LA IMAGEN INVERTIDA.


Felipe VI 


El discurso de Felipe VI le sonó a algunos comentaristas como una decidida y terminante defensa del status quo. Llamó a los líderes independentistas desleales y al desafío catalán lo calificó de inaceptable. No convocó al diálogo, como esperaban muchos. Tal vez, ya no podía hacerlo. Tampoco hizo gestos condescendientes con los millones de catalanes que participaron en el referéndum, quienes fueron reprimidos por las fuerzas de seguridad del Estado, y luego asistieron a las protestas masivas contra la brutal violencia policial a lo largo y ancho de todo el territorio de Catalunya.

El gesto de firmeza, en este caso, parece más un signo de debilidad. Ante el fracaso rotundo de la política nacional, el Rey dio la cara y enfrentó abiertamente el desafío, sacrificando para siempre una minoría importante de la ciudadanía a los confines de su reino. El ataque premeditado a la Constitución de 1978 por parte del independentismo es, al fin de cuentas, un ataque directo a la monarquía: el pretendido significante que enlaza en el imaginado diseño institucional la diversidad de España. 


El Reino de España

Siempre he creído que el Rey es la pieza clave del edificio constitucional español, y no un hombre de paja, de escasa o nula relevancia fáctica, como creen muchos. En su discurso, Felipe VI habló de la permanencia del Reino y dibujó imaginariamente un círculo de pertenencia dentro del cual una minoría imposible de ignorar no tiene lugar. Desterrados in extremis al cementerio de la ilegalidad, Catalunya se prepara para conocer la estrategia operativa de la ofensiva del Estado ordenada por el Rey con el fin de restablecer el orden.

La monarquía que hace al Reino de España es la expresión de una aspiración compleja a la unidad indisoluble y la continuidad histórica de un imaginario colectivo. En realidad, ese imaginario, como todo imaginario colectivo, es constitutivamente conflictivo, transitorio, e in-esencial, como lo es la propia Catalunya, que ahora pretende consolidarse como una unidad histórica permanente, dotada de rasgos inherentes, definitorios, esenciales.

La frivolidad que envuelve a la casa real en la prensa rosa, y las huellas de corrupción endémica del entramado político-corporativo en la propia familia real, no es excepcional, sino un signo de época. No debería distraernos de lo importante. El jefe del Estado, pese a su (hasta ahora) aparente inocuidad, es una pieza clave, convertida en blanco de los anhelos de cambio, dormidos desde hace décadas entre los pueblos de España. 


El desafío y el orden

El catalanismo independentista parece haber abierto la caja de Pandora. El desafío a la Constitución vigente es un desafío al Jefe de Estado, al monarca que sostiene simbólicamente la construcción democrática, y último garante de su unidad y permanencia. El catalanismo ha vuelto a convertir en actual el republicanismo peninsular y las objeciones históricas a la autoridad del régimen monárquico-constitucional del 78.

Las críticas aunadas del independentismo a dicho orden, junto con las rotundas críticas republicanas de los representantes de la izquierda española, comienzan a consolidar un proceso de impugnación de la investidura. Lejos queda la condescendencia de Pablo Iglesia con la monarquía que le valió las críticas de muchos republicanos hace algunos años. El propio Rey, forzado por la negligencia notoria de los políticos al mando, ha estado obligado a servirse él mismo en bandeja como blanco de la crítica al visibilizarse del modo en que lo hizo.

El gobierno del Partido Popular acabó legitimando internacionalmente lo que era ilegal de acuerdo a la normativa constitucional vigente al defender de forma acérrima y desproporcionada el status quo. Por su parte, en su comparecencia televisiva, el Rey apareció desnudo, exponiéndose de cuerpo entero, debilitado en su investidura al renunciar al diálogo y exigir medidas excepcionales para resolver el conflicto.

Siendo una "cuestión de vida o muerte" para los actores en pugna, las perspectivas para la población son desconsoladoras. Hay que mirar con mejores ojos los esfuerzos de Unidos Podemos y otras fuerzas políticas alternativas por encontrar una salida dialogada a la violencia y el sufrimiento que se asoman en el horizonte del futuro inmediato.


Mientra tanto, en la Eurocámara...

quedó al descubierto la relativa debilidad del relato independentista en el marco de la narrativa de legitimación europea: el "estado de derecho," se repitió una y otra vez, es un límite infranqueable de la Unión. Las críticas a la operación y represión policial fueron reiteradas y duras, pero el énfasis en las conclusiones estuvo puesto en la ilegalidad de una hipotética declaración unilateral de independencia y el origen inconstitucional del referéndum convocado. 

Europa exige al gobierno español un tratamiento proporcional frente al desafío cesionista. La operación policial fue, decididamente, desafortunada, torpe y merece una comisión de investigación que deslinde responsabilidades pero, dicho esto, acaba conminando al gobierno catalán a abstenerse de una declaración unilateral, invitándolo a restablecer el diálogo con Madrid en el seno y pleno cumplimiento del estado de derecho. 

LA PASIÓN CONSTITUYENTE Y LA PROMESA DEMOCRÁTICA

Declaración unilateral 

Catalunya está hoy cerrada a cal y canto. El paro general, convocado por las organizaciones de la sociedad civil, y facilitado por la Generalitat y otros estamentos del Estado, como repudio a la brutal actuación policial ordenada por el ejecutivo español con el fin de frustrar el referéndum hace unos días, es un éxito masivo, y la asistencia a las numerosas manifestaciones populares, imponente.

Una gran parte del pueblo catalán se dirige decidido hacia la llamada “Declaración unilateral de independencia” que prevén las leyes de transitoriedad promulgadas por el Parlament de Catalunya (y suspendidas por el Tribunal Constitucional de España). Los medios de comunicación anuncian que las autoridades catalanas le pondrán rubrica al proceso este fin de semana.

Algunos expertos sostienen que la ilegalidad manifiesta impide todo el proceso en marcha, y que el Estado español, en todo caso, tiene recursos que harán imposible su realización efectiva. Estas opiniones son expresiones voluntaristas que no se justifican a la luz de la historia. Ni la legalidad vigente, ni la fuerza tienen necesariamente todas las de ganar. Aunque bien es cierto que el marco jurídico no valida lo actuado por la Generalitat y el Parlament, y los recursos del Estado no son insignificantes. 


Sin embargo, el atlas histórico mundial nos lo recuerda en su variopinta cartografía política a lo largo de los siglos. La solidez y permanencia de todos los fenómenos humanos es una distorsión perceptiva. La ley y la fuerza bruta no son el sine qua non en el marco de arbitrariedad que caracteriza la historia de los hombres.

Mi impresión es que, pese a las dificultades, los obstáculos aparentemente insuperables, un orden mundial que amenaza a los grupos subalternos con el castigo de la violencia ante cualquier gesto de independencia, y un futuro que parece haber escapado a la mirada fecunda de la esperanza, (i) la inoperancia del actual gobierno español, que ha socavado su propia legitimidad a través de su doble estrategia de negacionismo y represión brutal; (ii) la efectividad de los políticos independentistas, la afilada puntería de su estrategia; y (iii) su voluntad política de conducir con sangre fría la eufórica e indignada movilización social, no es alocado pensar que todo esto acabará en algún futuro no lejano en "jaque mate."

Solo un milagro


Solo un milagro puede revertir la situación: la decisión heroica y visionaria de un PSOE improbable de asumir la responsabilidad histórica, junto con Unidos Podemos y otras fuerzas de la oposición, de dar por clausurado el consenso del 78 con el fin de abrir un período de rearticulación de la unidad circunstancial de España. Solo esto puede conducir a una tregua que permita imaginar un nuevo encaje normativo entre las diversas naciones y regiones. 


Un encaje que no puede ser ni autonómico, ni federal, sino un experimento plurinacional sui-generis para el siglo XXI, que interpele y seduzca a las mayorías catalanas que han asumido de manera indeclinable su destino. Un proyecto que inspire a la propia Unión europea, ofreciéndole un ejemplo paradigmático que la anime a revisar la defectuosa e inestable relación de su estructura burocrática con sus bases populares. Es decir, solo un milagro. 

Con esto no pretendo que la declaración sea el final de la partida. Lo dijo el President Carles Puigdemont en la rueda de prensa que ofreció al día siguiente del convocado referéndum: “No se trata de apretar un botón que automáticamente nos dé la independencia.” Sin embargo, es evidente que la declaración unilateral convertirá en irreversible el proceso, en el sentido de que no habrá ya tentación posible por parte de los actores en pugna de regresar artificialmente al pasado o a aquello que el pasado nos exige. 

El proceso constituyente

Dicho esto, cabe comenzar a pensar en el hipotético proceso constituyente que nos propone el movimiento independentista a los actuales ciudadanos españoles residentes en territorio catalán, y otros residentes no españoles de Catalunya que, con igual pretensión de derecho (en principio) están llamados a convertirse en los soberanos del prentendido nuevo país.

La dignidad moral de una ciudadanía no se mide por su independencia relativa respecto a su Otro, la historia común que teje su destino, los vehículos lingüísticos que la definen circunstancialmente o los rasgos étnico-culturales que establecen su folclore. Las sociedades modernas son espacios normativos complejos donde, en el marco de hegemonías étnicas, lingüísticas o culturales, pugnamos por el reconocimiento de derechos a través de procesos democráticos que siempre están poniendo en cuestión los límites de la ciudadanía. 


La historia, la lengua, la cultura, la étnia, todos estos aspectos pueden dar lugar a construcciones socio-políticas perversas que acaban humillando o despreciando, o simplemente negando sus minorías, o promoviendo burdos o sutiles status quo que establecen ciudadanías de primera y segunda, o explícitos procesos de exclusión.

La revuelta catalana dice haber sido parida por abusos y negaciones de derechos de este tipo, ilegítimas violaciones al derecho de libertad e igualdad que sostienen los imaginarios de nuestra época. 
No alcanzó el consenso liberal forzado en 1978 para sanar las heridas y consecuencias  de las injusticias históricas cometidas por el opresor, ni las discriminaciones sufridas en el presente debido a los privilegios heredados de algunos, escondidos bajo la pretendida justicia del orden normativo que nos impera a todos. 

La democracia y los límites de la ciudadanía

La democracia española, como la del resto de los países de Europa, es una caricatura grotesca de los ideales de inclusión que pretende encarnar. Sin embargo, atrapada en sus fosilizadas formas burocráticas de gestión de la voluntad popular, manufacturada en las usinas del neoliberalismo de la información, Catalunya no estará libre tampoco de las exclusiones sistémicas de nuestra época. 

El catalanismo contiene en su seno las contradicciones de cualquier sociedad plural contemporánea, y en el propio independentismo se fusionan circunstancialmente ideales, ideologías y aspiraciones contradictorias, o incluso opuestas, que deberán dirimir sus diferencias en la hipotética patria por venir. 

Las pugnas identitarias no solo se definen estableciendo el no-ser de una identidad, sino afirmando un horizonte de sentido que aún está borroso para muchos de nosotros que interrogamos desde hace años su proceso. 

Constituir, por lo tanto, implica (i) negar lo que no queremos o no nos permitimos ser, abriendo una herida sobre la geografía compleja de las poblaciones, sus historias y sus herencias, para (ii) contar el relato de aquello en lo que decimos habernos convertido y aquello que aspiramos alcanzar. 

La Catalunya prometida

Si el error mayúsculo del Estado español consistió, justamente, en aferrarse al dibujo imperfecto de su propia constitución de 1978, indiferente al dinamismo de una sociedad ya inaprehensible en términos de su molde constitucional, produciendo todo tipo de exclusiones y, por ello, malestares inaguantables para individuos y comunidades, un error semejante se asoma en la periferia del ideario independentista. 

Si el catalanismo se aferra al relato de sus penas e injusticias sufridas con el fin de marcar la cancha de su identidad, expulsando de su relato los maridajes de migraciones variadas, hoy parte constitutiva de su geología social, y la pluralidad innegable de su constitución cultural actual, batiburrillo de lenguas, étnias, historias y anhelos traicionados, con el fin de asegurar sus propios privilegios, la "Catalunya prometida" no pasará de ser una promesa rota, con sus propios excluidos, que la democracia se encargará de impugnar. 

EL DÍA DESPUÉS DE MAÑANA Y EL TIEMPO QUE RESTA



El referéndum

El 1 de octubre es una incógnita, ciertamente. Las circunstancias y la estrategia represiva nos obligan a ser precavidos. Si ocurre una desgracia, no será la primera vez. La violencia en las calles, en parte resultado previsible del empeño del gobierno de cerrar a cal y canto los centros de votación, tampoco es descabellado anunciarla de antemano. 


Así lo demuestra la preocupación de los responsables de las fuerzas de seguridad autonómica que advierten sobre la amenaza al orden público que supone el cumplimiento stricto sensu de las órdenes judiciales en este caso. Se exige prudencia, pero la lógica positivista del actual Estado de derecho es implacable. La realidad no importa a la luz de la letra de la ley. 

La movilización de la ciudadanía catalana es masiva, eufórica, decidida. Cualquiera sea el resultado de la "confrontación" del domingo, esos ciudadanos no regresarán a casa dispuestos a dejar sus banderas en el trastero. Los catalanes que no participan o se oponen, también sufren. La sociedad catalana es compleja, plural. Hay inquietud, hay miedo, hay rabia, hay desconcierto. Los silencios íntimos son tan ensordecedores como la algarabía de la protesta en las calles.

El día después

El 2 de octubre será otra cosa. Los únicos que parecen tener claro qué harán son los independentistas. Si se confirma su triunfo en las urnas (de la manera que sea) tienen su día después, y una hoja de ruta que establece de manera (también positivista) la automática declaración unilateralmente de independencia. 
Incluso si no pasa de ser un gesto simbólico, ceñirá las negociaciones futuras a un hecho consumado (¿tendremos entonces una suerte de Govern y un Parlament catalán en el exilio?). 

Si el referéndum no permite una declaración de este tipo, el independentismo habrá concitado una extensa simpatía internacional, lo que le permitirá desplegar una férrea estrategia de resistencia pasiva que ensanchará ese reconocimiento a largo plazo.

En cambio, entre los partidos de proyección estatal reina el desconcierto. 


El Partido Popular está decidido a mantener el status quo, pese a que el vehículo constitucional ya da signos de serio deterioro, y su liderazgo circunstancial ha perdido buena parte de autoridad moral. El referéndum, recordémoslo, es también una ocasión para la protesta social no independentista, una suerte de plebiscito contra Mariano Rajoy. Así lo presentan los seguidores de Colau e Iglesias, fuerzas que tampoco son desdeñables numéricamente. Este aferramiento del PP al status quo normativo condena a diversas formas de exclusión a la ciudadanía que responde protestando (de diversas maneras) y a la que se enfrenta "siempre" de manera represiva. Recordemos que aun vivimos bajo la vigencia de la Ley de seguridad ciudadana o "ley mordaza".  

El Partido socialista parece perdido en su propia guerra intestina, en sus contradicciones históricas, en su falta de coraje político, paralizado ante este tsunami que los ha dejado boquiabiertos, balbuceando una propuesta que podría haber tenido mejor suerte en otras circunstancias, pero que ahora mismo resulta inaudible, y con su líder político criticado a sotto voce por los históricos, leales e intransigentes ante cualquier desafío a la constitución del ’78. 

Podemos, aunque abiertamente predispuesto a las exigencias del soberanismo catalán, es presa también de sus propias contradicciones, las cuales resuelve retorciendo el lenguaje político para imaginar un escenario optimista que lo elude. Frente a la crisis de la democracia, “más democracia" - sostienen sus líderes políticos, aunque el diálogo propuesto tiene el límite de los extremos inclaudicables de los nacionalismos enfrentados que no entienden de razones.

Ciudadanos, por su parte, ve peligrar su propia piel en este entuerto, y su reacción parece un calculado gesto de supervivencia. El líder naranja cierra fila y se envalentona desde Madrid, pero su suerte política ha quedado sellada. Convertido en un sello de fantasía del Partido Popular, apuesta a salvar el pellejo aliándose sin matices con el gobierno y avalando sin cortapisas la respuesta desprolija del ejecutivo a través de una justicia sospechada. 


El tiempo que resta

La respuesta judicial (y policial) es la única respuesta posible, porque es la única propuesta que tiene delante el gobierno en el actual estado de desconcierto. En este marco, el 2 de octubre amenaza con convertirse, no en el remanso posterior al clímax que prometía el referéndum, sino el comienzo de una orgía de protestas y escalada represiva que nos mantendrá ocupados durante mucho tiempo. 


El 2 de octubre comienza el "mambo," decía la CUP en su publicidad de campaña. Y ayer, Ana Gabriel redondeaba la idea señalando que ante la embestida del gobierno de Mariano Rajoy, "quizá haya que volver a dinámicas de clandestinidad." 

Empeñados todos los actores en la victoria, y ante la ausencia evidente de un político de envergadura en Madrid que asuma el desafío del presente como una oportunidad, el 1 de octubre amenaza convertirse en el prolegómeno de una tiempo que no podrá ya resistirse a que sus comentaristas lo describan por medio de metáforas bélicas.

¿ATRAPADOS SIN SALIDA?


2012 y después


Desde hace algunos años (2012 es considerada la fecha clave) una parte importante – la inmensa mayoría de la ciudadanía catalana – exige un referéndum que dirima el estatuto identitario de Catalunya y su relación con España. En el seno de esa mayoría que exige el reconocimiento de la soberanía popular como punto arquidémico y fundamento de un destino colectivo, un número nada desdeñable apoya de manera rotunda la independencia.

Estos años, que van desde 2012 a la fecha, han coincidido con una crisis económico-financiera, jurídico-normativa, social y política (de dimensiones globales) que ha afectado de manera notoria a una Europa partida al medio y, otra vez, partida al costado. Se habla de la Europa de las "dos velocidades", de  una Europa rica y dinámica versus una Europa pobre y perezosa. Se habla de las locomotoras de Europa (Francia y Alemania), pero también de los PIGS, que arrastra en sus vagones. En España, especialmente, la crisis se ha hecho sentir de manera notoria, colaborando de este modo a una revisión integral (aunque resistida por el establishment político-financiero) del status quo. 


Independentismo y 15M

El movimiento independentista, y su crecimiento exponencial (ilustrado por las consecutivas movilizaciones populares de las Díadas), es pariente distante de las protestas del 15M y su articulación político-partidaria en Podemos y sus organizaciones afines a lo largo y ancho del territorio español. 


Sin embargo, lo que diferencia al independentismo del 15M es el modo en el cual se resolvieron sus construcciones político-institucional en ambos casos. Mientras que Podemos es el emergente directo del movimiento popular de protesta, el independentismo catalán de Junts pel Sí (PdeCat, ERC y la CUP) es un batiburrillo de viejas estructuras y nuevos actores, unidos circunstancialmente por un enemigo común, y un mismo anhelo identitario, aunque incompatibles ideológicamente como el agua y el aceite. 

El Partido Popular y el independentismo

La estrategia del Partido Popular ha sido el inmovilismo. En parte, fruto de la debilidad evidente que supone el extendido desprestigio de sus cuadros por causas sistémicas de corrupción, que le ha obligado a jugar una estrategia negacionista frente a todos los desafíos que se le presentan en el terreno judicial, político y social, lo cual le permite – entiéndase bien - seguir sosteniendo la apuesta neoliberal que sirve a los intereses corporativos que representa.

El independentismo es fruto de reivindicaciones históricas y circunstanciales. Articulado actualmente, como dijimos, en un batiburrillo ideológico, identificado exclusivamente por el amor a la patria catalana y el rechazo a la españolidad, el independentismo construyó su actual hegemonía sobre la base de malestares transversales que recurrieron al significante de la autodeterminación y la construcción del enemigo español,
 como banderas para la manufacturación de la nueva mayoría. 

Como en el caso de la derecha española, que esconde entre los llamados “constitucionalistas” de diversos pelajes sus vergüenzas de corrupción y sus compromisos corporativos antidemocráticos, la derecha catalana, entre la mezcolanza ideológica de su frente patriótico, esconde décadas de arbitrariedades de clase, corrupción generalizada y su lealtad a la fe neoliberal que ha ayudado a consolidar en España y Europa durante décadas estando al frente de las instituciones catalanas. 

Referéndum y derechos fundamentales

Hace algunas semanas, después de años de negativas por parte del gobierno español de constituir una verdadera mesa de diálogo que permitiera salir del atolladero del malestar ciudadano reinante, el independentismo promulgó las llamadas "leyes de transitoriedad", convocó a un referéndum no pactado con el Estado español sobre la base de la legislación catalana (luego cuestionadas por su inconstitucionalidad y actualmente suspendida por el Tribunal competente) y anunció que el resultado de ese referéndum, el cual se mide por mayoría simple y sin cualificación en términos de participación, servirá para declarar unilateralmente la independencia, 48 horas después de la cita electoral por parte del Parlament y el Govern de Catalunya.

La reacción del Partido Popular ha sido exclusivamente jurídico-policial. Detenciones e imputaciones a cargos públicos asociados directamente con la organización del referéndum, suspención de facto de competencias básicas de la autonomía catalana, confiscación de material electoral y amedrentamiento a los partidos políticos independentistas y a la sociedad civil, a través de un despliegue de miles de guardias civiles en todo el territorio de Catalunya con el fin de impedir la votación. La oposición política denuncia convincentemente ataques a las libertades fundamentales.

En busca de alternativas


Frente a las posiciones del independentismo que quiere votar sí o sí y convertir en vinculante el referéndum del 1 de octubre con el fin de declarar a posteriori, unilateralmente, la independencia, y el Partido Popular que persigue como delincuentes a los organizadores y facilitadores del referéndum, Podemos, junto con otros partidos políticos de izquierda y regionales, intentan una tercera vía, la cual se basa en dos premisas y la necesidad de lograr una condición necesaria: (1) la solución a la cuestión catalana solo puede hacerse a través de un referéndum pactado con el Estado - la sociedad civil exige votar; (2) ese referéndum tiene que estar arropado por un diálogo previo en el cual puedan desplegarse creativamente una serie de alternativas al independentismo puro y duro, con el cual deberán medirse en la votación; y (3) la condición de posibilidad de ese diálogo no es otra cosa que “sacar de la Moncloa” a Mariano Rajoy.


El actual referéndum no cumple con las garantías suficientes que permitan una declaración unilateral de independencia, ni tiene una cobertura legal y un reconocimiento internacional que asegure cierta estabilidad al nuevo experimento soberano en el marco europeo y mundial. Eso no significa que el referéndum no deba llevarse a cabo, ni se justifica con ello el accionar del ejecutivo español. Aquí lo que parece estar en juego es la credibilidad futura de la hipotética voluntad popular expresada en las urnas en estas circunstancias, con la consiguiente inestabilidad, incertidumbre y conflictividad que ello supondría. 


El futuro inmediato

Qué vaya a suceder en los próximos días es imposible anunciarlo sin caer en política-ficción. Las últimas semanas han ido sucediéndose a golpes de impredecibles notorios. Por otro lado, no deberíamos pecar de ingenuos. El Partido Popular no es novato en estas lides. Todo lo contrario, el lugar en el que se siente más cómodo es el de la confrontación abierta con el “terrorismo”  o los endilgados “enemigos del estado de derecho”, donde pretende una legitimidad absoluta. Le guardan sus espaldas una parte de la ciudadanía española que exige mano dura (lo contemplamos en las imágenes de la despedida a los contingentes rumbo a Catalunya de la Guardia Civil en Huelva, Córdoba y otras ciudades), y una estrategia comunicacional que enerva los espíritus más combativos.

El diálogo está lejos de considerarse una virtud en estas circunstancias. De un lado y otro de la trinchera han comenzado a sonar las acusaciones de ¡traición! hacia aquellos que exigen algún tipo de entendimiento y no aceptan como "ineludible" una confrontación abierta para  ser resuelta a posteriori en armisticio. 


Sea como sea, cualquier negociación política deberá contar con la participación ciudadana y el inmediato cese de la ofensiva del gobierno del Partido Popular contra las libertades fundamentales.

THE STREETS OF BARCELONA Y EL ESPÍRITU DE LAS LEYES


Las calles están encendidas por el entusiasmo de una parte destacada de la ciudadanía catalana que acompaña, eufórica, la decisión de sus autoridades de rebelarse contra el gobierno español, aferrándose a la decisión de convocar un referéndum y, eventualmente, declarar unilateralmente la independencia el próximo 1 de octubre.

En ese contexto, las grandes universidades catalanas han sido tomadas por los estudiantes. Miles de alumnos invaden el histórico edificio de la Gran Via de les Corts Catalanes.

Mientras tanto, el gobierno español ha fletado cruceros con el fin de alojar al contingente de guardias civiles que vienen desde fuera de Catalunya para reforzar la presencia de las fuerzas de seguridad en el territorio catalán, hacer cumplir las órdenes de los juzgados y desplegar la estrategia del gobierno del Partido Popular, cuyo objetivo central es impedir a toda costa el referéndum, incluso si este se conviertiera en un mero acto cívico de protesta
, sin consecuencias jurídicas inmediatas. 

Las protestas se repiten en todos los rincones del territorio. Frente a las delegaciones del Estado, los manifestantes paciente y festivamente corean sus consignas y agitan sus esteladas desafiando pacíficamente la fuerza coercitiva del Estado que, ante el carácter lúdico de las protestas, solo atina a mantener una tensa presencia en las calles. Los incidentes, teniendo en cuenta el tamaño de las manifestaciones, y la gravedad institucional del momento, han sido prácticamente insignificantes.

El gobierno español ha perdido la partida en Catalunya, y el relato independentista está a estas horas en la cúspide de la aprobación ciudadana. El entusiasmo se palpa en las calles. Después de cinco años de bloqueo institucional, de reclamos democráticos legítimos, y de cerrada indiferencia por parte del gobierno central, el agotamiento reinante solo podía zanjarse con un golpe de efecto de esta naturaleza.

En los últimos meses, se decía: "El 'procés' se juega su última oportunidad." La estrategia de apatía y ninguneo de Mariano Rajoy y su cohorte ha acabado sirviendo al independentismo el escenario de abulia y debilitada expectativa que necesitaba para concitar con un acto voluntarista el apoyo de la mayoría de los catalanes que, ahora, está dispuesta a arriesgar el débil equilibrio de encaje constitucional y europeo para que se le permita votar, para ejercitar su derecho a la autodeterminación.

El gobierno de Rajoy tiene los recursos del Estado a su disposición para amedrentar a los líderes políticos, y las fuerzas coercitivas para reprimir eventualmente la protesta social. El mecanismo represivo ya está en marcha. Las detenciones de altos cargos del Govern han mostrado claramente que la voluntad soberana del Estado español se ha puesto en marcha.

Sin embargo, el margen de Madrid es estrecho. Judicializar penalmente a una multitud es inútil, contraproducente. Al contrario de lo que pretende el presidente Mariano Rajoy, con cada día que pasa sin mover ficha en dirección a una salida negociada a la crisis, que le conceda a la sociedad catalana el premio a la consistencia de su reclamo democrático, mayor es el peligro que se cierne sobre sí mismo y España. Ha llegado el momento de dar un paso atrás (o al costado), y ofrecer una tregua y el compromiso de caminar hacia una consulta pactada que defina el futuro.


ESO QUE LLAMAMOS "DEMOCRACIA"


El caso Maldonado


Santiago Maldonado no aparece. La justicia argentina, a todas luces cooptada por el poder político en prácticamente todos sus foros, y en connivencia con las fuerzas de seguridad del Estado, parece estar ayudando a los victimarios a “esconder” el cadáver de la víctima, y  parecen querer "plantar" el cuerpo asesinado en territorio mapuche.

Los medios de comunicación hegemónicos, ahora entusiasmados por la fiesta de imágenes que regaló la "invasión y militarización" desproporcional (pero no casual) que las llamadas "fuerzas del orden" desplegaron sobre las chabolas de pueblos históricamente oprimidos y excluidos, instigados (digámoslo) por un juez cipayo que ha hecho gala de su parcialidad, paseándose frente a la cámara fotográfica de los periódicos oficialistas para dar su versión arbitraria y oportunista de los hechos, no parece indignar a la mayoría del pueblo argentino.  


Quienes apoyan al gobierno dejan prácticamente sin argumentos a los defensores de la democracia y los derechos humanos en las discusiones, no justamente porque lleven consigo la razón, sino más bien debido a la sordera y la inconmensurabilidad manifiesta de sus cosmovisiones. ¿Qué contestar a un interlocutor que con sorna considera los derechos humanos como un "curro"? 

Los estudiosos de la realidad local detectan un creciente micro-fascismo entre los argentinos. Al habitual porcentaje recalcitrante que pide mano dura, sangre, pena de muerte, no solo contra el delincuente que "acecha en las calles oscuras," sino también contra el laburante precarizado o despedido que ejercita su derecho a la protesta, el empobrecido que se arrima a la indigencia y por ello demanda públicamente el pan para su subsistencia, el defensor de derechos humanos que exige que se cumplan las mínimas de la ley, o las bautizadas "feminazis" que atentan contra "el orden de sana normalidad patriarcal" que, eso si, viola y asesina, a estos históricos recalcitrantes ahora se suman los casuales, cuya complicidad es el resultante premeditado del discurso que replican sin filtro todos los medios, derramando desde las esferas del poder su visión maniquea del mundo que exige respuestas contundentes y dañinas. 


Lo haremos desaparecer de la faz de la Tierra

Una ojeada a las noticias del día pinta otro panorama. Se habla de un cambio de época en el mundo. Los motivos para hablar de ese modo son evidentes. Nadie lo ha dicho con mayor claridad en los últimos días que el propio Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres:

“La comunidad global se está desintegrando.” 

Y, con ello, las exiguas esperanzas de poner coto a los tres grandes desafíos que enfrenta la humanidad, y que solo pueden abordarse de manera concertada, globalmente: la guerra, la desigualdad socio-económica y el deterioro medioambiental. Mientras tanto, ante otros líderes mundiales reunidos en Nueva York en la sede de las Naciones Unidas, Donald Trump amenaza a Corea del Norte con hacerlo desaparecer de la faz de la Tierra. 

En todos los rincones del planeta avanzan las fuerzas regresivas, ampliando la brecha de la desigualdad hasta el coqueteo con políticas explícitamente eugenésicas; promoviendo diversas formas de violencia hasta la amenaza de una conflagración nuclear; y atentando de manera flagrante contra la salud del planeta, indiferentes ante la contaminación y la explotación extractivista que amenaza con convertir la Tierra en un lugar inhabitable. 

El voto popular y el sentido de la democracia

En las actuales circunstancias, el voto popular, en cada país del mundo, no solo decide la suerte de sus habitantes en el territorio al cual están circunscritos, sino que esa decisión pasa a formar parte de tendencias globales que, o bien acentúan, o bien contienen las fuerzas destructivas.

El voto a Mauricio Macri es un voto con una clara orientación ideológica. Sus políticas son violentas, alimentan la desigualdad, y claramente atentan contra los esfuerzos ecologistas de una manera flagrante, al borde del negacionismo puro y duro. La absurda pretensión de algunos periodistas de la progresía porteña - que intenta asumir equidistancia-  de que el mínimo apego a las formalidades normativas convierte a Cambiemos en una "derecha moderna y democrática," solo es comprensible en la mente de aquellos que insisten en leer eso, "la democracia," con anteojos exclusivamente procedimentalistas. La materia democrática está ausente, como se dice en estos días, el macrismo promueve una democracia "de baja intensidad," inocua. Es decir: una democracia que sea una "no democracia," pero que en todo caso lo parezca.

En nuestra época, el control casi absoluto de los medios de información y el entretenimiento, y el control de la comunicación cotidiana entre los ciudadanos (ahora devenidos consumidores), sumado a una persecución constatable del opositor (devenido enemigo), no hace de Macri - estrictamente hablando - un dictador en sentido clásico, pero tampoco lo exime de su clara vertiente antidemocrática, aunque haya accedido al poder del Estado a través de las urnas.

La democracia y sus peores emociones

A comienzos de su presidencia, a propósito de la detención ilegal e ilegítima de la dirigente social Milagro Sala, el presidente desnudó su espíritu cuasi-fascista. 

La detención de Milagro Sala, dijo Macri, era algo que validaba el pueblo, que sentía, como él mismo, que Sala era una delincuente. "Todos lo sabemos" - sentenció el presidente. Eso explicaba y justificaba su detención arbitraria y la completa ausencia de garantías en su juzgamiento. Lo dijo en un contexto preciso que facilita su interpretación en estas líneas. El gobernador de la provincia de Jujuy, su aliado, Gerardo Morales, archienemigo de la activista social, había deslizado, a través de sus legisladores, la posibilidad de emprender un referéndum que condenara a la “india.” El pueblo decidiría su condena.

La paradoja es notoria. No tenemos nada mejor que la democracia, pero el voto popular no es virtuoso por sí mismo, ni convierte en virtuosos a sus representantes, ni en legítimas sus políticas y conductas. Los ejemplos de esta paradoja se acumulan en estos días, y la historia parece darnos tristemente la razón. 

Transitamos tiempos oscuros, en los que la verdad y la justicia han dejado de ser nombres mayúsculos, en los que los derechos humanos son objeto de burla, donde las masas atemorizadas festejan la brutalidad estatal, inconscientes de lo que eso implica y lo que ello les deparará, individual y colectivamente, en un futuro no muy lejano.

 

LA CUESTIÓN CATALANA: NĀGĀRJUNA EN IBERIA


Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.
Mateo 5:5.

La cuestión estatal y el derecho a decidir

Le preguntaron en rueda de prensa a la portavoz del Departamento de Estado del gobierno estadounidense, Heather Nauert, acerca del referéndum catalán: ¿cuál es la posición del gobierno de Donald Trump acerca de este asunto? La respuesta era predecible:No queremos interferir en cuestiones nacionales, dejaremos que el gobierno y la gente allí lo solucionen." Otros Estados asumen el silencio que impone la lógica westfaliana que aún prevalece en nuestros tiempos, al menos entre los aliados. El independentismo catalán, por su parte, argumenta que sus decisiones políticas tienen la legitimidad que le otorga el derecho internacional, supraestatal, cosmopolita, el de los derechos humanos, que triunfa sobre las legislaciones estatales, específicamente, el derecho a la autodeterminación de los pueblos.

El maestro budista, Marx y el billete de 100 rupias

En una oportunidad, un maestro budista me explicó la teoría de la vacuidad, tal como la interpretó el santo Nāgārjuna, utilizando para ilustrarla un billete de 100 rupias indias. Se sacó el billete del bolsillo interior de su hábito monástico y lo estiró frente a mis ojos. El billete estaba allí, con toda la rotundidad que tienen los billetes, que la mente corriente solo en raras ocasiones cuestiona. 
La explicación que me dio el maestro sobre la naturaleza última del billete recuerda a los más leídos las elaboraciones sobre el fetichismo de la mercancía en la obra de Marx, la teoría de la reificación en Lukacs, y otras hipóstasis que deconstruyó la fenomenología heideggeriana. 

El billete de 100 rupias aparece a los usuarios del instrumento económico como dotado de un poder intrínseco. Al ver el billete, las personas corrientes le concedemos autonomía y un poder propio e independiente, natural (en contraposición a "meramente convencional"). Y sobre la base de esa aprehensión se lo codicia hasta el punto del vicio, e incluso del crimen. Razones no faltan, por supuesto. El poder funcional del billete es evidente. Lo que cuenta, en todo caso, es lo que puede hacerse con el mismo. Nos permite concretar nuestros deseos a través de su abstracta representación. El dinero compra incluso la felicidad (eso dicen). Sin embargo, al mirar el billete, lo que prima es su rotunda apariencia de "soberano poder". 


Sin embargo, un análisis sosegado del billete como cosa fetichizada, y de la consciencia alienada que lo contempla, descubre que las 100 rupias, por sí mismas, independientemente de la compleja gramática cultural que lo sostiene, es una realidad cuasi espectral. Por supuesto, un espectro no deja de asustar por el mero hecho de ser una proyección supersticiosa de la mente individual o el imaginario colectivo. Que existe, existe. Otra cosa es cómo lo haga. Y es justamente aquí donde está la confusión y anida el peligro.

Ni el papel, ni la tinta, ni la simbología impresa en su semblante y reverso hacen al billete lo que es (un billete). El billete de 100 rupias es fruto de un acto sacramental (constitucional) que lo consagra, y una feligresía sin cuya fe no existe poder soberano en la "cosa" o "ente" (ahora elevada a la categoria de "ídolo").

Sacramentos, constituciones y espectros


Las instituciones políticas y los regímenes legales están hechos de la misma sustancia vaporosa y efectiva. Son espectros (el soberano y su reino) que conmueven, ordenan, someten, asustan, angustian o aniquilan. En nuestro tiempo son divinidades seculares que exigen una renovada teología política (posmoderna). 

Entre los ibéricos de estos días, constata Nāgārjuna, se vive un tiempo de zozobra. Están muriendo tardíamente algunos dioses, y otros nuevos pretenden ocupar su lugar. 

Algunos ibéricos contemplan azorados la violencia de sus dioses celosos y descubren lo que en realidad siempre se supo y no se quiso entender: que su dios uno y soberano no existe más allá del imaginario desbordado y barroco que lo sostiene y lo preserva. 

Ahora habrá que ver si el dios de sus contrincantes, que pretende ser más moderno (o, acaso, "posmoderno") que el antiguo dios que presidió el sacramento de sus ofrendas, está cortado con la misma tijera que el dios del que apostatan, o es otra cosa. ¿Aceptarán que eso que llaman "lo catalán" o "la catalanidad", como "lo español" o "la hispanidad" que rechazan, también son inventos teológicos, con sus dioses, sus sacerdotes, sus dogmas y su feligresía? 

Argumentos y objeciones

Tal vez, uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos en este contexto es a la confusión de dos líneas argumentales que al enfrentarse acaban resultando paradójicas. Por un lado, el independentismo arguye a favor de su meta enfatizando el carácter distintivo de la cultura catalana, aun cuando reconoce la ineludible pluralidad de las sociedades modernas avanzadas, que en el caso catalán es notable. Por el otro lado, promueve su objetivo por medio de una lógica pragmática que promete a quienes se adhieran a su proyecto (aun sin adherirse a su fe cultural) una mejora en sus condiciones de vida y mayores oportunidades en el seno de un proyecto que se ha bautizado como "ilusionante." 

Evidentemente, cada uno de estos argumentos contienen su cuota de verdad política y social, sin que eso suponga que estén libres de objeciones. De la misma manera que ocurre con el españolismo en su versión más barroca, lo que en estas circunstancias delata la intransigencia es la distorsionada percepción que nos hace concebir nuestros argumentos y (hay que decirlo) nuestros sentimientos, como autoevidentes. En política no hay (en general) autoevidencias como en las ciencias duras, sino realidades que deben ser sometidas a la hermenéutica cotidiana y, por ende, siempre resultan discutibles y abiertas a refutación.

Ni el llamado "constitucionalismo" que esgrime el consenso del '78 como última y definitiva carta triunfadora por sobre toda otra argucia discursiva, ni el llamado "derecho a decidir," entendido como derecho humano fundamental por quienes lo defienden sin las cualificaciones pertinentes, las tienen todas consigo. 

Una declaración unilateral de independencia en las actuales condiciones no parece sensata (excepto como estrategia política llevada a cabo para forzar una mesa de negociación). Tampoco la defensa a ultranza de una constitución anticuada a través del ejercicio represivo y el recorte de derechos parece dejar a España en una situación cómoda frente a la mirada internacional. La violación de derechos fundamentales es, a todas luces, inadmisibles. El despliegue policial y la litigación penal un despropósito desde el punto de vista político. 

A la luz de los últimos días

Las exigencias recurrentes a establecer una mesa de diálogo con el fin de: (i) proponer reformas constitucionales que resulten atractivas a la ciudadanía catalana, para permanecer en un marco normativo común que incluya a las diversas regiones que compondrían una hipotética España federal o confederal, y (ii) la necesidad de que ese proceso de reconstrucción española necesita de algún instrumento democrático de validación como un referéndum pautado con el Estado, parecen la única salida. 

En ese sentido, los "tira y afloje" de estos últimos días dan la impresión de ser los prolegómenos al capítulo final de una larga y dolorosa disputa: la última batalla por las voluntades antes de entablar una negociación final que acabe con acuerdo de algún tipo.

Lo que es seguro a esta altura del partido es que los políticos que dinamiten esta única ventana de entendimiento posible que se abre tímidamente en la medianera de los pueblos, quedarán en la historia como los autores materiales de un enfrentamiento que, a partir de aquí, sin soluciones consensuadas, solo puede acabar con daños colaterales, heridas que no cierran, violencias personales de todo tipo, y el deterioro, de facto o de iure, de las libertades personales.

MAURICIO MACRI, NUESTRO KIM JONG UN



La ofensiva gubernamental


La batalla cultural se vio truncada por un “efecto colateral” imprevisto: la desaparición (forzada) de Santiago Maldonado. La población se volcó a llorarlo y a exigir indignada su aparición. 

Al gobierno, enroscado en su propio discurso negacionista, no se le ocurrió mejor idea que lanzar una ofensiva en toda regla. Mandó a reventar una marcha pacífica de manera torpe, sucia y evidente. Le soltó la cuerda a los perros policías que volvieron a traspasar los límites de la ley, deteniendo al voleo laburantes de prensa y extras, en una noche que estaba llamada a ser recordada con emoción en los próximos meses como una muestra de madurez de la ciudadanía, para transformarla en un verdadero aquelarre de violencia propia que quiso endilgar a los partidos políticos opositores, las organizaciones sociales y defensoras de los derechos humanos, y la ciudadanía en su conjunto, hoy desprotegida por un gobierno cerrado en sus trece, que estigmatiza a su propia población cuando reclama y protesta organizadamente para defender sus derechos. 

Nostalgias procesistas

No les bastó la violencia en la calle. Las siguientes 48 horas, mientras los detenidos permanecían incomunicados de manera arbitraria (luego sabríamos que se había tratado, en todos los casos, según el propio fiscal de la causa, de una arbitrariedad mayúscula) los sabuesos de eso que se hace llamar a sí misma “prensa independiente,” pero que a esta hora no pasa de ser una agencia de publicidad política, más próximos a oficinas de un ministerio de incomunicación gubernamental que una empresa de noticias, comenzaron su trabajo de adoctrinamiento y amedrentamiento de telespectadores, oyentes y lectores de la prensa escrita.

La consigna era clara: volvieron los setenta, de la mano de grupos violentos izquierdistas, kirchnerista, anarquistas, mapuches y otros imaginarios aggiornados a la retórica del terrorismo internacional.

Hollywood en castellano


Los focos de resistencia armada empezaron lentamente a visualizarse. En pocas horas, la prensa multiplica amenazas en sus portales y sospechosos incidentes de falsa bandera. La rutina del terrorismo ha sido efectiva en otras latitudes. ¿Por qué no sería efectiva en nuestra patria? No importa si la única desgracia notoria de los últimos días es la desaparición de Santiago, a todas luces fruto de los abusos de las fuerzas de seguridad del Estado, con explícita complicidad de la ministra Bullrich y sus subordinados, especialmente Nocetti. El presidente, pese al silencio que lo incrimina, insiste con la estrategia autovictimizante.

La foto de Videla, Herrera de Noble y Mitre no fue un sueño


Los agentes de prensa más beligerantes y perversos, los Leuco, los Reato, los Majul, incluso los Montenegro y la comparsa de teloneros que conduce "Animales sueltos" o “Intratables”, se lanzaron a la ofensiva con evidente esmero. La acusación estuvo bien articulada y felizmente sincronizada: ¡Guerra! ¡Estamos en guerra!

Leuco la declaró sin pelos en la frente (ni en la lengua); Reato, amenazante, empuñó sus diatribas videlistas contra un dirigente joven que advertía la jugada del gobierno; Majul, el hombre de cartón, se vistió de indignación para identificar al monstruo kirchnerista detrás de todos los desmanes y resfríos de la patria; Montenegro, como otros de la misma calaña, voces de la “ancha avenida del medio,” que no le hacen asco a la traición moral, se escudaron en la equidistancia que habilita todas las arbitrariedades de quien tiene el exclusivo uso legítimo de la violencia.

Primavera negra


El país se apresta a una primavera negra. Cualquier loco puede activar el dispositivo que haga estallar la bomba que el ejecutivo (Macri & Co.) ha dejado imprudentemente en la vereda.

En cierto modo, lo de Macri es comprensible. Es un gobernante de época. Una perfecta ilustración del aspecto psicótico que adopta el poder político en la era avanzada de la gobernanza neoliberal.

Los estadounidenses adoptaron su Trump, quien a su vez, sin demasiado esmero, encontró a su Kim Jong Un. 
Nosotros no podíamos ser menos. 

Como dijo recientemente el escritor escritor Paul Auster sobre "su" presidente: “Es un psicópata incapaz de leer un libro.” 

En eso también se parece peligrosamente a nuestro presidente.

LA CONSTRUCCIÓN DE UNIDAD CIUDADANA

Alcira Argumedo

La diputada Alcira Argumedo, en un gesto inédito que demuestra la enorme peligrosidad del actual gobierno, la amenaza que supone para la democracia argentina, señaló que "lo mejor para frenar a Macri es votar a Cristina".

La diputada Argumedo fue muy crítica del Frente para la Victoria. Algunas de sus críticas comprensibles y justificadas. Sin embargo, coherente con sus convicciones democráticas, y en vista de la arrogancia e impunidad del actual gobierno, la diputada Argumedo hace un gesto que debería ser interpretado por todas las fuerzas de izquierda y los sectores progresistas de la sociedad, para que respondan a la convocatoria de "Unidad Ciudadana", con el fin de defender los derechos, conquistas y memorias colectivas que el macrismo amenaza.

Unidad Ciudadana no es el kirchnerismo, ni tampoco es el Frente para la Victoria. La intención es construir un pacto colectivo para contrarrestar las fuerzas disolventes, la restauración neoconservadora, y el proyecto neoliberal que encarna Cambiemos, y que una parte de la ciudadanía ha decidido acompañar. Esa parte de la ciudadanía es hoy la primera minoria.

Nuestra responsabilidad es construir una mayoría hegemónica popular que arrebate al macrismo y sus aliados el control sobre nuestro futuro y el de nuestros hijos.

Repito: Unidad Ciudadana no es (no debería ser) el kirchnerismo, ni el Frente para la Victoria, ni siquiera el peronismo y mucho menos Cristina Fernández. Cristina Fernández es, en esta encrucijada, quien encarna circunstancialmente nuestras posibilidades actuales de poner freno al macrismo, darle oxigeno a los ideales populares y una señal clara a las corporaciones y el concierto de naciones del mundo, que los argentinos no estamos dispuestos a convertirnos en moneda de cambio en sus planes de expansión financiera y saqueo de los recursos naturales.

EN EL ESPEJO DE UNA DESAPARICIÓN FORZADA, UN PAÍS.


Hace un mes desapareció en la Patagonia argentina el ciudadano Santiago Maldonado. Dos horas después de su desaparición se emitió un Habeas Corpus. El último lugar donde se vio con vida al joven fue en circunstancias de una operación represiva ilegal llevada a cabo por las fuerzas de seguridad del Estado (la Gendarmería) comandadas directamente por el Jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Noceti, contra manifestantes indigenas de la comunidad mapuche.

Pese a la notoria negligencia de la justicia y la actividad sospechosa del ministerio público que entorpeció la investigación, sembrando pistas falsas y escondiendo material imprescindible para esclarecer los hechos, a día de hoy los principales sospechosos por la desaparición de Santiago Maldonado son los miembros de la Gendarmería que participaron en los hechos y los funcionarios del Ministerio de Seguridad.

Pese a la escalada de indignación social que produjo la noticia de la desaparición de Santiago Maldonado y las circunstancias del caso (el Estado argentino está involucrado con el crimen), el Presidente Mauricio Macri no ha hecho declaración alguna sobre el tema, y la respuesta a los reclamos por parte de los funcionarios del gobierno involucrados cuando son cuestionados por el asunto, incluidos el Ministro de Justicia, Garavano, y la Secretaria de Derechos humanos a cargo de Avruj, han sido de justificación o dilación.

Como en otras ocasiones, la única respuesta activa del gobierno es la autovictimización. En un acto desesperado, y ante el creciente malestar de la opinión pública frente al caso, además del rotundo rechazo internacional que produce la noticia de una nueva desaparición forzada en Argentina (un país tristemente paradigmático en desaparición de personas), el gobierno ha lanzado costosas campañas de estigmatización contra todo aquel que habla del tema, nombra a Santiago Maldonado, o apunta hipótesis que involucren a sus funcionarios y cuerpos del Estado.

Además de las responsabilidades directas de la Gendarmería Nacional y el Ejecutivo, también está en la mira el Juzgado y la fiscalía donde se tramita la investigación, debido a la negligencia, lentitud y parcialidad de su accionar hasta la fecha. 


También están involucrados en el caso, de manera indirecta, y como instigadores del crímen cometido, los terratenientes de la zona, con quien el Jefe de Gabinete estuvo reunido antes de los hechos, a quienes habría prometido actuar con decisión para poner fin a la protesta social. En especial se ha puesto la mira en la participación del grupo Benetton quien habría subvencionado privadamente los operativos de algunos efectivos en la zona según se desprende de informes periodísticos y denuncias recientes. 

Por otro lado, el gobierno y sus usinas mediáticas han comenzado a hablar de "terrorismo" y "extremismo" para referirse a las comunidades indigenas que protestan en la zona por sus tierras ancestrales - comunidades entre las que se encontraba Santiago Maldonado, solidarizándose, el día de su desaparición.

El caso de Santiago Maldonado ha puesto nuevamente sobre el tapete la estrategia comunicacional de los grandes medios al servicio del establishment corporativo neoliberal que maneja el país desde el 10 de diciembre de 2015. A través de una concertada política de desinformación y estigmatización de la víctima de la desaparición forzada, sus familiares (quienes han sido sistemáticamente maltratados y culpabilizados por el ministerio público) y los organismos y organizaciones defensoras de derechos humanos, a quienes se acusa continuamente de estar "politizados", los medios de comunicación han instalado un clima enrarecido que permite a los responsables del crimen fabricar coartadas y pistas falsas para asegurar su impunidad.

En las últimas horas se han conocido detalles del accionar cuasi-mafioso del ejecutivo en la zona, el cual, transvasando todos los límites del Estado de derecho y los tratados internacionales en materia de derechos humanos, han implementado un sistema de espionaje y una estrategia de represión concertada, acomapañada de detenciones ilegales, torturas y amenazas, que pone en cuestión la legitimidad democrática de las autoridades locales y nacionales.

En su premura por acallar las voces disidentes, el gobierno ha lanzado una campaña agresiva contra docentes, oficiales públicos y otros funcionarios del sistema educativo para silenciar, como en otras épocas, los focos que escapan al sigiloso control del pensamiento que se ha tendido sobre la población a través de los medios de comunicación, y las redes sociales. Los padres han sido conminados a denunciar a los maestros que hablen de la desaparición forzada en las aulas. Un número telefónico ha sido publicitado con un eslogán digno de los regímenes dictatoriales, en el que reza: "No a la politización de los chicos", aun cuando de lo que se habla es de una de las más graves y ominosas violaciones a los derechos humanos del que nuestro país, tristemente, tiene un oscuro recuerdo. 

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...