VIDAL EN EL ESPEJO DE MARGARET THATCHER


Ayer, el diario El País de España publicó una nota sobre la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires y el conflicto nacional docente que mantiene en vilo a la sociedad argentina con el siguiente título: "María Eugenia Vidal, ¿la Thatcher argentina?"


El manifiesto conservador de 1979

Estoy leyendo La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, de Christian Laval y Pierre Dardot. En el capítulo 6 hay una referencia a las políticas implementadas por Margaret Thatcher. En la nota al pie encuentro una referencia al Manifiesto del Partido conservador en 1979, cuyo prólogo firmó Thatcher. 


Allí leo sin sorpresa los cinco puntos que orientan la política neoliberal. En el actual contexto, lo que más llama la atención es es el acento que pone el programa en la necesidad de disminuir el poder de los sindicatos. 

Sabemos que las políticas de Thatcher (también las de Reagan en los Estados Unidos) tuvieron que ser impuestas a los golpes. Y como ocurrió en otros lugares del mundo donde se intentó algo semejante (Chile o Argentina son casos ejemplares) la implementación de estas políticas se realizó a sangre y fuego. El libro de Naomi Klein, La doctrina del Shock da cuenta de esos procesos. 


Liberalismo versus democracia

En la página 185 en la edición castellana del libro de Labal y Dardot encuentro la referencia de una declaración de Hayek (el héroe de Vargas Llosa, tal como se ve en este video) en Chile, durante la dictadura de Pinochet en 1981. Dice Hayek:

"Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo está ausente".

Esto debería recordarnos que liberalismo y democracia (como cualquier estudiante de filosofía política aprende cuando comienza sus estudios) no son equivalentes, sino todo lo contrario. El liberalismo y la democracia han estado "en guerra" desde el comienzo, y su complementariedad en las sociedades contemporáneas es frágil. 


Mauricio como expresión neoliberal


El neoliberalismo de Mauricio Macri es una prueba de ello. La crítica a la soberanía popular (a la que llaman perversamente "populismo") y, en consecuencia, a la democracia populares, responde a una preocupación fundamental: proteger el derecho privado (la propiedad privada y el intercambio mercantil) frente a cualquier control ejercido por la voluntad colectiva.

Para el gobierno de Mauricio Macri las únicas verdades son el dinero, la propiedad, el mercado, y las únicas normas que merecen protegerse son las que conciernen al derecho privado que facilitan los negocios. Por ese motivo, no tienen el menor prurito a la hora de vetar leyes que están asociadas a la justicia social, a la redistribución de la riqueza, y explica la enorme antipatía que sienten hacia cualquier acción estatal que no se someta a la preservación de la propiedad y la competencia.


No pasarán

Obviamente, las cosas son más complejas que esto. Hay que seguir estudiando. Pero en estos días de conflictos gremiales hay que estar atentos al fondo de la cuestión. Macri quiere terminar con los sindicatos o someterlos para hacerlos inoperantes. También quiere postrar a las fuerzas populares en su conjunto, desactivando su capacidad de movilización. 


El objetivo es someter a la democracia a los imperativos del mercado. ¿Hasta dónde son capaces de llegar? El "No pasarán" que expresa la gobernadora Vidal, acompañado de la estigmatización de los principales referentes gremiales, y las acusaciones de desestabilización por parte de el hipotético poder K en las sombras, muestra a las claras que el gobierno nacional, a través de la gobernadora, ha preferido plantear el conflicto salarial en términos cuasi-bélicos. Muestra también que el gobierno no tienen prurito alguno (como el propio presidente lo expresó en una entrevista reciente) a poner en entredicho el mismísimo derecho a la huelga. Acciones aun más ominosas se han visto en estos días: espionaje a los docentes que se suman al paro, listas negras y premios pecuniarios a quienes se avienen a romper con la medida de fuerza, no solo en la provincia de Buenos Aires, sino también en otras provincias del interior.  

Todo esto demuestra que el gobierno de Mauricio Macri ha dejado la alegría con la cual hizo campaña y la retórica de la felicidad y la esperanza con la cual transitó el primer año de mandato, para emprender una fase de endurecimiento en la que reinará la intolerancia y la cara de perro. Esto es un signo de debilidad por parte del gobierno que se siente acorralado por su propia negligencia política y la resistencia popular a su programa de ajuste. Pero como todos sabemos que ocurre con los abusadores, la debilidad puede ser un estado peligroso para quienes no están dispuestos a reconocer sus límites. Lleva a quienes la padecen a cometer actos injuriosos contra quienes se resisten a su voluntad. El gobierno parece estar en esta encrucijada. 

Educación versus represión

En este contexto, el gobierno decidió ofrecer un aumento salarial del 31% a las Fuerzas Armadas. Si comparamos este aumento con la intransigencia con la cual el gobierno se aferra al 18% destinado a los docentes, es comprensible la desconfianza de los trabajadores. 

La diferencia del 13% deja a los docentes con una media que está por debajo del nivel de la pobreza. Mientras que a las fuerzas de seguridad  se las premia con el fin de asegurarse la lealtad que necesita para implementar una política represiva ineludible en las actuales circunstancias.  

[Recordemos que en los primeros meses de su mandato, el gobierno de Mauricio Macri se ocupó de re-interpretar las leyes que impedían que las fuerzas armadas se involucraran en asuntos de seguridad interna, para asegurar su eventual despliegue en las calles. No es un dato menor.] 

Por ese motivo, no es baladí la comparación del cronista del diario El País entre María Eugenia Vidal y Margaret Thatcher. Lo que se señala es la "mano dura": la aplicación de una política de persecución y represión para quebrar a los trabajadores.  

Margaret Thatcher lo hizo con los mineros. Al vencerlos, aseguró un nuevo rumbo al país. Esas luchas dejaron huellas indelebles en la memoria popular de Gran Bretaña. La derrota señaló el fin de la efectividad de la movilización popular a la hora de influir en la agenda gubernamental. Trajo consigo nuevas formas de exclusión y opresión, y dio comienzo a una curva de malestar crónico, fruto de la progresiva pauperización de las clases populares, el rápido deterioro de los servicios públicos, y la baja calidad de la democracia. 


Todo esto debe tenerse en cuenta a la hora de trazar la genealogía de las nuevas formas de xenofobia y racismo contra los trabajadores inmigrantes en Gran Bretaña (esto es extensible al resto de Europa, sujeta a las misma genealogía), y nos permite comprender el malestar que dio lugar al Brexit y amenaza con acabar con el proyecto europeo. 

Algo semejante puede decirse del triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos. Necesitamos una perspectiva amplia para entender la emergencia de fenómenos de estas características. Por ello,  trazar la genealogía del ascenso de Trump significa prestar atención a un largo proceso de deterioro del tejido social, fruto de la implementación del programa neoliberal y el triunfo del capitalismo financiero, que ha corroído la democracia y puesto al país en un escenario de creciente explotación y des-protección de sus ciudadanos, y una política de inseguridad crónica y conflicto.  


La madre de todas las batallas

La lucha docente en Argentina es análoga a la lucha de los mineros en Gran Bretaña en la época de Thatcher. Los docentes son el bastión cuya caída, no solo definirá  los salarios de todos los trabajadores argentinos durante este año 2017, sino que marcará el triunfo de un modelo económico de ajuste, flexibilización laboral, recortes en inversión social, apertura de importaciones y privatizaciones, es decir, el éxito definitivo de una política neoliberal que permite excluir del reparto de la riqueza nacional a grandes porciones de la población local, con el fin de aumentar la competitividad corporativa de los actores en pugna. Para el ciudadano de a pie eso significa asumir una vida de explotación, y el sometimiento a una nueva razón en la cual prima la competencia, el negocio financiero, y donde todos los resortes del estado están al servicio de las corporaciones con rentabilidad privilegiada. El resto debe esperar reducción de salarios, flexibilización laboral, inseguridad jurídica y la amenaza siempre latente del desempleo y con ello la exclusión social. 

MILITANCIA Y PENSAMIENTO CRÍTICO




Optimismo y pesimismo

En una famosa escena televisiva que hemos visto varias veces reeditada en los últimos años, el pensador David Viñas debate con la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner acerca del optimismo y el pesimismo en política. 

Cristina Fernández, ante la crisis política y social que vive Argentina a comienzos del 2000, llama a la ciudadanía a participar, a elegir su autentica representación, a no dejar en manos de los tecnócratas (podríamos agregar) el rumbo del país.

Viñas le contesta señalando que el llamado de la senadora a la ciudadanía (teniendo en cuenta el sospechoso encaje entre menemistas y adherentes de la Alianza) es casi “panglosiano”, de una ingenuidad y un optimismo desorbitado. A lo que Cristina Fernández responde diciendo que ella, siendo una militante política, está obligada a cultivar el optimismo. Como militante su objetivo es transformar la realidad. Si ella no creyera que las cosas pueden mejorarse, debería quedarse en su casa. En cambio, le dice a Viñas, “usted es un intelectual crítico”, y eso supone, necesariamente, el cultivo de una suerte de pesimismo intelectual, propio de una crítica que está obligada a mantenerse viva para evitar su cristalización.


Política y filosofía política

Lo interesante del fragmento en cuestión es que en el mismo se escenifica la distancia, la enemistad, la desconfianza visceral que existe entre la teoría (la filosofía política) y la política a secas. Obviamente, las preguntas que se hace el filósofo no solo no incumben al político per se, sino que en muchos sentidos estas preguntas resultan amenazantes. El político, al fin y al cabo, está llamado a construir un sentido, a dar forma a la realidad, mientras que el filósofo político está obligado a poner en cuestión justamente esa realidad que el político pretende naturalizar.



La democracia y sus enemigos

Ahora bien, en un régimen democrático, esta tensión, esta relación agonista entre teoría y práctica política es aun más acuciantes y compleja, porque la democracia, a diferencia de lo que ocurre con otros regímenes políticos, se caracteriza justamente por que está vacía de todo principio intrínseco que la legitime como tal (ni Dios, ni la naturaleza pueden invocarse en su nombre).

En este sentido, el peligro de las democracias consiste justamente en la tentación habitual de apropiarse de principios extra-políticos para llenarse de contenido o materialidad. Esa materia puede ser la economía (el mercado), o el progreso tecnocrático, o la cuestión social, o el nacionalismo o alguna otra autocomprensión étnico-lingüística que pretenda instalarse en el centro de la escena, usurpando o apropiándose del trono vacío (decapitado) que supone y exige la democracia. Cualquier “impostor” puede hacerse pasar por el Dios muerto al que la democracia despojo su representación.

Ahora bien, también sabemos que la democracia siempre está amenazada por la banalidad. Desde la época de Tocqueville se habla del individualismo que supone la democracia como una invitación a la superfluidad. Por ese motivo, sin Dios y si naturaleza como testigo, la democracia sigue necesitando de un acicate, más allá de su propia construcción abierta, contingente, casual, que la enfrente críticamente a sus deseos. Sabemos que el deseo (y la aversión), que la voluntad de querer y poder, construyen finalmente los escenarios donde pugnamos por dar sentido y alcanzar una felicidad terrena. Decidir qué deseos cultivar, qué rechazos o aversiones permitir, determina finalmente el carácter de nuestras elecciones democráticas.


El pensamiento crítico 

Es aquí donde la filosofía política resulta imprescindible. No debido a que la filosofía tenga las respuestas que andamos buscando a la hora de enfrentar las encrucijadas que vivimos, sino como invitación auto-reflexiva, como antiestructura de la democracia, como recordatorio de que la soberanía política es un “no lugar”, un espacio vacante ocupado siempre de manera contingente por el representante. Es decir, como reconocimiento rotundo de una libertad que asume la radical contingencia de nuestra existencia individual y colectiva, una igualdad que se basa en el reconocimiento de un anhelo común en el seno de la diversidad de proyectos humanos, y una fraternidad entre huérfanos que avanzan inexorablemente hacia un mismo destino.

Sin el cuestionamiento que la filosofía (la reflexión crítica) dirige a la política democrática (un cuestionamiento que es, en muchos sentido, un cuestionamiento anti-democrático e incluso anti-político, porque pone en cuestión la democracia y pone en cuestión a la política), la democracia y la política “realmente existentes” tienden peligrosamente hacia formas peligrosas de totalitarismo blando. Tocqueville nos previno de esto hace largo tiempo, pero hoy el poder mediático-comunicacional ha exacerbado esta tendencia, convirtiendo la política democrática en política virtual plebiscitaria. Los ciudadanos han sido convertidos en consumidores irreflexivos, y el argumento político transformado en publicidad política y electoral.


El liberal frente al espejo del "populismo"

Por ese motivo, no deja de ser sorprendente que las denuncias y acusaciones que el establishment liberal lanza repetidamente contra los “populismos de izquierda y derecha” desde las usinas mediáticas, sean tan adecuadas para las propias democracias formales que ellos mismos defienden. Cualquiera sea la realidad “fetichizada” que ocupe el lugar vacante que las democracias reservan a la decisión del pueblo soberano, sea el mercado capitalista, la cuestión social, la innovación tecnocrática, la pretensión al fin de cuentas es convertir a la democracia misma en esclava de esos principios, subordinando con ello a la ciudadanía al saber de los expertos en cada una de estas áreas. Sin embargo, la democracia se caracteriza justamente por no tener nombre propio. Es siempre una invención cuya única medida es la participación de todos.

En este escenario, la filosofía no ocupa el lugar de juez, ni de la política, ni de la democracia, sino que encarna la figura socrática del tábano, aparentemente insignificante, pero no por ello un recordatorio menor dirigido a la política y a la democracia, de sus posibles y habituales corrupciones.

ARGENTINA: EL "NO LUGAR" DE LA DISPUTA



Introducción: "la política" y "lo político"



En esta nota quiero adoptar una perspectiva teórica. Eso implica alejarse de “la política” coyuntural, la cual siempre nos obliga a tomar posición frente a los eventos cotidianos, organizados en una suerte de espacio o "campo de fuerza" en el que se enfrentan "sujetos", "identidades" (en nuestro caso: el macrismo versus el kirchnerismo, y sus alternativas diseminadas), para pensar “lo político”: que aquí defino, no como un “lugar” abstracto en el que habitan las formas o principios puros de "la política", sino la perspectiva que nos permite observar el presente, como nos enseñó Foucault, como “consecuencia de una historia cargada de accidentes, conflictos fortuitos y acontecimientos no relacionados entre sí que son ellos mismos extraordinariamente casuales, una ‘relación de fuerza que se invierte’.” (BROWN, Wendy, La política fuera de la historia. Traducido por Giuseppe Maio. Madrid: Enclave, 2014, p. 160).

La mirada binaria: analítica y genealógica

Hay varias razones por las cuales es necesario adoptar una mirada binaria sobre la realidad. Pero, primero, definamos que queremos decir con “mirada binaria”. Nos referimos a dos maneras de observar el campo político. Por un lado, la analítica política, que hace referencia a una realidad relativamente des-historiada en la cual nos abocamos a describir un espacio que tiene una estructura institucional determinada, enmarcada en un contexto global peculiar, donde actúan agentes que articulan discursos y representan intereses específicos. Por otro lado, la genealogía política, que pone al descubierto el carácter no lineal, discontinuo, hecho de pedazos de la aparente totalidad que es el presente que somos y donde somos. (Ibídem, p. 161)

Desde la perspectiva genealógica, contrariamente a lo que se presenta a la mirada analítica, no sólo el presente no es una totalidad, ni el fruto lógico-causal del pasado y germen lógico del futuro (porque el tiempo no tiene la linealidad que uno esperaba, ni es un constructo lógico coherente, sino que está constituido por toda clases de azares y paradojas), sino que el presente tampoco se habita en un espacio permanente, continuo y total.

En ese sentido, mientras la perspectiva analítica nos muestra una historia progresiva o regresiva, pero en todo caso, una historia que se caracteriza, fundamentalmente, por su carácter lógico que pone en evidencia progresos o retrocesos que se miden a la luz de diferentes proyectos políticos en disputa (¿avanzamos o retrocedemos respecto a lo que consideramos justo?, por ejemplo) la historia genealógica pone de manifiesto que eso que llamamos “el presente”, su pasado y su futuro, es un escenario fracturado en el cual el investigador busca “puntos de fuga”, posibilidades de libertad. 


El espacio político desde una perspectiva ordinaria


En el caso concreto que nos compete, la perspectiva analítica a la que hemos estado aludiendo en las notas anteriores nos muestra una “Argentina” habitada por diferentes contendientes políticos que pugnan por imponer fines y agendas dispares. Desde esta perspectiva, esas pugnas ponen de manifiesto una “grieta” dentro de la sociedad argentina (kirchnerismo-antikirchnerismo, macrismo-antimacrismo,  y las ofertadas "terceras vías" que insisten en equiparar las anteriores para establecerse como opciones). Desde esta perspectiva, podemos decir que habría un "espacio común" al que llamamos “Argentina”, y en el seno de dicho espacio se manifiestan las particularidades aparentemente irreconciliables (macristas, kirchneristas y terceras vías a la izquierda y a la derecha) organizadas de manera tensionada, siempre en un peligroso equilibrio que puede romperse y devenir un conflicto de guerra abierta. 


Argentina como "no lugar"

Sin embargo, si reconocemos que “Argentina” es un nombre vacío, una mera etiqueta, un rótulo, que establecemos sobre una base territorial y poblacional fluida, eso que llamamos "Argentina" se convierte en el nombre de un “no-lugar” en el que una multitud de fuerzas pugnan por llenar de contenido explícito, incluso cristalizarse en un momento histórico como lo real. 

Obviamente, lo que sirve como base (lo que es asumido y lo que es rechazado, lo que es políticamente definido como el adentro y el afuera de esa Argentina coyuntural que hegemónicamente se constituye en cada instancia) no es producto de la pura, arbitraria “subjetividad” o “intersubjetividad” de los sujetos, sino que se realiza o se constituye a partir de lo que el pasado en su inconmensurable riqueza tiene para ofrecer al presente como materia para una formalización determinada.

Ahora bien, lo que desde el punto de vista analítico es visto como un espacio en el que se disputan el poder el macrismo y el kirchnerismo (y otras formaciones políticas alternativas), desde la perspectiva genealógica se entiende como un no lugar en el cual las diversas fuerzas intentan establecer la identidad de un espacio hecho a imagen y semejanza de sí mismos. Por lo tanto, no hay un espacio común de convivencia. Lo que se le exige o impone al otro es una suerte de conversión. La pugna política es siempre, desde esta perspectiva, un "todo o nada". 

En este sentido, lo que cotidianamente observamos en las resistencias, repliegues y re-invenciones en las que en cada caso esas fuerzas contingentes parecen estar involucradas es una lucha por la supervivencia misma o la desaparición. Porque las fuerzas derrotadas serán silenciadas o confluirán en otras corrientes que las deformarán hasta convertirlas en irreconocibles, sombras de lo que fueron, o dueñas y propietarias de la Argentina del presente.   

Moralismo y resentimiento en política

Por ese motivo, si nos empeñamos en identificar las fuerzas políticas con los individuos que las representan material y simbólicamente (Mauricio Macri o Cristina Fernández, por ejemplo), o reducimos las pugnas políticas a escenarios de clase, de partidos o de movimientos, y a partir de allí, con un fin analítico, naturalizamos los orígenes, o asumimos sus caracteres de manera esencialista, quedamos atrapados en contradicciones, negacionismos o sencillamente en la "mala fe". Y, lo que es aún peor, quedamos expuestos a la denuncia moralista. Por la sencilla razón que en la lógica de lo político nadie sale indemne del archivo.

Sin embargo, el archivo solo da cuenta de entidades sustantivas, cristalizadas, que tienen relevancia cuando uno intenta condenar o legitimar a dirigentes o espacios políticos en la pugna coyuntural de “la política”.


Hacia una política efectiva: la licitación de nuestros proyectos

La razón por la cual es importante cultivar, no sólo una mirada analítica sobre el presente, sino también genealógica es porque es preciso en política estar libres del “moralismo” y del “resentimiento”. 


Una política basada exclusivamente en el moralismo y en el resentimiento deja de ser efectiva. Y aquí la efectividad consiste en permitirnos articular una política propositiva. A menos que nos resistamos a esta lógica impuesta por la coyuntura electoral, tanto el kirchnerismo como el macrismo estarán abocados en los próximos meses a escenificar una política moralista y resentida, denunciándose mutuamente por el pasado y el presente de cada cual. Lo opuesto a ello, como dice Wendy Brown, es una política articulada como una forma de “licitación” del poder: ofreciendo una mejor alternativa al presente que nos aflige.

MAURICIO MACRI, FILÓSOFO DE LAS EMOCIONES



En una entrevista en el canal de noticias TN, Beatriz Sarlo ofreció una breve reflexión sobre el discurso de Mauricio Macri ante la Asamblea legislativa. Después de una breve reflexión en la que describió a Macri como una suerte de desheredado político, un hombre sin historia ni tradición a sus espaldas, Sarlo enunció cuatro temas, tres de los cuales serán abordados brevemente en esta nota. 


Para Sarlo estos breves momentos dentro del discurso, por lo demás sin “densidad política” (no hacía mucho Sarlo había acusado al presidente de no tener tampoco “densidad moral" por su aparente "bonhomía" ante los graves casos de linchamientos o "justicia por mano propia" ocurridos el año pasado), comienzan a definir el imaginario que sostiene teóricamente la acción presidencial.


Filosofía primera: metafísica y epistimología

La epistemología es una disciplina filosófica que estudia el conocimiento humano. La metafísica estudia la naturaleza última de la realidad.

En su discurso frente a la Asamblea Legislativa, asesorado tal vez por sus expertos en lo que concierne a la elección de las palabras (Rozintcher es quizá el más notorio entre sus asesores), pero en clara coincidencia con el talante que ha mostrado a lo largo de toda su carrera política, Macri intentó dar respuesta a esta cuestión, muchas veces minusvalorada entre quienes consideran estas alusiones a lo real como oscuros resabios de un fundamentalismo pasado de moda.

Pero, ¿en qué consiste la realidad para el presidente de todos los argentinos? Cuando escuchamos su definición, quienes recordamos las reiteradas fotografías de sus numerosos días de ocio y su empeño por mostrarse con notorio esfuerzo equilibrado y sensible, primero nos preocupamos, luego nos alarmamos y finalmente nos estremecimos ante las consecuencias de su definición. Dice Macri: la realidad es lo que sentimos, nuestras emociones.

Stricto sensu, lo que el presidente dijo fue que "nuestros sentimientos son lo más real" de la realidad misma. El carácter anti-intelectualista de la afirmación es notable, como notable es el moralismo que ha acompañado la historia del macrismo como proyecto político, definido fundamentalmente a partir de una coyuntura de exclusiva y rotunda oposición "emocional": el macrismo, como otras formas antiperonistas del pasado se definió y creció (y aun sigue haciendo uso de esa oposición para su sustentabilidad) a partir del rechazo visceral de la llamada “década ultrajada” (o perdida), K.

Definir las emociones como la realidad misma es un gesto de rotundo solipsismo. El presidente vive en su propio universo individual de emociones, como un niño que ajusta su comportamiento a los apegos y aversiones que le suscitan lo agradable y lo desagradable en el mundo. Lo real no es el escenario objetivo o intersubjetivo que habitamos todos, sino el despliegue de la actividad mono-lógica de un sujeto soberano enfrentado a un mundo que se presenta exclusivamente como alimento o veneno para ser consumido o rechazado. Pero esa actividad mono-lógica (que en público pretende representar su contrario: lo dialógico) es aún más problemática si pensamos que ni siquiera está estructurada alrededor de la acción crítica de ese sujeto, sino como mera expresión de sus emociones, impulsos y, por ende, sus caprichos.


Teoría social

La segunda definición pertenece al ámbito de la teoría social, la ciencia que estudia las sociedades humanas, es decir, a los individuos agrupados en colectividades, intentando establecer su desarrollo, estructura y función. Siguiéndole el hilo a la argumentación anterior (“lo real más real son nuestros sentimientos”), Macri redujo la sociedad al mero afecto. “La sociedad es una red de afectos”, nos dijo.

Beatriz Sarlo, con buen tacto, señaló las problematicidades de una definición semejante. Cuando hablamos de afectividad nos referimos a un universo complejo, especialmente cuando la pensamos a la luz de sociedades modernas y plurales como las que habitamos. El afecto no se refiere exclusivamente a la simpatía o la proximidad que definen nuestras relaciones con los otros; también articulan nuestras enemistades, antipatías o desprecios; e incluso la indiferencia que define nuestra relación con más extensas mayorías.

Pese a ser una definición de lo social, la frase parece remitir a la caracterización de lo político por parte de Carl Schmitt que el “primer kirchnerismo” popularizó en la escena rioplatense. Pero la remisión es errónea. Porque lo que Macri define no es “lo político” (donde la amistad y la enemistad jamás es personal) sino justamente lo que estos términos significan en el escenario ordinario, social, donde los odios son viscerales y personificados: el extranjero [es convertido en narcotraficante y delincuente]; el opositor político K [corrupto e hipócrita]; la política de los derechos humanos [cosa de locas, d oportunistas, en definitiva: "un curro"]. Obviamente, esta caracterización de la personificación es transversal a todo el espectro político, pero el macrismo, y en Cambiemos la actual diputada Elisa Carrió, han hecho un arte de esta perversión, acompañados por un aceitado aparato mediático-publicitario que los festeja.

La definición es entonces síntoma de otra cosa. Nos permite vislumbrar el escenario en el cual el presidente ha forjado su imaginario acerca del poder y su ejercicio. Me refiero al clan familiar, cuyo cemento societario consiste en una serie de “códigos de honor” que parecen remitir al origen de la familia. Un clan cuya estructura recuerda a los dones, sottocapos, consiglieris, caporegimes, etc., que estructuran las organizaciones mafiosas, tan semejantes, al menos desde el punto formal y operativo, a la estructura montada por Franco Macri, heredada luego por sus hijos, y comandada actualmente por Mauricio, quien tuvo el talento de re-articularla en el seno de su espacio político, y aspirar ahora utilizando el Estado como plataforma, en convertirla en un imperio de proyección global).

En el marco de una sociedad que pretende regirse por principios democráticos y universalistas un proyecto político que se basa en afectos de esta índole (código de lealtades y tradiciones) nos remite al muro, al antagonismo interno ineludible, a la lucha entre clanes, a territorios de dominio y campos de batalla. Es decir, a una sociedad zurcida en sus junturas de bloques no porosos, recalcitrantes; a quiebres o brechas infranqueables en donde el otro solo puede ser utilizado como justificación y sustento de la propia identidad, y al que solo se le permite vivir porque confirma nuestra propia hegemonía.

Quizá la enseñanza más brutal de nuestra historia reciente sea que la aniquilación del enemigo político conlleva necesariamente la propia desaparición o banalidad del aniquilador. En ese sentido, el macrismo parece, por un lado, lanzado de manera absurda a aniquilar y hacer desaparecer a sus enemigos políticos ("borrarlos de la historia" – un tropo caro a los seguidores de Cambiemos respecto al kirchnerismo), pero también, de manera contradictoria,  a mantenerlo con vida (vigente) para justificar su propia existencia.

Pero hay otro problema asociado con una definición de lo social que gira en torno a los afectos. Los afectos son lo más inestable, transitorio, arbitrario de nuestra base existencial. Volátiles como son, el mero ejercicio superficial del autocontrol no los contiene. Macbeth y Otelo están cautivos en sus emociones. Ellas [las emociones] se convierten en las verdaderas soberanas que habitan sus cuerpos como fantasmas en la máquina biológica. 


Y en cuanto a la ciudadanía, una sociedad definida como emotivista es una sociedad básicamente infantil, fácilmente manipulable, que invita a un totalitarismo blando;  o en el peor de los casos, a la renovación de otra tragedia totalitaria.


Filosofía política: la justicia

Finalmente, Sarlo llama la atención acerca de otro aspecto que vale la pena recalcar. En su discurso Macri señala que la sociedad y la felicidad emocional (el telos o finalidad de la política macrista) es algo que “hacemos entre todos”. Todos y cada uno de nosotros tenemos algo que aportar a la construcción colectiva. 


La expresión es un lugar común. El Papa Francisco, ha hecho de este tropo el centro de su catecismo teológico-político. El Dalai Lama nos lo recuerda de manera semejante cuando articula su ética mundial. Ambos se basan en una noción de radical interdependencia. Pero la interdependencia, la interconexión entre todos nosotros, en el caso de Francisco y el Dalai Lama, se da en un escenario cualificado en el cual se toma en consideración las diferencias coyunturales de cada uno de nosotros: los poderosos y los más vulnerables; los que tienen oportunidades y los que carecen de ellas; los que mandan y los que están obligados a obedecer. El Papa Francisco y el Dalai Lama enriquecen el llamado a la participación de todos en la construcción de un futuro común con una cláusula: cada uno en la medida de su poder. Hay un llamado explícito a la responsabilidad de los que más tienen.

Como también señala Beatriz Sarlo, esa idea está completamente ausente en la definición macrista. Yo agrego: esta ausencia es notoria, ejemplar, una forma de anarquismo conservador que apela a un Estado mínimo, y que descalifica toda vocación redistributiva. En otras palabras, una forma de igualitarismo acentuado en el lugar equivocado. En eso consiste en última instancia la pasión macrista por bajar impuestos a los ricos y elevar la presión tributaria a los más pobres. Es un igualitarismo perverso que acentúa las desigualdades distributivas, banaliza los reclamos de reconocimiento, y las injusticias en el ámbito de la representación.

EL DISCURSO DEL REY

Alejandro Rozintcher, el ideólogo detrás del discurso de Mauricio Macri. En la imagen, detrás de un gato al que llama "Father" (Ariel Grinberg)



El propósito de esta nota es comentar un artículo publicado por Carlos Pagni en el diario La Nación con motivo del discurso presidencial en la Asamblea Legislativa el día de ayer. El título del texto es "Macri en su gran encrucijada". Lo rescato porque contiene algunas joyas "literarias" que merecen tenerse en cuenta, y no pocos atisbos de agudeza sobre lo que acontece en el país en estos días, las encrucijadas con las cuales se enfrenta el ejecutivo y el ánimo general de la sociedad argentina, incluidos muchos referentes del propio oficialismo.



De la alegría a la depresión emocional

Dice Pagni al comienzo de su nota: 


"El discurso que Mauricio Macri pronunció ayer fue de una contundencia y una exaltación emocional desconocidas. Esa vibración guarda una proporción directa con una depresión emocional y política también desconocida. Las palabras que se escucharon en la Asamblea Legislativa se inscriben en una crisis de la que el Presidente se propone emerger. Para volver del abismo, se aferró a la escalera más segura: la confrontación con el kirchnerismo."

El gobierno está golpeado emocional y políticamente. No tiene nada bueno para mostrar, la única manera de salir de la depresión es confrontando con el kirchnerismo, imponiendo una realidad binaria entre el pasado y la fantasía de un presente que promete pero no cumple. El problema es que la "herencia recibida" ha dejado de dar los réditos políticos que alguna vez ofreció. 



Mauricio versus Macri

Dice Pagni: 

"Durante la charla [que tuvo el círculo selecto del presidente para sopesar la estrategia que asumiría] hubo una referencia a la columna que el sábado anterior había publicado en este diario [La Nación] Carlos Reymundo Roberts: 'La gran batalla: Mauricio vs. Macri'
Allí se describió un problema recurrente, que en el caso del Correo apareció sin disimulo: en Macri parece haber una disociación, una zona de clandestinidad, que irrumpe de manera compulsiva. El arreglo con Socma estuvo precedido por los Panamá Papers; la polémica por la asignación de rutas a Avianca, que originó otro expediente judicial; las gestiones judiciales de Daniel Angelici, ahora suspendidas, o las dificultosas explicaciones de Gustavo Arribas por una transferencia de dinero."

Lo más destacado de este fragmento es la siguiente expresión utilizada por Pagni: "En Macri parece haber una disociación, una zona de clandestinidad, que irrumpe de manera compulsiva".

Quisiera destacar los tres vértices del análisis: (a) la disociación entre "Mauricio" (el que nos presenta el experto en imagen Durán Barba) y (b) "Macri" el hombre real, de carne y hueso, el que habita (c) una zona de clandestinidad. 


Lo interesante es que esa zona de clandestinidad (dice Pagni) "irrumpe" compulsivamente en el escenario político. ¿Por qué? Porque la imagen duranbarbista no alcanza para ocultar la verdadera naturaleza de Macri (el empresario corrupto y corruptor del Estado) con la ficción de Mauricio (el presidente de la transparencia y la sensibilidad social).


Legitimidad moral

Dice Pagni: 

"Llegó al poder porque miles de personas en la provincia de Buenos Aires votaron a María Eugenia Vidal contra alguien a quien, con razón o sin ella, identificaban como "la Morsa"."

Aquí hay una confesión de parte. ¿Por qué llegó al poder Macri? Porque se presentó como una alternativa frente a la corrupción y la sordidez del poder político K (una reedición del antiperonismo acérrimo que siempre se presentó a sí mismo como el auténtico reservorio moral de la patria). Especialmente, el macrismo logró su cometido después de la exitosa operación mediática (que el propio Pagni pone en entredicho) que identificó a Anibal Fernández con "la morsa" (un asesino brutal y despiadado). 


Sin embargo, como el mismo Pagni reconoce, la herida que produjo el caso de Correo Argentino amenaza con desangrar la imagen del presidente y, con ella, la legitimidad de su proyecto. No solo frente a quienes no lo votaron, sino de puertas adentro. La suma de acciones oscuras ha puesto patas arriba el escenario. Nadie puede negar los casos de corrupción del kirchnerismo (después de todo, ¿quién en su sano juicio puede olvidarse de los bolsos de López o eludir las aparentes complicidades de funcionarios kirchneristas como Jaime en el caso Oderbrecht en los cuales los Macri y Mauricio en particular, estuvieron directamente implicados?), pero el entramado de corrupción que "compulsivamente" irrumpe en el escenario político con cada actuación del grupo Macri, hace que la legitimidad moral que pretendió encarnar Mauricio esté por los suelos.


La avaricia

Dice Pagni: 

"Del "gobierna para ricos" se deslizó a un reproche más corrosivo: "gobierna para un rico". Su papá. Sobre este fondo se recortan dos anuncios de ayer. El primero, un decreto que regula los conflictos de intereses, cuestión típica de las administraciones de empresarios. De Berlusconi a Vicente Fox; de Sebastián Piñera a Donald Trump, como desarrolló The Atlantic el viernes pasado."

Efectivamente: ya no se trata de un gobierno para ricos. Ahora la sociedad comienza a entender que el gobierno de Cambiemos es un gobierno de los Macri, por los Macri y para los Macri. Y la comparación que hace Pagni de Mauricio con Berlusconi, Vicente Fox, Piñera o Trump no solo lo alinea con gobiernos sistémicamente corruptos, sino con gobiernos política, económica y socialmente fallidos.


Las emociones y la realidad

Finalmente, después de varios párrafos en los que Pagni ofrece sus consejos virtuosos al soberano, señalando en qué podría convertirse Mauricio si fuera capaz de darle la espalda a Macri, el periodista resume el tono del discurso:

"Macri volvió a identificarse con el cambio, como una posición emocional. Rozitchner puro, ahora bajo la inspiración de Jacques-Alain Miller. Insistió en la unidad de los argentinos. Un propósito que choca con su estrategia de poder. Desde el primer párrafo, cuando pidió "más verdad y menos relato", se contrapuso al kirchnerismo."

La referencia al tono emocional (no olvidemos la definición perversa que deslizo el presidente durante su perorata: "Las emociones son lo más real que tenemos", la cual merece ya de por sí un comentario más extenso) y la caracterización del discurso por parte de Pagni como "Rozitchner puro" ofrece otra muestra del trabajo psico-político que la administración ejercita sobre el cuerpo simbólico de los argentinos. 

Pero las emociones dividen, no unen, y cuando parecen hacerlo (unir) en realidad degluten, devoran. Las emociones establecen en el mundo una frontera infranqueable si no somos capaces de renunciar a su reinado, si nos dejamos apropiar por ellas: de un lado está el sujeto (Mauricio) y del otro lo que Mauricio desea y lo que Mauricio repele. Macri es el encargado de apropiarse y aplastar aquello que las emociones enervadas por una educación humanista democrática mediocre exigen satisfacer. 

No hay manera de unir a los argentinos a partir de esta lógica emocional. La tan mentada "República" que Cambiemos dijo venir a restablecer, esta siendo derruida aceleradamente por Mauricio y por Macri. Solo si sorteamos las trampas emocionales, sólo si somos capaz de superar la realidad emocional que nos impone la retórica mediática, el país podrá salir de la encrucijada de odio al que estamos abocados. Las emociones son un instrumento del poder, hoy en manos de publicistas, no un camino sobre el cual forjar la convivencia.

LA CREACIÓN DEL ENEMIGO INTERIOR


Sobre muros y vallados

Teniendo en cuenta que los muros y los vallados, lejos de ser meros instrumentos de protección material, son también formas simbólicas que expresan los imaginarios de los poderes que los implementan y los pueblos que los exigen, los permiten y los sufren, cabe analizar muy brevemente las espectaculares medidas implementadas por el Ministerio de Seguridad para blindar la presencia del Presidente Macri ante la Asamblea Legislativa.

Recordemos que, desde el primer día de gobierno, la relación entre el presidente y el "pueblo" estuvo marcada por una sensación de desconfianza e inseguridad, al menos en relación con una parte de la población que parecía intimidar al presidente.

Recordemos también que, a lo largo de su año de gobierno, la retórica mediática y oficial ha enfatizado lo amenazante en el pueblo, sea a través de los discursos sobre el terrorismo, el carácter destituyente de las críticas, el ataque a la población inmigrante o delincuente, las referencias a la intolerancia política de los opositores, la irracionalidad de quienes no acompañan con una "oposición constructiva" la agenda gubernamental, la radicalidad de los grupos kirchneristas y otras figuras análogas que, dicen los voceros de Cambiemos, tienen al fin y al cabo un único objetivo: amedrentar al presidente y otros funcionarios abocados a transformar el país. 


Notorio es el caso de la gobernadora Vidal que se mudó a una fortaleza militar escenificando aprietes, atentados y amenazas de un imaginario poder oscuro del pasado, que libremente se asocia a la década de corrupción K, al crimen organizado y al narcotráfico. 

Interpretaciones

La interpretación más superficial consistiría en señalar que el vallado o amurallamiento del presidente responde a un temor de las élites corporativas que conducen actualmente el país ante el malestar creciente de la población que respondería negativa o incluso violentamente ante las medidas regresivas adoptadas. Quienes así lo interpretan tienden a asociar a Macri y a Cambiemos a la figura de Fernando de la Rúa y la Alianza, y a extrapolar el acontecimiento de su renuncia y el "que se vayan todos" a las actuales circunstancias.

Más difícil de aceptar y más preocupante es una interpretación alternativa que señala que el vallado, amurallamiento y blindaje responde a otra retórica que tiene como objetivo la cristalización en el imaginario colectivo de un "enemigo interno". Los sectores del poder judicial adscritos al oficialismo y los medios corporativos amigos han dado muestras crecientes de esta tendencia. El gobierno ha permitido pasivamente, o ha incentivado activamente esta lectura de diversos modos. Acompañando la persecución a opositores políticos y sociales, o articulando una descalificación de origen de las opciones políticas opositoras, y a los actores (funcionarios o referentes sociales) que no se someten a su poder o que amenazan su frágil hegemonía. La "guerra" contra los sindicatos "recalcitrantes": bancarios y docentes, es otra prueba de ello. La retórica bélica está a las ordenes del día.


La construcción de un imperio global

Me inclino a pensar que el macrismo tiene espaldas (económicas, mediáticas e institucionales, a nivel local e internacional) para emprender una ofensiva de estas últimas características, y que está lejos de ser un gobierno débil como se pretende.

El macrismo apuesta claramente a la brecha. Aún más, a un ruptura infranqueable dentro de la sociedad argentina que le permita llevar hasta las últimas consecuencias la transformación estructural que se ha propuesto, con el objetivo de transformar al grupo Macri (ahora convertido en un emporio multinacional con tentáculos globales) en un actor-red a nivel planetario. El Estado le ha dado los instrumentos que necesitaba para lograr este objetivo. Argentina es simplemente un cuerpo vivo del cual se aprovecha para lograr la nueva fase de expansión.

En breve: el macrismo (no Cambiemos como frente político) tiene una vocación de poder transnacional. Abrirse al mundo significa para sus ideólogos, no una apuesta al éxito del Estado argentino y su pueblo, ni el fortalecimiento de su soberanía política (lo constatamos en la instrumentalización de temas caros al espíritu nacional: ej. Malvinas), sino todo lo contrario. Lo que el gobierno está haciendo es debilitar dicha soberanía, y llevando al Estado y al pueblo a un quebranto que pone a disposición del grupo Macri lo que éste necesita para su propio proyecto de expansión de poder global corporativo

REDES


Julian Assange y el neofascismo


Esta entrada surge a partir de la lectura de un artículo publicado en Página 12 por Horacio González titulado Assange, en el que "glosa" la entrevista realizada a Julian Assange  por Santiago O'Donnell, publicada en el mismo diario con el título "Trump es un lobo con piel de lobo"

A partir de estas lecturas, se me ocurrió que es imprescindible profundizar nuestra reflexión acerca del modo en el cual podemos organizar nuestra desordenada agenda y producción en las redes, de manera análoga al modo en el cual se está organizando la militancia progresista en el mundo ante el recrudecimiento de las políticas de extrema-derecha y la falsa alternativa liberal-progresista en Estados Unidos y Europa, que en muchos sentidos, como señaló recientemente Nancy Fraser, es responsable directo del advenimiento de las nuevas formas de fascismo, por comisión y omisión. 

En el primer caso (comisión), promoviendo abierta o secretamente políticas regresivas, especialmente en política internacional y en la estrecha vinculación con el proyecto corporativo y antidemocrático que ha socavado la soberanía popular de manera continuada en las últimas décadas, pero que en los tiempos de la concertación Obama-Clinton ha tenido su momento culmine. 

En el segundo caso (omisión), resistiendo y obstaculizando abiertamente los nuevos vientos a favor de cambios radicales, acusados por el establishment liberal-conservador (autodefinido como progresista de manera engañosa), de ser enemigos "populistas" de la democracia: asociándolos de manera perversa a la misma categoría que los movimientos neofascistas de los que son su antítesis. 

Como señaló en reiteradas ocasiones Slavoj Zizek, ante el creciente avance de la derecha xenófoba en los Estados Unidos y Gran Bretaña, y fenómenos análogos en Holanda, Francia y América Latina, se percibe claramente un agotamiento del modelo neoliberal-multiculturalista que ha regido las democracias formales desde la caída del bloque soviético, abriendo de esa manera la posibilidad largamente esperada de una opción de cambio real. Aunque hay que reconocer que ese horizonte está aun muy desdibujado.

El caso argentino

¿Qué quiero decir con todo esto? En lo que respecta al caso argentino, las afirmaciones de Assange en la entrevista citada dan que pensar. Macri, nos dice, ganó las elecciones gracias a la inteligente utilización de las redes sociales y la apropiación del lenguaje de las redes en un escenario de transición entre la vieja política de los mitines y la nueva política del ciber-activismo. Pero ahora, como gobierno, pese a ser dueño absoluto del espacio mediático tradicional (prensa escrita y contenido audiovisual), parece estar perdiendo la batalla en las redes que alguna vez lideró. Al menos, se percibe una suerte de retroceso. 

Y ese retroceso no está directamente relacionado con la importancia que tiene para el macrismo este instrumento. Sabemos del volumen presupuestario reservado a mantener a un ejercito de ciberactivistas en las redes. Lo que ocurre es quizá más sutil. El gobierno está perdiendo la batalla debido al contenido de su dominación. 

No solo las políticas regresivas gubernamentales explican este deterioro entre la ciudadanía, aunque, por supuesto, este punto es crucial. El otro tema es que en las redes se han articulado formas de resistencia ciudadana, entramados de textos y subtextos de densidad conceptual inesperadas, que se contraponen y, hasta cierto punto,  evidencian la superficialidad del género de los eslóganes y el modelo de lenguaje publicitario elegido por el macrismo que, poco a poco, se ha inclinado por reducir su intervención en los espacios virtuales a cumplir un rol de control policial-represivo, a escrachar o "vociferar" con su ejercito de trolls los intercambios de una ciudadanía que, aun conmovida y desalentada por el shock producido por el gabinete de CEOs que administran las dosis de horror que inyectan a la ciudadanía, parece no rendirse a la encrucijada.

Bosquejo de las alternativas

Ante este panorama de incertidumbres y ambiguas esperanzas, nuestro objetivo debería consistir, cuanto menos, en continuar con nuestras formas de comunicación horizontal, pero agregándole a ellas una dosis de mayor "auto-consciencia". 

Con esto quiero decir lo siguiente: nuestra acción política en las redes tiene consecuencias fuera del mundo virtual que habitamos, produce reposicionamientos, y evidentemente, sirve como contrapeso frente al monopolio comunicacional que esconde la verdad a través de una catarata cotidiana de ficciones para obnubilar nuestra perspectiva. 

La frase bíblica sigue teniendo relevancia: "La verdad nos hará libres," pero en este caso, la verdad es más evidente de lo que pensábamos, todos la conocemos, pero buscamos una confirmación que la arraigue al mundo, que le quite el mote de "fantasía".  
Mi invitación, por consiguiente, es a utilizar las redes de manera más autoconsciente. Eso significa, distinguir entre: 
  • El uso egocéntrico que nos convierte en meros productos para ser ofertados en las plataformas (vendemos nuestros cuerpos, nuestros estilos de vida, nuestras experiencias cotidianas, nuestros familiares y amigos, con el inútil propósito de ser admirados, reconocidos u otras sandeces semejantes - aunque también nuestra ideología o nuestro posicionamiento político puede estar al servicio de esa construcción de una identidad para ser consumida por los otros); 
  • Y el uso inteligente de las redes, a través del cual nos reapropiamos de ellas. Nosotros somos quienes hacemos FB, twitter, etc. Hacemos las redes con nuestros contenidos. Dedicamos cientos de miles de horas, cada uno de nosotros, para hacer de la red un espacio atractivo, para engolosinar las subjetividades de otros individuos devenidos consumidores, ofreciéndonos como objetos de deseos o repulsión que atraiga su atención. 
Dicho esto, las preguntas parecen ser obvias, ¿cómo utilizar las redes para lograr nuestros fines políticos altruistas? ¿Como utilizar las redes para participar de manera autoconsciente y dirigida en la conformación de esas masas críticas que necesitamos para poder desvelar los engaños corporativos que utilizan actualmente la lógica y la retórica de la ensoñación que las redes y las plataformas de comunicación instantánea facilitan, para lograr su hegemonía? 

En síntesis, nuestra tarea en este espacio es dar forma, modelar, con el material de nuestra propia creación, con los contenidos que tenemos a la mano, ese espacio meta-tópico de carácter asambleario volcado a un cambio de consciencia y posterior movilización social. Pero ahora en un nuevo nivel, como decíamos más arriba: el nivel de autoconsciencia que nos permita pasar del mero rol de consumidores o productores de contenidos simbólicos en la redes, a ciudadanos políticos en las mismas. 

¿QUÉ HACER?

Fotograma de la película "El congreso",  de Ari Folman.
El dilema 

Hace unos días, una buena amiga me escribió a mi cuenta privada planteándome el siguiente dilema. Parafraseo:

“Estoy en una situación difícil. No llego a fin de mes. Me doy cuenta que la gente que me rodea está más o menos igual. Tenemos miedo, estamos angustiados. Por otro lado, tengo amigos y conocidos que hablan de la situación política del país y me exigen tomar consciencia, movilizarme, etc. Pero, aunque sé que debería hacerlo, no tengo tiempo ni espacio mental para ello. Estoy cansada. Necesito asegurarme el salario hasta fin de mes, cuidar a mi familia, protegerme de la inseguridad creciente, de la rabia que nos rodea por todos lados. Estoy harta.

“Además, cuando planteo mis dudas y me quejo, en muchos círculos me insultan, me ignoran o incluso me destierran. La grieta es real. No es una invención. Si publicitas tu posición corres el riesgo de ser descartada, en la familia, entre los amigos, y lo más importante, puede causarte problemas para conseguir trabajo.

“Por eso te pregunto, ¿qué tengo que hacer? No quiero seguir pensando y protestando por lo que está pasando. Sé que es injusto, sé que estamos cayendo en picada. Pero a veces quiero dudar, pensar que al final todo será mejor. Todo eso me angustia terriblemente. Por eso, creo que voy a cerrar las compuertas. No quiero seguir pensando en la política, en la economía, en la injusticia, en el mundo que nos tocó vivir. No quiero seguir leyendo periódicos, viendo la televisión, escuchando la radio. No quiero seguir discutiendo qué es lo que nos pasó.

“Necesito algo que me ayude a superar esta situación. Necesito alguna técnica que me permita superar personalmente lo que nos está pasando. He comenzado nuevamente a meditar y a hacer yoga. Eso me hace bien. Me hace muy bien. Conocí a un profesor de yoga y meditación que nos ayuda a encontrar ese espacio, a soltar, a aceptar nuestro dolor y nuestra angustia. Y me hace bien. De verdad, me hace mucho bien, porque me permite crear un espacio de salud en mi vida en medio de tanto horror. De otro modo, la angustia me come, me mata."

La rabia

Dos semanas antes, otra persona me escribió a mi cuenta de Facebook [en privado] diciéndome que estaba disgustada conmigo. No lo dijo con esas palabras, pero era obvio que había leído algo en mi cuenta que no le había gustado y sentía una necesidad imperiosa de decirme algo, “ponerme en mi lugar”. 


Decía lo siguiente [Parafraseo]:

“Mirá, Juan Manuel, la vida es mucho más sencilla de lo que vos pensás. Yo te leo, o te escucho, y se me revuelve el estómago con todo lo que estás diciendo. Me causa un profundo malestar. Yo tengo una familia, tengo hijos y tengo un grupo de amigos de toda la vida. Para mi eso es suficiente. Mi obligación es cuidarlos y cuidarme. Eso es lo que debo hacer. Lo tuyo son palabras, palabras, palabras. Palabras que producen odio, que producen la grieta, que lo único que hacen es angustiarnos a todos. Vos sos demasiado complicado. El mundo es lo que es, y lo que hay que hacer es aprender a vivir en este mundo. Punto. Yo he encontrado un espacio de paz en mi vida. Me ha costado muchísimo aprender a disfrutar de las pequeñas cosas. Yo sé que las cosas no son como a mí me gustaría que fueran, pero, pase lo que pase, nadie me va a quitar lo que he conseguido."

Cuando alguien se toma el trabajo de escribirme explicándome esas cosas me siento un afortunado. Porque lo habitual es la incomunicación, la indiferencia. Cuando discutimos, cuando conversamos, tenemos una posibilidad de articular nuestros pensamientos, enfrentar las encrucijadas en las que nos encontramos, reflexionar sobre ellas y buscar una respuesta.

Lo Real y la realidad

Mi propósito en esta entrada no es responder a mis interlocutores. Quiero, simplemente, dejar que esas dos articulaciones resuenen en el espacio público así como llegaron, como “dilemas morales”, que ponen de manifiesto un malestar profundo, que parece traducirse en una huida hacia delante ante la encerrona que nos impone un régimen neoliberal que ha puesto en crisis la condición misma de posibilidad de nuestro anhelo democrático, desconectándonos los unos de los otros, lanzándonos de regreso a la caverna de nuestra individualidad egocéntrica, al enfrentarnos de manera desnuda al dolor, a la insatisfacción, a la angustia existencial más radical.

Si algo tiene de bueno el actual embate neoliberal es que nos deja desnudos frente a lo Real [con mayúscula]. Lo Real mayúsculo es aquí “lo que es”, a cara lavada, sin cosmética alguna. Y lo que es sin cosmética alguna es la crueldad, el horror, el instinto depredador, el todos contra todos, el estado de naturaleza del que hablaba Hobbes sobre el cual se pretende legitimar el Estado totalitario en su nueva versión mediático-policial.

Muertos vivientes

Frente a lo Real mayúsculo, nuestra respuesta instintiva es inventar una realidad [minúscula]. La realidad minúscula es aquí nuestra fantasía egocéntrica, una paz construida en el seno de nuestro pequeño mundo cerrado de clase media. Atrapados en nuestra realidad minúscula, vigilados por nuestros vigilantes, asfixiados por nuestro miedo, nuestra inseguridad, nuestra angustia creciente, buscamos sucedáneos de la libertad. Mientras tanto, afuera de casa se agigantan los fantasmas que nuestros temores alimentan. Pobres, inmigrantes, delincuentes, narcotraficantes, kirchneristas, comunistas, populistas. Los hay de todos los pelajes y para todos los gustos.

Yo me pregunto, frente a todo esto, ¿cuánto tiempo necesitaremos para tomar consciencia de la amenaza Real que anida en nuestra situación actual? ¿Cuánto tiempo necesitaremos para reconocer que el neoliberalismo [que no es un sistema económico, ni un régimen político, sino - en primer lugar - una concepción distorsionada de lo que somos como seres humanos, lo que significa convivir los unos con los otros, y lo que implica y exige nuestro encaje en el mundo natural, en la Tierra] es la personificación de la muerte en la era del capitalismo global? El neoliberalismo viene por todos nosotros, y aunque nos escondamos dentro de nuestros variados y atractivos artefactos de fantasía [nuestras fantasías espirituales, tecnológicas o químicas], su veneno acabará penetrando nuestros muros convirtiéndonos en los zombies, los muertos vivientes, en los que el neoliberalismo pretende transformarnos. 

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...