DEMOCRACIA Y EDUCACIÓN NEOLIBERAL




La hipótesis


La hipótesis básica que anima esta nota sobre el ataque a la educación pública en Argentina es sencilla: la razón neoliberal es incompatible con la democracia y los derechos humanos. 


La discusión sobre la paritaria nacional y los salarios docentes ocultan la voluntad de transformación de la educación pública por parte del gobierno nacional que sintomáticamente mantiene a Esteban Bullrich (un analista de sistemas sin experiencia alguna en el campo docente) como principal especialista de la materia encargado de la cartera en cuestión desde la asunción de Macri como Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. 


El neoliberalismo como régimen político

Al considerar al neoliberalismo como incompatible con la democracia y los derechos humanos, lo que hacemos es asociarlo (sin olvidar sus peculiaridades) con otros regímenes autocráticos o totalitarios que se dan de bruces con las democracias y que no reconocen los derechos básicos de los individuos. Una hipótesis de estas características necesita ser defendida, no solo frente a quienes se adhieren y promueven el neoliberalismo, sino también frente a aquellos que, desde la oposición, tienden a relativizar o creen en la posibilidad de llegar a alguna forma de maridaje entre los tres términos de la ecuación que analizamos (Neoliberalismo, derechos humanos y democracia). 

Para entender lo que pretendo es imprescindible distinguir entre (1) el neoliberalismo entendido exclusivamente como política económica, ideología o en vista a cierta relación peculiar que se establece entre Estado y economía corporativa (todas caracterizaciones disponibles en la crítica al neoliberalismo en los discursos actuales en Argentina desde el campo popular), para pasar a (2) entender al neoliberalismo como forma de gobierno de los individuos. Es decir, entender el neoliberalismo como "régimen político".


El sujeto económico del régimen neoliberal

Cuando pensamos el neoliberalismo como forma de gobierno, es decir: cuando prestamos atención a la forma de gobierno que impone el neoliberalismo sobre los individuos, caemos en la cuenta que su principal cometido conlleva un ataque directo a los fundamentos mismos del régimen democrático y a la concepción de los derechos humanos como último reducto de justificación de la sociedad. 

El neoliberalismo pone en cuestión, relativiza y sacrifica la autocomprensión de los sujetos como ciudadanos y sujetos de derechos al subsumir estas autocomprensiones a una antropología que entiende a los seres humanos primaria y fundamentalmente como sujetos económicos.  

Para el neoliberalismo, la definición preeminente de la persona humana es que es sujeto económico sin residuo. Es decir: desde la perspectiva naturalista de corte neoliberal reduce todas las acciones humanas a formas de comportamiento reducibles a lo económico, absorbiendo con ello todas las esferas de la vida humana a dicha comprensión.  


El fin de la democracia

En este sentido uno debería preguntarse ¿Qué queda de la democracia cuando el ciudadano y el sujeto de derecho pueden ser sacrificados en nombre de criterios económicos? ¿Qué queda de la democracia cuando los ciudadanos y los sujetos de derecho son forzados a “reconvertirse”, como mero capital humano, para sobrevivir en el nuevo régimen de relaciones sociales impuesto por el neoliberalismo. 

Libertad, igualdad y solidaridad son canceladas en el régimen neoliberal. (1) El ciudadano reconvertido en un portfolio de oportunidades y en un emprendimiento de autoinversión para el futuro en el mercado de competencia, queda a merced del autoritarismo del mercado. (2) El anhelo de igualdad se menosprecia en función de la lógica de competencia imperante que, en las antípodas de promover la justicia social, festeja la desigualdad justificándola en términos meritocráticos. Y (3) la solidaridad pasa a convertirse en una mera inversión estratégica caritativa que mantiene a las masas excluidas en la periferia de los centros de poder. Sin raigambre ontológica (a los seres humanos solo circunstancialmente se les reconoce sus derechos humanos y de ciudadanía), el otro es solo un competidor en un mundo caracterizado por la escasez y medido exclusivamente en términos de éxito y fracaso en el mercado. 

La educación pública

La educación pública ha sido el corazón del proyecto democrático argentino. Blanco predilecto de todas las dictaduras militares y gobiernos neoliberales. La rica historia de lucha social del país es el resultado de la articulación fecunda que permitió la escuela pública argentina. 

En contraposición a la escuela privada donde se educa a las élites  donde se educa en una autointerpretación de pertenencia excluyente, la escuela pública ofreció históricamente una educación humanista que sembró el imaginario de soberanía popular y enarboló en su momento los estandartes de múltiples proyectos populares fieles a los ideales de los derechos humanos, la inclusión y la igualdad.  

La educación neoliberal que propone el gobierno de Cambiemos y que el ministro Estaban Bullrich intenta imponer a todo lo largo y ancho del país, pese a las odas a favor del federalismo, y en línea de continuidad con otras iniciativas ya en marcha en los Estados Unidos y Europa, consiste en acabar con el currículo humanista que caracteriza la educación para la democracia, con el fin de reconvertir a la población argentina, que ahora debe abandonar su identidad democrática para encajar en un modelo corporativo que promueve la gobernanza neoliberal cuya premisa fundacional consiste en entender la ciudadanía y los derechos como adornos circunstanciales que pueden serles arrancados a los individuos con el objetivo de modelar un cambio de escenario que sea favorable para el único proyecto hegemónico que defienden: la maximización de la ganancia del capital.

RESISTENCIA PACÍFICA ACTIVA FRENTE AL NEGACIONISTA

Fotografía de "Memoria de la Shoá". Portal Interpelados.

Ante los ataques personales reiterados a ciudadanos de pleno derecho que defienden la memoria, la verdad y la justicia por parte de los negacionistas al que el gobierno alimenta con su discurso ambiguo respecto a los derechos humanos y la labor de las organizaciones de derechos humanos, propongo la asunción de una "resistencia pacífica activa". Me explico: 

Obviamente, las situaciones personales de cada uno de nosotros son muy variadas y deben tomarse en consideración, pero no debemos adoptar una actitud banal frente a esos ataques, ni mantenernos en silencio frente a las manifestaciones de violencia simbólica a la que nos estamos acostumbrando. 

Si uno observa el modo en la cual estas tesis han ido ganando posiciones paulatinamente dentro de la sociedad de un tiempo a esta parte, debemos reconocer que, en parte, el problema ha sido la ausencia de condena social frente a este tipo de actitudes en los círculos íntimos donde se han filtrado los discursos dominantes que los medios de comunicación pretenden imponer en la esfera pública, lo que ha permitido el avance de estas tesis que hoy cuenta con una amplia aceptación entre grupos recalcitrantes de la población y una tibia condena por parte del oficialismo, que promueve un doble discurso.  

Las afirmaciones que niegan el genocidio o que afirman que los militares que torturaron, mataron e hicieron desaparecer personas son una suerte de héroes que merecen nuestro reconocimiento, no son "opiniones", sino crímenes, lisa y llanamente, apologías de delitos de lesa humanidad. 

La libertad de expresión tiene límites. Otros países en los que se han vivido situaciones análogas, declaraciones públicas de este tipo son perseguidas penalmente. 

Poner en entredicho una amistad, o distanciarse de un familiar que insiste en festejar o justificar de manera altisonante los crímenes cometidos por la dictadura cívico-militar genocida es mejor que ofrecer impunidad a este tipo de actitudes, y una obligación. Recordemos que el "silencio es salud" fue parte constitutiva de la retórica procesista, y que sin la complicidad de muchas personas que aceptaron las tesis de los dictadores y sus cómplices civiles, el genocidio no habría tenido lugar.

En algunos círculos observamos un avance furibundo de las tesis negacionistas, acompañadas de un discurso denigrante hacia los organismos de derechos humanos. La utilización de una violencia verbal exacerbada ante cualquier manifestación de protesta, tiene el objetivo de deslegitimar la lucha realizada durante cuarenta años para sacar a la luz lo que la dictadura militar quiso ocultar destruyendo los registros de los ciudadanos asesinados, desaparecidos o apropiados: el tamaño y horror del genocidio llevado a cabo por la dictadura. 

Mi recomendación es que si alguien en nuestra presencia se mofa de los detenidos, torturados, asesinados, desaparecidos, apropiados y sus familiares, caricaturiza los principios de los derechos humanos, como suele hacerse en estos días, sencillamente,  levantémonos y marchémonos, dejando claro (sin entrar en conflicto), que no prestaremos nuestros oídos a esas expresiones. Agüemos sus fiestas. 

Llamo a esta forma de rechazo una "resistencia pacífica activa" inspirada en la resistencia gandhiana frente al colonialismo inglés. De esta manera marcamos el límite de lo permisible y lo no permisible en la esfera pública. 

Si un miembro de nuestra familia o un amigo o conocido esboza una tesis negacionista y el resto de los miembros de nuestra familia o el grupo de amigos que nos acompaña festeja o permite impunemente la mofa o la agresión, retirémonos de manera no violenta, dejando en claro que no conversaremos con personas que defiendan estas tesis negacionistas o expresiones justificatorias del genocidio. 

Propongo que empecemos a hacer lo mismo en los platós de televisión y en los estudios de radio. Dejemos que sigan hablando solos, dejando en claro que no discutimos con personas que adoptan estas actitudes. 

Sea como sea, lo que no debemos hacer de ningún modo es intentar consensuar o dialogar en estas cuestiones. La razón es sencilla: lo que se pretende es relativizar los crímenes, lo cual servirá como punto de arranque de una nueva ola represiva que parece estar preparándose en el país, aleccionando a la población sobre las características golpistas, antidemocráticas de quienes se oponen a la implementación del actual programa económico, político y cultural del gobierno.

Con respecto a los argumentos que esbozan los negacionistas, son insustanciales. Ninguna acción de los grupos armados justifica la decisión tomada y la implementación por parte de la dictadura cívico-militar de detener, torturar, violar, robar sus hijos y propiedades, matar y desaparecer decenas de miles de ciudadanos, entre ellos docentes, monjas, sacerdotes, sindicalistas, activistas sociales, médicos, deportistas, trabajadores y otros ciudadanos comunes, sospechados de contaminación ideológica, ni el sufrimiento de cientos de miles de conciudadanos, familiares y amigos de las víctimas, que durante décadas padecieron el dolor de dichas pérdidas, la incertidumbre y las secuelas de estas aberraciones. 

Si hacemos esto, si nos negamos a discutir estos asuntos de manera pacífica, pero activa, comenzaremos a bloquear la onda expansión que amenaza a convertir en un lugar común el actual negacionismo de los grupos más radicalizados de simpatizantes del actual gobierno. 

En síntesis: no estoy promoviendo el uso de la violencia. Lo que demando es que reconozcamos la verdadera naturaleza de la motivación detrás de quienes deciden adoptar un discurso negacionista: no es la búsqueda de la verdad, la memoria y la justicia la que los mueve. Lo que quieren es escandalizar, ejerciendo violencia simbólica sobre la sociedad, Corrompiendo nuestra compromiso ciudadano con los derechos humanos, e intentando acabar con el compromiso por parte del Estado en lo que concierne a la protección y promoción de dichos derechos en el marco de nuestra memoria colectiva. 

MI RECUERDO DEL PRESENTE. Bella Vista, 24 de marzo de 2017





Los granjeros polacos


Hay una historia que contó Slavoj Zizek en cierta ocasión que me impresionó mucho. Es la historia de los granjeros polacos que vivían muy cerca de Auschwitz, el campo de concentración nazi donde fueron asesinados cientos de miles de judíos.

Cuenta Zizek que un judío del pueblo que había logrado escapar de los nazis volvió al pueblo 30 años después del final de la guerra. A su regreso fue a conversar con sus vecinos de antaño acerca de lo ocurrido. Sentía curiosidad, pero también un enorme anhelo de entenderlos y justificarlos. No quería odiarlos, ni estaba resentido. Pero a sus preguntas, la mayoría de los interpelados respondía diciendo que no sabían exactamente lo que había pasado, en otras ocasiones se negaban simplemente a hablar del asunto, o sostenían entre líneas que los judíos tenían parte de la responsabilidad por la suerte que les había tocado.

A quienes se prestaban a escucharlo, les preguntó: 


- Pero, ¿ustedes no vieron los trenes cargados de prisioneros que llegaban rutinariamente al campo? ¿No veían el humo de las chimeneas de los crematorios?  ¿No sentían el olor de los cuerpos quemados que inundaban el ambiente? 

Los granjeros polacos decían no saber nada, o no querían saber, o decían que no era de su incumbencia. Algunos sentían vergüenza y cambiaban de tema.


Bella Vista, provincia de Buenos Aires, Argentina

Mi familia tenía una casa  en Bella Vista, un pequeño pueblo en la provincia de Buenos Aires, donde pasábamos los fines de semana y parte del verano. Era un pueblo muy católico, donde los chicos jugaban al rugby y las chicas al hockey. El pueblo está ubicado a unos pocos kilómetros del Regimiento militar de Campo de Mayo. En aquella época, muchos de los habitantes del pueblo y referentes de la comunidad eran funcionarios de la Dictadura militar, o formaban parte de la justicia en calidad de jueces y fiscales que actuaron de manera cómplice con el plan genocida, y el resto, bien por ignorancia o rotunda convicción, simpatizaban con el Proceso.

Hace unos años volví al pueblo. No fue algo planeado. Llevaba 25 años fuera del país, y las circunstancias me condujeron casualmente de regreso a algunos de los lugares de mi memoria infantil. Como el judío de la historia de Zizek, cuando llegué al lugar sentí curiosidad, quise entender lo que esa gente pensaba ahora, después de tantos años. 


Tuve ocasión de encontrarme con algunas de las personas que había conocido en mi infancia. Excepto unos pocos, la mayoría seguía viendo el mundo de manera muy semejante a la que yo recordaba. Los años de democracia, los juicios por lesa humanidad, la condena internacional a la época atroz que habíamos vivido, no parecía haber hecho mella en su interpretación. Incluso el vocabulario que utilizaban me era familiar. Seguían hablando de los comunistas y los subversivos como en la época de la dictadura. Juzgaban toda posición progresista como "montonera", "zurda" y perjudicial para los valores que creen encarnar.

En muchos sentidos, la razón por la cual historia de los granjeros polacos me impresionó tanto cuando se la escuché por primera vez a Zizek es porque dice algo sobre mi propia experiencia con mucha de la gente que conocí en mi niñez. Para ellos, contrariamente a lo que piensan, es como si el tiempo se hubiera detenido para siempre en aquella época. Dicen que hay que mirar hacia el futuro, que hay que superar el pasado, pero viven anclados en un horror al que se niegan a mirar a la cara, y por ello los mantiene cautivos. Aunque hacen un esfuerzo terrible por olvidar, el resentimiento y el odio que sienten los mantienen atrapados en el horror que ellos o sus padres colaboraron en crear.


Los vuelos de la muerte

Muy cerca de Bella Vista está el Regimiento Militar de Campo de Mayo. En su interior, el famoso y ominoso Hospital Militar en donde, en su área de ginecología convertida en centro clandestino de detención, numerosas mujeres embarazadas fueron torturadas y asesinadas. La historia es conocida. A estas mujeres a quienes capturaban embarazadas, las mantuvieron con vida para permitir que parieran, pero después de arrebatarles sus criaturas, las mataban.  

¿Quién podría olvidar la confesión pública del ex-capitán de corbeta Adolfo Scilingo, uno de los pilotos de los llamados "vuelos de la muerte", quien en 1995 contó la rutina de esos vuelos en los que se drogaba a las detenidas, para luego echarlos al río de la Plata, vivas, desnudas, para evitar que los cadáveres flotaran y llegaran a la orilla de Uruguay. El General Lanusse dio testimonio de ello durante el juicio a la Junta, declarando contra los excomandantes porque le habían matado a su prima, y en su búsqueda descubrió que los cadáveres de los detenidos asesinados se encontraban de a centenares en el río.


La virgen ciega

Entonces, me pregunto: ¿Cómo es posible que en ese pueblo de "granjeros polacos", que veneran a la Virgen con tanta devoción, puedan seguir creyendo que el horror que vivieron esas mujeres pueda justificarse?


Así somos los seres humanos. Somos como los granjeros polacos. Brutos, insensibles, ciegos... y eso duele. Y hoy duele un poquito más, porque algunas de las personas de Bella Vista que conocí en mi infancia, en un día como hoy, 24 de marzo de 2017, día en el que conmemoramos el horror y afirmamos ¡Nunca más!,  algunas madres y padres católicos y sus hijos e hijas, y, probablemente sus nietos y sus nietas, publican mensajes ofensivos y absurdos en las redes sociales, se burlan de sus compatriotas, hiriendo la consciencia de una parte nada desdeñable de la ciudadanía.

Los domingos, los granjeros polacos se visten de seda y van a misa. Escuchan desde que nacieron la parábola del buen samaritano. Dicen ser discípulos de Jesús de Nazareth, pero hoy no pueden honrar a las mujeres violadas, a quienes arrancaron sus hijos de las entrañas, a quienes violaron y asesinaron ahogando en el río, porque son demasiado "buenos", demasiado "decentes", demasiado "cristianos", para reconocer el horror y la crueldad de los que (sabemos) de un modo u otro, fuimos parte y cómplices.

LA NUEVA ESPIRITUALIDAD COMO DISPOSITIVO DE GOBERNANZA NEOLIBERAL




Mientras 300.000 docentes se movilizaban en Plaza de Mayo para defender la educación pública, Página12 informó que los funcionarios Pro de la la Provincia de Buenos Aires encargados de gestionar el área de educación se reunían con un gurú hindú (Amit Goswami) que, según explica la subsecretaria del área, transmite métodos milenarios dirigidos a la pacificación individual y colectiva, aggiornados con el lenguaje ambiguo de la nueva física infra-atómica, cuyo valor en el debate político está lejos de ser neutro, como ocurrió en otra época con la intrusión del evolucionismo darwinista en las ciencias sociales. 

Mientras un ejercito de inocentes adherentes de la Nueva Era y otras espiritualidades afines en las diez direcciones de nuestra patria, en su gran mayoría amateurs con variadas motivaciones, multiplican una surtida mercadotecnia espiritual que incluye el yoga, la meditación, el mindfulness, el modernismo budista anglosajón, la bioenergética, el reiki y otras formas afines, traducidas a las necesidades de una clase media aturdida por la aceleración de la tecnología y las exigencias de la nueva razón empresarial que conquista, incluso, la vida personal de todos en la era del neoliberalismo, los pueblos se movilizan para resistir el embate corporativo y estatal que intenta imponer el nuevo lenguaje del marketing y el retorno de inversiones en todas las esferas de la vida.

Como señala la pensadora estadounidense Wendy Brown, el neoliberalismo se expresa culturalmente de manera plástica. Lo que identifica sus variadas formas es que subsume todos las áreas de la existencia al lenguaje del mercado, los retornos de inversiones y la competencia. La educación pública en las sociedades democráticas tienen un objetivo primario: la consolidación de los ideales y virtudes democráticas. El neoliberalismo erosiona estos ideales y virtudes, al subordinarlos a los fines corporativos, y al transformar su lenguaje al léxico de la ganancia.

En este sentido, las nuevas espiritualidades (fusión problemática de sabidurías orientales y expertise empresarial) ahora promovidas por el propio Estado, tienen un claro objetivo despolitizador. En este caso, el objetivo inmediato es blindar psicológicamente a los cuadros corporativos y a los funcionarios estatales encargados de implementar el nuevo modelo neoliberal frente a las demandas populares, al tiempo que se los dota de un lenguaje atractivo que suscita la adhesión de los afectados.

Contrariamente a lo que suele pensarse, la democracia no es un modo de organización social natural. Necesita para sustentarse de una cultura, de una pedagogía, que hoy está en entredicho y en peligro.

MAURICIO MACRI, EL ILUMINADO

Macri meditando. Fotografía publicada por Nicolás Vitti


El secreto 

La figura tiene una larga estirpe. El iluminado es aquel que posee un conocimiento de lo real al que otros no tienen acceso. Dotado, no sólo de una gnosis liberadora, sino también de una sensibilidad compasiva, el iluminado promete conducir a los hombres y a las mujeres dispuestos a seguirlo un futuro prominente, un paraíso difuso, de orden y autenticidad.

Pese al carácter rústico de su saber empresarial, y su ignorancia evidente en asuntos de Estado (del cual reiteradamente se enorgullece haciéndose pasar por un extranjero de la política – pese a haber sido durante casi una década el intendente del distrito más rico del país) Macri se hace pasar por el conocedor de un saber que, nosotros, simples mortales, ciudadanos comunes, somos incapaces de comprender. A ese saber práctico lo legitima el dinero y el poder, y unas pretendidas dotes de dirección empresarial que le permitirían eventualmente coordinar con éxito un equipo de especialistas.

A Mirtha Legrand le ofreció una expresión de esa sabiduría oriental con la cual envuelve su discurso pobre en sutilezas y nutrido por escasas lecturas. Eximiéndose de cualquier responsabilidad inmediata y futura, el presidente de los argentinos confesó: “No vengo a cambiar el país, sino a ofrecerles un camino para que ustedes lo cambien”.

La distancia entre el iluminado y el pueblo llano se acentúa con la supina ignorancia del presidente y su consorte sobre el día a día que padecen los ciudadanos de a pie. A diferencia de Margarat Thatcher, con quien fue comparada en los últimos días María Eugenia Vidal, que podía enumerar a los periodistas los precios del mercado de la leche y la mantequilla en los barrios de Londres, Macri vive en el universo astronómico de la economía de los más ricos entre los ricos. 


La preocupación del filósofo y la desdicha de su madre

En una reciente entrevista radial, su “filósofo” fetiche, Alejandro Rozitchner definió de manera concisa la autointerpretación que promueve el círculo de sus elegidos respecto al actual presidente. Consultado acerca de sus preocupaciones y apreciaciones personales sobre la imagen del presidente, Rozitchner señaló que lo que más teme es que la sociedad argentina no esté a la altura (“no tuviera la capacidad” – agregó) para entender la visión del presidente, y estar dispuesta a pagar el precio de la evolución hacia la cual Macri está decidido a conducirnos.

Lo dijo su madre meses atrás, cuando expuso con especial impertinencia para una sociedad democrática, que los argentinos no merecían tener un presidente como su hijo, y agregó: "hace un enorme sacrificio". En esa misma estela, Rozichner presenta al presidente como un hombre sensible, que quiere la felicidad del pueblo, pero como un padre severo espera que la sociedad se haga cargo de sí misma para ser "genuinamente", "auténticamente", feliz. 


La felicidad de las mujeres del presidente

Obviamente, la felicidad es una noción vacía que se llena con diversos contenidos materiales de acuerdo con las convicciones existenciales y religiosas de los individuos. Sin embargo, tenemos algunas pistas de lo que significa para Mauricio Macri la felicidad que ofrece al pueblo argentino si analizamos su discurso rudimentario pero reiterativo, o prestamos atención a los conceptos que deslizan “sus mujeres” (Gabriela Michetti, Juliana Awada o María Eugenia Vidal), quienes compiten en su esfuerzo por emular al líder frágil que las ha llevado a la cúspide de sus respetivas carreras en este ciclo político. 


La verdad os hará libres

El comienzo de la felicidad, dice Macri, es la verdad. La verdad entendida como “sinceramiento”. Un sinceramiento que nos hará humildes como pueblo, que nos permitirá dejar de exigir una transformación del orden natural que impone el mercado, elevando de manera cuasi-darwiniana a los más aptos a la cima de la riqueza, y hundiendo a los más perezosos e incapaces a la periferia de lo social.

La verdad es el reconocimiento sin ambigüedad de lo que somos, cuando desechamos la cosmética populista con la cual se empeñaron en disfrazarnos quienes presidieron la Argentina durante los últimos años, aprovechándose de las ilusiones infantiles de una población irresponsable como la Argentina. El engaño fue hacernos creer que somos seres dignos de ser respetados, protegidos y cuidados. El engaño fue hacernos creer que somos seres capaces de respetar, proteger y cuidar a los otros.

En la retórica neoliberal que el macrismo nos propone como futuro de felicidad, la vida es simplemente y llanamente una carrera de obstáculos, una competición agresiva en la que debemos esforzarnos sin piedad, conscientes que si nos detenemos para asistir a aquellos que, por las circunstancias que sean, se tropiezan en su camino, pondremos en peligro nuestro propio progreso.  Cada uno es un empresario de sí mismo, que debe venderse en el mercado como otros productos, haciéndose más atractivo, apetecible y funcional para los consumidores. Y si no hay vendedor interesado en nosotros, debemos reinventarnos o morir.


El buen pastor 

Por otro lado, en la retórica macrista hay una clara asunción del dispositivo pastoral a la hora de ejercitar el gobierno de las personas. Pese a su empeño por diferenciarse de eso que, despectivamente, llaman “populismo”, el macrismo se esfuerza por apropiarse de esa discursividad, vaciándola, eso si, de su contenido popular. 


A la decontrucción jurídica de los regímenes de derechos, y a la modificación burocrático-administrativa que limita al poder financiero, y a la aceitada promiscuidad de un estado al servicio del poder corporativo, el macrismo acompaña un conjunto de estrategias culturales de gubernamentalidad que apuntan a dar forma a un yo dócil que acepta finalmente la expropiación masiva de sus riquezas colectivas y sus derechos.

Se trata de devolver a sus "genuinos" dueños esas riquezas que el populismo pretendió redistribuir, y de limitar aquellos derechos cuyas prerrogativas solo son legítimas en manos de unos pocos.


Resistencia social, violencia estatal y el panorama internacional

En este contexto, la revuelta social se convierte en un imperativo de supervivencia y dignidad. El gobierno y los principales referentes sociales y corporativos que acompañan y sostienen al gobierno han puesto ya las cartas sobre la mesa. Por lo tanto, quienes miren para otro lado, se convierte en cómplices de la estafa y explotación (incluso la violencia) que se ejerce y se proyecta de manera amenazante sobre el pueblo argentino.

Por ese motivo, como se viene advirtiendo con insistencia desde el comienzo de este ciclo, es preciso estar atentos. El gobierno de Macri, como otro gobiernos de corte autoritario tienen cautiva a través de una burda pero masiva intoxicación mediática a una parte de la población que, recalcitrante, pide sangre y se revuelve de manera enfermiza contra los derechos humanos.

En ese marco, el empeño del macrismo y otros líderes políticos y sociales que lo acompañan, con mayor o menor compromiso, en la implementación de su programa neoliberal, están decididos a pagar un alto costo, si fuera necesario, incluida una estrategia de violencia calibrada que pueda ocultarse internacionalmente o mantenerse inane ante la profusión de estas estrategias globalmente. La situación internacional, en este sentido, está de su lado.

Pese a las medidas de fuerza de los trabajadores y la movilización social, Mauricio Macri y otros funcionarios de gobierno, como María Eugenia Vidal y sus ministros (algunos de ellos con un oscuro pasado ideológico y lazos con las épocas de la Argentina genocida) han reafirmado su intransigencia en estos días.


El contrincante político convertido en enemigo (exterior al orden político) o delincuente

Pero el enfrentamiento de las fuerzas populares con un gobierno intransigente e insensible como el de Macri, un gobierno que se niega a validar la realidad coyuntural de esos sectores populares, que es capaz de elevar la tensión del conflicto de la manera en que lo hace, amenaza convertir el antagonismo político en violencia explícita.

El propio presidente y su ministra han utilizado, para hablar de sus contrincantes políticos, los gestos y las palabras que se utilizan para señalar al enemigo exterior. Ir del antagonismo (institucionalmente reglado) de la política, a la enemistad frente al agresor exterior o al delincuente interior al que se encierra privándolo de derechos, es intentar un atajo prohibido por la democracia y los derechos humanos. El gobierno ya ha comenzado a transitar ese atajo.

La sociedad argentina está a punto de ebullición. El gobierno debería dejar de jugar con fuego y atender las demandas sociales. La resistencia popular es absolutamente legítima en vista a los (1) datos absolutos de empobrecimiento de la población y los recortes de facto de derechos civiles y políticos y (2) los datos relativos que muestran como contrapartida la generosidad que tiene esta administración con el capital concentrado. 

22 SEGUNDOS (La película)




La película lleva por título "22 segundos".

Todo parece fríamente calculado. No hay lugar para la improvisación en este guión.

Las secuencias siguen este orden:

Cámara 1. Mirtha Legrand hace una pregunta maliciosa al presidente.

Cámara 2 enfoca a Macri que muestra un rostro desencajado. Hay un gesto de pánico, el sonrojo que lo acompaña y una respuesta vacilante. Cuando acaba de dar la respuesta insegura, levanta la copa y bebe un sorbo de agua.

Cámara 3. Se abre un plano completo de la escena y se escucha una voz en off que desmiente al presidente.

Cámara 4. Zoom a la diva. El papelón evidente lleva a Mirtha a fugar la mirada a otro lado. Hunde su vista en el apunte que tiene delante. Sabe que acaba de ganarse otro momento estelar en la historia de la televisión argentina gracias a una de sus maldades preferidas.

Cámara 5. Plano completo del rostro de Mirtha. "No, no, no", repite entre apesadumbrada y terminante, como si fuera un veredicto que empuja al presidente al precipicio de su credibilidad.

Cámara 6. Vuelve el plano al presidente. mira a un lado y a otro. Mira primero a Juliana, pidiéndole ayuda. Comprende que Juliana no puede ayudarlo. Luego vuelve la vista a sus asesores (uno imagina que están agarrándose la cabeza). El presidente comprende que acaba de perder otros 3 o 4 puntos de aprobación en los estudios de opinión.

Cámara 7. Plano a Juliana. Pone cara de tonta. Mira a un lado y otro. Se siente perturbada. Le dijeron que el programa con Mirtha serviría para levantarle la imagen estropeada al presidente. Todo se está yendo al demonio.

Comienzan a caer los títulos:

Mauricio Macri

Juliana Awada

Mirtha Legrand


Cuando se encienden las luces de la sala uno se queda con la sensación que el presidente es un tipo que, más allá del dinero y el poder político que le prestaron los medios y las corporaciones, es muy parecido a Fernando de la Rúa. Peligroso, pero banal, como el mal que caracteriza a nuestra época.

También la sensación que Juliana Awada, más allá del esfuerzo denodado de la prensa rosa, es una chica ignorante, con una cara que pretende ser bonita, pero que está desencajada por el desencanto que supone el peligro evidente de acabar siendo la mujer odiada, de un hombre que la historia acabará condenando.

VIDAL EN EL ESPEJO DE MARGARET THATCHER


Ayer, el diario El País de España publicó una nota sobre la gobernadora de la Provincia de Buenos Aires y el conflicto nacional docente que mantiene en vilo a la sociedad argentina con el siguiente título: "María Eugenia Vidal, ¿la Thatcher argentina?"


El manifiesto conservador de 1979

Estoy leyendo La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, de Christian Laval y Pierre Dardot. En el capítulo 6 hay una referencia a las políticas implementadas por Margaret Thatcher. En la nota al pie encuentro una referencia al Manifiesto del Partido conservador en 1979, cuyo prólogo firmó Thatcher. 


Allí leo sin sorpresa los cinco puntos que orientan la política neoliberal. En el actual contexto, lo que más llama la atención es es el acento que pone el programa en la necesidad de disminuir el poder de los sindicatos. 

Sabemos que las políticas de Thatcher (también las de Reagan en los Estados Unidos) tuvieron que ser impuestas a los golpes. Y como ocurrió en otros lugares del mundo donde se intentó algo semejante (Chile o Argentina son casos ejemplares) la implementación de estas políticas se realizó a sangre y fuego. El libro de Naomi Klein, La doctrina del Shock da cuenta de esos procesos. 


Liberalismo versus democracia

En la página 185 en la edición castellana del libro de Labal y Dardot encuentro la referencia de una declaración de Hayek (el héroe de Vargas Llosa, tal como se ve en este video) en Chile, durante la dictadura de Pinochet en 1981. Dice Hayek:

"Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo está ausente".

Esto debería recordarnos que liberalismo y democracia (como cualquier estudiante de filosofía política aprende cuando comienza sus estudios) no son equivalentes, sino todo lo contrario. El liberalismo y la democracia han estado "en guerra" desde el comienzo, y su complementariedad en las sociedades contemporáneas es frágil. 


Mauricio como expresión neoliberal


El neoliberalismo de Mauricio Macri es una prueba de ello. La crítica a la soberanía popular (a la que llaman perversamente "populismo") y, en consecuencia, a la democracia populares, responde a una preocupación fundamental: proteger el derecho privado (la propiedad privada y el intercambio mercantil) frente a cualquier control ejercido por la voluntad colectiva.

Para el gobierno de Mauricio Macri las únicas verdades son el dinero, la propiedad, el mercado, y las únicas normas que merecen protegerse son las que conciernen al derecho privado que facilitan los negocios. Por ese motivo, no tienen el menor prurito a la hora de vetar leyes que están asociadas a la justicia social, a la redistribución de la riqueza, y explica la enorme antipatía que sienten hacia cualquier acción estatal que no se someta a la preservación de la propiedad y la competencia.


No pasarán

Obviamente, las cosas son más complejas que esto. Hay que seguir estudiando. Pero en estos días de conflictos gremiales hay que estar atentos al fondo de la cuestión. Macri quiere terminar con los sindicatos o someterlos para hacerlos inoperantes. También quiere postrar a las fuerzas populares en su conjunto, desactivando su capacidad de movilización. 


El objetivo es someter a la democracia a los imperativos del mercado. ¿Hasta dónde son capaces de llegar? El "No pasarán" que expresa la gobernadora Vidal, acompañado de la estigmatización de los principales referentes gremiales, y las acusaciones de desestabilización por parte de el hipotético poder K en las sombras, muestra a las claras que el gobierno nacional, a través de la gobernadora, ha preferido plantear el conflicto salarial en términos cuasi-bélicos. Muestra también que el gobierno no tienen prurito alguno (como el propio presidente lo expresó en una entrevista reciente) a poner en entredicho el mismísimo derecho a la huelga. Acciones aun más ominosas se han visto en estos días: espionaje a los docentes que se suman al paro, listas negras y premios pecuniarios a quienes se avienen a romper con la medida de fuerza, no solo en la provincia de Buenos Aires, sino también en otras provincias del interior.  

Todo esto demuestra que el gobierno de Mauricio Macri ha dejado la alegría con la cual hizo campaña y la retórica de la felicidad y la esperanza con la cual transitó el primer año de mandato, para emprender una fase de endurecimiento en la que reinará la intolerancia y la cara de perro. Esto es un signo de debilidad por parte del gobierno que se siente acorralado por su propia negligencia política y la resistencia popular a su programa de ajuste. Pero como todos sabemos que ocurre con los abusadores, la debilidad puede ser un estado peligroso para quienes no están dispuestos a reconocer sus límites. Lleva a quienes la padecen a cometer actos injuriosos contra quienes se resisten a su voluntad. El gobierno parece estar en esta encrucijada. 

Educación versus represión

En este contexto, el gobierno decidió ofrecer un aumento salarial del 31% a las Fuerzas Armadas. Si comparamos este aumento con la intransigencia con la cual el gobierno se aferra al 18% destinado a los docentes, es comprensible la desconfianza de los trabajadores. 

La diferencia del 13% deja a los docentes con una media que está por debajo del nivel de la pobreza. Mientras que a las fuerzas de seguridad  se las premia con el fin de asegurarse la lealtad que necesita para implementar una política represiva ineludible en las actuales circunstancias.  

[Recordemos que en los primeros meses de su mandato, el gobierno de Mauricio Macri se ocupó de re-interpretar las leyes que impedían que las fuerzas armadas se involucraran en asuntos de seguridad interna, para asegurar su eventual despliegue en las calles. No es un dato menor.] 

Por ese motivo, no es baladí la comparación del cronista del diario El País entre María Eugenia Vidal y Margaret Thatcher. Lo que se señala es la "mano dura": la aplicación de una política de persecución y represión para quebrar a los trabajadores.  

Margaret Thatcher lo hizo con los mineros. Al vencerlos, aseguró un nuevo rumbo al país. Esas luchas dejaron huellas indelebles en la memoria popular de Gran Bretaña. La derrota señaló el fin de la efectividad de la movilización popular a la hora de influir en la agenda gubernamental. Trajo consigo nuevas formas de exclusión y opresión, y dio comienzo a una curva de malestar crónico, fruto de la progresiva pauperización de las clases populares, el rápido deterioro de los servicios públicos, y la baja calidad de la democracia. 


Todo esto debe tenerse en cuenta a la hora de trazar la genealogía de las nuevas formas de xenofobia y racismo contra los trabajadores inmigrantes en Gran Bretaña (esto es extensible al resto de Europa, sujeta a las misma genealogía), y nos permite comprender el malestar que dio lugar al Brexit y amenaza con acabar con el proyecto europeo. 

Algo semejante puede decirse del triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos. Necesitamos una perspectiva amplia para entender la emergencia de fenómenos de estas características. Por ello,  trazar la genealogía del ascenso de Trump significa prestar atención a un largo proceso de deterioro del tejido social, fruto de la implementación del programa neoliberal y el triunfo del capitalismo financiero, que ha corroído la democracia y puesto al país en un escenario de creciente explotación y des-protección de sus ciudadanos, y una política de inseguridad crónica y conflicto.  


La madre de todas las batallas

La lucha docente en Argentina es análoga a la lucha de los mineros en Gran Bretaña en la época de Thatcher. Los docentes son el bastión cuya caída, no solo definirá  los salarios de todos los trabajadores argentinos durante este año 2017, sino que marcará el triunfo de un modelo económico de ajuste, flexibilización laboral, recortes en inversión social, apertura de importaciones y privatizaciones, es decir, el éxito definitivo de una política neoliberal que permite excluir del reparto de la riqueza nacional a grandes porciones de la población local, con el fin de aumentar la competitividad corporativa de los actores en pugna. Para el ciudadano de a pie eso significa asumir una vida de explotación, y el sometimiento a una nueva razón en la cual prima la competencia, el negocio financiero, y donde todos los resortes del estado están al servicio de las corporaciones con rentabilidad privilegiada. El resto debe esperar reducción de salarios, flexibilización laboral, inseguridad jurídica y la amenaza siempre latente del desempleo y con ello la exclusión social. 

MILITANCIA Y PENSAMIENTO CRÍTICO




Optimismo y pesimismo

En una famosa escena televisiva que hemos visto varias veces reeditada en los últimos años, el pensador David Viñas debate con la entonces senadora Cristina Fernández de Kirchner acerca del optimismo y el pesimismo en política. 

Cristina Fernández, ante la crisis política y social que vive Argentina a comienzos del 2000, llama a la ciudadanía a participar, a elegir su autentica representación, a no dejar en manos de los tecnócratas (podríamos agregar) el rumbo del país.

Viñas le contesta señalando que el llamado de la senadora a la ciudadanía (teniendo en cuenta el sospechoso encaje entre menemistas y adherentes de la Alianza) es casi “panglosiano”, de una ingenuidad y un optimismo desorbitado. A lo que Cristina Fernández responde diciendo que ella, siendo una militante política, está obligada a cultivar el optimismo. Como militante su objetivo es transformar la realidad. Si ella no creyera que las cosas pueden mejorarse, debería quedarse en su casa. En cambio, le dice a Viñas, “usted es un intelectual crítico”, y eso supone, necesariamente, el cultivo de una suerte de pesimismo intelectual, propio de una crítica que está obligada a mantenerse viva para evitar su cristalización.


Política y filosofía política

Lo interesante del fragmento en cuestión es que en el mismo se escenifica la distancia, la enemistad, la desconfianza visceral que existe entre la teoría (la filosofía política) y la política a secas. Obviamente, las preguntas que se hace el filósofo no solo no incumben al político per se, sino que en muchos sentidos estas preguntas resultan amenazantes. El político, al fin y al cabo, está llamado a construir un sentido, a dar forma a la realidad, mientras que el filósofo político está obligado a poner en cuestión justamente esa realidad que el político pretende naturalizar.



La democracia y sus enemigos

Ahora bien, en un régimen democrático, esta tensión, esta relación agonista entre teoría y práctica política es aun más acuciantes y compleja, porque la democracia, a diferencia de lo que ocurre con otros regímenes políticos, se caracteriza justamente por que está vacía de todo principio intrínseco que la legitime como tal (ni Dios, ni la naturaleza pueden invocarse en su nombre).

En este sentido, el peligro de las democracias consiste justamente en la tentación habitual de apropiarse de principios extra-políticos para llenarse de contenido o materialidad. Esa materia puede ser la economía (el mercado), o el progreso tecnocrático, o la cuestión social, o el nacionalismo o alguna otra autocomprensión étnico-lingüística que pretenda instalarse en el centro de la escena, usurpando o apropiándose del trono vacío (decapitado) que supone y exige la democracia. Cualquier “impostor” puede hacerse pasar por el Dios muerto al que la democracia despojo su representación.

Ahora bien, también sabemos que la democracia siempre está amenazada por la banalidad. Desde la época de Tocqueville se habla del individualismo que supone la democracia como una invitación a la superfluidad. Por ese motivo, sin Dios y si naturaleza como testigo, la democracia sigue necesitando de un acicate, más allá de su propia construcción abierta, contingente, casual, que la enfrente críticamente a sus deseos. Sabemos que el deseo (y la aversión), que la voluntad de querer y poder, construyen finalmente los escenarios donde pugnamos por dar sentido y alcanzar una felicidad terrena. Decidir qué deseos cultivar, qué rechazos o aversiones permitir, determina finalmente el carácter de nuestras elecciones democráticas.


El pensamiento crítico 

Es aquí donde la filosofía política resulta imprescindible. No debido a que la filosofía tenga las respuestas que andamos buscando a la hora de enfrentar las encrucijadas que vivimos, sino como invitación auto-reflexiva, como antiestructura de la democracia, como recordatorio de que la soberanía política es un “no lugar”, un espacio vacante ocupado siempre de manera contingente por el representante. Es decir, como reconocimiento rotundo de una libertad que asume la radical contingencia de nuestra existencia individual y colectiva, una igualdad que se basa en el reconocimiento de un anhelo común en el seno de la diversidad de proyectos humanos, y una fraternidad entre huérfanos que avanzan inexorablemente hacia un mismo destino.

Sin el cuestionamiento que la filosofía (la reflexión crítica) dirige a la política democrática (un cuestionamiento que es, en muchos sentido, un cuestionamiento anti-democrático e incluso anti-político, porque pone en cuestión la democracia y pone en cuestión a la política), la democracia y la política “realmente existentes” tienden peligrosamente hacia formas peligrosas de totalitarismo blando. Tocqueville nos previno de esto hace largo tiempo, pero hoy el poder mediático-comunicacional ha exacerbado esta tendencia, convirtiendo la política democrática en política virtual plebiscitaria. Los ciudadanos han sido convertidos en consumidores irreflexivos, y el argumento político transformado en publicidad política y electoral.


El liberal frente al espejo del "populismo"

Por ese motivo, no deja de ser sorprendente que las denuncias y acusaciones que el establishment liberal lanza repetidamente contra los “populismos de izquierda y derecha” desde las usinas mediáticas, sean tan adecuadas para las propias democracias formales que ellos mismos defienden. Cualquiera sea la realidad “fetichizada” que ocupe el lugar vacante que las democracias reservan a la decisión del pueblo soberano, sea el mercado capitalista, la cuestión social, la innovación tecnocrática, la pretensión al fin de cuentas es convertir a la democracia misma en esclava de esos principios, subordinando con ello a la ciudadanía al saber de los expertos en cada una de estas áreas. Sin embargo, la democracia se caracteriza justamente por no tener nombre propio. Es siempre una invención cuya única medida es la participación de todos.

En este escenario, la filosofía no ocupa el lugar de juez, ni de la política, ni de la democracia, sino que encarna la figura socrática del tábano, aparentemente insignificante, pero no por ello un recordatorio menor dirigido a la política y a la democracia, de sus posibles y habituales corrupciones.

ARGENTINA: EL "NO LUGAR" DE LA DISPUTA



Introducción: "la política" y "lo político"



En esta nota quiero adoptar una perspectiva teórica. Eso implica alejarse de “la política” coyuntural, la cual siempre nos obliga a tomar posición frente a los eventos cotidianos, organizados en una suerte de espacio o "campo de fuerza" en el que se enfrentan "sujetos", "identidades" (en nuestro caso: el macrismo versus el kirchnerismo, y sus alternativas diseminadas), para pensar “lo político”: que aquí defino, no como un “lugar” abstracto en el que habitan las formas o principios puros de "la política", sino la perspectiva que nos permite observar el presente, como nos enseñó Foucault, como “consecuencia de una historia cargada de accidentes, conflictos fortuitos y acontecimientos no relacionados entre sí que son ellos mismos extraordinariamente casuales, una ‘relación de fuerza que se invierte’.” (BROWN, Wendy, La política fuera de la historia. Traducido por Giuseppe Maio. Madrid: Enclave, 2014, p. 160).

La mirada binaria: analítica y genealógica

Hay varias razones por las cuales es necesario adoptar una mirada binaria sobre la realidad. Pero, primero, definamos que queremos decir con “mirada binaria”. Nos referimos a dos maneras de observar el campo político. Por un lado, la analítica política, que hace referencia a una realidad relativamente des-historiada en la cual nos abocamos a describir un espacio que tiene una estructura institucional determinada, enmarcada en un contexto global peculiar, donde actúan agentes que articulan discursos y representan intereses específicos. Por otro lado, la genealogía política, que pone al descubierto el carácter no lineal, discontinuo, hecho de pedazos de la aparente totalidad que es el presente que somos y donde somos. (Ibídem, p. 161)

Desde la perspectiva genealógica, contrariamente a lo que se presenta a la mirada analítica, no sólo el presente no es una totalidad, ni el fruto lógico-causal del pasado y germen lógico del futuro (porque el tiempo no tiene la linealidad que uno esperaba, ni es un constructo lógico coherente, sino que está constituido por toda clases de azares y paradojas), sino que el presente tampoco se habita en un espacio permanente, continuo y total.

En ese sentido, mientras la perspectiva analítica nos muestra una historia progresiva o regresiva, pero en todo caso, una historia que se caracteriza, fundamentalmente, por su carácter lógico que pone en evidencia progresos o retrocesos que se miden a la luz de diferentes proyectos políticos en disputa (¿avanzamos o retrocedemos respecto a lo que consideramos justo?, por ejemplo) la historia genealógica pone de manifiesto que eso que llamamos “el presente”, su pasado y su futuro, es un escenario fracturado en el cual el investigador busca “puntos de fuga”, posibilidades de libertad. 


El espacio político desde una perspectiva ordinaria


En el caso concreto que nos compete, la perspectiva analítica a la que hemos estado aludiendo en las notas anteriores nos muestra una “Argentina” habitada por diferentes contendientes políticos que pugnan por imponer fines y agendas dispares. Desde esta perspectiva, esas pugnas ponen de manifiesto una “grieta” dentro de la sociedad argentina (kirchnerismo-antikirchnerismo, macrismo-antimacrismo,  y las ofertadas "terceras vías" que insisten en equiparar las anteriores para establecerse como opciones). Desde esta perspectiva, podemos decir que habría un "espacio común" al que llamamos “Argentina”, y en el seno de dicho espacio se manifiestan las particularidades aparentemente irreconciliables (macristas, kirchneristas y terceras vías a la izquierda y a la derecha) organizadas de manera tensionada, siempre en un peligroso equilibrio que puede romperse y devenir un conflicto de guerra abierta. 


Argentina como "no lugar"

Sin embargo, si reconocemos que “Argentina” es un nombre vacío, una mera etiqueta, un rótulo, que establecemos sobre una base territorial y poblacional fluida, eso que llamamos "Argentina" se convierte en el nombre de un “no-lugar” en el que una multitud de fuerzas pugnan por llenar de contenido explícito, incluso cristalizarse en un momento histórico como lo real. 

Obviamente, lo que sirve como base (lo que es asumido y lo que es rechazado, lo que es políticamente definido como el adentro y el afuera de esa Argentina coyuntural que hegemónicamente se constituye en cada instancia) no es producto de la pura, arbitraria “subjetividad” o “intersubjetividad” de los sujetos, sino que se realiza o se constituye a partir de lo que el pasado en su inconmensurable riqueza tiene para ofrecer al presente como materia para una formalización determinada.

Ahora bien, lo que desde el punto de vista analítico es visto como un espacio en el que se disputan el poder el macrismo y el kirchnerismo (y otras formaciones políticas alternativas), desde la perspectiva genealógica se entiende como un no lugar en el cual las diversas fuerzas intentan establecer la identidad de un espacio hecho a imagen y semejanza de sí mismos. Por lo tanto, no hay un espacio común de convivencia. Lo que se le exige o impone al otro es una suerte de conversión. La pugna política es siempre, desde esta perspectiva, un "todo o nada". 

En este sentido, lo que cotidianamente observamos en las resistencias, repliegues y re-invenciones en las que en cada caso esas fuerzas contingentes parecen estar involucradas es una lucha por la supervivencia misma o la desaparición. Porque las fuerzas derrotadas serán silenciadas o confluirán en otras corrientes que las deformarán hasta convertirlas en irreconocibles, sombras de lo que fueron, o dueñas y propietarias de la Argentina del presente.   

Moralismo y resentimiento en política

Por ese motivo, si nos empeñamos en identificar las fuerzas políticas con los individuos que las representan material y simbólicamente (Mauricio Macri o Cristina Fernández, por ejemplo), o reducimos las pugnas políticas a escenarios de clase, de partidos o de movimientos, y a partir de allí, con un fin analítico, naturalizamos los orígenes, o asumimos sus caracteres de manera esencialista, quedamos atrapados en contradicciones, negacionismos o sencillamente en la "mala fe". Y, lo que es aún peor, quedamos expuestos a la denuncia moralista. Por la sencilla razón que en la lógica de lo político nadie sale indemne del archivo.

Sin embargo, el archivo solo da cuenta de entidades sustantivas, cristalizadas, que tienen relevancia cuando uno intenta condenar o legitimar a dirigentes o espacios políticos en la pugna coyuntural de “la política”.


Hacia una política efectiva: la licitación de nuestros proyectos

La razón por la cual es importante cultivar, no sólo una mirada analítica sobre el presente, sino también genealógica es porque es preciso en política estar libres del “moralismo” y del “resentimiento”. 


Una política basada exclusivamente en el moralismo y en el resentimiento deja de ser efectiva. Y aquí la efectividad consiste en permitirnos articular una política propositiva. A menos que nos resistamos a esta lógica impuesta por la coyuntura electoral, tanto el kirchnerismo como el macrismo estarán abocados en los próximos meses a escenificar una política moralista y resentida, denunciándose mutuamente por el pasado y el presente de cada cual. Lo opuesto a ello, como dice Wendy Brown, es una política articulada como una forma de “licitación” del poder: ofreciendo una mejor alternativa al presente que nos aflige.

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...