EL ESPEJO INVERTIDO: MILTON FRIEDMAN Y MAO TSE-TUNG

Milton Friedman reunido con el dictador Augusto Pinochet

Asesinar al "dictador"

El periódico estadounidense The Nation publica hoy una entrevista al actor estadounidense Sean Penn, en la que nos ofrece unas imágenes muy diferentes a las que están habituados los estadounidenses sobre el presidente venezolano Hugo Chávez y el líder cubano Raul Castro.

La entrevista ha sido subida a Youtube. Se trata de unos pocos minutos, en lo que se editan extractos de un conjunto de afirmaciones vertidas en programas televisivos de las más influyentes cadenas nacionales norteamericanas en las que diversos personajes de la vida pública, impunemente, conminan abiertamente a la administración de George W. Bush a asesinar al "dictador" Chávez para acabar con su amenazante mandato en Latinoamérica. Como es habitual, las razones que se aducen son morales y pragmáticas. Por ejemplo: evitar una guerra. Las afirmaciones de este tipo abundan también en la prensa europea y los periódicos argentinos están bien provistos de periodistas y comentaristas afines ideológicamente a sus colegas del primer mundo que apuntan en dirección semejante.


El héroe neoliberal y el mundo según Monsanto

Hace pocas semanas, la editorial Gota a Gota, reeditó Libertad de Elegir de Rose y Milton Friedman, este último calificado por algunos como el más importante, influyente y controvertido economista del siglo XX. En vista de los resultados que las políticas neoliberales por él inspiradas han traído consigo, vale la pena releer este "clásico de la literatura universal" para intentar desentrañar el complejo de bienes morales subyacentes que atrajeron la lealtad de tantos hombres y mujeres a esta ideología que acabó sembrando, miseria, marginación, opresión y violencia en sus comunidades de origen.

Otra importante novedad editorial es la investigación El mundo según Monsanto de la periodista francesa Marie-Monique Robin, editado por Peninsula. Un documental de 110 minutos dirigido por la propia autora ha sido publicado en Youtube. Para aquellos que hayan estado inmiscuidos en los debates en torno a la cuestión agraria en la Argentina es una buena ocasión para apuntar argumentos que en raras ocasiones se articularon inteligentemente debido a la estrechez de motivaciones de los contendientes. Las personas serias estudiarán el informe de la Robin del mismo modo que hicieron con la interpretación del neoliberalismo ofrecida por la Naomi Klein (La doctrina del Shock). Ambos textos nos ofrecen  herramientas hermenéuticas para entender la miseria y el miedo en nuestras sociedades contemporáneas y su inextricable relación con la ideología friedmanita.

La FAO, la organización para la alimentación y la agricultura de las Naciones Unidas ha advertido recientemente que la adquisición de tierras extranjeras es un nuevo tipo de neocolonialismo al que se han lanzado las grandes corporaciones a través de la adquisición masiva de los mejores terrenos de siembra y ganadería del planeta. A estas adquisiciones, se acompañan estrategias de mercado cuyos efectos alienantes para la población local resultan difíciles calcular. 


Curiosas coincidencias: Mao, el friedmanita

Lo que muestra el empeño y la constancia de la ideología Friedmanita, persistente pese a los daños globales, sociales y medioambientales que ha provocado, lo emparenta con la ideología invertida del maoismo, y por ese motivo es que la China contemporánea resulta tan atractiva como modelo de mercado.

La libertad real es un obstáculo para la maximización de los beneficios. Eso lo prueban las propias burocracias corporativas, estructuradas jerárquicamente, y blindadas al control democrático, por un lado, y por el otro, las distorsiones concertadas a los que los grandes medios de comunicación de masas someten a la población con la última intención, según palabras del científico y filósofo político Noam Chomsky, para contribuir a que las democracias occidentales sigan siendo lo que han sido llamadas a ser desde un principio, un mecanismo sofisticado de poder blando, para proteger a los ricos de las masas de pobres.

El modo de constatar estas tesis para todos evidentes si pertenecen al bando de los desfavorecidos, es echar una mirada ilustrativa al planificado repudio de los resultados electorales en Venezuela, o a las distorsiones interpretativas de los mismos. Como he dicho anteriormente, no es el proyecto chavista el que pretendo defender. Lo que me preocupa es la ingenuidad con la que aceptamos las explicaciones que nos ofrecen los asalariados columnistas de los grandes medios de comunicación.

Los vuelos de la CIA y el silencio de Europa

Hoy el diario El Pais publica un informe que ofrece sólidas pruebas de que el expresidentes José María Aznar autorizó secretamente los famosos vuelos de la CIA en los que se transportaron ilegalmente, sospechosos de terrorismo al campo de concentración de Guantánamo.

Durante los últimos años, el silenciamiento de las comisiones de investigación parlamentaria de la Unión Europea, no ha sido escandaloso, sino grotesco, en vista a la absoluta indiferencia de una población que pretende superioridad moral sobre el resto del planeta, en vista a su defensa radical de los derechos humanos. Silencios similares, descontando unas pocas y muchas veces cautelosas denuncias, se pusieron de manifiesto respecto a las decisiones inmorales en torno a la cuestión inmigratoria.

Es imprescindible, separar el grano de la paja. La libertad económica es un bien relativo, uno entre otros bienes en el horizonte moral que define nuestras identidades. La ideología friedmanita, la última y más perniciosa heredera de las corrientes individualistas, utilitaristas, atomistas e instrumentalistas nacidas a la sombra de la revolución científica del siglo XVII, es una arruga imborrable en nuestros cerebros, un trama de nuestra mala educación.

Necesitamos mucho esfuerzo para enmendar el daño que ha ocasionado, si acaso esto fuera posible. Hemos frecuentado durante demasiado tiempo, malas compañías. Por eso necesitamos para que el cambio se produzca, una torsión en toda nuestra postura, para que la mirada se vuelva hacia bienes más extensos. Par ello, debemos abandonar la fascinación por las sombras, que como en la famosa caverna de Platón, era producto ilusorio proyectado sobre el fondo de la cueva, para mantenernos atados al engaño y evitar la verdad. El Friedmanismo fue un importante instrumento de engaño y manipulación para mantenernos lejos de un horizonte más amplio.

Ahora bien, si nos preguntamos que fue lo que impulso a tanta gente a asociarse y jurar lealtad a una ideología tan alejada del sentido común, a una teoría tan contra-intuitiva de la naturaleza humana como la que sostuvieron y aun sostienen los neo-liberales de cuño, hay dos líneas argumentativas que esperan ser desarrolladas extensamente. La primera tendría que ofrecer un relato histórico para determinar los factores causales que produjeron las condiciones para que, segundo, una parte de la población adoptara los ideales subyacentes de libertad absoluta, atomismo político y libre mercado, como las explicaciones mas adecuadas sobre lo que somos y sobre aquello hacia donde debemos dirigir nuestros esfuerzos, haciendo a un lado las intuiciones cotidianas de dependencia mutua, comunidad y necesidad de regulación y proyección económica, en el sentido más elemental que consiste en la equilibrada y prudencial administración del hogar en el que todos somos.

Que continuemos discutiendo estas cuestiones aun después del colapso financiero de los últimos meses y las masivas, y en muchos sentido antidemocráticas inyecciones estatales al mercado como salvataje del mismo debido a su propia incapacidad de sostenibilidad, muestra claramente cuánto nos hemos alejado del sentido común. Cuán lejos estamos de la sabiduría práctica que tanto admiraron los antiguos.

LA NEOLENGUA




-Tú no aprecias la neolengua en lo que vale –dijo Syme con tristeza-. Incluso cuando escribes sigues pensando en la antigua lengua. He leído algunas de las cosas que has escrito para el Times. Son bastante buenas, pero no pasan de ser traducciones. En el fondo de tu corazón prefieres el viejo idioma con toda su vaguedad y sus inútiles matices de significado. No sientes la belleza de la destrucción de las palabras. ¿No sabes que la neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día?
(…)
-¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento. En efecto, ¿Cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre?
(…)
Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño.
(…)
La revolución será completa cuando la lengua sea perfecta.


ORWEL, George, 1984, Barcelona: Editorial destino, 2005.



Las extensas citas que encabezan la edición del día han sido utilizadas para todo tipo de cosas. Yo haré uso de ellas para dar otra vuelta de tuerca a una idea que todos compartimos. Se trata de volver a pensar la necesidad que sentimos de hacer el mundo "simple", y hacerlo simple para hacerlo disponible.


En el Génesis se nos dice que el dominio sobre el mundo por parte del hombre comienza cuando éste le da nombre a las cosas: "Este es el sol, esta es la luna, y esos son los animales a los que darás nombre y sobre los que señorearás". El dominio, como se anuncia en el Génesis, comienza con el dar nombre a los objetos.


Confucio ofreció su propia interpretación de la decadencia del Imperio en el cual le tocó vivir: "la equivocidad de los vocablos y la confusión de los roles."


Los medios de comunicación son un ejemplo cotidiano del concertado empeño por confundir para triunfar, vender, dar prestigio infundado y difamar gratuitamente.


Siendo este asunto tan mentado por todos, quería traer a colación otro aspecto de esta guerra de significados que ha hecho imposible el diálogo fructífero entre las facciones en pugna en nuestras sociedades. Esta vez, la imposibilidad del diálogo se debe en buena medida a la convicción de todos de que lo único que cuenta es el dinero, el beneficio propio. Puede que la razón que subyace a esta convicción sea que el único lenguaje que todos compartimos es el del dinero


No creo que esto sea cierto. La gente no se mueve únicamente por el ‘vil metal’. Hay otras cosas importantes en nuestras vidas: el honor, el amor, la paz, el goce estético, la compasión, el anhelo de conocimiento, la justicia, la benevolencia universal.


La dificultad, en todo caso, es ofrecer relatos, narraciones, articulaciones, que nos movilicen comunitariamente a lograr los bienes a los que aspiramos.


Para ello hay que resistir la neolengua, aquella que ha convertido nuestro horizontes moral en un espacio monocromático y desértico, ese lenguaje aprendido para facilitar la inserción laboral y el desempeño burocrático en las grandes corporaciones donde la neolengua impera y desde donde se exporta a todas las dimensiones planetarias.


La neolengua simplifica el universo en términos de crecimiento a través de la maximización de beneficios, una especie de hiper-Bien que reina en las alturas de nuestro firmamento ético post-moderno.


Todo debe ser sacrificado para su logro: individuos, familias, naciones, ecosistemas, el propio planeta es únicamente un instrumento para la actualización de la fe de estos profetas, que como bien muestran muchas películas de ciencia ficción, están listos para instalar sus colonias en otros escenarios no contaminados una vez que nuestra tierra haya caído en la perdición absoluta, para continuar su aventura de poder.


La neolengua nos ha convencido que el arte, la literatura, el yoga, la justicia, la benevolencia universal, incluso la oración y la meditación, son ornamentos de una vida exitosa en los negocios.


Ha convertido estos objetos en valiosas imágenes para endilgar a nuestros productos, sacando provecho de los anhelos inarticulados de una población embrutecida por la propia neolengua, que acaba descreyendo de todo, excepto del dinero… el dinero que es, al fin de cuenta, la única realidad, la última realidad, frente a la cual parecen hacer silencio todas las conciencias.


La neolengua ha reducido nuestro inmenso y variado mundo donde aun hay cumbres impolutas y profundidades inexploradas, a las variaciones de los índices bursátiles y los datos macroeconómicos.


La neolengua mide la política en términos de inversión extranjera y tasas inflacionarias, déficit y política fiscal.


Sin embargo, los grandes pueblos, como los grandes hombres y mujeres de la historia, han sabido resistir los más grandes desafíos, no gracias a las cifras de sus cuentas bancarias, sino a las convicciones descubiertas e inventadas en sus narraciones de búsqueda de identidad y sentido.


Habiendo visto esto con claridad, uno se pregunta, ¿qué hacer con aquellos que insisten en rechazar toda ideología en nombre de la gran ideología del fin de las ideología que es la neolengua?


¿Qué hacer con aquellos que a un mismo tiempo nos confunden con la multiplicación de las palabras cruzadas de antónimos y sinónimos barajados a su gusto e interés, y al mismo tiempo nos obligan a pensar con la lengua perfecta del único valor y el único criterio?

LIBERTAD, IGUALDAD Y FRATERNIDAD.

I

Analicemos el siguiente dilema moral. Somos de aquellos que conceden una importancia, en primer lugar, al «éxito profesional». Para ello dedicamos muchas horas y esfuerzos. También consideramos importantes nuestras relaciones íntimas, familiares y sociales. La «realización personal» también depende de éxito que tengamos en nuestras relaciones significativas.  

Un buen día, descubrimos que nuestra vida profesional se ve amenazada por las exigencias de nuestra vida íntima. Parece que no dedicamos suficiente tiempo a nuestros allegados. «Invertimos» la mayor parte del tiempo y energías disponibles al trabajo, mientras que a nuestra familia y amigos les ofrecemos migajas de atención. Más allá de los motivos que explican que prioricemos el trabajo por sobre la vida familiar, lo cierto es que hemos tomado una decisión: priorizar el trabajo por sobre la familia. 

Tanto el trabajo, como la familia, son bienes. Por lo tanto, al cumplir con las exigencias que nos impone un ámbito, sabemos que en ocasiones faltamos a las exigencias del otro.
La elección del bien que supone cumplir con las obligaciones profesionales, en ocasiones, conlleva alejarnos del otro bien, que es la convivencia, y la atención familiar y social. 

Las personas que viven este tipo de dilema, lo articulan y reconocen, no siempre pueden resolverlo satisfactoriamente. Sin embargo, la mera consciencia de su carácter dilemático puede ayudarnos a cultivar cierta humildad moral. Esta humildad moral puede figurarse con el siguiente eslogan: «las decisiones moralmente relevantes no se reducen a una cuestión de todo o nada».

Otros individuos, en cambio, prefieren negar el bien «menor», tal vez para darse ánimos. La opción a favor de las obligaciones profesionales, por ejemplo, pasa a ser «el trabajo lo es todo». Lo contrario sería reconocer que, ciertamente, una atención concertada en mi tarea profesional me permitirá lograr los objetivos que me he propuesto, pero también es cierto que perderé ocasión de compartir mi tiempo con mi mujer o mis hijos. O, por el contrario, he dedicado muchas horas cuidando y educando a mis hijos, pero he descuidado mi carrera profesional. O, quizá, he intentado compatibilizar mi vida laboral y mi vida familiar, y he acabado sin lograr lo que deseaba en ninguno de los dos ámbitos. 

En breve, cualquiera sea nuestra elección, siempre hay una pérdida. Y en eso consiste justamente nuestra libertad. No solo en asumir aquello que creemos la mejor elección, sino en aceptar conscientemente las pérdidas que ella supone. 

II

Todo esto en lo que respecta a la ética individual. Algo semejante ocurre en la esfera social. Pensemos en esos tres bienes fundamentales que definen nuestros ideales políticos: la libertad, la igualdad y la fraternidad. 

Los «fanáticos» se mueven en los extremos. Hay quienes se mofan de las aspiraciones a la igualdad social y política. La consideran un engendro peligroso, sino que la juzgan una tergiversación de la realidad: no solo las personas son desiguales, sino que tienen merecimientos desiguales. Obviamente, en ocasiones, conceden prudencialmente «caridades» para garantizar el bien que les importa: la libertad individual. La actitud es semejante a la de un padre desatento que ofrece dinero a sus hijos para que lo dejen en paz con sus asuntos. Por otro lado, hay quienes, se mofan de las aspiraciones a la libertad individual. No solo la consideran decadente, sino que, además, la juzgan como un elemento corrosivo para la convivencia social. 

La dialéctica libertad-igualdad esta esperando una superación. Puede que un primer atisbo de resolución lo encontremos en el tercero principio en discordia: la «fraternidad». La libertad sin igualdad es una perdida absoluta. Sólo queda el individuo desvinculado, en un mundo que se ha convertido en un destierro poblado de amenazas. La gente se encierra en sus casas, y los beneficios se los llevan las empresas de seguridad. La igualdad sin libertad es solo un consuelo vacío que envuelve nuestras vidas en un «halo gris». 

La fraternidad implica un reconocimiento íntimo de nuestra finitud, de nuestra «soledad junto a los otros»: se trata de compartir nuestros destinos emparentados, pero disímiles.

EL ASESINO DEL VALLE DE ARÁN



Hace unas semanas un oso hirió a un cazador. La herida fue leve, pero el revuelo en la comunidad fue grande. Las portadas de los periódicos locales no perdonaban la desobediencia de la bestia a las jerarquías naturales. «Un oso se ha rebelado contra un hombre».

Se entrevistó al cazador herido, quien explicó de qué manera el oso lo había acabado  por la espalda en un momento de descuido. Siendo el oso del Pirineo una especie protegida, no le disparó. Hizo un tiro al aire para espantarlo y de ese modo salvó su vida. Ahora tiene unas cuantas marcas en su cuerpo como trofeo de sus quince minutos de gloria en la televisión autonómica.

Sin embargo, el debate estaba servido. ¿Qué hacer con la bestia? Las fuentes oficiales reafirmaron su convicción de que había que proteger a los hombres por sobre los animales. El comunicado fue escueto pero contundente. Es cierto que el oso del Pirineo es una especie en extinción, y por eso se lo protege, pero lo primero es lo primero, el hombre, a quien otros hombres deben brindar su más profunda lealtad.

Algunos «ecologistas» alzaron su voz de alarma. Uno me dijo, en ton de sorna:;

-Ya verás, ahora se lanzarán todos los cazadores sobre la pobre bestia y lo despedazarán.

Al principio pensé que se trataba de un prejuicio contra esa raza admirada y vituperada que es la de los cazadores, que como los toreros, se dividen las lealtades del pueblo español, que aun debate en su interior la jerarquía de virtudes que imperan en su territorio. Hay partidarios y detractores. Los insultos y las trompadas no faltan. En Barcelona, el partido antitaurino ha hecho una buena cantidad de votos, y no desaprovechan ocasión para enarbolar sus carteles frente a la plaza de toros de la ciudad cuando se promociona alguna corrida, para acusar a los taurinos de asesinos y torturadores.

Supuse, ingenuamente, que los cazadores tendrían el decoro de reconocer que había sido un accidente, gajes del oficio 
y que se olvidarían el asunto. Pero hubo juntas urgentes en los clubes y asociaciones de caza a las que pocos faltaron. Los imagino reunidos en consejo tomando decisiones «de Estado».

— Debemos darles un escarmiento.

— ¿Quién manda al fin de cuentas?

Si alguien nombraba a los ecologistas, o a esos «cerdos» de los animalistas, la rabia, la indignación y el desprecio se encendía, para el beneplácito de los organizadores.

En fin, por unanimidad se declaró la guerra al oso asesino del Valle de Arán. Se hicieron los trámites pertinentes, y las alcaldías y gobernaciones acabaron dando su aprobación con sello y firma a la empresa. Después de todo, la mayoría de los cazadores figuran como propietarios de fincas y son importantes contribuyentes, empresarios, e incluso políticos. Si mal no recuerdo hay más de un concejal de ayuntamiento e incluso alcaldes entre los cazadores. 

Lo importante: zanjar definitivamente el asunto y acabar con el desgraciado. Así se hizo. Alguien se ha llevado la cabeza del animal, colgará de algún club, o incluso puede que el trofeo adorne la sede de la asociación provincial, autonómica o nacional de estos insignies ciudadanos.

Esta mañana, un amigo me envió los datos del Estado Español (2007-2008) sobre los percances de la actividad de cazadores en la región. Apunto:
— Cazadores muertos por ataques de osos u otros animales de la fauna silvestre: 0.
— Cazadores heridos graves por ataques de osos u otros animales de la fauna silvestre: 0.
— Cazadores heridos leves por ataques de osos u otros animales de la fauna silvestre: 1.
— Cazadores heridos leves por otros cazadores: 846.
— Cazadores heridos graves por otros cazadores: 13.
— Cazadores muertos por otros cazadores: 20.

COSAS, PALABRAS Y ECOLOGÍA



I

En la cuestión ecológica confluyen diversas corrientes filosóficas de la modernidad. Los herederos románicos e ilustrados ofrecen sus propias versiones
 del asunto: unos condenando a la ciencia y a la tecnología radicalmente, los otros abogando por un uso inteligente y sostenible de las mismas.

Las razones que se aducen son dispares. Los humanistas advierten sobre las consecuencias desastrosas que las prácticas antiecológicas tienen para los humanos
. Los antihumanistas nos advierten que no estamos solo. Hay algo más allá de los intereses de nuestra especie que demanda atención y cuidado. 

II

Existe una relación oculta entre las palabras y
 las cosas que es debemos desentrañar para echar luz sobre el debate que nos concierne.

Dos corrientes sensibilidades filosóficas disputan por el sentido de esa relación a lo largo de la historia. La primera corriente sostiene que las palabras son instrumentos para tratar con las cosas. Las palabras (entendidas como vehículos del pensamiento) «representan» a las cosas. De este modo, nos permiten construir un esquema mental con el cual lidiamos con la «realidad». Esos esquemas son ciertos y efectivos cuando encajan con el «mundo exterior». De este modo, las palabras facilitan nuestro dominio del entorno. 

La segunda corriente sostiene que la relación entre las palabras y las cosas no se reduce a mera correspondencia. Las razones que se aducen son también convincentes: ninguna palabra existe en solitario. Las palabras forman parte de una red de sentido, fundada en una forma de vida. La palabra «taza», por ejemplo, solo puede existir dentro de un círculo de relaciones que conforman los juegos de lenguaje que los individuos van tejiendo en sus cotidianos quehaceres de alimentación, encuentros sociales, conversación. En estos juegos existen las tazas, donde se vierte el café o el mate cocido.

III

Los adherentes de la primera corriente suelen defender ontologías atomistas y filosofías políticas individualistas. Para ellos, la sociedad se reduce a la mera suma de sus partes. En cambio, los adherentes de la segunda corriente, se tienden a pensar que las partes no explican el «nosotros» que supone la comunidad: «hay algo más», nos dicen, y en ese «algo» expresan su diferencia. 

En una conversación humana, no es la suma de los pensamientos y palabras de Pedro y de Juan las que «realizan» la conversación, sino algo invisible, pero no por ello menos poderoso, que llamamos el «nosotros» de la conversación. Esto nos recuerda la famosa cita de Borges que define el diálogo como un género sin autoría. No hay autores individuales, no hay posibilidad de firma, porque lo que surge es la «común».

IV

En cierta ocasión, Heidegger apuntó que la cercanía que producen los medios tecnológicos no es verdadero acercamiento a las cosas. Podemos viajar de un extremo a otro del planeta en unas pocas horas, estamos conectados veinticuatro horas con millones de personas a través de la red digital, y sin embargo, esto no se traduce en cercanía, sino en mera supresión de las distancias. Vivimos en un mundo sin distancias, lo cual no significa que eso nos acerque a las cosas.

V

¿Qué es la cosa que dice la palabra? ¿Es acaso lo que el hombre pretende de ella? ¿Es el árbol o la fuente lo que el hombre puede hacer con ellas? Las palabras que dicen «árbol» o «fuente» suelen ser instrumentos para la apropiación de estas «cosas». Sin embargo, estas palabras también «evocan» o «expresan» lo que nos nutre y nos envuelve. En realidad, ni las palabras ni las cosas nos pertenece. Son anteriores a nosotros. Echan sus raíces en el trasfondo indecible que nos sustenta y tiene cura de nosotros.   

Las palabras nos dicen, nos hacen, establecen el mundo donde somos humanos. Los individuos aislados no son nada, son una pura y peligrosa ilusión. La consecuencia de la ignorancia de la desvinculación es la sed de dominio, la búsqueda perversa de un «todo para mí», que acaba en destrucción y miseria. El árbol se convierte en reserva para el aserradero, y la fuente en mero producto para el embotellamiento. 

VI

La ecología exige que superemos «el hechizo del objeto», para poder encontrarnos con la cosa. Para ello, necesitamos volver a la poesía, entendida en su justicia clásica como «trascendencia del sujeto para decir el ser». 

La alternativa es continuar impulsando el individualismo, la atomización social, y la instrumentalización absoluta de la naturaleza. Se trata de un camino que ya no podemos seguir recorriendo impunemente. Estamos ante un reclamo de la naturaleza, de Dios o del ser, que exige que nos detengamos. 

DESCONCIERTOS



Siglo XXI. Muchos hablan del fin del mundo como de un acontecimiento cercano. Puede que el mundo no desaparezca, pero las cosas están cambiando, no necesariamente para mejor. Los humanos, educados en la libertad y la razón responsable, hemos llegado a comprender perfectamente que nuestra libertad y autogobierno son una utopía. Contemplamos azorados cómo nuestro destino planetario se decide en gabinetes que no cuentan de ningún modo con nuestra opinión, mientras los medios de comunicación nos engañan ofreciéndonos consumo a cambio de auto-determinación.

Mientras tanto, rodeados de tanta confusión, proliferan menús a la carta para todas las conciencias. Hay quienes deciden una travesía por las escarpadas laderas de la espiritualidad oriental. Otros se deciden por las oscuras tradiciones chamánicas. Otros se vuelven a los híbridos terapéuticos occidentales. La pregunta de todos es qué hacer con esta vida nuestra que se nos escapa, una vida que, a veces, nos resulta ajena y desconcertante.

La cultura moderna se ha vuelto eficaz a la hora de reiterar eslóganes. Nos venden un automóvil con un aforismo sobre la compasión universal. Un champú
 anticaspa tiene como frase pegadiza la importancia de la introspección. Un restaurante de moda ofrece sus servicios recordándonos la simplicidad y el silencio.

La meditación, la autenticidad, la justicia y la benevolencia universal son facetas contemporáneas al alcance de todos. Se venden en los quioscos de revistas los últimos fascículos para la Iluminación, o la Unión con el fuego cósmico.

La ciencia no quiere perder la ola, y se multiplican los encuentros entre supuestos místicos y técnicos adiestrados de la última teoría del universo.

Mientras tanto, continúan batallando la pobreza los «indignos» de la tierra, que son, para algunos, un escenario desfasado y, para otros, una continúa oportunidad para demostrar su propia bondad.

Los cristianos insisten, los musulmanes no se rinden, los ateos continúan acusando, los budistas siguen poniéndose tiesos y sonrientes delante de las cámaras.

Y mientras tanto yo, uno entre muchos otros desconcertados, en mi refugio de montaña, me pregunto si me estaré perdiendo algo verdaderamente importante, o acaso sea que todo es otra ilusión, otra ola de la historia que pasará dejando su memoria grabada en las arrugas de los cerebros futuros.

Siempre la misma corrosiva pregunta que se reitera hasta el hartazgo: ¿Quiénes somos? ¿Qué hacer con esta vida nuestra que se acaba? La inteligencia y el amor… y esas cosas de las que todos hablan.

Si enciendes el televisor, verás que otra bomba explotó en algún sitio, que otra hambruna azota otra nación, que otro bombardero ha errado su blanco y diezmado inocentes… en fin… lo de siempre… mientras tanto, nosotros seguimos mirando el fuego crepitar en la chimenea.

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...