LA LEY Y LA NADA

Tribunales de Comodor Py

Negra y coya


Quienes estábamos atentos a lo que estaba ocurriendo en la ciudad de San Salvador de Jujuy, tuvimos ocasión de ver y escuchar, en vivo y en directo, la condena de Milagro Sala a tres años de prisión en suspenso. La persona real, de carne y huesos, la dirigente social, la esposa, la negra y coya (como ella misma se define) que organizó a los desposeídos de su tierra y les mostró el potencial creativo detrás de la lucha mancomunada, se enfrentaban a Milagro Sala, la persona jurídica, vaciada de historia, mera función en la ecuación perversa de una justicia que escenificó sin sonrojarse el castigo ejemplar, junto a la falsa y medida magnanimidad que asegura la prisión perpetua de la india rebelde.


Encubrimiento y "traición a la patria"


Mientras esto ocurría, en una sala de los tribunales de Comodoro Py, en Buenos Aires, se preparaba otra escenificación. Los funcionarios judiciales se aprestaban a publicitar la reapertura de una causa oscura y viciada, sobre la cual pusieron sus esperanzas los carroñeros de la política-mediática en su labor sin límites por desplazar electoralmente al kirchnerismo a comienzos de 2015. 


Comandados por Laura Alonso, la actual titular de la Oficina Anticorrupción (hoy sospechada y denunciada por su escandalosa parcialidad), y la actual Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich - un personaje siniestro que extiende su sombra de complicidades a lo largo de toda la historia reciente del país - en los primeros días  de 2015 se orquestó una de las tantas denuncias mediáticas que llenaron las portadas de los diarios locales, con sus estridencias ensordecedoras que luego quedaron en la nada, porque eran "humo electoral" en una campaña sucia jamás vivida antes en nuestro país. La entonces presidenta de la nación fue acusada de encubrimiento de los atentados de la AMIA y, posteriormente, de traición a la patria por el acuerdo firmado con Irán, nunca ratificado por el congreso, y nunca puesto en práctica debido a la renuencia del propio gobierno iraní. 

Vale la pena recordar quiénes son Patricia Bullrich y Laura Alonso. La primera pasó de militante, pero también íntima de dirigentes montoneros como Pernía o Galimberti, a convertirse en Ministra de Trabajo en el gobierno de la Alianza, el cual desembocó en la matanza de 2001. Y, desde allí, dio el salto que le permitió dirigir el Ministerio de Seguridad del actual gobierno de Mauricio Macri, gracias, en parte, a su oscura participación en la denuncia inconsistente y sospechada que está detrás de esta nueva embestida jurídico-mediática que ahora se escenifica. 

La segunda, con estrechas conexiones con Paul Singer (el capitalista inescrupuloso, la cara visible de los llamados "buitres" o holdouts) a través de un entramado de sospechosas fundaciones y donaciones del magnate, mercenario de las finanzas, con quien el gobierno argentino acabó negociando el más ominoso acuerdo en Nueva York al comienzo de su mandato, rindiéndose a sus pretensiones para poder reembarcarse en el actual proceso de reendeudamiento que nos está llevando de regreso a una situación anterior al 2001, en la cual éramos prisioneros de los poderes financieros, y nuestra soberanía política estaba al servicio de las exigencias de un mercado que, con subterfugios técnicos, acabo defraudando a la ciudadanía argentina con el llamado "corralito".

Sin embargo, para entender esta embestida hay que prestar atención otra vez al cadáver del fiscal Natalio Alberto Nisman, el hombre que durante años mantuvo a la deriva la investigación de la que estuvo a cargo sobre el peor atentado terrorista sufrido en nuestro territorio en la historia, presentado por la prensa internacional como un héroe sacrificado y una víctima del autoritarismo kirchnerista.

Para entender de qué se trata en realidad esta nueva ofensiva jurídico-mediática hay que volverse al cadáver de este hombre corrupto, de escasa densidad moral, rodeado de otros como él, familiares, amigos, exesposa (esta última también estrecha operadora judicial) partícipes de una estafa legal y moral contra las víctimas de la AMIA, y animarse a interpretar los hechos a la luz de una guerra global que avanza a ritmo vertiginoso sobre todas las naciones y los pueblos.

Un cadáver que se ha convertido en la cifra de un complot internacional de dimensiones inconcebibles, que amenaza con convertir a la Argentina (otra vez) en un campo de batalla, reabriendo una causa 5 veces rechazada por su absurda narrativa y sus inconsistencias innumerables, además de la dudosa autoridad del autor de la misma, el fiscal Nisman, un fiestero con cuentas bancarias injustificables en el extranjero, y relaciones peligrosas. La intención es evidente: acabar de ejecutar el verdadero crimen político que el suicidio de Nisman (o su homicidio por otras manos) oculta. 

Se trata de escenificar,  à la Dreyfus, un ataque en el que finalmente se condenará a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner por encubrimiento y "traición a la patria", acusándola de instigar el asesinato del fiscal. La condena mediática ya ha sido puesta en escena. Los jueces, como en Jujuy, tienen ahora la obligación de transitar el itinerario procesal que acabará por establecer la pena, borrando con ella toda alternativa política a la imposición de la derecha regional, que a través de mentiras innumerables, replicada hasta el cansancio a través de las usinas mediáticas, y la complicidad de los jueces y abogados del establishment, aliados como en el pasado a los intereses internacionales más oscuros, inaugura un período de terror y saqueo en nuestros países.


Justicia cautiva


La legitimidad de los tribunales depende enteramente de la confianza que tienen los ciudadanos sobre su quehacer cotidiano y su independencia. Hoy, para cualquier persona informada y decente, ante la parcialidad manifiesta y la promiscua relación con los medios y el ejecutivo de turno, los tribunales argentinos han perdido toda credibilidad. Los sabemos armas de las élites y los poderes tradicionales en los territorios feudales que aun existen en la hipotética república que (dijeron) venían a restituir, repitiendo el estribillo democrático que entonaron quienes autoritariamente impusieron su ley a sangre y fuego en el pasado.

Los tribunales, por lo tanto, ya no representan a priori la justicia. Al condenar a los acusados antes de probar su culpabilidad, ellos mismos se ponen en situación semejante: son arbitrarios e injustos hasta que demuestren su probidad. 

La sociedad fallida y el poder autocrático


Esto nos deja, y bien lo saben quienes nos gobiernan, ante la nada de la violencia como única alternativa. Peor aún, le dan a la violencia la justificación que a la democracia tanto trabajo le ha costado refutar. Porque cuando la justicia se vuelve injusta, se sabe cautiva y arbitraria, no hay razones que deslegitimen la violencia, y el territorio se vuelve otra vez un campo de batalla, donde el delito y la revuelta social se confunden, y el Estado cooptado por los poderes fácticos y las élites que lo conducen y usufructúan, sólo puede ejercerse por medio de la fuerza.

En este marco, el gobierno de Mauricio Macri acelera su propio proceso de transformación. Su triunfo electoral, que anunciaba el ascenso democrático de la derecha argentina al poder, esa derecha argentina asociada históricamente con golpes militares y campos de exterminio, ha comenzado su metamorfosis más peligrosa: como una serpiente, se deshace de su vestimenta democrática, para convertirse en un poder autocrático.

RELACIONES PELIGROSAS

Reyes-de-Holanda


Máxima, Joe y Donald


El diario La Nación anuncia que los Macri y los reyes de Holanda coincidirán en Villa La Angostura este fin de año. Cabe recordar quiénes son los reyes de Holanda y no dejarse embelesar con las plumas en la cabeza. Porque además de ser jefes de estado de los Países Bajos, son los accionistas mayoritarios de la compañía energética Shell, tal vez la más castigada corporación energética en los tribunales internacionales por violación de derechos humanos. 

En nuestro país, la estrategia agresiva de la compañía tiene un aditamento. El principal responsable de la cartera de energía, antagonista abierto de las políticas energéticas estatales de la administración, denunciado en su momento por varias acciones ilegales en el mercado financiero (aunque sobreseído poco después de la asunción de Macri a la presidencia en un caso que involucraba al Deutsche Bank), Juan José Aranguren, es un exCEO de la compañía, que sigue operando a favor de la misma, de maneras muy sospechosas. Recuerden la compra de gas natural a Shell vía Chile con un sobreprecio de 128%.

También sabemos que Mauricio Macri mantiene una estrecha relación con Joe Lewis, el empresario inglés que pugna judicialmente con el Estado argentino la clausura de los accesos a Lago Escondido, y denunciado por abastecer a las Islas Malvinas ilegalmente desde su aeropuerto privado. Lewis es un accionista privilegiado de empresas energéticas en las que participa el clan Macri, y con quien el  presidente pasó unos días, después de la visita de Obama a la Argentina. 

Recordemos el escándalo de aquella visita. El presidente fue recogido por un helicóptero del empresario, contraviniendo la ética pública. Días después se anunciaron los tarifazos que beneficiaron directamente al empresario, y meses más tarde, la condonación de sus deudas con el Estado en este rubro. Desde hace semanas, los ciudadanos del Bolsón realizan acaloradas protestas por la cesión de 850 hectáreas de tierras protegidas al dueño del Tottenham Totspur para realizar emprendimientos inmobiliarios.

Finalmente, las estrechas relaciones de Mauricio Macri con el empresario y actual presidente Donald Trump son de público conocimiento. Hace algunas semanas, dicha relación se ha cristalizado con una autorización gubernamental al magnate para expandir sus negocios inmobiliarios en el país. Lejos queda la química que se esforzaron en publicitar entre la pareja presidencial y los Obama. 

Los resultados de las actuales negociaciones con la administración Obama, la instalación de dos bases militares en el norte y sur del país, además de las prerrogativas en asuntos fronterizos que ponen en entredicho nuestra soberanía nacional, se implementarán durante la administración Trump. 

Las guerras globales por los recursos


¿Deberían estar preocupadas las mayorías populares con la estrecha relación personal e ideológica de Mauricio Macri con los reyes de Holanda? Sabemos que para las élites argentinas, el tropo "volver al mundo" siempre ha significado "volver nosotros", las minorías privilegiadas, al círculo de los poderosos, en detrimento de las grandes mayorías. 

¿Deberíamos mirar con desconfianza sus relaciones con personajes tan poco transparentes como Lewis y Trump? Entre ellos existen complicidades cuasi-mafiosas, códigos de lealtad entre delincuentes de guante blanco. 

¿Qué repercusiones tendrán las iniciativas del gobierno de Macri para el futuro del país y su inclusión en la economía global? ¿Vamos en camino de convertirnos, no sólo en exportadores de materia prima, sino también en reserva natural en un mundo que mata y muere por los recursos naturales escasos? ¿Quiénes serán los que decidan nuestra suerte, los ciudadanos o los propietarios privados que acumulan los bienes comunes y son capaces de cerrarlos a cal y canto del disfrute público?

¿Podemos establecer paralelismos, afinidades, huellas o conexiones entre la reciente derogación de la ley de tierras a través de un decreto (modus operandi privilegiado por el PRO) que regulaba la compra y venta de propiedades del territorio nacional por parte de extranjeros (sujetos individuales y corporativos)  y las estrechas relaciones internacionales que han cultivado los Macri con personajes tan cuestionables como Joe Lewis, los reyes de Holanda 
 o Donald Trump?

¿Tienen los nuevos acuerdos geopolíticos y militares con Estados Unidos alguna relación con las Guerras por los recursos: el agua, la tierra y el petróleo? ¿Tiene alguna relación con la nueva retórica "antiterrorista" que el gobierno intenta instalar en el país y su clara apuesta por remilitarizar el espacio público y reprimir la protesta social? ¿No deberíamos prestar más atención a lo que ocurre con los países que poseen recursos escasos en su territorio en nuestra época? ¿No deberíamos pensar en qué se han convertido Iraq, el Congo o Venezuela en esta lucha fratricida por apropiarse de los tesoros de un mundo que se achica y contamina?



Más allá de la resistencia ciudadana


¿Podrá la frivolidad evidente del público argentino (del sujeto "trepa" argentino típico) ser contenido por un sentido de responsabilidad ciudadana? La clase política nos está fallando. Nos fallan los gobernantes a la hora de proteger nuestros intereses populares, pero también la oposición, que resulta incapaz de asumir su rol histórico de re-empoderar a una ciudadanía co-optada por los mecanismos mediáticos de construcción ideológica que, junto a un partido judicial colaborador con el antiguo (aunque renovado) programa de las élites, impone castigos ejemplares y estrecha el terreno del debate ciudadano, reconfigurando el sentido común.

Frente a esto, ¿seremos capaces de crear nuevas formas de resistencia creativa que nos ayuden a reescribir un nuevo relato de emancipación e inclusión, que nos permita evitar el saqueo en marcha, y retomar un proyecto de crecimiento con justicia social?

EN EL PAÍS DE TRUMP, DONDE GOBIERNA UN TAL MACRI


¿Si todo esto estuviera ocurriendo en el país de Trump, que dirías de Macri?

Las malas noticias de todos los días


Vuelven a llegar noticias inquietantes desde Argentina que demuestran el cambio de rumbo de la política de inclusión y de derechos humanos que caracterizó al país en las últimas décadas. 


Los retrocesos son notorios en todos los ámbitos. Así lo informó hace unos días el Observatorio de Derechos Humanos (ODH), y así se pone de manifiesto con la sucesión de escándalos internacionales que se han suscitado alrededor del caso "Milagro" Sala y los efectos para la organización social indígena Tupac Amaru. 

Pero también en la enormidad de la catástrofe socio-económica que la política cotidiana tiende a ocultar o subestimar. En poco más de un año, el gobierno de Mauricio Macri ha producido un giro económico-financiero injustificado que ha llevado al país a las puertas de convertirse en otro Estado "cuasi-fallido", con millones de nuevos pobres e indigentes, y una deuda externa que ha crecido de manera exhorbitante, devolviéndonos al club de los deudores crónicos y, por ello, susceptibles de ser extorsionados por los organismos internacionales que representan a la banca y las finanzas globales. 


Los medios, el congreso y el ciudadano xenófobo 


En ese contexto, Página12 informa acerca de nuevas embestidas contra las libertades fundamentales, y los intentos por parte del gobierno de implantar una narrativa xenófoba que le de réditos electorales entre una ciudadanía aturdida (en estado de Shock), propenso "universalmente" a aceptar la culpabilización de los elementos más vulnerables de la sociedad en épocas de crisis. 

Esta vez, los elegidos son los estudiantes extranjeros, a los que se acusa de usufructuar del sistema educativo, al tiempo que se los estigmatiza como vagos y potencialmente delincuentes. 

Representantes del poder legislativo han pedido a las universidades públicas que se les informe de las identidades y currículos de todos los estudiantes extranjeros en sus claustros, en un claro gesto demagógico, aprovechando los informes periodísticos que en los últimos meses han publicitado las usinas mediáticas próximas al gobierno de "extrema derecha" que gobierna el país.
Con el fin de sacar a la luz el deterioro notable de la sociedad argentina, me permito describir un país imaginario en el que un imaginario Donald Trump, gobierna a través de un verdadero Mauricio Macri. 

El país imaginario de Trump gobernado por Macri

Imaginemos que uno de los aliados parlamentarios del señor Trump en el congreso pidiera un informe a los rectores de todas las universidades del país, exigiendo los datos de los estudiantes extranjeros y acceso a sus currículos académicos.

Imaginemos que en esos mismos días, el gobierno de Trump decidiera militarizar las calles (modificando una ley que prohíbe a las fuerzas armadas inmiscuirse en asuntos internos), volcando al ejercito al control de los barrios y creando un nuevo sistema de detención de "los ilegales". 


Imaginemos que los organismos de derechos humanos, constataran que en su primer año de gobierno del imaginario señor Trump se hubieran multiplicado los asesinatos y las torturas en las comisarías, y que se hubiesen multiplicado también los asesinatos por "gatillo fácil" protagonizados por las fuerzas de seguridad, y los linchamientos (la justicia por mano propia) en algunas zonas del país.

Imaginemos que en el país de este señor Trump se comenzara la construcción de un "muro" (prometido durante su campaña electoral) para proteger al país de los "narcotraficantes y delincuentes" de los países vecinos (Argentina acaba de firmar un acuerdo absolutamente aberrante para un país soberano, un país rodeado por países históricamente aliados y hermanos, que establece una estrecha colaboración con los Estados Unidos en el control de sus fronteras).

Imaginemos que en este mismo momento, en el país de Trump, una indígena y militante social fuera encarcelada, y toda su imponente obra social (escuelas, comedores, clubes deportivos, centros culturales, fábricas y talleres) derruida por orden del gobernador de un Estado como el de Dakota (provincia de Jujuy), pero con problemáticas semejantes de lo que concierne a los derechos civiles al Estado de Misisipí en las décadas de los 50 o los 60. 


Imaginemos que la mujer indígena fuera acusada en primer lugar por protestar contra el actual gobernador por sus amenazas de destruir el logro colectivos de la última década, pero luego (ya detenida), difamada por la prensa local y nacional, se la condenara antes de que una investigación judicial independiente comenzara su tarea.

Imaginemos que se la retuviera ilegalmente durante un año, se la incomunicara, se matara a algunos de sus compañeros, se torturara a otros, y todo esto ocurriera pese a las exigencias por su liberación por parte de organizaciones internacionales de derechos humanos como las Naciones Unidas, Human Rights Watch, Amnisty Internacional, la Organización de Estados Americanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y muchas otras.

Imaginemos que los aliados del gobernador de Dakota o Misisipí (Jujuy) propusieran que el pueblo "blanco" decida, a través de una consulta popular, qué hacer judicialmente con la mujer indígena encarcelada. Y que el gobierno federal de este señor Trump imaginario no solo no se pronunciase con firmeza contra semejante aberración, sino que incluso la justificara con una frase de este estilo: "la gente siente que esta señora es corrupta. Por ese motivo, debe continuar detenida y el gobernador debe explicarlo mejor a los organismos internacionales que no conocen la realidad de los hechos".

Escándalo diplomático y violencia contra la mujer


Finalmente, para completar la imagen con un ejemplo del ámbito diplomático, e ilustrar su tendencia a la discriminación por género que ha caracterizado al presidente Macri a lo largo de los años, imaginemos que el señor Trump recibiera en su territorio la visita de una señora canciller de un país vecino (Cuba, por ejemplo), pero decidiera impedirle el paso a una reunión en la que le corresponde participar (por ejemplo, la Organización de Estados Americanos), utilizando las fuerzas policiales. 


Imaginemos que a la señora canciller se le prohibiera efectivamente la entrada al recinto, y en los forcejeos en la entrada del edificio fuera golpeada por la policía local  (causándole los golpes una fractura del antebrazo). Imaginemos que el imaginario  Trump, lejos de disculparse, decidiera mofarse de ella en una conferencia de prensa. 

(Lo ocurrido con la canciller venezolana en horas recientes en Argentina:  los gobiernos de Paraguay y de Brasil - ambos fruto de un coup d'etat, aliados con un gobierno de extrema derecha surgido de las urnas [aunque el señor Macri se auto-define como pos-ideológico] decidieron suspender unilateralmente a Venezuela del Mercosur. La canciller venezolana - Delcy Rodríguez, fue golpeada por las fuerzas de seguridad cuando intentaba entrar en el Ministerio de Relaciones Internacionales, causándole efectivamente una fractura del antebrazo).

Imaginemos al señor Trump haciendo todas estas cosas. 


¿Si todo esto estuviera ocurriendo en el país de Trump, que dirías de Macri?

PLANIFICACIÓN Y MERCADO (y un apunte sobre la banalidad del mal).

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Collage de Marcela Ribadeneira (1982)



Hace unas días, el presidente Mauricio Macri volvió a deleitarnos con la enunciación teórica que subyace a su práctica política. La llamada "teoría del derrame" (liberar fiscalmente a los ricos hará que los pobres recojan también los beneficios de su creatividad y capacidad de inversión), se combina en su imaginario con un elaborado marco teórico que ataca todo intervencionismo del Estado.

Sin embargo, los datos macroeconómicos (no sólo en Argentina), demuestran que el anti-intervencionismo es tremendamente costoso. En los últimos meses, las exenciones fiscales y los despidos masivos, la de-financiación de los planes sociales y la subfacturación en obras de infraestructura, no tienen correspondencia con la tan esperada disminución del déficit fiscal, sino todo lo contrario. La pregunta es: ¿Cómo explicar esta aparente contradicción?

Leemos en Crítica de la razón utópica del teólogo y economista Franz Hinkelammert:

"La disminución de intervenciones del Estado benefactor [son sustituidas] por el intervencionismo político del Estado policíaco y militar. La intervención [no disminuye] sino que se [traslada] del campo social hacia el campo policial y militar."

"La disminución de las intervenciones del Estado benefactor, aumentan las crisis económicas y sus efectos en la población. Esta población difícilmente puede aguantar tal pauperización y tiende a levantarse a favor de estas mismas intervenciones. Por lo tanto, hace falta una intervención para sofocar estas reivindicaciones populares, y esta será la intervención policial y militar."


El giro cultural


Obviamente, un giro copernicano de esta naturaleza debe ser acompañado de un giro cultural de análoga dimensión. Cuando en estos días escuchábamos al Jefe de Gabinete del gobierno, Marcos Peña, vituperar al pensamiento crítico, estábamos asistiendo a la expresión desnuda de este intento solapado de evitar cualquier reflexión seria respecto al rumbo, y la lógica del rumbo, en el que estamos embarcados.

Marcos Peña venía a decir: “El pensamiento crítico le ha hecho mucho daño al país. Lo que necesitamos es entusiasmo, un espíritu constructivo y positivo”. 


Obviamente, pensar críticamente no significa pensar sin entusiasmo, y mucho menos significa no pensar constructiva y positivamente. El pensamiento crítico es radicalmente entusiasta, radicalmente constructivo y radicalmente positivo. Se sostiene en la convicción de que la realidad puede cambiarse para el mejoramiento de la vida de todos, auténticamente.

Sin embargo, ante la evidencia de la pauperización social y el regreso de la explotación más brutal, Marcos Peña nos invita a abstenernos de cualquier pensamiento crítico y practicar un entusiasmo vacío, superficial. No fundado en la realidad, sino en la ingenua esperanza.

Evidentemente, si estamos poseídos por la utopia anti-intervencionista a la que se han rendido los ideólogos de Cambiemos, quienes ponen todas sus esperanzas en el equilibrio del mercado y su mano invisible, algo de esta naturaleza parece razonable.

Pero ya hemos visto que el anti-intervencionismo depende enteramente de un feroz intervencionismo policial y militar para ser implementado.

El pensamiento crítico reflexiona acerca del tipo de planificación que es conveniente para el conjunto de la sociedad en su totalidad (lo cual no es lo mismo que intentar totalizar a la sociedad). Es lo que llamamos una "política de inclusión". Una política de este tipo invierte en el bienestar y se ahorra el costo del control y la represión por parte del Estado. 

UN AÑO JUNTOS. ¿UNA HISTORIA DE AMOR?

Mauricio Macri

El gobierno "celebra" su primer año de gobierno con una campaña de aniversario. La fotografía elegida por su equipo de imagen es austera y se asemeja a la mirada desnuda y silenciosa que Macri nos regaló durante la campaña. 


El mensaje es claro, aunque a esta altura, no deberíamos ser tan crédulos: "Confíen en mí". Lo ha dicho varias veces, pero sabemos que no ha cumplido. Sus promesas de campaña fueron un fiasco. 

Pero esta vez, la imagen contiene otro elemento, un cartelito (semejante al que se utiliza en las campañas en las que se reivindica un derecho) en la que el presidente nos recuerda: "Un año juntos". 

El hecho de que esté solo sugiere un mensaje amoroso: el presidente y su gente, cada uno de ustedes, nosotros. El mensaje es personal, una postal para celebrar nuestro aniversario. 

Y la respuesta de sus votantes más leales se asemeja al modo en el cual responden los adherentes de un club de fans: lo imitan y, convierten el mensaje en una red de mensajes que consolidan "nuestro año juntos" en una melosa manifestación de cariño y de lealtad. 

"Un año juntos" - responde un señora de Gualeguaychú en la cuenta del presidente; y otra, asomada al cartelito que sostiene en Carlos Casares, declara de manera sospechosa: "Por la esperanza que nos diste"; y un señor barrigón afirma sin pudor: "Si, se puede", bajo la consigna elegida por los "monitores" de imágenes: "Un año juntos. Un año de amor".

A nosotros, ante semejante pantomima celebratoria en medio de tanta tristeza, nos toca hacer cuentas y preguntarnos [de veras] qué ha dejado el año:

Quizá, lo más relevante, como sociedad, como pueblo [pese al asco que le produce al macrismo este vocablo maldito] es que en Argentina se vive [una vez más] una suerte de persecución política. Diferente a la que se vivieron en otras épocas [por supuesto] pero una persecución al fin, acompañada por la asfixiante hegemonía de los grupos concentrados de medios que han establecido un blindaje preocupante para la democracia. 


Una persecución política que comenzó el primer día de gobierno, pero que echa sus raíces en la funesta campaña de descrédito que se hizo, no sólo contra el gobierno anterior, sino contra todo aquel que osara declarar algún favoritismo hacia sus políticas. 

El kirchnerismo es "populismo", y el "populismo" es el vocablo inventado, la cifra, que concentra todo el mal de nuestra época. El "populismo" es el engaño que le hizo creer a la gente [sin más] que existe como pueblo y que tiene derechos. Solo existen individuos, decía Margaret Thatcher, la sociedad es un invento. Y los individuos tienen éxito o fracaso en función de su talento y de su esfuerzo. Cualquier otra variable es irrelevante. El pobre es malo, un vividor, un vago. Y el gobierno está aquí para darle a los ricos lo que pertenece a los ricos, y quitarle a los pobres lo que han osado creer que les pertenece y merecen.

En este marco, quienes no concuerdan con el gobierno en los puntos y en las comas de su relato son tildados de K, independientemente de su filiación política [lo constatamos esta semana cuando los funcionarios del gobierno, incluido el presidente, cruzó a 13 bloques parlamentarios que firmaron conjuntamente la ley de emergencia social y la ley sobre ganancias, acusándolos de K]. "Tuvimos una pesadilla" - dijo el presidente. "Pensamos que habían vuelto los K". 

El gobierno se ha cansado de repetir que el camino hacia la  "curación" comienza con el "sinceramiento". Pero este sinceramiento no puede consistir exclusivamente en un ejercicio de memoria [arbitraria] del pasado, practicada con fanatismo durante los últimos doce meses, sino que tiene que incluir (y esto es quizá mucho más importante a esta altura) lo que le está ocurriendo al país ahora mismo. Y lo que el país está viviendo es una profunda regresión en términos de derechos civiles, políticos, económicos y culturales.

La economía va para atrás. Todos los datos macroeconómicos son catastróficos. Y las historias personales de esa catástrofe rompen el alma de cualquier persona con el más mínimo atisbo de empatía. 


La grieta histórica de la Argentina [la que existió siempre, y que de ningún modo creó el kirchnerismo, como repite el manual al uso] la que vivió Yrigoyen y Perón, la que estuvo detrás de todos los golpes de Estado sufridos durante un siglo, la que está detrás de los 30.000 desaparecidos y el golpe financiero al Dr. Alfonsín, la que dividió al país en la época de Menem, pero también la que explotó dejando un reguero de muerte y hambre en 2001, con De la Rúa, esa grieta, lejos de reducirse a través del [ficticio] diálogo que el macrismo (decía) venía a entablar con las fuerzas políticas y sociales, se ha acrecentado. 

El año acaba con el gobierno enfrentado a todas las fuerzas de la oposición, en medio de insultos y descalificaciones incomprensibles hacia aquellos que lo acompañaron durante todo el año haciendo lo que ellos llaman "una oposición constructiva".

Las calles del país están [literalmente] militarizadas. La ministra de seguridad, Patricia Bullrich, ha desplegado un enorme operativo debido a los temores que causa la inquietud ciudadana y el malestar de los más humildes. La "inseguridad" se acrecienta con cada día que pasa. No sólo hay delincuentes en las calles, sino que aumentan los delitos del propio Estado. Es tan peligroso encontrarse con un "chorro" como con un policía o un gendarme en las calles de la ciudad. 


Las fuerzas de seguridad han alcanzado récords de homicidios en las comisarías y se han multiplicado los asesinatos por "gatillo fácil". Se han producido numerosos linchamientos, algunos de ellos promocionados y justificados abiertamente por la prensa canalla. Al tiempo que crecen las evidencias y denuncias por torturas realizadas por las fuerzas de seguridad del Estado y el control arbitrario de la población.

La pobreza se expande en todos los registros materiales y se multiplica, psicológica y emocionalmente, entre la población. La gente se derrumba, las familias sufren, los chicos pierden sus derechos, mientras los sectores privilegiados de la sociedad acrecientan su ventaja frente al resto y celebran de manera frívola sus beneficios mal habidos.

Mientras tanto, uno de los principales aliados del gobierno, en su provincia (Jujuy) impone una justicia feudal, condenada por todo el arco de organismos y organizaciones de derechos humanos, referentes y académicos de renombre, llevando al gobierno en un gesto caprichoso a enroscarse en sí mismo, haciendo un papelón que hace retroceder a la Argentina ante toda la comunidad internacional en uno de los temas que mayor reconocimiento le valió durante las últimas décadas: la defensa de los derechos humanos.

Sin embargo, el blindaje mediático da sus frutos:  un gobierno que vino para resolver los problemas de los argentinos pero acabó agravándolos, sigue teniendo aire. 


Es el aire de una "esperanza" que se ha convertido más bien en una maldición, porque con cada día que pasa, el deterioro es mayor, y aunque los números macroeconómicos resulten relativamente mejores el año que viene, lo serán selectivamente y no para el conjunto de los argentinos.

Una vez más, Argentina apuesta a ser parte del mundo neocolonial, con una población sobrante que no recibirá el apoyo de un Estado benefactor y a la que no se le reconocerán sus derechos, y unas élites cosmopolitas que, bajo el pretexto de una política meritocrática y falso realismo, se pone al servicio de los intereses corporativos, accionando para explotar nuestras riquezas y oprimir a su pueblo. Este que ellos tanto detestan.

LA NUEVA ARGENTINA, LOS VIEJOS FANTASMAS


Mauricio Macri cumple un año de mandato como presidente de los argentinos. El 10 de diciembre de 2015 asumió su cargo después de una reñida segunda vuelta en la que obtuvo el apoyo del 51,34 % del electorado, contra el 48,66% de los electores que se volcaron a favor del entonces candidato oficialista Daniel Scioli.

Las promesas de campaña del Frente Cambiemos que encabeza Mauricio Macri fueron altisonantes. Ahora el gobierno reconoce que no se condecían ni con la realidad del país, ni con las consecuencias previsibles de las medidas adoptadas. Con un discurso ceñido a los eslóganes y la estética que llevaron a Barack Obama a su triunfo en 2008 en los Estados Unidos, y al ritmo del ¡Si, se puede!, Mauricio Macri prometió que sostendría las mejores políticas y logros del gobierno saliente, aunque admitía la necesidad de un “sinceramiento” de la economía que consistiría en un ajuste gradual que no repercutiría en su promesa más exigente: el logro de “pobreza 0”.

Durante el primer mes de mandato, Macri inició un agresivo programa de ajustes que chocaban de lleno con sus promesas de campaña. Ni bien asumir, liberó el mercado cambiario, produciendo una devaluación del 40% de la moneda, en un mercado estrechamente asociado al precio del dólar, lo cual supuso el alza exponencial de la tasa inflacionaria, que ronda actualmente el 45% interanual; puso fin a las retenciones fiscales a las corporaciones agroexportadoras y a las empresas mineras; y emprendió un agresivo ajuste de las tarifas de los servicios básicos de energía y agua que va del 400 al 1.000%. Miles de pequeñas y medianas empresas se vieron obligadas a cerrar debido a estas medidas.

Mientras tanto, el gobierno logró el apoyo de la oposición para llegar a un acuerdo judicial con los Hedge funds o fondos “buitre”, encabezados por el multimillonario Paul Singer. Esto facilitó el regreso del país al mercado de capitales. De acuerdo con el gobierno, todas estas señales precipitarían una ola de confianza e inversiones extranjeras que nunca llegaron. El resultado es que el gobierno ha suplantado las inversiones con nueva toma de deuda, iniciando un nuevo ciclo de endeudamiento que ha alcanzado una dimensión preocupante. El porcentaje destinado al pago de intereses para el presupuesto del 2017 ronda el 10%, lo cual supone, respecto al año anterior un aumento del 32 %. Es decir, recortes en todas las áreas del presupuesto del Estado, especialmente en las áreas salud, educación, investigación y desarrollo y asistencia social. Esto ha convertido a las calles del país en un espacio de protestas y reivindicaciones permanente, en el cual los movimientos y los sindicatos más combativos parecen desbordados por sus bases.

Habiendo cumplido con celeridad con el estamento más rico de su electorado, Macri parece reticente a hacerse cargo de sus promesas a los más necesitados. Eliminó las retenciones a la renta extraordinaria de las corporaciones agroexportadoras, y las mineras, al mismo tiempo que congelaba salarios e iniciaba una drástica ola de despidos en el sector público que se convirtió en santo y seña para los despidos en el sector privado. Permitió el aumento indiscriminado de tarifas a las empresas de energía y agua, al mismo tiempo que congelaba los aumentos de las asignaciones sociales y las jubilaciones en relación a la elevada tasa de inflación. Favoreció a empresarios amigos condonando sus deudas con el Estado, al tiempo que suspendía de facto los convenios colectivos (llamados en Argentina “paritarias”). Se calcula que la perdida del poder adquisitivo de los trabajadores ronda el 10%, en momentos en el que se profundiza la recesión a ritmo sostenido.

Mientras tanto, los datos sociales empeoran notoriamente. Ya en el mes junio, el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina anunciaba que desde la asunción del nuevo gobierno, el número de pobres se había elevado en 1.400.000 personas, y el número de indigentes en 500.000. Otros estudios señalan cambios importantes en los hábitos alimentarios de los más desfavorecidos, dando cuenta con ello de la brutalidad y velocidad de los ajustes. Los comedores públicos, por ejemplo, se han multiplicado. La crisis social tiene un impacto inmediato en las tasas de criminalidad que se han elevado exponencialmente. La “economía” y la “inseguridad” es lo que más preocupa a los argentinos.

Con la economía en recesión, y una caída en la actividad económica que ronda el 3%, una desocupación que ronda los dos dígitos (lo cual implica un crecimiento aproximado de 4% en lo que va del año), el déficit fiscal notoriamente en alza, la ausencia de inversiones extranjeras y el re-endeudamiento, la solución del gobierno pasa por imponer recortes y forzar una flexibilización laboral, que solo podrá ser impuesta criminalizando y reprimiendo la protesta social.

En este contexto, el presidente Mauricio Macri se enfrenta al escándalo desatado por su inclusión entre los principales denunciados en el caso internacional de los llamados “Panamá Papers”. Pese al blindaje mediático, se han conocido al menos una docena de nuevas cuentas off-shore que involucran al presidente y su familia. En ese marco, esta semana, el presidente ha modificado por decreto una ley de blanqueo consensuada en el Congreso Nacional por el oficialismo y los principales gurpos opositores, que viola el espíritu del texto legal, permitiendo a los familiares de funcionarios a que se acojan al blanqueo. Las sospechas crecientes apuntan que el motivo es beneficiar a los familiares y amigos del primer mandatario.

La promesa del gobierno a sus votantes fue regresar al país al mundo. Exceptuando el regreso al mercado de capitales, lo cual le ha permitido un endeudamiento que se ubica entre los más onerosos entre los países emergentes, no hay signos de nuevas inversiones en el país. El capital extranjero se contenta con disfrutar con las elevadas tasas que le ofrece el mercado financiero y la impunidad fiscal que facilita la fuga de capitales.

Pero el gobierno también tiene abierto otro importante flanco. El Grupo de Trabajo por Detención Arbitraria Personas de las Naciones Unidas ha exigido al gobierno la inmediata liberación de la dirigente social Milagro Sala y representate del Parlasur, detenida ilegalmente en su provincia, Jujuy, el 17 de enero de 2016. El gobierno ha respondido con dilaciones y excusas a los requerimientos internacionales, pese a la evidentes irregularidades del caso. A la demanda inicial del Grupo de Trabajo de la ONU, se han sumado la Organización de Estados Americanos (OEA) a través de su jefe actual, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otras organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional. Incluso el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, en una reciente visita a Buenos Aires señaló, en presencia de Mauricio Macri, su preoupación por las irregularidades denunciadas en la provincia del noroeste argentino, donde gobierna un socio importante del gobierno, y uno de los principales artífices del triunfo electoral del Frente Cambiemos.

El clima social en Argentina está enrarecido. Pese a que la oposición política y los sindicatos han facilitado la transición durante este primer año de gobierno, las bases sociales se encuentran en estado de alerta. A menos que el gobierno realice un golpe de timón de envergadura, el horizonte de conflictividad social anuncia un futuro incierto.

"VOLVER AL MUNDO"

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Poster de Amnistía Internacional 

Hay momentos y sucesos especialmente interesantes porque desnudan de manera notoria el entramado ideológico y los prejuicios que subyacen a un determinado grupo político o gobierno, pese a la “cosmética comunicacional” que practiquen. 


En este caso, quiero referirme brevemente a lo que desnuda la detención de Milagro Sala y la rabia que el macrismo empieza a acumular frente a las denuncias de los organismos internacionales y las organizaciones no gubernamentales que están transparentando el poco apego que tiene el gobierno a los asuntos relativos a la institucionalidad. 

Recordemos brevemente a qué nos referimos: primero fue el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Detención Arbitraria; luego la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH); también, la Mesa Directiva del Parlasur; diversas organizaciones internacionales por la defensa de los derechos humanos como Amnistía Internacional o el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS); y el actual titular de la Organización de Estados Americanos (OEA). También han denunciado la detención: el Primer Ministro de Canadá Justin Trudeau en su reciente visita a la Argentina, como científicos, investigadores universitarios y rectores de todo el país.

Para cualquier observador más o menos objetivo, esto es un lugar común desde el día 1 del mandato de Mauricio Macri, que comenzó con la teatralizada ruptura de la continuidad democrática, imponiendo un presidente ad hoc durante un día, para escenificar la refundación del país (me refiero a Federico Pinedo, el presidente de 24 horas); y siguió con la imposición (a dedo) y por Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) de dos magistrados de la Corte Suprema; y continuó, con otro sin número de medidas extraordinarias que debilitan gravemente la institucionalidad de la República, como el veto ostentoso a leyes fundamentales, como la ley anti-despido; y más recientemente, y más escandalosamente, con la promulgación de un decreto que se salta la letra de la ley de blanqueo para incluir a familiares de funcionarios (contra todas las opiniones, incluidas las de sus propios legisladores) con el fin de beneficiar al presidente y su familia que se encuentran investigados por lavado de dinero, asociados a uno de los escándalos más resonados internacionalmente, como los Panama Papers.

Pero lo de Milagro Sala pone sobre el tapete otra cuestión. Recordarán ustedes que uno de los leitmotiv de la propaganda PRO durante su campaña fue: “Vamos a volver al mundo”. La idea era que la Argentina había estado aislada durante la década pasada y que era hora de hacer a la Argentina un país entre otros países importantes, sacándola de la esfera de influencia tercermundista latinoamericana. El estribillo era acompañado con el desprecio a Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, y también Brasil. “Volver al mundo”, era volver a los Estados Unidos y Europa.

Con ese argumento como punto de arranque, el gobierno presionó al congreso para promulgar los instrumentos que necesitaba para un arreglo (muy flojo para la Argentina) con los fondos buitres; y con esa misma lógica, impuso un nuevo entramado administrativo que favorece a las corporaciones en detrimento de la economía local; y con esa misma coherencia ideológica, eliminó retenciones y modificó la legislación y la reglamentación administrativa para seducir a los inversionistas que, por el momento, se conforman con los regalos financieros especulativos que el país le sirve en bandeja, mientras nos hundimos en un nuevo ciclo de endeudamiento.

Lo que el gobierno no parece haber entendido, o no está dispuesto a admitir, es que volver al mundo no significa solamente “volver a los mercados” y “volver a la timba financiera”. Quiere decir, también, volver a un entramado de instituciones, leyes, organizaciones, a una esfera pública internacional, a un poder blando que se ejerce a través de medios, redes sociales, activismo, etc., que en la jerga llamamos “regímenes de derechos humanos”.

La reacción del gobierno es preocupante, como son preocupantes las opiniones de intelectuales y periodistas del establishment que, en un reflejo autoritario, vuelven a repetir los viejos eslóganes del pasado, negándose a aceptar los reclamos internacionales con excusas banales que ponen al desnudo la ideología imperante.




"STAND STILL": ZIZEK Y LA REVOLUCIÓN CUBANA


En una entrevista concedida a la televisión rusa, el filósofo esloveno Slavoj Zizek volvió a intervenir en el debate público golpeando el panal de abejas.

La razón por la cual lo entrevistaron fue para que ofreciera algún pensamiento acerca de la muerte del líder cubano, Fidel Castro, y el futuro de Cuba. Zizek prefirió unirse al coro de detractores de la Revolución, y marcar la ocasión con el desprecio.

Haciendo caso omiso del entrevistador, se preguntaba Zizek a sí mismo: “Seamos honestos, ¿qué ha hecho la Revolución en el ámbito de la cultura, la economía o la política en los últimos años?”, e inmediatamente se respondía: nada, o prácticamente nada, no ha podido crear nada nuevo (y eso, nos confiesa Zizek, le molesta enormemente). Según Zizek, Cuba es un país que se encuentra a la espera, "las calles están rotas y los edificios demacrados" - o algo por el estilo - un país que se auto-justifica sufriendo.

El problema con estas ideas es que resultan muy familiares. Mi vecina, una jubilada catalana que viaja tres o cuatro veces al año a diferentes lugares del mundo con los ahorros de su jubilación, llegó [unos días antes de la muerte de Fidel] de La Habana. Cuando le preguntamos qué pensaba de todo aquello, la buena mujer nos dijo algo semejante a lo que expresó Zizek en la conferencia como si estuviera ofreciendo un descubrimiento asombroso: "las calles están rotas y los edificios demacrados". "Pero la gente es majísima - agrega la señora - aunque los médicos que encontré en el malecón me dijeron que no podían comprarse unas zapatillas Nike."

El problema es, justamente, que la mejor respuesta a Zizek no puede ser una respuesta marxista, la cual erraría completamente el blanco. La respuesta solo puede ser "teológica". Porque si hay algo que podemos ponderar de la Revolución cubana y de lo que vino  después (50 años de vida cotidiana) es su profunda devoción a “San Benito”: oración y trabajo. 


Lo que podemos admirar de esa Cuba tan despreciada "por sus calles rotas y sus edificios demacrados", es justamente la paciencia. Y, con ella, la firme decisión de preservar ciertos “valores” socialistas que la revolución conservadora, primero; la derrota del comunismo soviético, después; la apuesta hiper-capitalista china, a continuación; y el triunfo de los posmodernismos de derecha y de izquierda al  estilo Zizek (pese a su renuencia a aceptarlo) que allanaron el camino para el triunfo del neoliberalismo, amenazaban con liquidar. 

En las últimas cinco décadas, hemos visto de qué manera el mundo se tropezaba con una serie de promesas que acabaron siendo, no sólo un callejón sin salida, sino el detonante de una serie de amenazas que ahora se asoman como insuperables (cambio climático, desigualdad extrema y exclusión, guerra fratricida y amenaza nuclear, retorno de los totalitarismo y los genocidios étnicos, etc.)


Y al contrario de lo que nos dice Zizek, Cuba supo construir una alternativa visible y viable (pese a sus límites, en buena parte debidos a su realidad constitutiva: es una pequeña isla sin petróleo en el Caribe, cuyo fracaso fue largamente anunciado y que, sin embargo, sobrevivió cincuenta largos años de ataques feroces de toda la comunidad internacional). Una alternativa que no encajaba con un sistema que, bien mirado, se ha ido comiendo muchos de los logros sociales que se ganaron con sangre, sudor y lágrimas durante los últimos dos siglos, o que se encuentran en franco retroceso, incluso los logros civiles y políticos, sociales y económicos, que surgieron como fruto obligado del sufrimiento colectivo que produjo la Segunda Guerra Mundial en Europa. 


Jean-Paul Sartre y Ernesto "Che" Guevara

Preguntarse acerca de lo que hizo y lo que no hizo la Revolución cubana, sin prestar atención a la realidad geopolítica de la isla y el contexto histórico en el cual la Revolución cubana (y todo lo que vino después) permitía y no permitía [fácticamente] es una forma grosera de ignorancia o de muy mala fe.

El otro tema que aparece en la entrevista gira en torno al juego de palabras que despliega Zizek, con el cual pretende asociar a la Revolución cubana con una suerte de "castración" del pueblo cubano, que necesitaba un líder llamado "Castro" para llevarla a cabo. Castro y castración, dice Zizek con muy mal gusto, y el desprecio hacia un pueblo que juzga "idiota". 


¡¿Qué decir sobre esta pasión "lacaniana" de Zizek en este caso?! Cuanto menos, que si estuviera siendo fiel a Lacán, su prosa lacaniana tiene profundas limitaciones. Poco más puede agregarse al respecto. 

Por eso me vuelvo a la teología para hablar de su compulsión (siguiéndole el juego psicoanalítico) para mostrarle su incapacidad de entender eso que él mismo define tan bien: el arte del "stand still" (quedarse quieto o estarse quieto), que sólo puede practicar quien ha llegado al final de un camino y comprende lo Real de suyo, que Zizek siempre acaba eludiendo a través de su imaginario conceptual compulsivo. 

Porque si el "fidelismo" fue un "stand still" (quedarse quieto, estarse quieto) ante una realidad que amenazaba con su aniquilación. También fue la fidelidad a una promesa: la de no renunciar a la Revolución. Por eso, diría yo, contra Zizek que, más que asociar la Revolución con el "Castro" de la castración, deberíamos asociarla a la fidelidad a la justicia social, a un humanismo universalista que el talante posmoderno de zizek es incapaz de aceptar o siquiera entender. Quizá, como señalan algunos filósofos de la liberación latinoamericana, como Dussel o incluso Castro Gómez, en Zizek anida un eurocentrismo, que el mismo se ha encargado de bordar sobre las charreteras de su uniforme teatral.

Finalmente, me gustaría detenerme en la pasión de Zizek por la novedad. Aquí es donde es más evidente el límite de su retórica posmodernista. Y es en Walter Benjamin (y en la noción de Baudelaire de la moda, y la gravedad de la frivolidad) donde podemos encontrar la clave para interpretar su compulsión. 


Porque si hay algo que caracteriza a Zizek, eso es la "repetición", el "eterno retorno" de sus textos. Pero, entiéndase bien, aquí repetición es hastío, enmascarado en su forma novedad-entretenimiento. Zizek es un filósofo-entretenimiento, un filósofo de moda y a la moda. Y la moda tiene eso, es la eterna repetición del hastío, enmascarado en la pretensión de la novedad. Y ese es su límite, y la clave de su éxito comercial. Lo que lo lleva a ser tan exitoso es justamente el poder hacer creer a sus lectores que están ante algo extraordinariamente novedoso.

Ahora bien, esa es justamente la caracterización que hace Baudelaire a la hora de definir la "decadencia burguesa". Y esta es la decadencia contra la cual Benjamin arremete en su obra, adoptando una perspectiva mesiánica que consiste, justamente, en reconocer en el origen (la Revelación), su horizonte de sentido (la Revolución). 

Ese reconocimiento, esa promesa, se traduce en una espera extraordinariamente inteligente, en la preservación (aquí es donde entra San Benito: oración y trabajo) de aquello que es amenazado con ser desaparecido en la oscuridad.  

En este sentido, la Revolución cubana tuvo y tiene una suerte de "carácter monacal", el cual Zizek confunde con "castración". Lo que olvida Zizek es la transmutación que produjo la Revolución en el pueblo cubano: el goce de una castidad militante y utópica. Y aquí la castidad es lo opuesto a la castración. La castidad es una contención inteligente y devota frente a la compulsión, que en el caso del discurso, se traduce en la capacidad de reservarnos de la verbalización desbocado, del acto masturbatorio de "hablar por hablar". Obviamente: una revolución anticapitalista debe ser casta, inteligente y devota. La inteligencia consiste en de-contruir el fetiche. La devoción es a la libertad. 

Pero no quisiera que esta entrada se entendiera como un argumento ad hominem contra Zizek. Su estilo y su inteligencia nos ha llenado de alegría a muchos de nosotros. Sin embargo, su compulsión es su síntoma; y su impaciencia, una muestra clara de que su prosa “revolucionaria” no deja de ser una pose sin consecuencia alguna más allá de las fronteras de las marquesinas de las grandes avenidas de las metrópolis del primer mundo y los chismorreos académicos de quienes se cruzan con las divas y los divos de Hollywood. 


En los tiempos que corren, y ante las amenazas, el sufrimiento evidente que nos rodea, y el desconcierto reinante, ese “stant still” que produjo la Revolución cubana es una virtud; y la compulsión de Zizek, su búsqueda incesante de novedad, "más de lo mismo". 


ANEXO

¿Por qué incluir una foto de Sartre y del Che? Quizá porque hay que pensar el exabrupto de Zizek a la luz de otros debates en los cuales participaron intelectuales y militantes sociales y políticos. 

Por ese motivo esta entrada podría haberse titulado, quizá: "Zizek y los intelectuales orgánicos", pero las circunstancias le impusieron otro título. 

Mi tentación, en este anexo, es agregar otra pareja de intelectuales-militantes que reflejan esta disputa en el corazón de la izquierda. 

Por ese motivo, agrego al final un documento audiovisual muy querido, en línea con las últimas "discordias" protagonizadas por Zizek.  Esta vez con Noam Chomsky, con quien el filósofo de Luibliana ha mantenido recientemente una curiosa (lacanianamente hablando) confrontación adolescente. 

Recordamos, entonces, a la manera de un "cortocircuito" - como diría el propio Zizek, aquel extraordinario debate entre Noam Chomsky y Michel Foucault, en torno a la naturaleza humana y el sentido de la justicia, en donde se evidencian los límites del intelecto, y los sacrificios que impone la lucha por la justicia en el mundo real.  




NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...