ARGENTINA: EL "NO LUGAR" DE LA DISPUTA



Introducción: "la política" y "lo político"



En esta nota quiero adoptar una perspectiva teórica. Eso implica alejarse de “la política” coyuntural, la cual siempre nos obliga a tomar posición frente a los eventos cotidianos, organizados en una suerte de espacio o "campo de fuerza" en el que se enfrentan "sujetos", "identidades" (en nuestro caso: el macrismo versus el kirchnerismo, y sus alternativas diseminadas), para pensar “lo político”: que aquí defino, no como un “lugar” abstracto en el que habitan las formas o principios puros de "la política", sino la perspectiva que nos permite observar el presente, como nos enseñó Foucault, como “consecuencia de una historia cargada de accidentes, conflictos fortuitos y acontecimientos no relacionados entre sí que son ellos mismos extraordinariamente casuales, una ‘relación de fuerza que se invierte’.” (BROWN, Wendy, La política fuera de la historia. Traducido por Giuseppe Maio. Madrid: Enclave, 2014, p. 160).

La mirada binaria: analítica y genealógica

Hay varias razones por las cuales es necesario adoptar una mirada binaria sobre la realidad. Pero, primero, definamos que queremos decir con “mirada binaria”. Nos referimos a dos maneras de observar el campo político. Por un lado, la analítica política, que hace referencia a una realidad relativamente des-historiada en la cual nos abocamos a describir un espacio que tiene una estructura institucional determinada, enmarcada en un contexto global peculiar, donde actúan agentes que articulan discursos y representan intereses específicos. Por otro lado, la genealogía política, que pone al descubierto el carácter no lineal, discontinuo, hecho de pedazos de la aparente totalidad que es el presente que somos y donde somos. (Ibídem, p. 161)

Desde la perspectiva genealógica, contrariamente a lo que se presenta a la mirada analítica, no sólo el presente no es una totalidad, ni el fruto lógico-causal del pasado y germen lógico del futuro (porque el tiempo no tiene la linealidad que uno esperaba, ni es un constructo lógico coherente, sino que está constituido por toda clases de azares y paradojas), sino que el presente tampoco se habita en un espacio permanente, continuo y total.

En ese sentido, mientras la perspectiva analítica nos muestra una historia progresiva o regresiva, pero en todo caso, una historia que se caracteriza, fundamentalmente, por su carácter lógico que pone en evidencia progresos o retrocesos que se miden a la luz de diferentes proyectos políticos en disputa (¿avanzamos o retrocedemos respecto a lo que consideramos justo?, por ejemplo) la historia genealógica pone de manifiesto que eso que llamamos “el presente”, su pasado y su futuro, es un escenario fracturado en el cual el investigador busca “puntos de fuga”, posibilidades de libertad. 


El espacio político desde una perspectiva ordinaria


En el caso concreto que nos compete, la perspectiva analítica a la que hemos estado aludiendo en las notas anteriores nos muestra una “Argentina” habitada por diferentes contendientes políticos que pugnan por imponer fines y agendas dispares. Desde esta perspectiva, esas pugnas ponen de manifiesto una “grieta” dentro de la sociedad argentina (kirchnerismo-antikirchnerismo, macrismo-antimacrismo,  y las ofertadas "terceras vías" que insisten en equiparar las anteriores para establecerse como opciones). Desde esta perspectiva, podemos decir que habría un "espacio común" al que llamamos “Argentina”, y en el seno de dicho espacio se manifiestan las particularidades aparentemente irreconciliables (macristas, kirchneristas y terceras vías a la izquierda y a la derecha) organizadas de manera tensionada, siempre en un peligroso equilibrio que puede romperse y devenir un conflicto de guerra abierta. 


Argentina como "no lugar"

Sin embargo, si reconocemos que “Argentina” es un nombre vacío, una mera etiqueta, un rótulo, que establecemos sobre una base territorial y poblacional fluida, eso que llamamos "Argentina" se convierte en el nombre de un “no-lugar” en el que una multitud de fuerzas pugnan por llenar de contenido explícito, incluso cristalizarse en un momento histórico como lo real. 

Obviamente, lo que sirve como base (lo que es asumido y lo que es rechazado, lo que es políticamente definido como el adentro y el afuera de esa Argentina coyuntural que hegemónicamente se constituye en cada instancia) no es producto de la pura, arbitraria “subjetividad” o “intersubjetividad” de los sujetos, sino que se realiza o se constituye a partir de lo que el pasado en su inconmensurable riqueza tiene para ofrecer al presente como materia para una formalización determinada.

Ahora bien, lo que desde el punto de vista analítico es visto como un espacio en el que se disputan el poder el macrismo y el kirchnerismo (y otras formaciones políticas alternativas), desde la perspectiva genealógica se entiende como un no lugar en el cual las diversas fuerzas intentan establecer la identidad de un espacio hecho a imagen y semejanza de sí mismos. Por lo tanto, no hay un espacio común de convivencia. Lo que se le exige o impone al otro es una suerte de conversión. La pugna política es siempre, desde esta perspectiva, un "todo o nada". 

En este sentido, lo que cotidianamente observamos en las resistencias, repliegues y re-invenciones en las que en cada caso esas fuerzas contingentes parecen estar involucradas es una lucha por la supervivencia misma o la desaparición. Porque las fuerzas derrotadas serán silenciadas o confluirán en otras corrientes que las deformarán hasta convertirlas en irreconocibles, sombras de lo que fueron, o dueñas y propietarias de la Argentina del presente.   

Moralismo y resentimiento en política

Por ese motivo, si nos empeñamos en identificar las fuerzas políticas con los individuos que las representan material y simbólicamente (Mauricio Macri o Cristina Fernández, por ejemplo), o reducimos las pugnas políticas a escenarios de clase, de partidos o de movimientos, y a partir de allí, con un fin analítico, naturalizamos los orígenes, o asumimos sus caracteres de manera esencialista, quedamos atrapados en contradicciones, negacionismos o sencillamente en la "mala fe". Y, lo que es aún peor, quedamos expuestos a la denuncia moralista. Por la sencilla razón que en la lógica de lo político nadie sale indemne del archivo.

Sin embargo, el archivo solo da cuenta de entidades sustantivas, cristalizadas, que tienen relevancia cuando uno intenta condenar o legitimar a dirigentes o espacios políticos en la pugna coyuntural de “la política”.


Hacia una política efectiva: la licitación de nuestros proyectos

La razón por la cual es importante cultivar, no sólo una mirada analítica sobre el presente, sino también genealógica es porque es preciso en política estar libres del “moralismo” y del “resentimiento”. 


Una política basada exclusivamente en el moralismo y en el resentimiento deja de ser efectiva. Y aquí la efectividad consiste en permitirnos articular una política propositiva. A menos que nos resistamos a esta lógica impuesta por la coyuntura electoral, tanto el kirchnerismo como el macrismo estarán abocados en los próximos meses a escenificar una política moralista y resentida, denunciándose mutuamente por el pasado y el presente de cada cual. Lo opuesto a ello, como dice Wendy Brown, es una política articulada como una forma de “licitación” del poder: ofreciendo una mejor alternativa al presente que nos aflige.

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