MAURICIO MACRI, FILÓSOFO DE LAS EMOCIONES



En una entrevista en el canal de noticias TN, Beatriz Sarlo ofreció una breve reflexión sobre el discurso de Mauricio Macri ante la Asamblea legislativa. Después de una breve reflexión en la que describió a Macri como una suerte de desheredado político, un hombre sin historia ni tradición a sus espaldas, Sarlo enunció cuatro temas, tres de los cuales serán abordados brevemente en esta nota. 


Para Sarlo estos breves momentos dentro del discurso, por lo demás sin “densidad política” (no hacía mucho Sarlo había acusado al presidente de no tener tampoco “densidad moral" por su aparente "bonhomía" ante los graves casos de linchamientos o "justicia por mano propia" ocurridos el año pasado), comienzan a definir el imaginario que sostiene teóricamente la acción presidencial.


Filosofía primera: metafísica y epistimología

La epistemología es una disciplina filosófica que estudia el conocimiento humano. La metafísica estudia la naturaleza última de la realidad.

En su discurso frente a la Asamblea Legislativa, asesorado tal vez por sus expertos en lo que concierne a la elección de las palabras (Rozintcher es quizá el más notorio entre sus asesores), pero en clara coincidencia con el talante que ha mostrado a lo largo de toda su carrera política, Macri intentó dar respuesta a esta cuestión, muchas veces minusvalorada entre quienes consideran estas alusiones a lo real como oscuros resabios de un fundamentalismo pasado de moda.

Pero, ¿en qué consiste la realidad para el presidente de todos los argentinos? Cuando escuchamos su definición, quienes recordamos las reiteradas fotografías de sus numerosos días de ocio y su empeño por mostrarse con notorio esfuerzo equilibrado y sensible, primero nos preocupamos, luego nos alarmamos y finalmente nos estremecimos ante las consecuencias de su definición. Dice Macri: la realidad es lo que sentimos, nuestras emociones.

Stricto sensu, lo que el presidente dijo fue que "nuestros sentimientos son lo más real" de la realidad misma. El carácter anti-intelectualista de la afirmación es notable, como notable es el moralismo que ha acompañado la historia del macrismo como proyecto político, definido fundamentalmente a partir de una coyuntura de exclusiva y rotunda oposición "emocional": el macrismo, como otras formas antiperonistas del pasado se definió y creció (y aun sigue haciendo uso de esa oposición para su sustentabilidad) a partir del rechazo visceral de la llamada “década ultrajada” (o perdida), K.

Definir las emociones como la realidad misma es un gesto de rotundo solipsismo. El presidente vive en su propio universo individual de emociones, como un niño que ajusta su comportamiento a los apegos y aversiones que le suscitan lo agradable y lo desagradable en el mundo. Lo real no es el escenario objetivo o intersubjetivo que habitamos todos, sino el despliegue de la actividad mono-lógica de un sujeto soberano enfrentado a un mundo que se presenta exclusivamente como alimento o veneno para ser consumido o rechazado. Pero esa actividad mono-lógica (que en público pretende representar su contrario: lo dialógico) es aún más problemática si pensamos que ni siquiera está estructurada alrededor de la acción crítica de ese sujeto, sino como mera expresión de sus emociones, impulsos y, por ende, sus caprichos.


Teoría social

La segunda definición pertenece al ámbito de la teoría social, la ciencia que estudia las sociedades humanas, es decir, a los individuos agrupados en colectividades, intentando establecer su desarrollo, estructura y función. Siguiéndole el hilo a la argumentación anterior (“lo real más real son nuestros sentimientos”), Macri redujo la sociedad al mero afecto. “La sociedad es una red de afectos”, nos dijo.

Beatriz Sarlo, con buen tacto, señaló las problematicidades de una definición semejante. Cuando hablamos de afectividad nos referimos a un universo complejo, especialmente cuando la pensamos a la luz de sociedades modernas y plurales como las que habitamos. El afecto no se refiere exclusivamente a la simpatía o la proximidad que definen nuestras relaciones con los otros; también articulan nuestras enemistades, antipatías o desprecios; e incluso la indiferencia que define nuestra relación con más extensas mayorías.

Pese a ser una definición de lo social, la frase parece remitir a la caracterización de lo político por parte de Carl Schmitt que el “primer kirchnerismo” popularizó en la escena rioplatense. Pero la remisión es errónea. Porque lo que Macri define no es “lo político” (donde la amistad y la enemistad jamás es personal) sino justamente lo que estos términos significan en el escenario ordinario, social, donde los odios son viscerales y personificados: el extranjero [es convertido en narcotraficante y delincuente]; el opositor político K [corrupto e hipócrita]; la política de los derechos humanos [cosa de locas, d oportunistas, en definitiva: "un curro"]. Obviamente, esta caracterización de la personificación es transversal a todo el espectro político, pero el macrismo, y en Cambiemos la actual diputada Elisa Carrió, han hecho un arte de esta perversión, acompañados por un aceitado aparato mediático-publicitario que los festeja.

La definición es entonces síntoma de otra cosa. Nos permite vislumbrar el escenario en el cual el presidente ha forjado su imaginario acerca del poder y su ejercicio. Me refiero al clan familiar, cuyo cemento societario consiste en una serie de “códigos de honor” que parecen remitir al origen de la familia. Un clan cuya estructura recuerda a los dones, sottocapos, consiglieris, caporegimes, etc., que estructuran las organizaciones mafiosas, tan semejantes, al menos desde el punto formal y operativo, a la estructura montada por Franco Macri, heredada luego por sus hijos, y comandada actualmente por Mauricio, quien tuvo el talento de re-articularla en el seno de su espacio político, y aspirar ahora utilizando el Estado como plataforma, en convertirla en un imperio de proyección global).

En el marco de una sociedad que pretende regirse por principios democráticos y universalistas un proyecto político que se basa en afectos de esta índole (código de lealtades y tradiciones) nos remite al muro, al antagonismo interno ineludible, a la lucha entre clanes, a territorios de dominio y campos de batalla. Es decir, a una sociedad zurcida en sus junturas de bloques no porosos, recalcitrantes; a quiebres o brechas infranqueables en donde el otro solo puede ser utilizado como justificación y sustento de la propia identidad, y al que solo se le permite vivir porque confirma nuestra propia hegemonía.

Quizá la enseñanza más brutal de nuestra historia reciente sea que la aniquilación del enemigo político conlleva necesariamente la propia desaparición o banalidad del aniquilador. En ese sentido, el macrismo parece, por un lado, lanzado de manera absurda a aniquilar y hacer desaparecer a sus enemigos políticos ("borrarlos de la historia" – un tropo caro a los seguidores de Cambiemos respecto al kirchnerismo), pero también, de manera contradictoria,  a mantenerlo con vida (vigente) para justificar su propia existencia.

Pero hay otro problema asociado con una definición de lo social que gira en torno a los afectos. Los afectos son lo más inestable, transitorio, arbitrario de nuestra base existencial. Volátiles como son, el mero ejercicio superficial del autocontrol no los contiene. Macbeth y Otelo están cautivos en sus emociones. Ellas [las emociones] se convierten en las verdaderas soberanas que habitan sus cuerpos como fantasmas en la máquina biológica. 


Y en cuanto a la ciudadanía, una sociedad definida como emotivista es una sociedad básicamente infantil, fácilmente manipulable, que invita a un totalitarismo blando;  o en el peor de los casos, a la renovación de otra tragedia totalitaria.


Filosofía política: la justicia

Finalmente, Sarlo llama la atención acerca de otro aspecto que vale la pena recalcar. En su discurso Macri señala que la sociedad y la felicidad emocional (el telos o finalidad de la política macrista) es algo que “hacemos entre todos”. Todos y cada uno de nosotros tenemos algo que aportar a la construcción colectiva. 


La expresión es un lugar común. El Papa Francisco, ha hecho de este tropo el centro de su catecismo teológico-político. El Dalai Lama nos lo recuerda de manera semejante cuando articula su ética mundial. Ambos se basan en una noción de radical interdependencia. Pero la interdependencia, la interconexión entre todos nosotros, en el caso de Francisco y el Dalai Lama, se da en un escenario cualificado en el cual se toma en consideración las diferencias coyunturales de cada uno de nosotros: los poderosos y los más vulnerables; los que tienen oportunidades y los que carecen de ellas; los que mandan y los que están obligados a obedecer. El Papa Francisco y el Dalai Lama enriquecen el llamado a la participación de todos en la construcción de un futuro común con una cláusula: cada uno en la medida de su poder. Hay un llamado explícito a la responsabilidad de los que más tienen.

Como también señala Beatriz Sarlo, esa idea está completamente ausente en la definición macrista. Yo agrego: esta ausencia es notoria, ejemplar, una forma de anarquismo conservador que apela a un Estado mínimo, y que descalifica toda vocación redistributiva. En otras palabras, una forma de igualitarismo acentuado en el lugar equivocado. En eso consiste en última instancia la pasión macrista por bajar impuestos a los ricos y elevar la presión tributaria a los más pobres. Es un igualitarismo perverso que acentúa las desigualdades distributivas, banaliza los reclamos de reconocimiento, y las injusticias en el ámbito de la representación.

EL DISCURSO DEL REY

Alejandro Rozintcher, el ideólogo detrás del discurso de Mauricio Macri. En la imagen, detrás de un gato al que llama "Father" (Ariel Grinberg)



El propósito de esta nota es comentar un artículo publicado por Carlos Pagni en el diario La Nación con motivo del discurso presidencial en la Asamblea Legislativa el día de ayer. El título del texto es "Macri en su gran encrucijada". Lo rescato porque contiene algunas joyas "literarias" que merecen tenerse en cuenta, y no pocos atisbos de agudeza sobre lo que acontece en el país en estos días, las encrucijadas con las cuales se enfrenta el ejecutivo y el ánimo general de la sociedad argentina, incluidos muchos referentes del propio oficialismo.



De la alegría a la depresión emocional

Dice Pagni al comienzo de su nota: 


"El discurso que Mauricio Macri pronunció ayer fue de una contundencia y una exaltación emocional desconocidas. Esa vibración guarda una proporción directa con una depresión emocional y política también desconocida. Las palabras que se escucharon en la Asamblea Legislativa se inscriben en una crisis de la que el Presidente se propone emerger. Para volver del abismo, se aferró a la escalera más segura: la confrontación con el kirchnerismo."

El gobierno está golpeado emocional y políticamente. No tiene nada bueno para mostrar, la única manera de salir de la depresión es confrontando con el kirchnerismo, imponiendo una realidad binaria entre el pasado y la fantasía de un presente que promete pero no cumple. El problema es que la "herencia recibida" ha dejado de dar los réditos políticos que alguna vez ofreció. 



Mauricio versus Macri

Dice Pagni: 

"Durante la charla [que tuvo el círculo selecto del presidente para sopesar la estrategia que asumiría] hubo una referencia a la columna que el sábado anterior había publicado en este diario [La Nación] Carlos Reymundo Roberts: 'La gran batalla: Mauricio vs. Macri'
Allí se describió un problema recurrente, que en el caso del Correo apareció sin disimulo: en Macri parece haber una disociación, una zona de clandestinidad, que irrumpe de manera compulsiva. El arreglo con Socma estuvo precedido por los Panamá Papers; la polémica por la asignación de rutas a Avianca, que originó otro expediente judicial; las gestiones judiciales de Daniel Angelici, ahora suspendidas, o las dificultosas explicaciones de Gustavo Arribas por una transferencia de dinero."

Lo más destacado de este fragmento es la siguiente expresión utilizada por Pagni: "En Macri parece haber una disociación, una zona de clandestinidad, que irrumpe de manera compulsiva".

Quisiera destacar los tres vértices del análisis: (a) la disociación entre "Mauricio" (el que nos presenta el experto en imagen Durán Barba) y (b) "Macri" el hombre real, de carne y hueso, el que habita (c) una zona de clandestinidad. 


Lo interesante es que esa zona de clandestinidad (dice Pagni) "irrumpe" compulsivamente en el escenario político. ¿Por qué? Porque la imagen duranbarbista no alcanza para ocultar la verdadera naturaleza de Macri (el empresario corrupto y corruptor del Estado) con la ficción de Mauricio (el presidente de la transparencia y la sensibilidad social).


Legitimidad moral

Dice Pagni: 

"Llegó al poder porque miles de personas en la provincia de Buenos Aires votaron a María Eugenia Vidal contra alguien a quien, con razón o sin ella, identificaban como "la Morsa"."

Aquí hay una confesión de parte. ¿Por qué llegó al poder Macri? Porque se presentó como una alternativa frente a la corrupción y la sordidez del poder político K (una reedición del antiperonismo acérrimo que siempre se presentó a sí mismo como el auténtico reservorio moral de la patria). Especialmente, el macrismo logró su cometido después de la exitosa operación mediática (que el propio Pagni pone en entredicho) que identificó a Anibal Fernández con "la morsa" (un asesino brutal y despiadado). 


Sin embargo, como el mismo Pagni reconoce, la herida que produjo el caso de Correo Argentino amenaza con desangrar la imagen del presidente y, con ella, la legitimidad de su proyecto. No solo frente a quienes no lo votaron, sino de puertas adentro. La suma de acciones oscuras ha puesto patas arriba el escenario. Nadie puede negar los casos de corrupción del kirchnerismo (después de todo, ¿quién en su sano juicio puede olvidarse de los bolsos de López o eludir las aparentes complicidades de funcionarios kirchneristas como Jaime en el caso Oderbrecht en los cuales los Macri y Mauricio en particular, estuvieron directamente implicados?), pero el entramado de corrupción que "compulsivamente" irrumpe en el escenario político con cada actuación del grupo Macri, hace que la legitimidad moral que pretendió encarnar Mauricio esté por los suelos.


La avaricia

Dice Pagni: 

"Del "gobierna para ricos" se deslizó a un reproche más corrosivo: "gobierna para un rico". Su papá. Sobre este fondo se recortan dos anuncios de ayer. El primero, un decreto que regula los conflictos de intereses, cuestión típica de las administraciones de empresarios. De Berlusconi a Vicente Fox; de Sebastián Piñera a Donald Trump, como desarrolló The Atlantic el viernes pasado."

Efectivamente: ya no se trata de un gobierno para ricos. Ahora la sociedad comienza a entender que el gobierno de Cambiemos es un gobierno de los Macri, por los Macri y para los Macri. Y la comparación que hace Pagni de Mauricio con Berlusconi, Vicente Fox, Piñera o Trump no solo lo alinea con gobiernos sistémicamente corruptos, sino con gobiernos política, económica y socialmente fallidos.


Las emociones y la realidad

Finalmente, después de varios párrafos en los que Pagni ofrece sus consejos virtuosos al soberano, señalando en qué podría convertirse Mauricio si fuera capaz de darle la espalda a Macri, el periodista resume el tono del discurso:

"Macri volvió a identificarse con el cambio, como una posición emocional. Rozitchner puro, ahora bajo la inspiración de Jacques-Alain Miller. Insistió en la unidad de los argentinos. Un propósito que choca con su estrategia de poder. Desde el primer párrafo, cuando pidió "más verdad y menos relato", se contrapuso al kirchnerismo."

La referencia al tono emocional (no olvidemos la definición perversa que deslizo el presidente durante su perorata: "Las emociones son lo más real que tenemos", la cual merece ya de por sí un comentario más extenso) y la caracterización del discurso por parte de Pagni como "Rozitchner puro" ofrece otra muestra del trabajo psico-político que la administración ejercita sobre el cuerpo simbólico de los argentinos. 

Pero las emociones dividen, no unen, y cuando parecen hacerlo (unir) en realidad degluten, devoran. Las emociones establecen en el mundo una frontera infranqueable si no somos capaces de renunciar a su reinado, si nos dejamos apropiar por ellas: de un lado está el sujeto (Mauricio) y del otro lo que Mauricio desea y lo que Mauricio repele. Macri es el encargado de apropiarse y aplastar aquello que las emociones enervadas por una educación humanista democrática mediocre exigen satisfacer. 

No hay manera de unir a los argentinos a partir de esta lógica emocional. La tan mentada "República" que Cambiemos dijo venir a restablecer, esta siendo derruida aceleradamente por Mauricio y por Macri. Solo si sorteamos las trampas emocionales, sólo si somos capaz de superar la realidad emocional que nos impone la retórica mediática, el país podrá salir de la encrucijada de odio al que estamos abocados. Las emociones son un instrumento del poder, hoy en manos de publicistas, no un camino sobre el cual forjar la convivencia.

LA CREACIÓN DEL ENEMIGO INTERIOR


Sobre muros y vallados

Teniendo en cuenta que los muros y los vallados, lejos de ser meros instrumentos de protección material, son también formas simbólicas que expresan los imaginarios de los poderes que los implementan y los pueblos que los exigen, los permiten y los sufren, cabe analizar muy brevemente las espectaculares medidas implementadas por el Ministerio de Seguridad para blindar la presencia del Presidente Macri ante la Asamblea Legislativa.

Recordemos que, desde el primer día de gobierno, la relación entre el presidente y el "pueblo" estuvo marcada por una sensación de desconfianza e inseguridad, al menos en relación con una parte de la población que parecía intimidar al presidente.

Recordemos también que, a lo largo de su año de gobierno, la retórica mediática y oficial ha enfatizado lo amenazante en el pueblo, sea a través de los discursos sobre el terrorismo, el carácter destituyente de las críticas, el ataque a la población inmigrante o delincuente, las referencias a la intolerancia política de los opositores, la irracionalidad de quienes no acompañan con una "oposición constructiva" la agenda gubernamental, la radicalidad de los grupos kirchneristas y otras figuras análogas que, dicen los voceros de Cambiemos, tienen al fin y al cabo un único objetivo: amedrentar al presidente y otros funcionarios abocados a transformar el país. 


Notorio es el caso de la gobernadora Vidal que se mudó a una fortaleza militar escenificando aprietes, atentados y amenazas de un imaginario poder oscuro del pasado, que libremente se asocia a la década de corrupción K, al crimen organizado y al narcotráfico. 

Interpretaciones

La interpretación más superficial consistiría en señalar que el vallado o amurallamiento del presidente responde a un temor de las élites corporativas que conducen actualmente el país ante el malestar creciente de la población que respondería negativa o incluso violentamente ante las medidas regresivas adoptadas. Quienes así lo interpretan tienden a asociar a Macri y a Cambiemos a la figura de Fernando de la Rúa y la Alianza, y a extrapolar el acontecimiento de su renuncia y el "que se vayan todos" a las actuales circunstancias.

Más difícil de aceptar y más preocupante es una interpretación alternativa que señala que el vallado, amurallamiento y blindaje responde a otra retórica que tiene como objetivo la cristalización en el imaginario colectivo de un "enemigo interno". Los sectores del poder judicial adscritos al oficialismo y los medios corporativos amigos han dado muestras crecientes de esta tendencia. El gobierno ha permitido pasivamente, o ha incentivado activamente esta lectura de diversos modos. Acompañando la persecución a opositores políticos y sociales, o articulando una descalificación de origen de las opciones políticas opositoras, y a los actores (funcionarios o referentes sociales) que no se someten a su poder o que amenazan su frágil hegemonía. La "guerra" contra los sindicatos "recalcitrantes": bancarios y docentes, es otra prueba de ello. La retórica bélica está a las ordenes del día.


La construcción de un imperio global

Me inclino a pensar que el macrismo tiene espaldas (económicas, mediáticas e institucionales, a nivel local e internacional) para emprender una ofensiva de estas últimas características, y que está lejos de ser un gobierno débil como se pretende.

El macrismo apuesta claramente a la brecha. Aún más, a un ruptura infranqueable dentro de la sociedad argentina que le permita llevar hasta las últimas consecuencias la transformación estructural que se ha propuesto, con el objetivo de transformar al grupo Macri (ahora convertido en un emporio multinacional con tentáculos globales) en un actor-red a nivel planetario. El Estado le ha dado los instrumentos que necesitaba para lograr este objetivo. Argentina es simplemente un cuerpo vivo del cual se aprovecha para lograr la nueva fase de expansión.

En breve: el macrismo (no Cambiemos como frente político) tiene una vocación de poder transnacional. Abrirse al mundo significa para sus ideólogos, no una apuesta al éxito del Estado argentino y su pueblo, ni el fortalecimiento de su soberanía política (lo constatamos en la instrumentalización de temas caros al espíritu nacional: ej. Malvinas), sino todo lo contrario. Lo que el gobierno está haciendo es debilitar dicha soberanía, y llevando al Estado y al pueblo a un quebranto que pone a disposición del grupo Macri lo que éste necesita para su propio proyecto de expansión de poder global corporativo

REDES


Julian Assange y el neofascismo


Esta entrada surge a partir de la lectura de un artículo publicado en Página 12 por Horacio González titulado Assange, en el que "glosa" la entrevista realizada a Julian Assange  por Santiago O'Donnell, publicada en el mismo diario con el título "Trump es un lobo con piel de lobo"

A partir de estas lecturas, se me ocurrió que es imprescindible profundizar nuestra reflexión acerca del modo en el cual podemos organizar nuestra desordenada agenda y producción en las redes, de manera análoga al modo en el cual se está organizando la militancia progresista en el mundo ante el recrudecimiento de las políticas de extrema-derecha y la falsa alternativa liberal-progresista en Estados Unidos y Europa, que en muchos sentidos, como señaló recientemente Nancy Fraser, es responsable directo del advenimiento de las nuevas formas de fascismo, por comisión y omisión. 

En el primer caso (comisión), promoviendo abierta o secretamente políticas regresivas, especialmente en política internacional y en la estrecha vinculación con el proyecto corporativo y antidemocrático que ha socavado la soberanía popular de manera continuada en las últimas décadas, pero que en los tiempos de la concertación Obama-Clinton ha tenido su momento culmine. 

En el segundo caso (omisión), resistiendo y obstaculizando abiertamente los nuevos vientos a favor de cambios radicales, acusados por el establishment liberal-conservador (autodefinido como progresista de manera engañosa), de ser enemigos "populistas" de la democracia: asociándolos de manera perversa a la misma categoría que los movimientos neofascistas de los que son su antítesis. 

Como señaló en reiteradas ocasiones Slavoj Zizek, ante el creciente avance de la derecha xenófoba en los Estados Unidos y Gran Bretaña, y fenómenos análogos en Holanda, Francia y América Latina, se percibe claramente un agotamiento del modelo neoliberal-multiculturalista que ha regido las democracias formales desde la caída del bloque soviético, abriendo de esa manera la posibilidad largamente esperada de una opción de cambio real. Aunque hay que reconocer que ese horizonte está aun muy desdibujado.

El caso argentino

¿Qué quiero decir con todo esto? En lo que respecta al caso argentino, las afirmaciones de Assange en la entrevista citada dan que pensar. Macri, nos dice, ganó las elecciones gracias a la inteligente utilización de las redes sociales y la apropiación del lenguaje de las redes en un escenario de transición entre la vieja política de los mitines y la nueva política del ciber-activismo. Pero ahora, como gobierno, pese a ser dueño absoluto del espacio mediático tradicional (prensa escrita y contenido audiovisual), parece estar perdiendo la batalla en las redes que alguna vez lideró. Al menos, se percibe una suerte de retroceso. 

Y ese retroceso no está directamente relacionado con la importancia que tiene para el macrismo este instrumento. Sabemos del volumen presupuestario reservado a mantener a un ejercito de ciberactivistas en las redes. Lo que ocurre es quizá más sutil. El gobierno está perdiendo la batalla debido al contenido de su dominación. 

No solo las políticas regresivas gubernamentales explican este deterioro entre la ciudadanía, aunque, por supuesto, este punto es crucial. El otro tema es que en las redes se han articulado formas de resistencia ciudadana, entramados de textos y subtextos de densidad conceptual inesperadas, que se contraponen y, hasta cierto punto,  evidencian la superficialidad del género de los eslóganes y el modelo de lenguaje publicitario elegido por el macrismo que, poco a poco, se ha inclinado por reducir su intervención en los espacios virtuales a cumplir un rol de control policial-represivo, a escrachar o "vociferar" con su ejercito de trolls los intercambios de una ciudadanía que, aun conmovida y desalentada por el shock producido por el gabinete de CEOs que administran las dosis de horror que inyectan a la ciudadanía, parece no rendirse a la encrucijada.

Bosquejo de las alternativas

Ante este panorama de incertidumbres y ambiguas esperanzas, nuestro objetivo debería consistir, cuanto menos, en continuar con nuestras formas de comunicación horizontal, pero agregándole a ellas una dosis de mayor "auto-consciencia". 

Con esto quiero decir lo siguiente: nuestra acción política en las redes tiene consecuencias fuera del mundo virtual que habitamos, produce reposicionamientos, y evidentemente, sirve como contrapeso frente al monopolio comunicacional que esconde la verdad a través de una catarata cotidiana de ficciones para obnubilar nuestra perspectiva. 

La frase bíblica sigue teniendo relevancia: "La verdad nos hará libres," pero en este caso, la verdad es más evidente de lo que pensábamos, todos la conocemos, pero buscamos una confirmación que la arraigue al mundo, que le quite el mote de "fantasía".  
Mi invitación, por consiguiente, es a utilizar las redes de manera más autoconsciente. Eso significa, distinguir entre: 
  • El uso egocéntrico que nos convierte en meros productos para ser ofertados en las plataformas (vendemos nuestros cuerpos, nuestros estilos de vida, nuestras experiencias cotidianas, nuestros familiares y amigos, con el inútil propósito de ser admirados, reconocidos u otras sandeces semejantes - aunque también nuestra ideología o nuestro posicionamiento político puede estar al servicio de esa construcción de una identidad para ser consumida por los otros); 
  • Y el uso inteligente de las redes, a través del cual nos reapropiamos de ellas. Nosotros somos quienes hacemos FB, twitter, etc. Hacemos las redes con nuestros contenidos. Dedicamos cientos de miles de horas, cada uno de nosotros, para hacer de la red un espacio atractivo, para engolosinar las subjetividades de otros individuos devenidos consumidores, ofreciéndonos como objetos de deseos o repulsión que atraiga su atención. 
Dicho esto, las preguntas parecen ser obvias, ¿cómo utilizar las redes para lograr nuestros fines políticos altruistas? ¿Como utilizar las redes para participar de manera autoconsciente y dirigida en la conformación de esas masas críticas que necesitamos para poder desvelar los engaños corporativos que utilizan actualmente la lógica y la retórica de la ensoñación que las redes y las plataformas de comunicación instantánea facilitan, para lograr su hegemonía? 

En síntesis, nuestra tarea en este espacio es dar forma, modelar, con el material de nuestra propia creación, con los contenidos que tenemos a la mano, ese espacio meta-tópico de carácter asambleario volcado a un cambio de consciencia y posterior movilización social. Pero ahora en un nuevo nivel, como decíamos más arriba: el nivel de autoconsciencia que nos permita pasar del mero rol de consumidores o productores de contenidos simbólicos en la redes, a ciudadanos políticos en las mismas. 

¿QUÉ HACER?

Fotograma de la película "El congreso",  de Ari Folman.
El dilema 

Hace unos días, una buena amiga me escribió a mi cuenta privada planteándome el siguiente dilema. Parafraseo:

“Estoy en una situación difícil. No llego a fin de mes. Me doy cuenta que la gente que me rodea está más o menos igual. Tenemos miedo, estamos angustiados. Por otro lado, tengo amigos y conocidos que hablan de la situación política del país y me exigen tomar consciencia, movilizarme, etc. Pero, aunque sé que debería hacerlo, no tengo tiempo ni espacio mental para ello. Estoy cansada. Necesito asegurarme el salario hasta fin de mes, cuidar a mi familia, protegerme de la inseguridad creciente, de la rabia que nos rodea por todos lados. Estoy harta.

“Además, cuando planteo mis dudas y me quejo, en muchos círculos me insultan, me ignoran o incluso me destierran. La grieta es real. No es una invención. Si publicitas tu posición corres el riesgo de ser descartada, en la familia, entre los amigos, y lo más importante, puede causarte problemas para conseguir trabajo.

“Por eso te pregunto, ¿qué tengo que hacer? No quiero seguir pensando y protestando por lo que está pasando. Sé que es injusto, sé que estamos cayendo en picada. Pero a veces quiero dudar, pensar que al final todo será mejor. Todo eso me angustia terriblemente. Por eso, creo que voy a cerrar las compuertas. No quiero seguir pensando en la política, en la economía, en la injusticia, en el mundo que nos tocó vivir. No quiero seguir leyendo periódicos, viendo la televisión, escuchando la radio. No quiero seguir discutiendo qué es lo que nos pasó.

“Necesito algo que me ayude a superar esta situación. Necesito alguna técnica que me permita superar personalmente lo que nos está pasando. He comenzado nuevamente a meditar y a hacer yoga. Eso me hace bien. Me hace muy bien. Conocí a un profesor de yoga y meditación que nos ayuda a encontrar ese espacio, a soltar, a aceptar nuestro dolor y nuestra angustia. Y me hace bien. De verdad, me hace mucho bien, porque me permite crear un espacio de salud en mi vida en medio de tanto horror. De otro modo, la angustia me come, me mata."

La rabia

Dos semanas antes, otra persona me escribió a mi cuenta de Facebook [en privado] diciéndome que estaba disgustada conmigo. No lo dijo con esas palabras, pero era obvio que había leído algo en mi cuenta que no le había gustado y sentía una necesidad imperiosa de decirme algo, “ponerme en mi lugar”. 


Decía lo siguiente [Parafraseo]:

“Mirá, Juan Manuel, la vida es mucho más sencilla de lo que vos pensás. Yo te leo, o te escucho, y se me revuelve el estómago con todo lo que estás diciendo. Me causa un profundo malestar. Yo tengo una familia, tengo hijos y tengo un grupo de amigos de toda la vida. Para mi eso es suficiente. Mi obligación es cuidarlos y cuidarme. Eso es lo que debo hacer. Lo tuyo son palabras, palabras, palabras. Palabras que producen odio, que producen la grieta, que lo único que hacen es angustiarnos a todos. Vos sos demasiado complicado. El mundo es lo que es, y lo que hay que hacer es aprender a vivir en este mundo. Punto. Yo he encontrado un espacio de paz en mi vida. Me ha costado muchísimo aprender a disfrutar de las pequeñas cosas. Yo sé que las cosas no son como a mí me gustaría que fueran, pero, pase lo que pase, nadie me va a quitar lo que he conseguido."

Cuando alguien se toma el trabajo de escribirme explicándome esas cosas me siento un afortunado. Porque lo habitual es la incomunicación, la indiferencia. Cuando discutimos, cuando conversamos, tenemos una posibilidad de articular nuestros pensamientos, enfrentar las encrucijadas en las que nos encontramos, reflexionar sobre ellas y buscar una respuesta.

Lo Real y la realidad

Mi propósito en esta entrada no es responder a mis interlocutores. Quiero, simplemente, dejar que esas dos articulaciones resuenen en el espacio público así como llegaron, como “dilemas morales”, que ponen de manifiesto un malestar profundo, que parece traducirse en una huida hacia delante ante la encerrona que nos impone un régimen neoliberal que ha puesto en crisis la condición misma de posibilidad de nuestro anhelo democrático, desconectándonos los unos de los otros, lanzándonos de regreso a la caverna de nuestra individualidad egocéntrica, al enfrentarnos de manera desnuda al dolor, a la insatisfacción, a la angustia existencial más radical.

Si algo tiene de bueno el actual embate neoliberal es que nos deja desnudos frente a lo Real [con mayúscula]. Lo Real mayúsculo es aquí “lo que es”, a cara lavada, sin cosmética alguna. Y lo que es sin cosmética alguna es la crueldad, el horror, el instinto depredador, el todos contra todos, el estado de naturaleza del que hablaba Hobbes sobre el cual se pretende legitimar el Estado totalitario en su nueva versión mediático-policial.

Muertos vivientes

Frente a lo Real mayúsculo, nuestra respuesta instintiva es inventar una realidad [minúscula]. La realidad minúscula es aquí nuestra fantasía egocéntrica, una paz construida en el seno de nuestro pequeño mundo cerrado de clase media. Atrapados en nuestra realidad minúscula, vigilados por nuestros vigilantes, asfixiados por nuestro miedo, nuestra inseguridad, nuestra angustia creciente, buscamos sucedáneos de la libertad. Mientras tanto, afuera de casa se agigantan los fantasmas que nuestros temores alimentan. Pobres, inmigrantes, delincuentes, narcotraficantes, kirchneristas, comunistas, populistas. Los hay de todos los pelajes y para todos los gustos.

Yo me pregunto, frente a todo esto, ¿cuánto tiempo necesitaremos para tomar consciencia de la amenaza Real que anida en nuestra situación actual? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para reconocer que el neoliberalismo [que no es un sistema económico, ni un régimen político, sino - en primer lugar - una concepción distorsionada de lo que somos como seres humanos, lo que significa convivir los unos con los otros, y lo que implica y exige nuestro encaje en el mundo natural, en la Tierra] es la personificación de la muerte en la era del capitalismo global? El neoliberalismo viene por todos nosotros, y aunque nos escondamos dentro de nuestros variados y atractivos artefactos de fantasía [nuestras fantasías espirituales, tecnológicas o químicas], su veneno acabará penetrando nuestros muros convirtiéndonos en los zombies, los muertos vivientes, en los que el neoliberalismo pretende transformarnos. 

EL AMIGO INGLÉS Y LOS DISPOSITIVOS SOBRE EL CUERPO SIMBÓLICO



La enunciación del principio neocolonial

El presidente Macri habló a la prensa y explicitó (de manera cruda), con el estilo “desestructurado” que lo caracteriza, el principio neocolonial que rige nuestras vidas desde su asunción.

Frente a las cámaras, en un gesto impensable en una democracia moderna genuina, el presidente de “todos los argentinos” utilizó una conferencia de prensa para defender a su “amigo inglés”, Joe Lewis. Allí dejó planteado, de manera transparente, el imaginario de la geografía del campo de batalla donde se mueve. De un lado, sus enemigos, el pueblo argentino raso, caracterizado explícitamente como irracional, resentido, que ataca incomprensiblemente, a un hombre con el que deberíamos sentirnos agradecidos, el inglés multimillonario, latifundista (su amigo) que con su sola presencia en nuestro territorio y su voluntad de poder, nos mejora.

Mientras el presidente articulaba su defensa de Joe Lewis y otros amigos íntimos sospechados de diversos delitos contra el Estado,  en los cuatro puntos cardinales del país, diversos estamentos de las fuerzas policiales reprimían a la sociedad civil movilizada por diversas reivindicaciones, de las cuales el presidente no dio cuenta alguna (“Te la debo”);
 al tiempo que el ejecutivo, generoso con el inglés y otros “blancos [u otras étnias pero] adinerados” (fiel al estilo Trump que lo caracteriza), lanzaba una campaña mass-mediática y policial-represiva para consolidar la tendencia discursiva que imperará en las próximas semanas, que consistirá, con beneplácito y complicidad ciudadana, en estigmatizar otros extranjeros de orígenes y razas más oscuras, pero sobre todo, pobres. 

Dispositivos para el siglo XXI

Daniel Arroyo suele repetir en programas televisivos y radiales una frase afortunada para explicar la situación socio-económica de los argentinos. Dice Arroyo: "Hay argentinos que viven en el siglo XIX, argentinos que viven en el siglo XX y argentinos que viven en el siglo XXI." 

Lo que el macrismo tiene de novedoso es, justamente, que ha sabido construir poder, no solo a través de los dispositivos habituales utilizados para contener y dar forma a la población aun inmersa en las coyunturas e imaginarios de los siglos XIX y XX (fundamentalmente, a través de la estigmatización-represión y la corrupción clientelar que tanto denunció), sino que ha desplegado nuevos dispositivos de poder sobre la población argentina que ha entrado o se asoma tecnológica y culturalmente al siglo XXI. 

Vigilar, castigar, enloquecer, humillar, banalizar

Aquí, la palabra clave es “dispositivo”. Y con ello me refiero, de manera abarcadora, a los diversos artefactos que el poder utiliza para consolidarse y reproducirse, interviniendo, informando y forzando la estructura social, con el fin de ponerla a su servicio y sacarle ventaja:  los discursos, las técnicas y las construcciones ideológicas.

Michel Foucault, en su famoso libro Vigilar y castigar, dio cuenta del cambio en los dispositivos de poder que trajo consigo la mutación cosmovisional durante la primera modernidad: pasamos del castigo ejemplar, entendido como teatro del horror, a un régimen de internamiento aparentemente más humano, pero igualmente efectivo. La aparente humanización del castigo, ahora caracterizado como "reinserción social" era cuestionada por parte de Foucault.

De manera análoga, la llamada “Guerra contra el terror” inauguró nuevos dispositivos de represión y control social que aun la sociedad global está intentando digerir. 

“¿Podemos llamar “tortura” a las prácticas del waterboarding (submarino)?” - se preguntaban los intelectuales progresistas (hoy santificadores de Barack Obama) que escribían para el New York Times o el Washington Post hace no muchos años. 

O para seguirles el juego: ¿Cómo calificar las famosas “dramatizaciones” de tortura fotografiadas en Abu Ghraib? ¿Es lo mismo atormentar a un detenido con música de ACDC en Guantánamo que someterlo a una sesión de picana eléctrica en un centro de concentración como ocurría en la ESMA durante la dictadura militar argentina con los detenidos? 

La aparente “humanización” de la tortura esconde motivos instrumentales. ¿Qué resulta más efectivo en nuestra era de la información? ¿Torturar a los cuerpos (práctica costosa económica y simbólicamente y poco sostenible en el tiempo), torturar las mentes (que convierten en residuo a los torturados contraviniendo el mandato de reciclaje de nuestra era eco), o ejercer la tortura en el lugar simbólico que hoy constituye y rige nuestras vidas, posibilitando el re-formato epistémico-cognitivo de los recalcitrantes? 

Naomi Klein dio cuenta de otra mutación en esos ejercicios de poder en su best seller La doctrina del shock. Describió la implantación del neoliberalismo a nivel global a partir de una exhaustiva interpretación de la sustitución parcial de la tortura corporal por la tortura y manipulación psicológica de los sujetos y las sociedad con el fin de facilitar la implantación del nuevo orden de explotación. 


La tortura sobre el cuerpo simbólico

El macrismo utiliza dispositivos que, además de intervenir sobre el cuerpo de los argentinos (la represión es un ejemplo, pero también la detención de los cuerpos y la estigmatización del joven y el pobre) y la psiquis de los argentinos (el ejercicio de una salvaje violencia mass-mediática) también opera sobre el cuerpo simbólico de los argentinos. 

La "implosión" que se observa en la población, de la que también habla Daniel Arroyo habitualmente (los barrios no están explotando socialmente, nos dice, pero los individuos están implosionando, "explotando hacia adentro") no se circunscribe exclusivamente a los efectos socio-económicos que viven los sectores más desfavorecidos de la sociedad, y la inseguridad que crece entre las clases medias pauperizadas, sino que es también la experiencia autodestructiva que suscita la violenta desacralización de nuestros bienes culturales y espirituales.

Por eso, cabe preguntarse si la paulatina transformación de la democracia argentina, ahora monopolizada y fusionada en un ideario homogeneizado que aglutina al poder corporativo, judicial y mass-mediático, y que opera sin limitación o contrapeso alguno, pertrechada con estos nuevos dispositivos de ejercicio del poder totalitario, no amenaza con socavar los principios fundacionales de la patria, aun cuando se atiene a la letra de la ley.

BARACK OBAMA Y EL MAESTRO BUDISTA


Desde la victoria de Donald Trump, el mundo del Budismo occidental se ha vuelto histérico. Algunas horas después del triunfo del magnate, un famoso maestro budista, de retiro cerrado con sus seguidores en España, detuvo el programa con el fin de ofrecer un paliativo a los participantes conmocionados. La grabación de su mensaje fue publicitada en las redes sociales, convirtiéndose en viral. 


La carta abierta de una docena de famosos maestros budistas estadounidenses fue publicada horas después de que se conocieran los resultados electorales con intenciones semejantes: aplacar el desequilibrio emocional que causó la sorpresa. La redes sociales fueron llenadas con entradas y comentarios de budistas denigrando a Donald Trump y a sus seguidores. Mientras tanto, a medida que los días pasaban, una nueva tendencia crecía a ritmo vertiginoso, la de ofrecer semblanzas hagiográficas de Barack Obama (el nuevo protector y santo liberal). 

Hace unos días, otro maestro de meditación (experto en su campo) se dirigió a sus amigos y  seguidores en Facebook para convencerles que Obama había sido el mejor presidente en toda la historia de los Estados Unidos. De manera no muy persuasiva pretendía que los aspectos negativos del legado de Obama, su brutal política exterior, entre otras cosas, debían interpretarse tomando en consideración la oscuridad de las circunstancias globales. 

Otro maestro nos recordó, con el fin de justificar a Obama (sus guerras y asesinatos selectivos), el dilema del terrorista con una bomba y los diez inocentes. "¿Qué se supone que debemos hacer?" Y citaba la historia del canon Pali del capitán y los mercaderes. La referencia habitual a la ley del karma en este caso fue tácita, pero obvia.

Nixon y Kennedy. El feo y el encantador




Ayer decidí mirar nuevamente la película de Oliver Stone sobre Nixon. Recordé que lo que más me había gustado del film cuando lo vi por primera vez era la manera en la cual Stone contrastaba a Kennedy y Nixon, representando la lucha interior Nixon, quien pretendía ser amado por su pueblo como lo era Kennedy (recomiendo además volver a ver la trilogía de Oliver Stone sobre Vietnam y el resto de la filmografía del director de Platoon).

Kennedy era un personaje encantador, amado por su gente y convertido en un ídolo por muchos otros en el mundo entero (en parte debido a la propaganda de Hollywood). Aunque, cuando estudiamos la historia estadounidense desde una perspectiva mundial (en contraste con el usual provincialismo de los estadounidenses) el encanto desaparece. 


Nixon, en cambio (como George W. Bush, quizá), es un personaje más oscuro, con pocos admiradores en su país y en el resto del planeta. Fue brutal, pero además, feo. Nixon y Kennedy parecen ser los dos paradigmas de la personalidad política estadounidense: el joven encantador y el feo y resentido.

Sin embargo, vale la pena prestar atención a lo que respondía hace unos días Noam Chomsky en una entrevista con Medhi Hasan en Upfront (Al-Jazzera), cuando se le preguntaba acerca de si había estado alguna vez tan preocupado acerca de la situación de su país y el mundo como con el triunfo de Donald Trump. Chomsky contestaba: “Si, por ejemplo, en tiempo de Kennedy. Además de las violaciones habituales a los derechos humanos, casi lleva al mundo a una catástrofe nuclear." Y sobre Obama hizo la lista de cifras que demuestran que Obama uno de los presidentes estadounidenses más beligerantes de toda la historia de su país. 


De este modo, el joven encantador y simpático, y el feo y resentido son las dos caras de la misma moneda en la política estadounidense.

Latinoamérica y la santificación de Obama



Obama y la tradición presidencial estadounidense de llorar frente a las cámaras

Soy latinoamericano. No soy ciudadano estadounidense. Sin embargo, como todos sabemos, lo que Estados Unidos hace en el mundo tiene graves consecuencias para todos nosotros. Estados Unidos posee la fuerza militar más poderosa del mundo, el sistema de espionaje más sofisticado, el país que produce mayor contaminación y residuos tóxicos. Estados Unidos ha sido, y aun sigue siéndolo, la mayor amenaza para aquellos países que "interfieren" con lo que los estadounidenses llaman su “seguridad nacional”. Aquí "interferir" significa, sencillamente, oponerse a sus caprichos. El mero hecho de tener algunos recursos o riquezas en nuestros territorios codiciados por las élites estadounidenses nos convierte en un objetivo militar: tierra, minerales, petróleo, agua potable o las meras circunstancias geopolíticas, todo puede ser causa de nuestra depredación.


Bush mostrando su lado sensible. 
Y, además, leemos los periódicos estadounidenses, consumimos libros estadounidenses, escuchamos a los académicos estadounidenses y admiramos a las estrellas de Hollywood. Y si tenemos la rara y afortunada oportunidad de gozar con algún tipo de ocio en medio de la guerra constante que, década tras década, se libra contra nuestras vidas, comprendemos que el gobierno de los Estados Unidos es nuestro problema más importante, nuestro mayor obstáculo, nuestro más temido enemigo. 

Porque detrás de nuestros gobiernos corruptos, detrás de nuestras instituciones fallidas, detrás de nuestra economía en bancarrota, sabemos que siempre hay oficiales estadounidenses complotando contra nosotros. Por supuesto, también escuchamos voces defendiendo los derechos humanos y la justicia social, voces que, con un tono melodioso, muchos ciudadanos estadounidenses entonan embelesados. Pero en estos días, esas mismas voces que tanto respetábamos se han convertido en voces cínicas.


Hillary Clinton en un ataque de llanto incontrolable.
La santificación de Obama es la expresión más notoria de ese cinismo. Por supuesto, Donald Trump es una enorme amenaza para el mundo. Pero también lo fueron Obama, Bush, Clinton, Reagan, Carter, Kennedy y el resto de presidentes que condujeron America. Y la pretensión de hacer de Obama un santo es una ofensa hacia aquellos que fueron asesinados, aquellos que fueron torturados, aquellos que fueron desaparecidos y pauperizados y oprimidos por su política exterior o la política interior de sus socios imperiales. Es una triste expresión de hipocresía (o quizá la ignorancia manifiesta) de aquellos a quienes se les llenan los ojos con lágrimas frente los ilusionista del establishment mediático.


Bill Clinton conmovido en escena


La política estadounidense y el Budismo estadounidense

Pero, me gustaría agregar algo más en esta entrada acerca de la relación entre el Budismo anglo-norteamericano y la política estadounidense. 

En muchos sentidos, esta santificación de Obama que muchos maestros y adeptos budistas en Estados Unidos están articulando tiene repercusiones en el debate Budista - una discusión que está teniendo lugar más allá de la esfera pública anglo-estadounidense y europea, porque el Budismo es hoy un fenómeno global. (He escrito sobre el Budismo en Latinoamérica y sus desafíos en otro sitio). 


Como ocurre con otros temas (escándalos sexuales, la brutalidad del régimen senegalés, la xenofobia birmana, la explotación corporativa inspirada en el budismo secularizado), este tema en particular nos fuerza a tomar una posición: nos volvemos críticos de la ecuación entre el Budismo, el Budismo occidental y el Budismo anglo-norteamericano.

Personalmente puedo decir que me disgusta la parcialidad inconsciente, la postura eurocéntrica, hacia un estilo de vida en particular (el estilo de vida estadounidense y europeo) y la propaganda que se encarama detrás de la actividad misionera del budismo occidental. 



Budismo, budismo occidental y budismo anglo-norteamericano


Imagen habitual de un monje budista en un laboratorio.

Estoy convencido que las relaciones entre el Budismo y la modernidad no debe reducirse, ni (1) a la manera en la cual intentamos hacer encajar sus doctrinas  en la cosmovisión científica del mundo, ni (2) en el modo en el cual su ethos se acomoda a la exigencias y los estándares de eficiencia del mundo corporativo. 


Esta apuesta es una vieja estrategia que los cristianos, y también los musulmanes, intentaron hace siglos. No hay mucho beneficio que pueda esperarse de ello a largo plazo: instituciones fuertes, quizá, mayor influencia, pero a costa de extirparle a la tradición su espíritu revolucionario. 

En todo caso, necesitamos asegurarnos que los principios budistas, su ética basadas en el reconocimiento genuino de nuestra íntima y radical interdependencia, no se reduzcan a bellas citas para nuestra biblioteca de bellas citas para colgar en internet.

Ahora mismo, el mundo necesita con urgencia un cambio político. Estamos obligados (si nos tomamos en serio los peligros que nos acechan) a tomar decisiones que pongan límite a las élites depredadoras. Curiosamente, quienes sostienen que Barack Obama fue un presidente ejemplar, olvidan que muchos de los argumentos con los que lo defienden son, justamente, los que condenan su mandato porque supuso una enorme oportunidad perdida, y su apoyo a Hilary Clinton una muestra clara de la ambigüedad de su política titubeante. Todo eso significa que no podemos permitir que nos continúen Y eso significa que no podemos permitir que continúen chantajeando. 


La canonización de Barack Obama forma parte de ese chantaje. “O estáis con nosotros - nos dicen ahora los liberales -, o estáis en nuestra contra y sois unos racistas." El problema es que en el camino de esta canonización hemos perdido de vistas las alternativas reales que quedaron en el camino. 

Nosotros no compartimos la visión del mundo de Obama. Tampoco compartimos la cosmovisión de Donald Trump. Ninguno de ellos es una alternativa real. En ambos casos, rechazamos ser cómplices de su brutalidad, y su explícita o implícita xenofóbia y racismo (hay discriminación, xenofobia y racismo cuando se justifica el sacrifico  de millones para sostener el modo de vista egoísta de unos pocos). Podríamos conceder que, dados a elegir, en algunos aspectos retóricos, Obama hubiera sido una mejor elección. Pero como no somos seducidos por el encanto del primero, ni excitados por el feo resentimiento del segundo, la histérica necesidad de los liberales budistas de canonizar a un hombre que ordenó la muerte de millones y sacudió el tablero geopolítico legándonos una situación que amenaza con convertirse en una conflagración planetaria, parece completamente fuera de lugar.  
                                                                                        


NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...