BARACK OBAMA Y EL MAESTRO BUDISTA


Desde la victoria de Donald Trump, el mundo del Budismo occidental se ha vuelto histérico. Algunas horas después del triunfo del magnate, un famoso maestro budista, de retiro cerrado con sus seguidores en España, detuvo el programa con el fin de ofrecer un paliativo a los participantes conmocionados. La grabación de su mensaje fue publicitada en las redes sociales, convirtiéndose en viral. 


La carta abierta de una docena de famosos maestros budistas estadounidenses fue publicada horas después de que se conocieran los resultados electorales con intenciones semejantes: aplacar el desequilibrio emocional que causó la sorpresa. La redes sociales fueron llenadas con entradas y comentarios de budistas denigrando a Donald Trump y a sus seguidores. Mientras tanto, a medida que los días pasaban, una nueva tendencia crecía a ritmo vertiginoso, la de ofrecer semblanzas hagiográficas de Barack Obama (el nuevo protector y santo liberal). 

Hace unos días, otro maestro de meditación (experto en su campo) se dirigió a sus amigos y  seguidores en Facebook para convencerles que Obama había sido el mejor presidente en toda la historia de los Estados Unidos. De manera no muy persuasiva pretendía que los aspectos negativos del legado de Obama, su brutal política exterior, entre otras cosas, debían interpretarse tomando en consideración la oscuridad de las circunstancias globales. 

Otro maestro nos recordó, con el fin de justificar a Obama (sus guerras y asesinatos selectivos), el dilema del terrorista con una bomba y los diez inocentes. "¿Qué se supone que debemos hacer?" Y citaba la historia del canon Pali del capitán y los mercaderes. La referencia habitual a la ley del karma en este caso fue tácita, pero obvia.

Nixon y Kennedy. El feo y el encantador




Ayer decidí mirar nuevamente la película de Oliver Stone sobre Nixon. Recordé que lo que más me había gustado del film cuando lo vi por primera vez era la manera en la cual Stone contrastaba a Kennedy y Nixon, representando la lucha interior Nixon, quien pretendía ser amado por su pueblo como lo era Kennedy (recomiendo además volver a ver la trilogía de Oliver Stone sobre Vietnam y el resto de la filmografía del director de Platoon).

Kennedy era un personaje encantador, amado por su gente y convertido en un ídolo por muchos otros en el mundo entero (en parte debido a la propaganda de Hollywood). Aunque, cuando estudiamos la historia estadounidense desde una perspectiva mundial (en contraste con el usual provincialismo de los estadounidenses) el encanto desaparece. 


Nixon, en cambio (como George W. Bush, quizá), es un personaje más oscuro, con pocos admiradores en su país y en el resto del planeta. Fue brutal, pero además, feo. Nixon y Kennedy parecen ser los dos paradigmas de la personalidad política estadounidense: el joven encantador y el feo y resentido.

Sin embargo, vale la pena prestar atención a lo que respondía hace unos días Noam Chomsky en una entrevista con Medhi Hasan en Upfront (Al-Jazzera), cuando se le preguntaba acerca de si había estado alguna vez tan preocupado acerca de la situación de su país y el mundo como con el triunfo de Donald Trump. Chomsky contestaba: “Si, por ejemplo, en tiempo de Kennedy. Además de las violaciones habituales a los derechos humanos, casi lleva al mundo a una catástrofe nuclear." Y sobre Obama hizo la lista de cifras que demuestran que Obama uno de los presidentes estadounidenses más beligerantes de toda la historia de su país. 


De este modo, el joven encantador y simpático, y el feo y resentido son las dos caras de la misma moneda en la política estadounidense.

Latinoamérica y la santificación de Obama



Obama y la tradición presidencial estadounidense de llorar frente a las cámaras

Soy latinoamericano. No soy ciudadano estadounidense. Sin embargo, como todos sabemos, lo que Estados Unidos hace en el mundo tiene graves consecuencias para todos nosotros. Estados Unidos posee la fuerza militar más poderosa del mundo, el sistema de espionaje más sofisticado, el país que produce mayor contaminación y residuos tóxicos. Estados Unidos ha sido, y aun sigue siéndolo, la mayor amenaza para aquellos países que "interfieren" con lo que los estadounidenses llaman su “seguridad nacional”. Aquí "interferir" significa, sencillamente, oponerse a sus caprichos. El mero hecho de tener algunos recursos o riquezas en nuestros territorios codiciados por las élites estadounidenses nos convierte en un objetivo militar: tierra, minerales, petróleo, agua potable o las meras circunstancias geopolíticas, todo puede ser causa de nuestra depredación.


Bush mostrando su lado sensible. 
Y, además, leemos los periódicos estadounidenses, consumimos libros estadounidenses, escuchamos a los académicos estadounidenses y admiramos a las estrellas de Hollywood. Y si tenemos la rara y afortunada oportunidad de gozar con algún tipo de ocio en medio de la guerra constante que, década tras década, se libra contra nuestras vidas, comprendemos que el gobierno de los Estados Unidos es nuestro problema más importante, nuestro mayor obstáculo, nuestro más temido enemigo. 

Porque detrás de nuestros gobiernos corruptos, detrás de nuestras instituciones fallidas, detrás de nuestra economía en bancarrota, sabemos que siempre hay oficiales estadounidenses complotando contra nosotros. Por supuesto, también escuchamos voces defendiendo los derechos humanos y la justicia social, voces que, con un tono melodioso, muchos ciudadanos estadounidenses entonan embelesados. Pero en estos días, esas mismas voces que tanto respetábamos se han convertido en voces cínicas.


Hillary Clinton en un ataque de llanto incontrolable.
La santificación de Obama es la expresión más notoria de ese cinismo. Por supuesto, Donald Trump es una enorme amenaza para el mundo. Pero también lo fueron Obama, Bush, Clinton, Reagan, Carter, Kennedy y el resto de presidentes que condujeron America. Y la pretensión de hacer de Obama un santo es una ofensa hacia aquellos que fueron asesinados, aquellos que fueron torturados, aquellos que fueron desaparecidos y pauperizados y oprimidos por su política exterior o la política interior de sus socios imperiales. Es una triste expresión de hipocresía (o quizá la ignorancia manifiesta) de aquellos a quienes se les llenan los ojos con lágrimas frente los ilusionista del establishment mediático.


Bill Clinton conmovido en escena


La política estadounidense y el Budismo estadounidense

Pero, me gustaría agregar algo más en esta entrada acerca de la relación entre el Budismo anglo-norteamericano y la política estadounidense. 

En muchos sentidos, esta santificación de Obama que muchos maestros y adeptos budistas en Estados Unidos están articulando tiene repercusiones en el debate Budista - una discusión que está teniendo lugar más allá de la esfera pública anglo-estadounidense y europea, porque el Budismo es hoy un fenómeno global. (He escrito sobre el Budismo en Latinoamérica y sus desafíos en otro sitio). 


Como ocurre con otros temas (escándalos sexuales, la brutalidad del régimen senegalés, la xenofobia birmana, la explotación corporativa inspirada en el budismo secularizado), este tema en particular nos fuerza a tomar una posición: nos volvemos críticos de la ecuación entre el Budismo, el Budismo occidental y el Budismo anglo-norteamericano.

Personalmente puedo decir que me disgusta la parcialidad inconsciente, la postura eurocéntrica, hacia un estilo de vida en particular (el estilo de vida estadounidense y europeo) y la propaganda que se encarama detrás de la actividad misionera del budismo occidental. 



Budismo, budismo occidental y budismo anglo-norteamericano


Imagen habitual de un monje budista en un laboratorio.

Estoy convencido que las relaciones entre el Budismo y la modernidad no debe reducirse, ni (1) a la manera en la cual intentamos hacer encajar sus doctrinas  en la cosmovisión científica del mundo, ni (2) en el modo en el cual su ethos se acomoda a la exigencias y los estándares de eficiencia del mundo corporativo. 


Esta apuesta es una vieja estrategia que los cristianos, y también los musulmanes, intentaron hace siglos. No hay mucho beneficio que pueda esperarse de ello a largo plazo: instituciones fuertes, quizá, mayor influencia, pero a costa de extirparle a la tradición su espíritu revolucionario. 

En todo caso, necesitamos asegurarnos que los principios budistas, su ética basadas en el reconocimiento genuino de nuestra íntima y radical interdependencia, no se reduzcan a bellas citas para nuestra biblioteca de bellas citas para colgar en internet.

Ahora mismo, el mundo necesita con urgencia un cambio político. Estamos obligados (si nos tomamos en serio los peligros que nos acechan) a tomar decisiones que pongan límite a las élites depredadoras. Curiosamente, quienes sostienen que Barack Obama fue un presidente ejemplar, olvidan que muchos de los argumentos con los que lo defienden son, justamente, los que condenan su mandato porque supuso una enorme oportunidad perdida, y su apoyo a Hilary Clinton una muestra clara de la ambigüedad de su política titubeante. Todo eso significa que no podemos permitir que nos continúen Y eso significa que no podemos permitir que continúen chantajeando. 


La canonización de Barack Obama forma parte de ese chantaje. “O estáis con nosotros - nos dicen ahora los liberales -, o estáis en nuestra contra y sois unos racistas." El problema es que en el camino de esta canonización hemos perdido de vistas las alternativas reales que quedaron en el camino. 

Nosotros no compartimos la visión del mundo de Obama. Tampoco compartimos la cosmovisión de Donald Trump. Ninguno de ellos es una alternativa real. En ambos casos, rechazamos ser cómplices de su brutalidad, y su explícita o implícita xenofóbia y racismo (hay discriminación, xenofobia y racismo cuando se justifica el sacrifico  de millones para sostener el modo de vista egoísta de unos pocos). Podríamos conceder que, dados a elegir, en algunos aspectos retóricos, Obama hubiera sido una mejor elección. Pero como no somos seducidos por el encanto del primero, ni excitados por el feo resentimiento del segundo, la histérica necesidad de los liberales budistas de canonizar a un hombre que ordenó la muerte de millones y sacudió el tablero geopolítico legándonos una situación que amenaza con convertirse en una conflagración planetaria, parece completamente fuera de lugar.  
                                                                                        


LA DERECHA MODERNIZADORA, SEGÚN RICARDO PIGLIA



“¿De dónde viene esa decisión?” De una pose ‘modernizadora’, que en la Argentina ha sido siempre el argumento de la derecha. Modo de enterrar una cultura y hacer otra, más ‘realista’, más ‘moderna’ y sobre todo más cínica.”

Ricardo Piglia. Los diarios de Emilio Renzi. Años de formación.


El crimen del carnicero


En vista de esto, la pregunta que uno debe hacerse es la siguiente: “¿Qué cultura es la que esta derecha “modernizadora” quiere desplazar o incluso enterrar o hacer desaparecer? La respuesta es sencilla, también bastante obvia: “la cultura de los derechos humanos”. 


Por ese motivo, propongo que prestemos atención a la “astuta” definición que la escritora Beatriz Sarlo ofreció del presidente Macri hace algunos meses, cuando le preguntaron su parecer acerca de las declaraciones del presidente respecto del "crimen del carnicero". 


Ustedes lo recordarán. El hombre (llamado "el carnicero" por la prensa local) que persiguió a un delincuente que le había robado a mano armada en su local, huyendo en una motocicleta, al que embistió con su automóvil, y acabó de rematar a golpes mientras un público salvaje festejaba al homicida. El video del asesinato fue viral (como otros linchamientos ocurridos en la Argentina actual), y fue celebrado o justificado por muchos.

"Densidad moral"


Recordemos que el presidente justificó veladamente el accionar criminal del carnicero, que al tomarse justicia por mano propia hasta el linchamiento lo convirtió en héroe mediático de la prensa canalla. Para sorpresa de muchos, el presidente Macri resumió su parecer del siguiente modo: “[el carnicero] debería estar tranquilo en su casa, con los suyos, no en la cárcel”.

Sarlo, perspicaz, sentenció: “el presidente no tiene densidad moral”. Y en esa breve afirmación definió el carácter de esa “modernización” a la que Piglia hace referencia en la cita precedente. Lo que se pretende remover, pese a la pose moralista que de manera demagógica se teatraliza para fingir una cercanía con una parte del pueblo asqueada por el aquelarre mediático que la enerva y brutaliza, es una cultura que, hasta hace poco (con sus más y con sus menos), se había entronado como una política de estado: la política fundada, auto-limitada y auto-restringida por los derechos humanos. 

Ética y derechos humanos

Obviamente, la ética y la moralidad, como señala el filósofo y jurista griego Costas Douzinas, no son sinónimos de los derechos humanos. En primer lugar, porque la ética precede a los derechos, les otorga su fuerza y legitimidad. Pero, también, como dice Douzinas, porque los derechos humanos son un instrumento de la ética.

El gobierno de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, como el gobierno de Raúl Alfonsín, con las ineludibles paradojas que conlleva asumir un horizonte utópico como los derechos humanos, fueron gobiernos que aceptaron esa autolimitación política en función de una preocupación ética básica. Los derechos humanos, entendidos de manera integral, fueron la medida de sus aciertos y errores, de sus éxitos y sus fracasos.

Hay muchos casos y muchos son los aspectos en los que el kirchnerismo recientemente, y el alfonsinismo en su momento, no estuvieron a la altura de los ideales que decían defender y respetar. Sea por cuestiones estratégicas o tácticas, sea debido a auténticas limitaciones morales. Así y todo, nadie puede negar que eslóganes como los que popularizó Cristina Fernández, “la patria es el otro”, o la reiterada referencia retórica al Preámbulo de la Constitución Nacional por parte de Alfonsín, señalan un compromiso firme con la cultura de los derechos humanos. 

La derecha modernizadora

En contraposición, el macrismo es la derecha “modernizadora” de la que nos habla Piglia, cuyas decisiones (sigo la cita) tienen por objeto enterrar, justamente, esa cultura, la de los derechos humanos, que se juzgan (literalmente) como “un curro” [Macri] y cuyas organizaciones de defensa se atacan acusándolas de "poco realistas", "hipócritas" u "oportunistas" (como hemos visto recientemente con el caso Milagro Sala). También Donald Trump acusó a los activistas de derechos humanos de manera semejante, mostrando con ello su estrecho parentesco ideológico con nuestro presidente. Macri no es Trump, evidentemente, pero como también señaló Sarlo, surgen de una misma matriz. 

La retórica de la resistencia

La razón de este ataque es evidente. Aunque la retórica de los derechos humanos ha sido utilizada de manera cínica por los Estados y las corporaciones, que de modo antojadizo y oportunista la han convertido en un arma para atacar a sus enemigos, los derechos humanos siguen siendo el mejor instrumento discursivo que tienen los explotados y los oprimidos en nuestra época para exigir justicia.

Por ese motivo, la resistencia al gobierno de Mauricio Macri y otros gobiernos de la región que avanzan una agenda de extrema derecha, disfrazada bajo el eslogan de la "modernización", pero cuyo propósito último es hacer desaparecer nuestros derechos, debe adoptar el talismán de los derechos humanos como su signo de identidad y su hoja de ruta.

ARGENTINA Y EL FINAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

Fotograma de Hijos del hombre

Escribir para sobrevivir en un tiempo de oscuridad



Las publicaciones que hacemos en este blog, como otras de este estilo, son irrelevantes políticamente. En Argentina sólo un puñado de personas conocen de su existencia, y quienes tienen acceso a estas entradas en muy raras ocasiones reflexionan sobre ellas o intentan entablar un diálogo que convoque a otras subjetividades a pensar acerca de lo que somos, lo que hemos hecho de nosotros [personal y colectivamente], y lo que podemos esperar, en Argentina y en el mundo como totalidad relativa. Por ese motivo, pienso a veces en estas entradas como ejercicios profilácticos [en el sentido griego del término, es decir, como mera actividad defensiva dirigida a evitar el avance de nuestro contrincante, en este caso, sobre el dominio de nuestra subjetividad].

El espíritu de nuestro tiempo

Pero lo que me motiva, contrariamente a lo que pudiera creerse, no es una suerte de cruzada moral (aún cuando creo que, de un modo u otro, lo que padecemos es una crisis ético-espiritual con derivaciones en todas las esferas de nuestra existencia: epistemológica, económica, política, cultural, medioambiental). 


Muy por el contrario, mi intención es combatir el moralismo emotivista del cual se alimenta el macrismo y otras fuerzas afines, operando sobre las pulsiones básicas de los individuos como criaturas y no como ciudadanos: miedo, odio, codicia desenfrenada. 

Pero lo que me preocupa no es el triunfo del macrismo [o del trumpismo u otros semejantes en Europa y otros lugares del mundo]) sino más bien lo que el macrismo encarna culturalmente. Porque considero su triunfo un enorme retroceso cuyos efectos, para cada uno de nosotros y para los tejidos sociales en los que hemos estado inmersos, serán enormes y profundos. Reconfigurando nuestras identidades individuales y colectivas, ensanchando la distancia con aquellas transformaciones por las que pugnamos para "salvar" nuestra civilización, y quizá la especie humana en su conjunto, de su propio suicidio colectivo.


La indiferencia y el mito de los derechos humanos

Por ese motivo, insisto en que no debería resultarnos indiferente lo que está ocurriendo. Deberíamos abocarnos diariamente a "meditar" estas cuestiones (sentarnos con ellas - no eludirlas; y pensarlas a la luz de nuestros ideales y las consecuencias del cambio que se nos propone) aunque más no sea, como decía más arriba, con el propósito profiláctico de impedir que el avance biopolítico de estas fuerzas acabe conquistando, junto al espacio público sobre el cual extienden su dominio, la totalidad de nuestra subjetividad, a través de la transformación de las instituciones, que están produciendo una nueva subjetividad jurídica, la cual se adecua de manera menos conflictiva con la subjetividad flotante de la posmodernidad digital. En la red, lo que disgusta u ofende, se borra, se hace desaparecer, con un click. En el entramado societal, lo que disgusta, ofenda u obstaculiza al mercado, es tratado de manera análoga.

Hace muchos años, el escritor polaco Leszlek Kolakowski escribió extensamente sobre la indiferencia ante el sufrimiento, la muerte, el dominio tecnológico sobre la humanidad y la injusticia. Kolakowski nos puso sobre aviso sobre sus consecuencias. 

En nuestra cultura posmoderna, esa indiferencia ha sido contenida, [en parte] por el mito epocal de los derechos humanos. Durante los últimos 30 años hemos visto como las poblaciones del mundo eran movilizadas masivamente detrás de su estandarte, esperanzadas de estar construyendo un mundo más humano, justo, hermanado y pacífico. La utopía de los derechos humanos, el último meta-relato del siglo XX, está llegando a su fin.

Fue el carácter paradójico de los derechos humanos, el uso perverso de su retórica por parte de los poderosos, su traición cotidiana, la apropiación de sus categorías por parte de las élites corporativas y burocráticas, lo que acabó corroyendo nuestra convicción acerca de ellos. Los derechos humanos han pasado de la exaltación del nuevo orden mundial aclamado por las élites liberales después de la caída del bloque soviético, a la trampa de los débiles contra la cual disparan las nuevas derechas globales en su afán depredador en la era del capitalismo global neoliberal.


Y a medida que nuestra fe en los derechos humanos se ha ido debilitando (nuestra fe en la libertad, la igualdad y la fraternidad entre los seres humanos [y, por qué no, también nuestra consciencia efectiva de hermandad con otras especies no humanas que habitan el planeta]) otro mito ha comenzado a ocupar su lugar. El viejo mito de la voluntad de poder, el viejo mito que Nietzsche consagró literariamente, el del Übermensch que hoy pretenden encarnar las élites corporativas y sus fuerzas armadas gubernamentales, y que el pueblo raso asume como la verdad más verdadera y la justificación final de su servidumbre complaciente.

El hechizo del poder

Argentina, como otros lugares del mundo, ha caído bajo el hechizo que entroniza este poder, esta fuerza, esta voluntad de dominio amoral del mundo, asumiéndolo como el más elevado y codiciado signo de la nueva aristocracia planetaria. El mito del amo que reduce sus objetos de dominio a esclavitud, negándo a las personas y a la naturaleza cualquier derecho, convirtiendo todo en instrumentos para ejercitar su voluntad. La vida como un juego, como carcajada, como crueldad manifiesta. Ejercicio en el que los poderosos se prueban a sí mismos y entre ellos, su erótica de poder.

El fracaso de los derechos humanos como discurso mítico a nivel global anuncia el final de una época, y el comienzo de otra, oscura, cruel y violenta, de maneras hasta ahora desconocidas por nosotros, como ha sido siempre. Un nuevo poder, como nos enseñó Foucault, un nuevo dispositivo, una nueva manera de matar y de morir. 


El macrismo [como otras expresiones análogas en el mundo en el que vivimos] escenifica en Argentina, una escena local de este triste final.

"YO CONFÍO EN USTEDES". SOBRE EL BUENISMO [CÍNICO]


La verdad y la mentira


Karl Marx señaló en una ocasión:

Un delincuente produce crímenes: un delincuente, además, produce la totalidad de la policía y la justicia penal, comandantes, jueces, ejecutores, jurados, etc.; y todas esas líneas diferentes de asuntos, que forman muchas categorías de la división social del trabajo, desarrolla diferentes capacidades de la mente humana, crea nuevas necesidades y nuevas formas de suplirlas. La mera tortura le ha dado paso a las más ingeniosas invenciones mecánicas, e hizo uso de muchos reconocidos inventores en la producción de instrumentos. ¿Habría alcanzado alguna vez las cerraduras su actual grado de excelencia si no hubiera habido ladrones? ¿Habría alcanzado la manufactura de billetes la perfección presente si no hubiera habido falsificadores?

Como dice Costas Douzinas, "las líneas argumentales de este texto de Marx son penetrantes e irónicas a un mismo tiempo". Nosotros deberíamos sacarles provecho. Ponerlas en nuestro contexto. 


En la pugna política que caracteriza nuestra región, las izquierdas populistas y las derechas conservadoras han ido transformando su respectivo armamento retórico al ritmo de los “avances” de sus contrincantes. No debemos olvidar que la situación actual, como todas las precedentes, son coyunturales y transitorias. 

Sin embargo, nuestras perspectivas subjetivas pueden llevarnos a creer que se trata de una victoria definitiva de las fuerzas regresivas. Hay mucho desaliento y desesperanza, y una suerte de aceptación ciega, de conformismo triste, entre una parte de la ciudadanía que se sabe presa de su propia equivocación electoral, neciamente se aferra a su decisión debido, en parte, a que se le ha hurtado sistemáticamente el pasado para imponer la visión de que lo que nos toca era y es un destino ineludible. 

Pero nuestra lucha es, antes que ninguna otra cosa, una lucha retórica. Tenemos que encontrar las palabras y los gestos que le devuelvan a los términos "igualdad", "libertad" y "solidaridad" los significados utópicos con los que nacieron en el corazón de las víctimas y los revolucionarios del pasado. Y eso comienza con el sencillo, pero no por ello menor reconocimiento de la transitoriedad de nuestra situación. Hoy, 1 de enero de 2017, es el mejor día para reconocer que todo pasa, todo cambia, todo es efímero, y que está en nuestras manos darle la vuelta a nuestro destino autoimpuesto en pos de un mundo mejor. 

El macrismo entendido como bendición


En ese contexto, cabe reconocer que el macrismo es una desgracia, pero también una suerte de regalo caído del cielo. Como el delincuente, que acaba convirtiéndose en el motor del progreso tecnológico de la sociedad; o como el virus que, o bien nos mata, o nos fortalece. El macrismo puede convertirse en una vacuna contra las amenazas que acechaban desde dentro al campo popular, y acabar fortaleciéndonos. La enfermedad es dolorosa y la transición difícil. El resultado nunca es seguro, pero no debemos tirar la toalla.

No se trata de alimentar rencores o promover acusaciones personales. De lo que se trata es de identificar las líneas retóricas del pasado que alimentaron las deserciones y las traiciones en el presente. Después de todo, lo que estamos combatiendo, contrariamente a lo que muchos creen, no es a las personas, sino a las ideas que esas personas encarnan. Nuestra tarea sigue siendo la misma que en el pasado: convencer. 


El “delincuente” de nuestra metáfora nos da ocasión de afilar nuestras descripciones, sacar conclusiones normativas, visualizar nuestros imaginarios utópicos y, con ello, convencer a quienes, confundidos por la maquinaria mediática y publicitaria al servicio del capital depredador, se han dejado seducir por sus verdugos.


Mensaje presidencial de fin de año


El mensaje de fin de año del presidente Mauricio Macri a la ciudadanía argentina debería ayudarnos a entender donde nos jugamos hoy día la hegemonía cultural. 

El Macri de Rotzinger y Durán Barba se ha apropiado del “buenismo [cínico]” espiritual, habla como un gurú el lenguaje de los gatitos y los perritos que infecta las redes, de los eslóganes vacíos de la estética cool y de la transparencia que enseñan en las escuelas de negocios. El éxito ha consistido en insertar esas retóricas livianas en los textos y subtextos de la política. 

El resultado es asombrosamente exitoso. Con menos que nada, el macrismo y sus huestes de "buenistas cínicos", armados con su espiritualidad de bolsillo y sus sonrisas de ocasión, han alcanzado a colonizar los imaginarios de amplios sectores de la población, cooptados por el nuevo lenguaje minimalista de las redes sociales que se resiste a cualquier enunciación crítica que demande prolongarse más allá del logos virtual. El lenguaje de los "me gusta", "me encanta" y "me deja de gustar". 

Concepciones de la política


No hay duda, nosotros somos la vieja política, la política que aun está enamorada de la acción humana (como la concebía Hannah Arendt, por ejemplo), que aún cree en la necesidad de la dignidad y el reconocimiento mutuo, de la "Democracia" con mayúsculas y los derechos humanos entendidos como resistencia, rebelión y utopía de los de abajo.


El macrismo, junto con una parte nada desdeñable de la oposición blanda que se hace llamar "la nueva política argentina", han visto en estas retóricas de "buenismo [cínico]" una oportunidad para un negocio redondo, y se han entregado a ellas voluntariosos: no se trata ya de gobernar, sino de administrar la imagen de las grandes empresas multinacionales y los imperios capitalistas desde el seno del Estado. 

Por lo tanto, no deberíamos confundirnos. Lo interesante no es que el gobierno cuente en su plantilla con un puñado de CEOs, ese es un dato empírico, circunstancial. Lo interesante es que el gobierno se ha asumido como el "brazo armado" de los grandes actores del capitalismo globalizado. Y al hacerlo nos ha devuelto a una situación cuasi-feudal, aunque formalmente democrática. 

En este sentido, Argentina es otra vez un laboratorio en el que el mundo ensaya sus recetas regresivas más audaces. 

LA LEY Y LA NADA

Tribunales de Comodor Py

Negra y coya


Quienes estábamos atentos a lo que estaba ocurriendo en la ciudad de San Salvador de Jujuy, tuvimos ocasión de ver y escuchar, en vivo y en directo, la condena de Milagro Sala a tres años de prisión en suspenso. La persona real, de carne y huesos, la dirigente social, la esposa, la negra y coya (como ella misma se define) que organizó a los desposeídos de su tierra y les mostró el potencial creativo detrás de la lucha mancomunada, se enfrentaban a Milagro Sala, la persona jurídica, vaciada de historia, mera función en la ecuación perversa de una justicia que escenificó sin sonrojarse el castigo ejemplar, junto a la falsa y medida magnanimidad que asegura la prisión perpetua de la india rebelde.


Encubrimiento y "traición a la patria"


Mientras esto ocurría, en una sala de los tribunales de Comodoro Py, en Buenos Aires, se preparaba otra escenificación. Los funcionarios judiciales se aprestaban a publicitar la reapertura de una causa oscura y viciada, sobre la cual pusieron sus esperanzas los carroñeros de la política-mediática en su labor sin límites por desplazar electoralmente al kirchnerismo a comienzos de 2015. 


Comandados por Laura Alonso, la actual titular de la Oficina Anticorrupción (hoy sospechada y denunciada por su escandalosa parcialidad), y la actual Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich - un personaje siniestro que extiende su sombra de complicidades a lo largo de toda la historia reciente del país - en los primeros días  de 2015 se orquestó una de las tantas denuncias mediáticas que llenaron las portadas de los diarios locales, con sus estridencias ensordecedoras que luego quedaron en la nada, porque eran "humo electoral" en una campaña sucia jamás vivida antes en nuestro país. La entonces presidenta de la nación fue acusada de encubrimiento de los atentados de la AMIA y, posteriormente, de traición a la patria por el acuerdo firmado con Irán, nunca ratificado por el congreso, y nunca puesto en práctica debido a la renuencia del propio gobierno iraní. 

Vale la pena recordar quiénes son Patricia Bullrich y Laura Alonso. La primera pasó de militante, pero también íntima de dirigentes montoneros como Pernía o Galimberti, a convertirse en Ministra de Trabajo en el gobierno de la Alianza, el cual desembocó en la matanza de 2001. Y, desde allí, dio el salto que le permitió dirigir el Ministerio de Seguridad del actual gobierno de Mauricio Macri, gracias, en parte, a su oscura participación en la denuncia inconsistente y sospechada que está detrás de esta nueva embestida jurídico-mediática que ahora se escenifica. 

La segunda, con estrechas conexiones con Paul Singer (el capitalista inescrupuloso, la cara visible de los llamados "buitres" o holdouts) a través de un entramado de sospechosas fundaciones y donaciones del magnate, mercenario de las finanzas, con quien el gobierno argentino acabó negociando el más ominoso acuerdo en Nueva York al comienzo de su mandato, rindiéndose a sus pretensiones para poder reembarcarse en el actual proceso de reendeudamiento que nos está llevando de regreso a una situación anterior al 2001, en la cual éramos prisioneros de los poderes financieros, y nuestra soberanía política estaba al servicio de las exigencias de un mercado que, con subterfugios técnicos, acabo defraudando a la ciudadanía argentina con el llamado "corralito".

Sin embargo, para entender esta embestida hay que prestar atención otra vez al cadáver del fiscal Natalio Alberto Nisman, el hombre que durante años mantuvo a la deriva la investigación de la que estuvo a cargo sobre el peor atentado terrorista sufrido en nuestro territorio en la historia, presentado por la prensa internacional como un héroe sacrificado y una víctima del autoritarismo kirchnerista.

Para entender de qué se trata en realidad esta nueva ofensiva jurídico-mediática hay que volverse al cadáver de este hombre corrupto, de escasa densidad moral, rodeado de otros como él, familiares, amigos, exesposa (esta última también estrecha operadora judicial) partícipes de una estafa legal y moral contra las víctimas de la AMIA, y animarse a interpretar los hechos a la luz de una guerra global que avanza a ritmo vertiginoso sobre todas las naciones y los pueblos.

Un cadáver que se ha convertido en la cifra de un complot internacional de dimensiones inconcebibles, que amenaza con convertir a la Argentina (otra vez) en un campo de batalla, reabriendo una causa 5 veces rechazada por su absurda narrativa y sus inconsistencias innumerables, además de la dudosa autoridad del autor de la misma, el fiscal Nisman, un fiestero con cuentas bancarias injustificables en el extranjero, y relaciones peligrosas. La intención es evidente: acabar de ejecutar el verdadero crimen político que el suicidio de Nisman (o su homicidio por otras manos) oculta. 

Se trata de escenificar,  à la Dreyfus, un ataque en el que finalmente se condenará a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner por encubrimiento y "traición a la patria", acusándola de instigar el asesinato del fiscal. La condena mediática ya ha sido puesta en escena. Los jueces, como en Jujuy, tienen ahora la obligación de transitar el itinerario procesal que acabará por establecer la pena, borrando con ella toda alternativa política a la imposición de la derecha regional, que a través de mentiras innumerables, replicada hasta el cansancio a través de las usinas mediáticas, y la complicidad de los jueces y abogados del establishment, aliados como en el pasado a los intereses internacionales más oscuros, inaugura un período de terror y saqueo en nuestros países.


Justicia cautiva


La legitimidad de los tribunales depende enteramente de la confianza que tienen los ciudadanos sobre su quehacer cotidiano y su independencia. Hoy, para cualquier persona informada y decente, ante la parcialidad manifiesta y la promiscua relación con los medios y el ejecutivo de turno, los tribunales argentinos han perdido toda credibilidad. Los sabemos armas de las élites y los poderes tradicionales en los territorios feudales que aun existen en la hipotética república que (dijeron) venían a restituir, repitiendo el estribillo democrático que entonaron quienes autoritariamente impusieron su ley a sangre y fuego en el pasado.

Los tribunales, por lo tanto, ya no representan a priori la justicia. Al condenar a los acusados antes de probar su culpabilidad, ellos mismos se ponen en situación semejante: son arbitrarios e injustos hasta que demuestren su probidad. 

La sociedad fallida y el poder autocrático


Esto nos deja, y bien lo saben quienes nos gobiernan, ante la nada de la violencia como única alternativa. Peor aún, le dan a la violencia la justificación que a la democracia tanto trabajo le ha costado refutar. Porque cuando la justicia se vuelve injusta, se sabe cautiva y arbitraria, no hay razones que deslegitimen la violencia, y el territorio se vuelve otra vez un campo de batalla, donde el delito y la revuelta social se confunden, y el Estado cooptado por los poderes fácticos y las élites que lo conducen y usufructúan, sólo puede ejercerse por medio de la fuerza.

En este marco, el gobierno de Mauricio Macri acelera su propio proceso de transformación. Su triunfo electoral, que anunciaba el ascenso democrático de la derecha argentina al poder, esa derecha argentina asociada históricamente con golpes militares y campos de exterminio, ha comenzado su metamorfosis más peligrosa: como una serpiente, se deshace de su vestimenta democrática, para convertirse en un poder autocrático.

RELACIONES PELIGROSAS

Reyes-de-Holanda


Máxima, Joe y Donald


El diario La Nación anuncia que los Macri y los reyes de Holanda coincidirán en Villa La Angostura este fin de año. Cabe recordar quiénes son los reyes de Holanda y no dejarse embelesar con las plumas en la cabeza. Porque además de ser jefes de estado de los Países Bajos, son los accionistas mayoritarios de la compañía energética Shell, tal vez la más castigada corporación energética en los tribunales internacionales por violación de derechos humanos. 

En nuestro país, la estrategia agresiva de la compañía tiene un aditamento. El principal responsable de la cartera de energía, antagonista abierto de las políticas energéticas estatales de la administración, denunciado en su momento por varias acciones ilegales en el mercado financiero (aunque sobreseído poco después de la asunción de Macri a la presidencia en un caso que involucraba al Deutsche Bank), Juan José Aranguren, es un exCEO de la compañía, que sigue operando a favor de la misma, de maneras muy sospechosas. Recuerden la compra de gas natural a Shell vía Chile con un sobreprecio de 128%.

También sabemos que Mauricio Macri mantiene una estrecha relación con Joe Lewis, el empresario inglés que pugna judicialmente con el Estado argentino la clausura de los accesos a Lago Escondido, y denunciado por abastecer a las Islas Malvinas ilegalmente desde su aeropuerto privado. Lewis es un accionista privilegiado de empresas energéticas en las que participa el clan Macri, y con quien el  presidente pasó unos días, después de la visita de Obama a la Argentina. 

Recordemos el escándalo de aquella visita. El presidente fue recogido por un helicóptero del empresario, contraviniendo la ética pública. Días después se anunciaron los tarifazos que beneficiaron directamente al empresario, y meses más tarde, la condonación de sus deudas con el Estado en este rubro. Desde hace semanas, los ciudadanos del Bolsón realizan acaloradas protestas por la cesión de 850 hectáreas de tierras protegidas al dueño del Tottenham Totspur para realizar emprendimientos inmobiliarios.

Finalmente, las estrechas relaciones de Mauricio Macri con el empresario y actual presidente Donald Trump son de público conocimiento. Hace algunas semanas, dicha relación se ha cristalizado con una autorización gubernamental al magnate para expandir sus negocios inmobiliarios en el país. Lejos queda la química que se esforzaron en publicitar entre la pareja presidencial y los Obama. 

Los resultados de las actuales negociaciones con la administración Obama, la instalación de dos bases militares en el norte y sur del país, además de las prerrogativas en asuntos fronterizos que ponen en entredicho nuestra soberanía nacional, se implementarán durante la administración Trump. 

Las guerras globales por los recursos


¿Deberían estar preocupadas las mayorías populares con la estrecha relación personal e ideológica de Mauricio Macri con los reyes de Holanda? Sabemos que para las élites argentinas, el tropo "volver al mundo" siempre ha significado "volver nosotros", las minorías privilegiadas, al círculo de los poderosos, en detrimento de las grandes mayorías. 

¿Deberíamos mirar con desconfianza sus relaciones con personajes tan poco transparentes como Lewis y Trump? Entre ellos existen complicidades cuasi-mafiosas, códigos de lealtad entre delincuentes de guante blanco. 

¿Qué repercusiones tendrán las iniciativas del gobierno de Macri para el futuro del país y su inclusión en la economía global? ¿Vamos en camino de convertirnos, no sólo en exportadores de materia prima, sino también en reserva natural en un mundo que mata y muere por los recursos naturales escasos? ¿Quiénes serán los que decidan nuestra suerte, los ciudadanos o los propietarios privados que acumulan los bienes comunes y son capaces de cerrarlos a cal y canto del disfrute público?

¿Podemos establecer paralelismos, afinidades, huellas o conexiones entre la reciente derogación de la ley de tierras a través de un decreto (modus operandi privilegiado por el PRO) que regulaba la compra y venta de propiedades del territorio nacional por parte de extranjeros (sujetos individuales y corporativos)  y las estrechas relaciones internacionales que han cultivado los Macri con personajes tan cuestionables como Joe Lewis, los reyes de Holanda 
 o Donald Trump?

¿Tienen los nuevos acuerdos geopolíticos y militares con Estados Unidos alguna relación con las Guerras por los recursos: el agua, la tierra y el petróleo? ¿Tiene alguna relación con la nueva retórica "antiterrorista" que el gobierno intenta instalar en el país y su clara apuesta por remilitarizar el espacio público y reprimir la protesta social? ¿No deberíamos prestar más atención a lo que ocurre con los países que poseen recursos escasos en su territorio en nuestra época? ¿No deberíamos pensar en qué se han convertido Iraq, el Congo o Venezuela en esta lucha fratricida por apropiarse de los tesoros de un mundo que se achica y contamina?



Más allá de la resistencia ciudadana


¿Podrá la frivolidad evidente del público argentino (del sujeto "trepa" argentino típico) ser contenido por un sentido de responsabilidad ciudadana? La clase política nos está fallando. Nos fallan los gobernantes a la hora de proteger nuestros intereses populares, pero también la oposición, que resulta incapaz de asumir su rol histórico de re-empoderar a una ciudadanía co-optada por los mecanismos mediáticos de construcción ideológica que, junto a un partido judicial colaborador con el antiguo (aunque renovado) programa de las élites, impone castigos ejemplares y estrecha el terreno del debate ciudadano, reconfigurando el sentido común.

Frente a esto, ¿seremos capaces de crear nuevas formas de resistencia creativa que nos ayuden a reescribir un nuevo relato de emancipación e inclusión, que nos permita evitar el saqueo en marcha, y retomar un proyecto de crecimiento con justicia social?

EN EL PAÍS DE TRUMP, DONDE GOBIERNA UN TAL MACRI


¿Si todo esto estuviera ocurriendo en el país de Trump, que dirías de Macri?

Las malas noticias de todos los días


Vuelven a llegar noticias inquietantes desde Argentina que demuestran el cambio de rumbo de la política de inclusión y de derechos humanos que caracterizó al país en las últimas décadas. 


Los retrocesos son notorios en todos los ámbitos. Así lo informó hace unos días el Observatorio de Derechos Humanos (ODH), y así se pone de manifiesto con la sucesión de escándalos internacionales que se han suscitado alrededor del caso "Milagro" Sala y los efectos para la organización social indígena Tupac Amaru. 

Pero también en la enormidad de la catástrofe socio-económica que la política cotidiana tiende a ocultar o subestimar. En poco más de un año, el gobierno de Mauricio Macri ha producido un giro económico-financiero injustificado que ha llevado al país a las puertas de convertirse en otro Estado "cuasi-fallido", con millones de nuevos pobres e indigentes, y una deuda externa que ha crecido de manera exhorbitante, devolviéndonos al club de los deudores crónicos y, por ello, susceptibles de ser extorsionados por los organismos internacionales que representan a la banca y las finanzas globales. 


Los medios, el congreso y el ciudadano xenófobo 


En ese contexto, Página12 informa acerca de nuevas embestidas contra las libertades fundamentales, y los intentos por parte del gobierno de implantar una narrativa xenófoba que le de réditos electorales entre una ciudadanía aturdida (en estado de Shock), propenso "universalmente" a aceptar la culpabilización de los elementos más vulnerables de la sociedad en épocas de crisis. 

Esta vez, los elegidos son los estudiantes extranjeros, a los que se acusa de usufructuar del sistema educativo, al tiempo que se los estigmatiza como vagos y potencialmente delincuentes. 

Representantes del poder legislativo han pedido a las universidades públicas que se les informe de las identidades y currículos de todos los estudiantes extranjeros en sus claustros, en un claro gesto demagógico, aprovechando los informes periodísticos que en los últimos meses han publicitado las usinas mediáticas próximas al gobierno de "extrema derecha" que gobierna el país.
Con el fin de sacar a la luz el deterioro notable de la sociedad argentina, me permito describir un país imaginario en el que un imaginario Donald Trump, gobierna a través de un verdadero Mauricio Macri. 

El país imaginario de Trump gobernado por Macri

Imaginemos que uno de los aliados parlamentarios del señor Trump en el congreso pidiera un informe a los rectores de todas las universidades del país, exigiendo los datos de los estudiantes extranjeros y acceso a sus currículos académicos.

Imaginemos que en esos mismos días, el gobierno de Trump decidiera militarizar las calles (modificando una ley que prohíbe a las fuerzas armadas inmiscuirse en asuntos internos), volcando al ejercito al control de los barrios y creando un nuevo sistema de detención de "los ilegales". 


Imaginemos que los organismos de derechos humanos, constataran que en su primer año de gobierno del imaginario señor Trump se hubieran multiplicado los asesinatos y las torturas en las comisarías, y que se hubiesen multiplicado también los asesinatos por "gatillo fácil" protagonizados por las fuerzas de seguridad, y los linchamientos (la justicia por mano propia) en algunas zonas del país.

Imaginemos que en el país de este señor Trump se comenzara la construcción de un "muro" (prometido durante su campaña electoral) para proteger al país de los "narcotraficantes y delincuentes" de los países vecinos (Argentina acaba de firmar un acuerdo absolutamente aberrante para un país soberano, un país rodeado por países históricamente aliados y hermanos, que establece una estrecha colaboración con los Estados Unidos en el control de sus fronteras).

Imaginemos que en este mismo momento, en el país de Trump, una indígena y militante social fuera encarcelada, y toda su imponente obra social (escuelas, comedores, clubes deportivos, centros culturales, fábricas y talleres) derruida por orden del gobernador de un Estado como el de Dakota (provincia de Jujuy), pero con problemáticas semejantes de lo que concierne a los derechos civiles al Estado de Misisipí en las décadas de los 50 o los 60. 


Imaginemos que la mujer indígena fuera acusada en primer lugar por protestar contra el actual gobernador por sus amenazas de destruir el logro colectivos de la última década, pero luego (ya detenida), difamada por la prensa local y nacional, se la condenara antes de que una investigación judicial independiente comenzara su tarea.

Imaginemos que se la retuviera ilegalmente durante un año, se la incomunicara, se matara a algunos de sus compañeros, se torturara a otros, y todo esto ocurriera pese a las exigencias por su liberación por parte de organizaciones internacionales de derechos humanos como las Naciones Unidas, Human Rights Watch, Amnisty Internacional, la Organización de Estados Americanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y muchas otras.

Imaginemos que los aliados del gobernador de Dakota o Misisipí (Jujuy) propusieran que el pueblo "blanco" decida, a través de una consulta popular, qué hacer judicialmente con la mujer indígena encarcelada. Y que el gobierno federal de este señor Trump imaginario no solo no se pronunciase con firmeza contra semejante aberración, sino que incluso la justificara con una frase de este estilo: "la gente siente que esta señora es corrupta. Por ese motivo, debe continuar detenida y el gobernador debe explicarlo mejor a los organismos internacionales que no conocen la realidad de los hechos".

Escándalo diplomático y violencia contra la mujer


Finalmente, para completar la imagen con un ejemplo del ámbito diplomático, e ilustrar su tendencia a la discriminación por género que ha caracterizado al presidente Macri a lo largo de los años, imaginemos que el señor Trump recibiera en su territorio la visita de una señora canciller de un país vecino (Cuba, por ejemplo), pero decidiera impedirle el paso a una reunión en la que le corresponde participar (por ejemplo, la Organización de Estados Americanos), utilizando las fuerzas policiales. 


Imaginemos que a la señora canciller se le prohibiera efectivamente la entrada al recinto, y en los forcejeos en la entrada del edificio fuera golpeada por la policía local  (causándole los golpes una fractura del antebrazo). Imaginemos que el imaginario  Trump, lejos de disculparse, decidiera mofarse de ella en una conferencia de prensa. 

(Lo ocurrido con la canciller venezolana en horas recientes en Argentina:  los gobiernos de Paraguay y de Brasil - ambos fruto de un coup d'etat, aliados con un gobierno de extrema derecha surgido de las urnas [aunque el señor Macri se auto-define como pos-ideológico] decidieron suspender unilateralmente a Venezuela del Mercosur. La canciller venezolana - Delcy Rodríguez, fue golpeada por las fuerzas de seguridad cuando intentaba entrar en el Ministerio de Relaciones Internacionales, causándole efectivamente una fractura del antebrazo).

Imaginemos al señor Trump haciendo todas estas cosas. 


¿Si todo esto estuviera ocurriendo en el país de Trump, que dirías de Macri?

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...