LA JUSTICIA COMO ESPECTÁCULO


Esta es una de las entrevistas más interesantes que se han hecho en los últimos tiempos. Y lo es porque pone en cuestión muchas cosas: el entramado comunicacional, la complicidad judicial, la connivencia política, la verdad sobre la verdad misma que se construye a espaldas del ciudadano para "manufacturar" el sentido común que nos domina, el poder como dispositivo burocrático para la creación de la verdad, y muchas otras cosas.

Probablemente, quienes ya tienen tomadas decisiones acerca de todos los asuntos habidos y por haber, que se entregan con fruición al pandemonio mediático que todo lo embarra y lo corrompe (vean sino lo que está ocurriendo con Lula en Brasil, después del escándalo que supuso la destitución golpista de Dilma), ni siquiera se tomarán el trabajo de verla, o - peor aún - me acusarán por publicarla señalándome como un "fanático K" (Ka de kirchnerista, no de kafkiano que vendría más al caso). 

Comienzo, por lo tanto, advirtiendo: de ninguna manera tomo posición, ni defiendo a Lázaro Baez (aún no condenado por ningún tribunal), ni nada por el estilo, que sería tanto como meterme dentro de un burro y decir "te quiero". 



Después de todo, ¿cómo podría hacerlo si sólo conozco lo que me muestran los medios de comunicación? ¿En qué cabeza entra, en los tiempos que corren, con organizaciones como Wikileaks que nos des-burran de nuestras ingenuidades más arraigadas, o los Snowden, que han abierto un agujero negro desvelando lo que todos sabíamos: que en la diplomacia estadounidense no se puede confiar ni un poquito, como informan todos los documentos desclasificados de los últimos cien años que ponen de manifiestos la complicidad con todos los crímenes, también habidos y también por haber? Nadie en su sano juicio puede a esta altura creer lo que los medios de comunicación tienen para contarnos, y mucho menos los epítetos y adjetivaciones a las que son proclives a la hora de tratar a sus enemigos. Y si uno decide creer, cabe preguntarse qué quiere, qué busca, adónde piensa trepar repitiendo verdades que pecan de mentiras. Eso es , sencillamente, ideología. 



El caso Baez, mal que nos pese, no es territorio conocido. Con cada informe que se produce en la prensa oficialista, se oscurece un poco más el orden de la verdad. Todo lo que sabemos es lo que dicen que dicen otros, a quienes sabemos comprometidos por intereses que los descalifican como árbitros imparciales.



Por esa razón, para cumplir con el mandato constitucional y de universal relevancia que es la "igualdad ante la ley", dejamos estos "juicios" en manos de la justicia. 



Pero ocurre que hemos dejado de confiar en la justicia y en quienes la encarnan. Es más, podemos decir que, si teníamos dudas, ahora parecen habernos fallado definitivamente. Prácticamente en todas las causas que han quedado en sus manos, las suspicacias tienen más peso que las investiduras, y esto debido, entre otras cosas, porque la porosidad y la sumisión del poder judicial al poder mediático es notoria y, por ello, vergonzosa. 

Por esa razón creo que vale la pena escuchar y reflexionar sobre los argumentos que ofrece Rusconi en la causa que se ha convertido en el alfa y omega, el paradigma último, la encarnación de la corrupción en la Argentina. 



Siempre son bienvenidas las de-construcciones, las des-mitificaciones, los exorcismos a nuestras "supersticiones". Puede que Baez sea el monstruo corrupto que la prensa hegemónica nos pinta, o puede que no sea lo que dicen. Lo importante es que tengamos elementos suficientes para poder protegernos de la manipulación concertada que se ejerce sobre nosotros. Por eso los invito a escuchar esta entrevista, aunque más no sea para entender que el estado de derecho no puede ejercerse desde los plató de televisión, los micrófonos radiales y las columnas de opinión de los diarios hegemónicos. 

Como señala Rusconi, necesitamos investigar. Pero también necesitamos "jueces y fiscales que tengan las espaldas para llevar las causas" que les tocan, con la independencia (no sólo del poder político, sino también del poder mediático que enardece a los ciudadanos, regresándonos a regímenes inquisitoriales como en el que estamos viviendo) y la valentía que muy pocos demuestran en su quehacer cotidiano y en su "faranduleo" creciente. 

Otro giro interesante en la entrevista ocurre cuando Rusconi define ciertas formas procesales (la aplicación de la prisión preventiva en el caso que le compete, por ejemplo) como nuevas formas, análogas a la tortura de antaño, utilizadas para arrancar de los imputados confesiones u otros objetivos semejantes, no con el propósito de clarificar la verdad, sino con el fin de lograr impacto político-mediático. La figura del "arrepentido" es un punto importante a considerar. Algunos casos sonados de los últimos meses muestran la fragilidad de dicha figura cuando la justicia se encuentra inmersa en un proceso de disolución debido a su exposición a la lógica del raiting del espectáculo. 

Después de tantos años de mistificación del caso Baez, de tantas horas televisivas dedicadas a la cuestión, de tantas puestas en escena (¿Recuerdan las excavaciones en medio de la nada que protagonizó el fiscal Marijuán?) escuchar al abogado defensor de Baez, quien fuera Fiscal General de la Nación, admirado en ese momento por su integridad profesional, da que pensar. Y pensar es lo que tenemos que hacer en tiempos de oscuridad.

Repito: con esto no quiero "sentenciar" la inocencia o culpabilidad de nadie. En todo caso, quiero poner en el tapete una idea (para la mayoría evidente) que la democracia argentina (como otras democracias actuales) se encuentra transitando horas aciagas. 



La democracia no se reduce al ejercicio electoral. Incluye además la división e independencia de los poderes. Cuando el poder de los individuos se encuentra coartado en lo que respecta a su derecho al acceso a una información confiable; cuando la mediación discursiva desarma y coloniza la subjetividad ciudadana; cuando el derecho a la pluralidad de voces se ve mermado debido al inmenso poder corporativo, el cual, aliado con el poder político (tanto en su esfera ejecutiva, como judicial en este caso) ahoga el pensamiento crítico, y acorrala a las voces disidentes, entonces la democracia se convierte únicamente en el nombre de una "liturgia de legitimación", y no una forma de vida: libre, igualitaria y solidaria, expresada en los modos de participación ciudadana que hace del pueblo el conductor de su propio destino, y no un espectador pasivo de eso que, algunas vez, se llamó "la sociedad del espectáculo". 

¿A QUIÉN PERTENECE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA?



La imagen que encabeza este post es el satélite espacial lanzado por la empresa estatal ARSAT.
El actual gobierno argentino, entre muchas otras medidas en desmedro de los esfuerzos realizados en los últimos años en esta materia, pretende reducir la inversión presupuestaria en ciencia y tecnología. 23.000 científicos y estudiantes han firmado hasta el momento un manifiesto y han convocado una movilización al congreso para oponerse al giro político que se pretende.

Frente a esta situación y la alarma que ha suscitado, el Ministro Lino Barañao (ex Ministro de ciencia, tecnología e innovación productiva durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, y actual ministro del gobierno de Mauricio Macri) acude a la inversión privada en busca de ayudas con vacilantes razones.

Pero, ¿qué puede significar esta movida?

Simple: los "privados" fijarán las prioridades, establecerán los objetivos, y la ciencia y la tecnología (una vez más) se pondrá al servicio de la ambición de los poderosos (que no tienen patria, ni lealtad hacia nadie) y no al servicio de la necesidad de los que menos tienen. Se repartirán los logros del esfuerzo colectivo de los últimos años, y los publicitarán como producto exclusivo de su esfuerzo, riesgo e innovación.

No nos olvidemos, la ciencia y la tecnología en Argentina es el producto de un enorme esfuerzo colectivo, nos pertenece a todos. Como las universidades públicas, que tanto denigran, las cuales son el gran motor de la movilidad social. No dejemos que nos las roben.
Miles de estudiantes, cuyos padres apenas si habían podido acabar la escuela primaria, se introdujeron en el sistema de educación universitaria. Pero nuestros antagonistas dicen que nuestras universidades públicas están politizadas. La respuesta es esta: ¡faltaba menos!, hay que defenderlas de quienes pretenden tener la hegemonía cultural. Luchemos a favor de la educación pública universal y su autonomía.

Si todavía no te diste cuenta, se llama "ideología". Ellos tienen la suya. La nuestra no es la felicidad frívola que festejan las élites en desmedro de las grandes mayorías. Para nosotros el cambio no puede ser un retroceso, tiene que traducirse en nuevas oportunidades para todos, inclusión. El actual modelo es de exclusión, miseria y privilegio para unos pocos.

Nuestros antagonistas aplican la vieja receta depredadora de siempre y la ocultan bajo eslóganes pegadizos que sólo intentan ponerte de rodillas.
Cuando dicen "sinceramiento" quieren decir "baja la cabeza y acepta lo que tienes y quién manda".

Cuando dicen "meritocracia" quieren decir que los mejores asientos están reservados para ellos, para sus hijos y sus amigos.

Por eso tenemos que reinventar la retórica del amor y la justicia. Hay que reinventar la retórica de un país en el que "la patria es (y siga siendo) el otro", y no una jungla de tristeza, violencia y muerte como a la que parecen querer conducirnos, en parte, para facilitar el proceso de saqueo. No olviden que en todos los rincones del planeta, la estrategia de las grandes corporativas comienza con un política de Shock que paraliza a la población, y luego la somete a un programa de recuperación en la que se regala la soberanía por migajas de promesas.

Por otro lado, no queremos la felicidad hueca que se mira el ombligo, la estrategia de un individualismo sofisticado que trueca el bienestar colectivo, por pseudo-milagrosas correcciones en la psiquis de los individuos para convertirlas en "almas buenas", pero inútiles.

Por supuesto, todo esto no significa defender lo indefendible del pasado. Todo lo contrario. Pero tampoco significa renunciar a lo que nos hizo bien, como individuos y como sociedad. No hay que tirar el bebé con el agua de la bañera. Sino discriminar qué es lo que queremos defender, a posteriori extender, y consolidar.

Finalmente: la grieta es un hecho global, no la ignoremos, ni pretendamos que es un problema local fruto de nuestra idiosincracia. En todos lados, el 1% pretende someter y explotar al 99% restante. Ellos dicen que la responsabilidad es de los populistas de izquierda que le hacen creer a la gente que tienen derechos que no son razonables.

Por lo tanto, la grieta es un hecho: "acá y en la china" - como se decía cuando era chico.

VIGILAR Y CASTIGAR: SOBRE ESPIONAJES Y OTROS ESCRACHES.


Mensaje dirigido a exkirchneristas, pejotistas Pro, radicales neoliberales y socialistas travestidos del "Tiempo nuevo" y otros amigos que se dicen "equidistantes". 






Esta semana comenzó a desvelarse públicamente algo que todos sabíamos. El gobierno nacional, a través de la AFI, espía ilegalmente las cuentas privadas de periodistas críticos. Esta es solo la punta del Iceberg de una práctica habitual de la política PRO, cuyo esfuerzo más notorio consiste en perseguir mediática y judicialmente, de manera parcial y partidista, a opositores y críticos.

Con ello se pone de manifiesto: 


(1) La enorme apuesta del gobierno de Cambiemos por controlar y manipular las redes sociales (el porcentaje presupuestario dedicado a estos asuntos ha crecido exponencialmente y la preocupación por la comunicación es un síntoma de esta obsesión);

(2) El empeño por silenciar a críticos y opositores por medio de una aceitada "política de medios" dirigida a desacreditar de manera sistemática y encarnizada a cualquiera que alce su voz contra la actual implementación de medidas regresivas (se escudriña en el pasado, o simplemente se lo inventa o distorsiona, se lo echa sobre la mesa pública sin escrúpulos, se manufactura el odio, como en el pasado, pero ahora con la totalidad del aparato gubernamental y mediático en sus manos).

(3) La embestida legislativa y judicial dirigida a la re-monopolización de la esfera pública, con el objetivo de desarmar y amedrentar narrativamente y reprimir violentamente a la sociedad civil (la política de medios favorece la continuidad del "periodismo de guerra", que ahora se ha convertido en "vigilancia y represión 'en tiempos de guerra'": la figura de "traición a la patria reflotada judicialmente por letrados y jueces fanáticos que la utilizan en el llamado "caso Nisman" es una ilustración de ello).

(4) La implementación de una gestión disuasoria contra los agentes políticos “recalcitrantes” que enfrentan la actual política antipopular del gobierno, haciéndolos "desaparecer" por medio de campañas mediáticas de descrédito, judicializando sus opiniones, el empleo patoteril de las fuerzas de seguridad o la delincuencia común (como en el caso de la jueza Martina Forns en el que se unió la parcialidad político-judicial con una notoria discriminación de género), con el fin de imponer una única voz, un "pensamiento único" - como solía decirse en los noventa - entre fiscales, jueces, dirigentes, periodistas y otros actores claves de la sociedad civil.

(5) Finalmente, la obsesión patológica por acabar con el llamado "pasado K" y todo lo que esté asociado a la cultura nacional y popular - reiteración miope del inútil atraco a la memoria colectiva que supuso la mal llamada "Revolución Libertadora". Y el empeño por reescribir la historia, en un esfuerzo "negacionista" por hacer desaparecer las huellas del horror en la propia genealogía del PRO, heredero "secularizado" de dictaduras y políticas antidemocráticas, hoy legítima manifestación de las derechas argentinas a través del voto popular, que ahora intenta arraigarse en la consciencia colectiva, más allá de la fortuna que supuso el 1% que le dio la victoria, gracias al rejunte de radicales empedernidos con su gorilismo, socialistas despechados y pejotistas ofendidos, en una época de "ruido y furia" política, de avanzada neoliberal y neoconservadora en todo el continente y el mundo.

La detención ilegal de la dirigente social Milagros Sala y otros miembros de la Tupac-Amaru;
La implementación de una política tarifaria arbitraria y confiscatoria de los servicios básicos, y el aumento exponencial de la pobreza, especialmente la pobreza infantil, con casos ilustrativos de la gravedad del asunto en términos de mortalidad infantil y el aumento de la delincuencia juvenil.
La creciente represión policial sobre los movimientos sociales y la exacerbación discriminatoria de las fuerzas de seguridad con los pobres;
La completa indiferencia del Estado Nacional frente a la explotación indiscriminada de los recursos naturales del país y los daños ecológicos, como en el caso de la contaminación reiterada e impune de la Barrick Gold.

Todo esto, acompañado por una estrategia cuyo objetivo consiste en: (i) desorientar a la población, promocionando sus más bajos instintos por medio de la incansable exacerbación de conflictos internos; (ii) mantener a la opinión pública en la superficie de sus emociones: el miedo, la frustración y la bronca; (iii) facilitando de este modo la reimplantación de políticas que creíamos superadas de manera definitiva: (a) la remilitarización del espacio público; (b) el regreso oficial de la CIA y la DEA (justificado por la amenaza terrorista y el narcotráfico) al aparato represivo local; (c) la subordinación de las políticas sociales, económicas y políticas locales a los mandatos de los organismos multilaterales como el FMI o el Banco Mundial.

Todo esto obstaculiza cualquier articulación crítica que pueda traducirse en formas de resistencia popular a las políticas de saqueo, las cuales, a todas luces, están siendo acompañadas por una gestión eugenésica de la pobreza y un recorte acelerado de los derechos civiles, políticos, socio-económicos y medioambientales.

Ejemplos paradigmáticos de estos retrocesos en el ámbito de los Derechos humanos son:

Muchos lo señalan desde hace meses. Los argentinos están im-plosionando (explotando hacia adentro), con el resultado previsible que supone la creciente asunción de discursos anti-garantistas, xenófobos, que animan a la mano dura y al gatillo fácil, a la justicia por mano propia (lo cual ha desembocado en numerosos linchamientos que el propio Presidente justifica en una muestra evidente de ligereza moral o amoralidad manifiesta).

Muchos amigos y colegas, críticos frente a las políticas del actual gobierno, quienes habían estado denunciando atropellos e ilegalidades, se han visto obligados a "retirarse" de las redes sociales. Prefieren mantenerse en el anonimato ahora que los cuadros políticos (otrora opositores) se han dado la vuelta de manera oportunista y han decidido unirse a los festejos del saqueo.

Sabemos que somos espiados, que somos incluidos en listas negras, que nuestras opiniones son archivadas con el fin de asegurar que, llegado el caso, podamos ser denunciados, desprestigiados, y desacreditados ad-hominem.

Espero que seamos conscientes que Argentina (América Latina en su mayor parte) está viviendo otra vuelta de tuerca de la época de "El silencio es salud" que hizo celebre la dictadura militar.

No es exagerada la afirmación del presidente Correa cuando señalaba, hace unas pocas semanas, que estamos viviendo una nueva versión del “Plan Cóndor” en nuestra región.

Tampoco es banal afirmar que las reacciones del pueblo argentino en mucho se asemejan a las que tuvo en el pasado más negro de su historia: en muchos casos indiferencia, y en otros, complicidad explícita.

Por supuesto, en el marco sofisticado que facilitan las nuevas tecnologías, la muerte física es traducida en muerte civil y política, y en linchamiento mediático-judicial.

En síntesis, este momento comparte con los noventa el "tufo" neocolonialista y neoliberal que caracterizó al menemismo, y el alcahueteo indecente que hizo trepar a muchos civiles, cuyos hijos ocupan puestos destacados en la actual administración, a las alturas privilegiadas que vehiculó la cúpula militar.

El macrismo exige sacrificios indecentes a quienes quieren entrar en su fiesta. Los aspirantes (otrora kirchneristas, pejotistas, radicales o socialistas) son alistados, luego pasados por la sedazo de la humillación que supone toda "traición pública" a las propias convicciones anteriores. Para sellar el pacto, se les exige muestras evidentes de crueldad que en su mayor parte ejercen sin sonrojarse. Como todo en el espacio PRO del "sinceramiento" promovido por su "neolengua", la representación es burda, con rasgos de grotesca obscenidad.

Pese a las declaraciones rimbombantes, los defensores de la actual política desprecian a la "Argentina profunda", a su gente y a su historia de pasiones y resistencias ante la injusticia. Son el relevo en nuestra narración nacional, de los personajes más siniestros de nuestro panteón, y ejemplos criollos de una fealdad universal.

UN PAÍS HORRIBLE





Mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos multilaterales elogian las decisiones de la actual conducción política del país; mientras Míster Obama y sus enviados especiales se deshacen en gestos que buscan legitimar dichas decisiones; mientras la prensa corporativa internacional festeja al unísono las “potenciales” oportunidades de negocios que promueve el nuevo gobierno al reducir salarios, liberalizar la economía, flexibilizar el empleo y asegurar un aparato represivo que eluda las desagradables sorpresas que supone una sociedad descontenta; mientras los capitanes del mundo empresarial y los ejecutivos de las corporaciones multinacionales no dejan de satisfacer la demanda oficialista de dar señales de esperanzas a una población atormentada por el desplome de sus ingresos y la disolución de su horizonte existencial; una parte nada desdeñable (y creciente) de la ciudadanía cree que Argentina se ha convertido en un país “horrible”.

El discurso de la “pesada herencia” está dejando de producir el efecto deseado. Para muchos, ha pasado de ser la pretendida descripción del “estado de la cuestión” (un supuesto diagnóstico) para convertirse en una retórica fácil con el fin de sacarse de encima responsabilidades.

Por supuesto, la estrategia enerva, tensa los conflictos, y enroca a los entrevistados y oradores en los foros públicos en la cueva de sus propias subjetividades, cegándolos ante el desatino que suponen la mayoría de sus medidas desde la perspectiva popular. La gente está triste, y aunque se siente impotente, tiene bronca. La tristeza y la bronca pueden ser malas consejeras, especialmente cuando quedan acorraladas por una coyuntura feroz, depredadora. El conflicto social está a las puertas. No es inteligente seguir alimentando la desgracia, a menos que uno esté dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias. La recientes muertes por mano propia, y la indiferencia ante la multiplicación de ollas populares, demuestran que este gobierno no le tiene miedo al descontento y la rabia, habiendo apostado a un aparato represivo blindado por los bajos instintos de un cuerpo mediático que ha dejado de lado toda deontología periodística.
El viento ya no es de cola. No nos impulsa la coyuntura internacional. En un navío conducido con fiereza por piratas de estirpe corporativa, animada por una banda de liberales resentidos y vengativos ante cualquier gesto que consideren “populista”, o haga referencia vaporosa a la noción de “justicia social”, la calma chicha en la que estamos estancados sólo puede dar lugar a una estrategia eugenésica (hay que deshacerse del peso muerto, la parte de la población que no sirve).

Los pobres se irán pudriendo en su propio caldo de pobreza, justificados por una supuesta estructura social que se asume como rasgo natural en nuestras latitudes. Ninguna decisión política del gobierno debe ser interpretada como causalmente conectada con los resultados maquillados en las estimaciones actuales. Macri insiste: “yo no hice nada”, pese a que todo el espectro mediático-institucional lo aplaude por sus medidas “revolucionarias”. ¿Hizo o no hizo algo este gobierno? En el colmo del cinismo, el gobierno se ufana de su “sinceridad”, pero se niega a hacerse cargo del 20% consumido del mandato que le fue delegado.

Como en otras épocas, la naturalización de la pobreza y su curva ascendente, (después de una década de recuperación sostenida – innegable, excepto para ideólogos maliciosos - y los esfuerzos para evitar el retroceso de se recuperación a través de medidas de redistribución de mediano impacto) tiene el objetivo de allanar la liberalización de la economía, la concentración del capital, el desguace del estado. Objetivos que sólo pueden ser realizados por medio de un brutal aparato mediático-represivo (el cual está tomando creciente impulso) y que recuerda las peores épocas de nuestra historia nacional.

Repito, para quienes no forman parte de la ecuación que propone el salvajismo del capitalismo de los actuales hacedores de la política nacional, el país se ha vuelto “horrible”. Quienes no forman parte de esa ecuación son muchos: como mínimo, según las estimaciones, 1 de cada 3 argentinos (aunque muchos creen que el número está maquillado), y 1 de cada 2 niños de nuestro país.

Mientras tanto, vuelve la frivolidad, el faranduleo en todos los escenarios de la vida nacional. El “noventismo” está a tope. El presidente baila la cumbia, se saca fotos en un colectivo trucho, y hace gala de su estilo “cool” repitiendo las barbaridades de una sociedad desquiciada, como si se tratara de una sabiduría milenaria. Como señaló Beatriz Sarlo en un reportaje reciente, los comentarios de Macri suelen mostrar a un hombre con escasa densidad ética.

Lo cierto es que sus “retiros espirituales” colectivos, parecen estar dedicados enteramente a interpretar la medición de imagen y diseñar estrategias que atenacen la subjetividad de la población, y no a reflexionar sobre las consecuencias reales de las políticas implementadas. El macrismo es la manifestación desquiciada del emotivismo que explica su atractivo. Una sociedad posmoderna, mediatizada hasta en sus junturas, sólo puede responder a la emoción que produce la velocidad que impone el mercado de la comunicación. El macrismo es producto de ese tiempo, y lo demuestra cuando manifiesta su obsesión por el "minuto a minuto", el rating de la emoción social. El presidente y sus ministros y sus funcionarios periodísticos diseminados por el entramado informativo-recreacional no le hablan a la historia, porque creen o (quizá) saben, que no habrá historia, que todo dura lo que dura el presente de una emoción. De este modo, la población (ya no la ciudadanía que decide su futuro) se ve atrapada en la paradoja que expone un relato que la interpreta para sujetarla y convertirla a una fe que le es, cuando menos, adversa, sino francamente antagonista.

Mientras tanto, como un condimento recomendado en los manuales milenarios de la mal llamada “política maquiavélica”, que el gobierno y su horda funcionarial y periodística practica con desvergüenza, la venganza se ha convertido en el motor infame de la cultura local. El linchamiento mediático está a la orden del día. La credibilidad de la justicia se deteriora sin que esto haga mella en su efectividad perniciosa, incluso cuando sólo se manifiesta como vociferación mediática sin sustento legal. La arbitrariedad y parcialidad funcionarial tan evidente que cuesta trabajo siquiera hablar de ello, como si la desnudez del rey fuera al fin de cuentas la seña de identidad de la lealtad que exige el cambio.

Por estos y otros motivos, Argentina se ha convertido en pocos meses en un país horrible, donde su gente festeja con el asentimiento moralista de la prensa y la horda, la justicia por mano propia, y es testigo impávido del hundimiento de las condiciones de supervivencia y dignidad de sus congéneres y compatriotas.

Pero quienes hoy sostienen embelesados el relato M, serán mañana los protagonistas de otros relatos en los que aparecerán “malos, feos y sucios” en sus entrañas. Sin embargo, lo preocupante es que se ha perdido todo embarazo. Como el presidente golpista Michel Temer afirmó en estas horas: “A mi no me importa la popularidad”.

Como los malvados con los cuales nos hemos familiarizado a través de las historias de superhéroes, si hay algo que emparenta a muchos de estos hombres de hoy es su desprecio por la opinión moral de sus contemporáneos y el cinismo evidente que practican sistemáticamente ante el sufrimiento de sus congéneres. En los países horribles que imaginan, la población “sobrante” debe ser cercada y sometida, sus representantes políticos linchados en la arena pública y encarcelados, en nombre de una verdad que hace de la pobreza y la injusticia social parte ineludible de nuestra naturaleza socio-biológica.

Desde la perspectiva ideológica del PRO, como otras políticas de su estirpe, la caridad es un lujo que puede ser ejercitado discrecionalmente. El bienestar y la dignidad no son derechos inalienables del ser humano. Son metas utópicas, en un proyecto distópico, que maquillan con la oratoria de la crueldad que sostiene el afán de avaricia de quienes la implementan, en su propio nombre, o en nombre de otros.

LA REALIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS Y LAS PRERROGATIVAS DE LOS PODEROSOS





¿Qué relación existe entre la noción de derechos humanos y la realidad? El mundo en el que vivimos está marcado por acontecimientos de injusticia, de violencia y discriminación, de opresión, explotación, desigualdad creciente y exclusión. Además del sufrimiento ineludible que experimentamos debido a nuestra condición finita, los seres humanos producimos y padecemos una enorme cantidad de dolor innecesario, fruto de nuestra ignorancia y egoísmo. El concepto de los “derechos humanos” no es la realidad, sino un artilugio o herramienta del cual podemos servirnos que nos facilita el “darnos cuenta” y el “responder” a esa dolorosa realidad de la que somos víctimas y responsables.

Por lo tanto, lo primero que debemos hacer es, justamente, reconocer que los eventos a los que se refieren los derechos humanos son realidades encarnadas, “de carne y hueso”, que no se corresponden exactamente con las abstracciones discursivas de los derechos humanos. Los derechos humanos nos sirven para pensar la realidad, para analizarla filosófica y empíricamente. Pero tenemos que ser conscientes que el mismo concepto puede servir como un velo que oculte la realidad misma. Podemos acabar utilizando el concepto de los “derechos humanos” de tal modo que perdamos de vista el sufrimiento concreto, la injusticia patente, el abuso inmediato de una situación concreta. La violación de los derechos humanos siempre tiene nombres y rostros asociados a ella. Esto nos lleva a lo siguiente: si queremos evitar esta disociación entre el análisis conceptual de los derechos humanos y la realidad a la que se refieren, siempre diversa y plural, es imprescindible que adoptemos estrategias que nos ayuden a mantener siempre presentes a las personas detrás de los casos que enumeramos. Es decir, tenemos que esforzarnos por simpatizar con las experiencias de los individuos que padecen la violación de sus derechos, ser capaces de ponernos en su lugar.

Eso no significa que no debamos confeccionar estadísticas. Por ejemplo, cuando Amnistía Internacional edita sus informes anuales sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, nos encontramos con una cuantiosa información que nos permite interpretar el rumbo global y regional en esta cuestión, los avances y retrocesos generales en su defensa y promoción. Pero esta información siempre debe estar acompañada de las narraciones concretas de los individuos concretos que padecen dichas violaciones, porque, como hemos dicho, existe una relación ambigua entre los datos y la comprensión de lo que ello implica en la vida de las personas y las comunidades donde esas violaciones se producen. En buena medida, no necesitamos de los derechos humanos para saber lo que está mal en el mundo. Sabemos que la violencia e injusticia, la desigualdad y la destrucción medioambiental son la moneda de cambio con la cual pagamos el egocentrismo y la avaricia desbocada.

Sin embargo, necesitamos pensar por qué razón debemos oponernos a la injusticia y las innumerables formas de violencia que nos afectan. Porque siempre cabe la posibilidad de que aquellos que ejercen estos males o que se muestran indiferentes al sufrimiento y la frustración ante el anhelo de felicidad que a todos nos caracteriza, pretendan convencernos que el único derecho verdadero que debemos tener en cuenta es el que tiene el más apto, el más fuerte, el más competitivo, el que “se lo merece”, que lo contrario es solo la “ideología” de los débiles.

Para quienes consideran que los derechos humanos son un límite que amenaza su libertad de ganancia o sus ansias de poder, estos no son más que conceptos vacíos que debemos utilizar convenientemente para batir a nuestros enemigos, como cualquier otra arma discursiva o material que tengamos a disposición. La historia nos muestra que aquellos que niegan de mil formas la sustantividad de los derechos no son, lamentablemente, una excepción.

En nuestra vida cotidiana, en épocas de relativa bonanza y seguridad, los derechos humanos no son un tema que merezca nuestra atención. Pero cuando nuestra seguridad y nuestro bienestar básico, la misma supervivencia queda en entredicho, o nuestra libertad de expresión es limitada o coartada explícitamente, o por medio de otros subterfugios del poder de turno, entonces los derechos humanos vuelven a tener un lugar prominente.

Los derechos humanos fueron promulgados en 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas por medio de una Declaración que pretende ser universal, que nos concierne a todos, independientemente de nuestra pertenencia cultural o política, por el mero hecho de ser humanos. Esta declaración cambió el rostro del mundo de muchas maneras, convirtiendo al discurso de los derechos humanos en uno de los imaginarios más poderosos de nuestra época. Sin embargo, los derechos humanos proclamados en aquella ocasión no surgieron de la nada, sino que fueron la respuesta a las catástrofes continuadas que trajo consigo la modernidad eurocéntrica que alcanzó su punto culminante en los campos de exterminio y en las formas totalitarias de gobierno. Frente a este horror, la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama que todos nacemos libres e iguales en dignidad y derecho, que todos tenemos los mismos derechos y libertades, “sin distinción alguna de raza, color, sexo, lenguaje, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra índole”.

El concepto de los derechos humanos está ahora presente en nuestras legislaciones internacionales y locales, y su relevancia no ha hecho más que crecer en la esfera de la política internacional. Sin embargo, los estados y las corporaciones pretenden que sus intereses se encuentran por encima de las exigencias de los derechos de los individuos y los pueblos, y continúan batallando para imponer excepciones al pleno cumpliendo de los mismos.

En tiempos de oscuridad como los que vivimos, nuestra tarea es no olvidar (resistiendo a la tentación de argumentar a favor de excepciones) que los derechos humanos están por encima de cualquier otro interés económico o político. De lo contrario, abrimos la puerta para que los actores poderosos (los estados y las corporaciones) impongan a los individuos y a los grupos sus prerrogativas en desmedro de la libertad, la justicia y la paz de todos.

CUMPLE TU PROMESA




Pese a la insistencia de algunos analistas políticos locales y el marketing internacional de los holdings mediáticos que respondieron a la visita de Obama a Buenos Aires entusiasmados por las oportunidades que supone el giro neoliberal en Argentina, las intervenciones de Obama en lo que se refiere a los derechos humanos, fueron un rotundo fracaso.

Los organismos de derechos humanos, que cada 24 de marzo conmemoran el golpe de Estado que supuso el inicio del dictadura cívico-militar genocida, y que han sido objeto de respetuoso reconocimiento mundialmente por su lucha concertada y pacífica a favor de la memoria, la verdad y la justicia, le dieron la espalda al presidente estadounidense.

Mauricio Macri atendió a su invitado en soledad, mientras el pueblo argentino, las madres, las abuelas, los hijos y quienes los acompañan, se encontraban en las plazas de la República, condenando implícitamente la política de derechos humanos del gobierno y el cínico espaldarazo de Washington en esta época de reacomodamientos geopolíticos en la región, la cual ha sufrido, como en otras épocas, las injerencias del país del norte.

Baste enumerar, en una muy breve secuencia los golpes blandos, los aprietes, las campañas mediáticas, el aislamiento internacional que se ha ejercitado sobre Honduras, Venezuela, Bolivia, Paraguay, Brasil y ahora el fichaje estrella de Argentina en el proyecto continental estadounidense. Nada nuevo debajo del sol.

De nuevo, el escenario es bien conocidos y ejemplos recientes lo reafirman: Uribe primero y luego Santos, se convirtieron en joya de la corona para el gobierno de George W. Bush durante los años en los cuales el progresismo florecía en la región por el mero hecho de ejercitar beligerancia contra un enemigo declarado de Washington. En consonancia, en las próximas horas podemos esperar que el gobierno de Macri ejercite en el plano internacional su nuevo rol de sargento para el cual ha sido fichado por el Gran Imperio Americano. Puede que lo haga bajo las órdenes de la fría y calculadora Hilary Clinton, o bajo las órdenes del despiadado Donald Trump. Sea como sea, Argentina se prepara para volver a ser en la región el viejo traidor que supo ser en todas las épocas difíciles que vivió el continente.

Obama fichó a Macri como "socio universal", y ejemplo para la región. Le prometen algunas tapas en revistas publicitarias del establishment del Imperio como "hombre del año" y jugosos negocios y blindaje para él y sus allegados ideológicos que hacen cola para trepar a la bicicleta financiera.

Quienes hoy se dejan embelesar por las imágenes que hacen circular los medios de comunicación locales, o se sienten admirados por al reconocimiento internacional de periódicos como El País de España o El Financial Times, no deben olvidar que las luchas por los derechos humanos le han regalado al pueblo argentino una dignidad que había perdido por su complicidad en el genocidio perpetrado por la dictadura cívico-militar, promovido y defendido internacionalmente por los más oscuros organismos de Estados Unidos, que en su lucha contra el Comunismo no vaciló en exprimir la maquinaria de Terror.

En los años oscuros del menemismo, los organismos de los derechos humanos fueron el faro que condujo a muchos argentinos entre las perturbadoras crueldades que imponía al neoliberalismo: pobreza, angustia, exclusión, violencia, hacia el puerto seguro de la dignidad.

Sin embargo, hoy, como ayer, muchos argentinos se dejan seducir por las falsas retóricas del fin de la historia, los empalagosos discursos que diseña el marketing de liderazgo que Barack Obama con tanta fluidez ejercita para deleite y fascinación de la CEO-política macrista, que nos promete un futuro de prosperidad si somos capaces de olvidar o poner en cuarentena la historia de lo que hemos devenido.

Pero no hay futuro de libertad y dignidad sin memoria del pasado. Porque el pasado nos enseña, justamente, lo que no tenemos que repetir. Hay una clara línea de continuidad entre los discursos negacionistas del presente (los promovidos desde la editorial del diario La Nación, o desde el ministerio de Cultura de la Ciudad por el nefasto Lopérfido, aún en funciones, pese al reclamo concertado de muchos argentinos y argentinas de bien para su remoción debido a su postura negacionista en el caso del genocidio, y los que deja deslizar en cada intervención el propio presidente Macri) y la estigmatización de la política popular como en las horas más oscuras de nuestra patria.

Quienes pretenden ser profundos, asomados a una promesa de futuro aciago como el que destiló en sus intervenciones en Buenos Aires el presidente del "Yes, we can" (que no pudo hacer prácticamente nada de lo que prometió cumplir en su propio país: ni siquiera cerrar el centro de detención ilegal Guantánamo), y que sólo brilla en contraste con los más feos ejemplos de racismo, xenofobia y brutalidad de su país (Donald Trump, amigo personal del presidente Macro, según él mismo se vanaglorió frente a cámara hace algunos años), son superficiales en sus análisis y, definitivamente, poco confiables a la hora de hacerse cargo de nuestro futuro nacional.

Obama se va de la Casa Blanca, como otros presidentes estadounidenses, reafirmando un compromiso con los derechos humanos que no supo o no quiso defender, mientras tuvo en sus manos, según dicen, la oficina más poderosa del mundo: la presidencia de los Estados Unidos de América. Hay cosas buenas en las que podemos aplaudirlo moderadamente, pero su compromiso con los derechos humanos no es precisamente uno de ellos.

La historia es una guía ineludible en nuestro intento por realizar nuestras más ondas esperanzas. Ponerla en cuarentena por una falsa "unidad de todos los argentinos" es la mejor manera de volver a repetir el horror.

A 27 AÑOS DEL "CARACAZO", LLEGÓ MACRI





(1)

¿Alguien puede explicarme - sin estridencia - cómo podemos estar discutiendo lo que estamos discutiendo en Argentina, después de las experiencias que hemos vivido como sociedad?
¿Es que no hemos aprehendido nada?

¿Pueden volver a embaucarnos y llevarnos a la huerta tan fácilmente?

¿Pueden arrearnos hacia el odio y dividirnos para lograr saquearnos como lo están haciendo?

¿Cuánto tiempo vamos a dedicar a hablar de la "pesada herencia", mientras nos dan vuelta otra vez la tortilla y nos dejan en pelotas en la calle?

¿Será posible que nos obliguen a cerrar la boca utilizando el pasado como justificación para endeudarnos, traficar con los derechos humanos, someter al pueblo a las miserias de la exclusión, el empobrecimiento, la represión, y haya gente que pueda sostenerte la mirada con presumida inteligencia?

¿Cómo se hace para dialogar en estos términos, cuando sabemos que nuestros hijos tendrán que remontar una situación que creíamos haber superado, debido a nuestra propia irresponsabilidad ciudadana, nuestra tilinguería, nuestra frivolidad, o peor aún, nuestro cinismo patotero y voluntad de poder?

Difíciles preguntas. Difíciles respuestas.

Porque lo que parece difícil de conciliar es una idea de democracia que está al servicio de minorías que se apropian a través de la concertada estrategia de la comunicación y marketing mediático del corazón de la gente (corazones promiscuos, atrapados en el odio, el asco, con ansias de linchamiento, cegados por la espeluznante euforia de la venganza) y este proyecto que lo destruye todo, para dejar servido a los poderosos el camino libre para el desfalco, el saqueo, que los argentinos hemos vivido tantas veces.
Ayer, Argentina asistió al más triste discurso inaugural del Congreso de la Nación de toda la historia de la Argentina democrática contemporánea. Fue el primer discurso de Macri ante los legisladores en este sentido y la primera vez en la que se dirigió al pueblo argentino desde la casa del pueblo habiendo ya comenzado su mandato. Los respaldan tres meses asfixiantes de gobierno que sólo produce felicidad en acreedores extranjeros y exportadores sin escrúpulos que especulan con ganancias que costarán el bienestar o incluso la vida de millones de argentinos que verán estrecharse sus posibilidades a medida que se dilate la desigualdad entre nosotros.

En las calles había apenas un centenar de simpatizantes, y los bancarios eran reprimidos con gases y bastones largos. El pueblo estuvo ausente, los que lo votaron, temen su autoridad, su arbitrariedad, pero no festejan el rumbo del país. Los pocos que se entusiasman son los que acompañan el cambio a favor de las élites.

(2)

Todas las comparaciones son complejas, pero hace 27 años fui testigo presencial del triunfo de Carlos Andrés Pérez en las elecciones presidenciales en Venezuela, quien impuso un programa neoliberal de ajuste que acabó en el famoso "carcazo", en el cual 3.000 personas fueron asesinadas por el gobierno entrante.

Ayer, las calles estaban vacías, pero los vehículos policiales y el aparato represivo había copado el espacio público. Las imágenes son elocuentes, y dicen más que mil palabras.

Este proyecto político tiene un nombre y un apellido, y un objetivo muy concreto que no acompañará la alegría del pueblo.

Por mucho que se esfuercen en maquillar la escenografía con el cotillón de la esperanza, este proyecto es un atentado contra el pueblo argentino, contra el futuro, contra la dignidad y contra los derechos adquiridos en sus luchas.

No queremos que a Macri le vaya bien, queremos que le vaya bien a todos los argentinos.

Si a Macri le va bien con este plan de gobierno, estamos jodidos, porque Macri no representa nuestros intereses. Lo ha demostrado con su ajuste, con su devaluación, con los despidos, con el arreglo que ha hecho con los buitres, con el trato diferencial que hace con las multinacionales, con el maltrato a la expresión popular, con su política represiva, con su política internacional, con su política fiscal, con el desmantelamiento que ha hecho de las instituciones encargadas de perseguir el lavado de dinero, con la legalización de la corrupción corporativa, con el uso espurio que hace de la justicia, con su falseada puesta en escena para luchar contra el nepotismo que practica con creces, con su ofensiva contra toda militancia popular, con sus ataques a los movimientos sociales, con su distanciamiento con la la "Patria Grande", con sus incestuosas relaciones carnales con la derecha global, con su distanciamiento con el primer Papa argentino - esperanza de millones en el mundo que reciben con alegría su lucha por la igualdad y a favor de los más pobres.

Legalmente, Macri es el presidente de los argentinos. Pero la legitimidad no surge exclusivamente de las urnas, sino del mandato que ejercita el representante. El poder político está allí para obedecer el mandato popular, que no se reduce al voto. Macri parece no haberlo entendido. Por eso, su legitimidad está en cuestión.

LA IDEOLOGÍA DESPUÉS DE LA IDEOLOGÍA. Desencuentro en el Vaticano



En este post comento brevemente la nota de Carlos Pagni publicada hoy en el diario La nación titulada: "Un viaje a Roma que acentuó las diferencias"

Los apuntes de Pagni son muy interesantes. A nuestro entender da en el clavo con varias definiciones. Y nos obliga a pensar la coyuntura política con detenimiento, observándola, no sólo como la escenificación de egos enfrentados, sino como pugna entre posiciones ideológicas enfrentadas. Para nosotros, que andamos hace tiempo metidos en el tema de la relevancia incontestable de la religión en la esfera pública, lo que anda pasando en Argentina confirma algunas de nuestras sospechas.

Las fuentes de Pagni, que nosotros subimos y comentamos por este medio en algún momento (la de Natanson - en Le Monde diplomatique - o la de Feinmann - en Página 12, respecto a las nuevas espiritualidades y su sintonía con el individualismo y la atomización que exalta y promueve el capitalismo tardío en detrimento de otras formas encarnadas de existencia), valen la pena meditarlas con serenidad.

Como afirmamos apenas ayer en nuestro blog, deberíamos dejar de lado las rencillas personales (como las que pretendió instalar Elisa Carrió hablando del chismorreo del Papa y su hipotética promoción de los violentos), y entender que estamos asistiendo a una pugna ideológica de dimensiones globales. Por esa razón, propusimos en su momento, y animamos, un estudio comparado de la encíclica del Papa Francisco Laudato Si, y los textos del Dalai Lama que intentan ofrecer una alternativa budista a la modernidad capitalista y al modo de entablar un diálogo intercultural e interreligioso en la esfera secular. Algunos de los participantes en esos diálogos que se llevaron a cabo o se están llevando a cabo en Buenos Aires, Barcelona y Valencia, han entendido la importancia que tienen estos debates para ir hasta el fondo de los problemas que enfrentamos globalmente.

En breve, me parece que ha llegado el momento de dejar a un lado la anécdota y ponernos manos a la obra para pensar los fundamentos ideológicos del macrismo, los muchos caminos que desembocan en este momento histórico, para entender lo que anima a una parte no desdeñable de la población a darle su alma a un proyecto que promete enaltecer al individuo, ocultando su pertenencia comunitaria y sus tradiciones populares.

Esto puede resultar un insulto para quienes estamos comprometidos con las corrientes populares, pero es en realidad una confrontación ideológica que debe ser puesta en blanco y negro para que podamos discernir sus ventajas y desventajas, sus claroscuros.

No hay duda que el modernismo budista y otras formas espirituales en boga no son la solución definitiva a los problemas que tenemos. En muchos casos, sirven como cortina de humo para justificar el horror con una caricia de buena consciencia. La escena en la última reunión de Davos, en la cual los líderes políticos se sentaban juntos a realizar meditación Vipashyana (los mismos líderes que se amenazaban mutuamente horas antes boicotear sus agendas con el fin de eludir la responsabilidad frente a la catástrofe humanitaria en Medio Oriente) da cuenta de las contradicciones que enfrentan las nuevas espiritualidades. Sin embargo, descartar sus virtudes en su totalidad seria una reacción ciega que no podemos permitirnos.

También es imprescindible reconocer que el catolicismo, y en particular las formas que animan los movimientos populares en América Latina, no han sido aún capaces de dar cuenta de las sensibilidades del mundo contemporáneo, las mutaciones en los hábitos de comunicación, los espacios liberados de toda observancia religiosa, neutralizados por las peculiaridades de nuestra época.

Quienes crean, como se ha dicho en estos días, que la solución pasa por un republicanismo laicista, o un liberalismo que mantenga a raya las sensibilidades espirituales de los individuos, se engaña o nos engaña. La religión está en el mundo para quedarse y su influencia crecerá a medida que se profundice la crisis planetaria.

Por lo tanto, me parece que la única alternativa consiste en animarnos a otra clase de diálogo (no me refiero al diálogo superficial que propone el macrismo), sino un diálogo sincero con las tradiciones y corrientes que conforman este entramado de antagonismo ineludible que son la carne y el alma de la vida social.

CAMBIEMOS... DE PAPA




Horas después que Elisa Carrió, parte del ala dura de la coalición Cambiemos, acusara al Papa Francisco de promover la violencia en Argentina, el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, señaló en rueda de prensa: "El Papa no es ni kirchnerista ni de Cambiemos".

Ansiosos, los funcionarios macristas se apresuran a poner paños fríos sobre la frialdad prodigada por Francisco a Mauricio Macri y su comitiva en el último encuentro en el Vaticano. Otros, menos propensos al dialoguismo que promueven de boquilla los contertulios de la "nueva política argentina", exigen que se ponga coto a la injerencia papal en los asuntos de Estado, al tiempo que se asume con cierta incomodidad que el Papa no dijo pío, ni hizo gesto discernible para la gran audiencia. Se insiste: las relaciones con la Santa Sede son cordiales y fructíferas. La sintonía entre los dos líderes de Estado, protocolar pero próxima.

Aunque es evidente que, más allá de las simpatías particulares, que corren por cuenta propia de cada uno de los protagonistas, no se puede aseverar con seriedad que el Papa sea kirchnerista o simpatizantes de Cambiemos, también es evidente que, a menos que queramos echar en saco roto sus intervenciones públicas y sus publicaciones recientes, el Papa Francisco se ha convertido en el mundo, al menos discursivamente, en un tábano, molesto por las críticas que articula contra el poder político y corporativo que gobierna el planeta.

Las quejas no se han echo esperar. Angela Merkel o Donald Trump, hicieron saber su disconformidad públicamente. Jeb Bush, el hermano de George W., hizo una declaración semejante a la que hace unas horas replicó Elisa Carrió. El nudo del entuerto para el Partido Republicano fueron las veladas críticas del Papa a la política antiinmigratoria que pretenden imponer. La respuesta fue recordarle que no se meta en asuntos que no le conciernen: la tan mentada separación de la Iglesia y el Estado. Otros ejemplos que nos vienen a la memoria fueron (1) el escándalo que supuso su discurso en la Eurocámara, poniendo a parir a toda la Europa de los Partidos Populares, o (2) sus lacerantes discursos contra la estrategia de la Unión Europea ante la crisis de los refugiados.

Entre la derecha católica global, este Papa es una incomodidad. La incomodidad ha llegado a un grado tal que ya no se esconden ni maquillan las antipatías que suscita el Pontífice. Prelados, Arzobispos y Cardenales, de un lado y otro del Atlántico, se indignan ante su política "populista". En ese sentido, no asombra la reacción visceral de los "radicales" de Cambiemos, ni la puja mediática con los hacedores de imagen del macrismo, como ocurrió con Duran Barba recientemente, antes y después de las elecciones.

Más allá de las simpatías o antipatías personales, lo cierto es que la posición del Papa en la agenda global es contraria a la estrategia que está imponiendo Macri en Argentina, y otros gobernantes en la región y en el mundo. Denodado crítico del neoliberalismo, Francisco no puede permanecer incólume ante un gobierno que expresa con decidido empeño la voluntad de poder de los grupos corporativos, que encarna una concepción indiferente a la justicia social, que se regodea de una libertad absoluta en detrimento de los derechos humanos. Los gestos dicen algo, sin interferir institucionalmente, con el fin de preservar, justamente la exigencia de la política en una era secular. Eso no lo priva de poner en evidencia lo que considera contrario a su filosofía, encarnada en la Doctrina Social de la Iglesia, en consonancia con una larga tradición teológica y filosófica en América Latina.

Nos hemos acostumbrado a una estrategia comunicacional que se apropia de los símbolos políticos populares, como los del peronismo o el radicalismo, con el fin de desmantelarlos.

O se hace pasar por encarnación de valores cristianos o espirituales, con el propósito de transvaluarlos.

O se apropia de la retórica de los derechos humanos, la democracia o el republicanismo, para someter a su arbitrio sus instituciones y tergiversar la memoria de sus luchas.

Estamos ante una estrategia comunicacional que no sólo afecta nuestro bolsillo, sino que promete expropiar nuestros discursos y herramientas de resistencia.

Frente a la concertada e ininterrumpida campaña electoral en la que estamos sumergidos, nuestra tarea consiste en distinguir lo que promueven los voceros del multimedia y el conglomerado de intereses que representa, de lo que verdaderamente tenemos enfrente.
¿Qué es lo que tenemos enfrente? No hace falta caer en la caricatura personal para hacer notar que el macrismo es la expresión más acabada en la región de un neoliberalismo brutal, renovado discursivamente, pero fiel encarnación de la "voluntad de poder" de los grupos concentrados, al servicio de una visión del mundo que promueve una suerte de neo-darwinismo (la supervivencia del más fuerte), divorciado enteramente de cualquier noción justicia social y a favor de la eficiencia de los mercados, que se contradice enteramente con el genuino ecologista integral que demanda la sociedad civil y el compromiso con los derechos humanos de la "multitud" en la era de la globalización.

Todo esto, sin embargo, no es una invención local, como parecen querer hacernos creer algunos de sus más conspicuos representantes, sino la mera expresión rio-platense de una amenaza que se cierne contra el planeta en su conjunto.


LEGITIMIDAD Y REPRESIÓN



¿Qué tipo de legitimidad tienen los representantes y las instituciones democráticas cuando una parte no desdeñable de la ciudadanía deja de reconocerles autoridad moral y política? 


¿Qué legitimidad tienen los jueces, por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia, cuando la ciudadanía comienza a pensar que la misma actúa de manera parcial, interesada, o arbitraria? 

Hay un número nada despreciable de ciudadanos que creen (a ciencia cierta: es decir con conocimiento de causa) que jueces como Bonadio, o fiscales como Saenz, o aun, pero, tipos como Lorenzetti, han perdido toda credibilidad y toda imparcialidad. 

Ahora bien, el problema que se esconde detrás de esta "ilegitimidad" legalizada es que la autoridad sólo puede sostenerse a través de dos vías: 

1) La primera es la vía auténticamente, genuinamente, democrática. La legitimidad se debe al respeto espontáneo que los ciudadanos tienen hacia sus representantes e instituciones. 2) La segunda vía se logra a través de la mentira y/o la opresión. 

A menos de tres meses de gobierno, el gobierno de Mauricio Macri, acompañado de un poderoso aparato mediático que acecha y persigue de manera concertada la persecución de las líneas editoriales opositoras, junto con la arbitraria actuación de las cortes, parece haber elegido la segunda vía. En ese sentido, da la impresión que se apresta a gobernar sin el respaldo de la voluntad popular, que si aun lo tiene, se deteriora aceleradamente con el correr de los días. 

Gobernar de espaldas al pueblo, contra los intereses de los ciudadanos, y en franca parcialidad a favor de quienes históricamente han oprimido, excluido y saqueado al país, es lo que define una tiranía antipopular. 

El peligroso desliz hacia la mano dura, acompañada de un esfuerzo denodado por atacar los símbolos de las tradiciones populares, la persecución a los líderes políticos opositores hasta su encarcelamiento (el caso de Milagro Sala no debería en ningún momento minimizarse), el desatinado desprecio hacia el ejercicio de la libertad de expresión popular y la criminalización de la protesta social, sólo puede llevar al conflicto y la violencia.

A nosotros no nos asombra que sean justamente los partidos políticos de la coalición Cambiemos quienes ejecuten semejante programa regresivo. Pese a que sus líderes se auto-erigieron como los defensores de las instituciones republicanas, la libertad de expresión, y el consensualismo liberal, siempre supimos que los movimientos que atraviesan la historia argentina no desaparecerían de un día para otro, ni las tendencias y hábitos aprendidos mutarían por arte de magia. 

No creímos la burda estrategia cosmética de quienes alabaron el diálogo mientras vituperaban a sus contrincantes, ni nos dejamos arrear como otros por la retórica del odio que a tantos incrédulos convirtió en cómplices de este nuevo fracaso nacional.

Cada uno de nosotros es heredero de un pasado histórico (tal vez de varios).

Los macristas y muchos de sus seguidores actuales (no todos), son herederos de esa tradición argentina de iluministas e iluminados que siempre ha creído que el país es de unos pocos (entre los que pretenden estar), y que los movimientos populares deben mantenerse, por las buenas o por las malas, lejos del poder.

En el pasado esa tradición se definía así misma con el glamuroso nombre de “anti-peronismo” puro y duro. Las más tristes páginas de nuestra historia están escritas por el anti-peronismo y su iracundia ciega.

Habiendo mutado el peronismo en una fuerza aburguesada, con un sindicalismo acomplejado y mafioso, el anti-kirchnerismo se encargó de renovar aquel odio para una nueva generación antipopular que puede “peronizarse” sin complejos, adoptando el folclore de las masas contra sus intereses. El anti-kircherismo, mientras tanto, se convirtió en el nuevo símbolo de ese odio y ese desprecio pretérito que asume el país como una maldición, y al pueblo argentino organizado, como una desgracia a la cual debe someterse o hacer desaparecer.


¿LA PATRIA ES UN INVENTO?


No hace falta que te diga que la situación es preocupante, en varios sentidos. Escudarse en la historia de la corrupción K, o hacer mención de La Cámpora como dulcificación del entuerto que vive el país, suena más a justificación que a justicia.

Te envío esta nota con la ingenua esperanza que haya un votante macrista que se tome en serio, de algún modo, las promesas "prometidas" en campaña. Habrá que enmendar.

"La solución no es volver al Kirchnerismo", me dirás.

Muy bien, pero ¿habrá una alternativa más potable que un rejunte de CEOs que volverán mañana o pasado o entro de cuatro años con la experiencia en el manejo del Estado, y una legislación a su gusto para acomodar el país a su conveniencia? Te recuerdo, por si acaso no te diste cuenta, que ellos no juegan en tú equipo. Juegan en el suyo, y vos no formás parte del mismo.

Ahora toca hacer oposición, desde el kirchnerismo, o desde fuera del kirchnerismo: desde otro PJ, desde el radicalismo. desde el socialismo, el troskismo, el comunismo, el ecologismo o desde donde vos quieras.

Si no les marcas la cancha, te van a pasar por encima. Lo que está en juego no es solamente tu sueldo, tus vacaciones, tus derechos. Está la remontada que tendrán que hacer tus hijos, y sus hijos y, quién sabe, los hijos de tus nietos, para volver adonde nosotros estamos.

"¿Dónde estamos?", te preguntarás con una mueca de sobrador en el rostro.

Bueno, estamos en un país donde los ciudadanos tienen ciertos derechos básicos. O, si querés, en un país donde se discuten los derechos, donde se los exige, y donde esas exigencias tienen un peso. Así como vamos, no parece que en un par de meses esto siga igual. Los derechos están a la baja, indudablemente.

Estamos en un país donde no debería salir gratis la represión policial (menos aún cuando es desproporcionada y sistemática).

Un país donde la deuda soberana  no debería discutirse en un contertulio privado ministerial, con intereses, cuanto menos, morosos democráticamente.

Un país donde no se debería "disparar primero y  preguntar después", como dice el periodista Mario Wainfeld, sino que las decisiones se tomen legal y legítimamente a la luz de una realidad fehaciente y no el humor ideológico del momento.

Pondré un caso concreto: el retroceso que supone volver a la arbitrariedad de la detención "por portación de cara". Por si no te enteraste, ahora te pueden detener y pedirte identificación porque sí. Porque se le da la gana al cana de la esquina.

Si pensás en el estado deplorable de las fuerzas de seguridad que el propio macrismo (con poca convicción) denuncia, y la vergonzosa herencia de Federales y metropolitanos que acumulan causas entre sus oficiales, suboficiales y agentes rasos, la decisión del Tribunal Superior de Justicia Porteña no parece acertada. Además de ser, en muchos sentido, ilegítima una decisión de esta índole. Sin duda, que la decisión de detención la tome de manera administrativa un "cana" (a la luz de los sucesos de estos días - las complicidades evidentes de las fuerzas de seguridad con el crimen organizado, en el caso de los tres prófugos, y otras historias más o menos olvidadas del pasado reciente) es a todas luces un retroceso tremendo para la democracia.

Tenés dos posibilidades: apoyas la medida o no la apoyas. Vos elegís. Esto también es democracia. No sólo poner una papeleta cada cuatro años.

No me vengas con el tiempo libre que le debemos a Mauricio y su equipo. No me vengas con tu aversión rutilante antiK.

"Vos no podés hablar porque sos K" o alguna sonsera por el estilo que es, discursivamente, inobjetablemente una sonsera, además de una franca ruptura con los procesos de comunicación democrática.

"Los K son todos corruptos", decís. Y si hace falta, te la tomo. Pero... ¿eso qué tiene que ver?

Que los K sean todos corruptos, o que lo sean algunos, o sean todos santos de tu devoción no cambia absolutamente nada.

Ahora, lo que tenés es un gobierno enfrente que está decidiendo hacia dónde vamos, y la cosa no pinta bien. Las acciones de hoy, no serán reversibles de un día para otro.

¿Qué decís? Las cosas claras. Lo mismo sobre las órdenes de represión y los despidos exprés.

Si el retruque es que son "todos ñoquis", estás desinormado. No repitas como sonso. No seas un "ñoqui" del pensamiento. Hasta la propia vice-presidente tuvo que recular. Fue tan apresurada su decisión, tan política, que
 terminó echando embarazadas y discapacitados. ¿Cuántas injusticias se realizan en este apresuramiento? ¿Cuánta discriminación se ejercita detrás de este apuro por sacarse de encima a la gente con la excusa de que son todos "ñoquis" militantes? Ser ñoqui está mal, sin duda. Pero, ¿ser militante? ¿Ahora tenés que mostrar el carnet de afiliación o tu Facebook para saber si tu decisión democrática es o no es aceptable por las autoridades?

Conclusión: echan, sistemáticamente, con un propósito en vista. Refundar el estado a su gusto y placer. El trabajador al servicio absoluto del capital multinacional y sus representantes locales. Ejecutivos de corbata que se han cagado sistemáticamente en sus propios trabajadores en la empresas que han dirigido y que harán lo mismo en nuestra patria. Con vos o sin vos.

 El problema es la legitimidad y la legalidad de un despido, más allá de la opción ideológica del gobierno en funciones. Pero esto último, por supuesto, también está en disputa: La forma y el fondo. La existencia misma de la patria está en disputa. 

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...