentina, representa la indignación moralista de la derecha local. 


El extremismo «indepe-conserva» la festeja. La pretendida «izquierda de gomaespuma del país», le teme. Para entender este intríngulis, hay que prestar atención a la recepción de su mensaje por parte de las audiencias extranjeras a sus intervenciones. Porque fuera de España, sus palabras siempre son aplaudidas con gran algarabía por los sectores más radicalizados de la derecha pura y dura. 

 

Veamos el caso de Argentina. Allí sus numerosas apariciones públicas acaban siempre alegrando la vida de quienes ocupan el «lado oscuro» de la grieta política. Negacionistas variopintos de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, libertarios obsesivos, lobistas neoliberales y periodistas extorsionadores, adictos al lawfare e invitados de honor de «la Embajada», incluso militantes nostálgicos de las monarquías europeas que hoy sueñan, gracias a «Máxima», la reina de Holanda, con recuperar el «linaje de nobleza» perdida con la independencia, todos ellos quieren a Pilar Rahola. Y la quieren, y la admiran, y la veneran como un oráculo transatlántico, porque Pilar Rahola les da lo que ellos quieren oír: los condimentos necesarios para poder «escupir espuma por la boca». 


Isabel y Pilar en las Américas


Siempre he creído que los viajes pueden expandir nuestras perspectivas. Esto no es siempre el caso. Hay viajeros a los que les produce el efecto inverso: anquilosamiento en la cerrazón, engreimiento tozudo, etnocentrismo malsano. En el caso de Rahola es evidente su distorsión provinciana, que le ha hecho comprometer su palabra en los más peliagudos asuntos de la agenda internacional con el paso cambiado, asociándola, curiosamente, con quienes, en su patria catalana, son sus explícitos enemigos. 


Ayer, uno de los periodistas que con más entusiasmo viene recogiendo las opiniones de la tertuliana catalana sobre el «populismo latinoamericano», sirviendo de foro para publicitar sus «fobias antiizquierdistas» y «antiprogresistas» (al mejor estilo de otro dechado de «virtudes conversas», Mario Vargas Llosa), recibió a través de video-conferencia a la estrella del momento: Isabel Díaz Ayuso.


Una visita rápida a Youtube para contrastar las respectivas apariciones de Pilar e Isabel en los programas del periodista Eduardo Feinmann y otros de su estirpe, nos permitirá constatar lo habitualmente impensado: si hablamos de ideología, Isabel y Pilar son más próximas de lo que pensábamos. Sus opiniones y sus provocaciones, excepto en aquello que tiene que ver con las banderas a las cuales devotamente rinden, cada una, sus respectivas lealtades, son una «copia fiel» de dos almas gemelas. 


Como ocurrió en los años previos con Rahola, aplaudida a rabiares por su apoyo explícito del presidente Mauricio Macri, su desprecio fóbico por el populismo, y su sorna hacia los progresismos de todos los colores, Díaz Ayuso recibió su premio. Una periodista local llegó a gritar frente a cámara emocionada: «Yo quiero una líder como Ayuso». 


No hace falta mucho esmero periodístico para encontrar expresiones análogas respecto a la terturliana catalana que ElNacional.cat ha convertido en la heroína del momento por usar a los de ERC como punching balls, exigiéndoles la cuota de humillación imprescindible que demanda la República. 


En los siguientes apartados en política internacional (con las implicaciones que ello conlleva en el terreno ideológico), las opiniones de la tertuliana y la política son indistinguible:


- La denuncia reiterada sobre el peligro que suponen los «populismos» o «progresismos» latinoamericanos. La antipatía contra los líderes populares latinoamericanos es notoria y manifiesta en ambos casos. 


- En contraposición, las muestras explícitas de simpatía y apoyo a los líderes políticos de la región que defienden políticas neoliberales tras la máscara de una defensa de la justicia, entendida exclusivamente en términos de libertad. 


- La parcialidad manifiesta en el tratamiento del conflicto israelí-palestino y atisbos claros de islamofobia en sus respectivos discursos.

 

- La explícita o sugerente estigmatización de los grupos considerados foráneos en sus respectivas circunscripciones en sus discursos. 


- La manía manifiesta contra UP y En Comú Podem. En ambos casos, estas formaciones merecen un tratamiento despectivo (o bien como «comunistas contra la libertad» - en el caso de Díaz Ayuso; o bien como secretos «españolistas» contra la única y genuina posición política que puede defender un catalán de verdad: la independencia).



La spoof comedy del procés 

 

Todo esto, por lo tanto, ilustra lo que viene pasando en Cataluña de un tiempo a esta parte. Y permite, además, entender el Spoof Comedy del procés que hoy interpretan los líderes de ERC y JxC.  Entre estas dos formaciones políticas no debería existir una brecha programática, ni una diferencia táctica o estratégica, sino un verdadero abismo ideológico.


JxC representa, ni más ni menos, que la derecha rancia neoliberalizada, conservadora y moralista, la que exige privilegios y defiende prebendas históricas a todo o nada. Una derecha cuyo extremismo es contenido, exclusivamente, por los límites que le impone una situación de sub-alternidad política, en el marco de un Estado autonómico. 


Por el otro lado, tenemos a ERC, una formación con olfato oportunista, pretendidamente de centro izquierda, como el ala conservadora del Partido Radical argentino que, en coalición con el PRO gobernó nuestra república durante los cuatro años infaustos de Mauricio Macri. 


Como esa ala conservadora del Partido Radical argentino, los sectores de ERC que han participado en el zurcido entente con los exconvergentes, no pueden esconder sus inclinaciones neoliberales. Su republicanismo ha dejado de ser izquierdista, para mutar en conservadurismo de andar por casa. 


Todo esto, como nos decían los mayores, se explica de manera sencilla, acudiendo a los dichos populares: «Dime con quién andas, y te diré quién eres». En esa relación de «discipulado» que, durante tantos años ha mantenido con su alter-ego independentista, ERC ha acabado convirtiéndose en su «idéntico en la diferencia». 


Y, si quedaba alguna duda: ERC y JxC han anunciado en las últimas horas un principio de acuerdo que desnuda todo esto de lo que venimos hablando. 


El nuevo gobierno es la vieja película de siempre. ERC mantendrá la «presidencia simbólica» de la Generalitat, y entregará  JxC la presidencia del Parlament y la Conselleria de Economia. De este modo «el realismo político» sigue estando al servicio de los intereses de clase.


Una vez más, contemplamos la «entente» entre los «progresistas neoliberales», representados por ERC, y la «derecha excluyente», que además de cuidar de la riqueza colectiva, garantizará que el orden jurídico mantenga engrasado su sistema de acumulación y preserve sus privilegios históricos. 


Mientras tanto, «haciendo el tonto», va la CUP, una vez más, como en tiempos de David Fernández, dándose abrazos con los «amos». 

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