¿PESE O GRACIAS AL KIRCHNERISMO?


Hace sólo un año, algunos de los "ilustres" analistas que hoy reconocen el acelerado crecimiento de la economía argentina y se esfuerzan por desconectar los éxitos relativos logrados por el proyecto político kirchnerista, sostenían que Argentina se iba al carajo. Me acuerdo con cierto cariño de esos días aciago en los que era posible confrontar las profecías catastrofistas de los gurúes que nos ponían peliagudos anunciándonos la muerte del cordero con los datos “duros” de la realidad macroeconómica. Ni tontos ni perezosos, los analistas en cuestión se deshacían de un plumazo de nuestra argumentación haciendo vagas referencias al INDEC o exasperados nos señalaban con desdén como kirchneristas supersticiosos, como fánáticos K, ciegos al caos que se avecinaba.

En fin, esos días han pasado sin pena ni gloria, dejando a su paso un reguero de mentiras de las cuales aún se hacen eco los más desinformados. Los gurúes, por su parte, sabedores de las evidencias ahora incuestionables, silenciosamente, han ido mutando su discurso para acomodarse a los signos ahora ineludibles de desarrollo que hace algunos meses negaban rotundamente.

Ayer, decían: "Argentina se desliza sin desvío hacia un abismo, debido al empeño populista de la clase dirigente K". Hoy, en vista a la innegable contundencia de los datos, la discusión se plantea de otro modo. "Crecemos, nos dicen, pero no podíamos hacer otra cosa. Crecemos pese a los K, no gracias a ellos."

Este arrebato de raciocinio materialista, determinista, cuasimarxista, pretende abstraer de la historia todo voluntarismo político.

Para estos analistas, el crecimiento que vive Argentina es producto de la ciega imposición de las leyes naturales del mercado, que en la encrucijada de este comienzo de milenio ha favorecido a los mercados emergentes, mientras las economías tradicionales que lideraron el impulso de crecimiento planetario se ven enfrentadas a una acumulación crítica de factores desfavorables, debido a problemas estructurales económico-financieros que amenazan los equilibrios socio-políticos de nuestros admirados mentores.

Por supuesto, ideas de este tipo no son nuevas en la historia de nuestro país. Recuerdo con especial "simpatía" el modo despreciativo en el cual, durante mi niñez, los antiperonistas recalcitrantes hablaban de las transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales llevadas a cabo por el peronismo de la primera época.

Lo importante para estos analistas es dejar en claro que todo lo malo que está ocurriendo en la patria se debe al carácter despótico, ilegítimo de la actual gobernación del país, ocupada exclusivamente en amasar poder a cualquier costo, al tiempo que se invisibiliza cualquier consideración ideológica que otorgue validez ético-política al proyecto que promueven.

Para adoptar una lectura de este tipo es necesario distorsionar el análisis removiendo del mismo, como decíamos, toda consideración ideológica respecto a la promoción de condiciones secundarias que hayan colaborado en la potenciación de las causas coyunturales de crecimiento.

Pongamos un ejemplo.

De acuerdo con este relato, el desarrollo económico, ahora innegable, se encuentra conectado con la actualización relativa del potencial regional latinoamericano. Pero esta actualización relativa no está ligada de modo alguno, nos dicen, a la feliz coincidencia en la implementación y compromiso de concertadas políticas latinoamericanistas por parte de algunos gobiernos de la zona.

Estos analistas, aun cuando conceden importancia al desarrollo regional, se apuran a agregar que en modo alguno dicha importancia ha sido promovida voluntariamente por los gobiernos de turno, que con ello han dado la espalda a la perversa tradición neocolonial de fragmentación continental que han practicado los “gobiernos cliente” de otras épocas.

En este sentido, la relevancia internacional de Argentina nunca ha sido más consistente y prometedora. Esta presencia de Argentina en el mundo concuerda con una postura de relativa independencia adoptada respecto a cuestiones que históricamente eran decididas en términos obsecuentes, en consideración a los intereses de las potencias a las cuales habitualmente rendíamos nuestra pleitesía.

Desde el comienzo, el mandato Kirchnerista ha estado dirigido (pese a las abundantes críticas que el archivo saca a relucir con tremenda obstinación) a afianzar lazos comunitaristas con los pueblos hermanos de Latinoamérica, convirtiéndose, junto a Brasil y Venezuela, en uno de los principales promotores de la materialización institucional de los potenciales integradores en la cultura, la sociedad, la política y la economía, que la ruptura del paradigma de la globalización unilineal ha traído consigo.

Argentina, como otras potencias emergentes, se encuentra abocada a la tarea de construcción de una modernidad alternativa. Eso significa, por un lado, la promoción de los factores funcionales, operativos de la modernización, a los cuales estos analistas conceden absoluta relevancia. Pero también, el descubrimiento e invención de trazos peculiares de su modernización cultural.

No cabe la menor duda que el liberalismo y el neoconservadurismo latinoamericano tiende a confundir la modernización cultural y societal. Estas perspectivas pretenden que el honorífico “sociedad modernizada” a la que aspiramos, necesita, además de cumplimentar con los criterios operativos y funcionales de la modernización, adoptar las formas culturales de las sociedades del Atlántico Norte (sea en su versión estadounidense o en su variedad anglocontinental).

El kirchnerismo, en este sentido, forma parte de un movimiento nacional (y regional) que se encuentra abocado a interpretar y conducir una forma de modernización alternativa. El liberalismo y el neoconservadurismo local, insiste en leer nuestras peculiaridades culturales como signo negativo respecto a la modernización societal.

En consonancia con otros movimientos emancipadores latinoamericanistas con los cuales aspira a la invención de una soberanía regional, el kirchnerismo ha sido un factor ideológico imprescindible para esta nueva etapa.

Pese al desorden aparente de su advenimiento, se encuentra asociado a todos los movimientos emancipadores de nuestra historia, y se define en contraposición a los movimientos pseudocolonialistas que han urdido discursiva y activamente la fragmentación del continente a favor de relaciones carnales privilegiadas con las potencias hegemónicas en cada época histórica, y en detrimento del ejercicio efectivo de la soberanía popular.

Cualquier análisis que no tome en consideración estas cuestiones cruciales de nuestra época, o bien peca de una profunda incomprensión histórica, o bien está asumido como propaganda concertada para poner coto al desarrollo y mutación de la subjetividad sudamericana, abocada con fuerza a descubrir e inventar una nueva identidad para este nuevo siglo ya nacido, que ahora comienza a dar sus primeros pasos.

COINCIDENCIAS IDEOLÓGICAS



Hace unos días entrevistaron a Marcos Aguinis. Sin pelos en la lengua, el tipo animó al Estado a entrar a sangre y fuego en Villa Soldati y otros lugares conflictivos tomados por los pobres, y quiso ilustrar la recuperación violenta de los predios haciendo referencia al “gran Brasil” (la expresión es suya). Ni tonto ni perezoso (a diferencia de su entrevistador), interrogó a su anfitrión acerca del modo en que Lula se hizo cargo del problema: ¿Entraron repartiendo flores? No, claro que no, dijo el novelista “liberal”. Entró a sangre y fuego. Y por supuesto que murieron inocentes. A quién puede caberle alguna duda que así fue. Lo importante es que se hizo lo que se tenía que hacer - sentenció.

¿Está diciendo Aguinis que hay momentos que exigen de nosotros el sacrificio de los otros?

Ayer, el exdictador Jorge Rafael Videla ofreció su alegato ante el tribuntal que lo juzga en la ciudad de Córdoba por delitos de lesa humanidad. Videla se defendió de las acusaciones haciendo referencia a las motivaciones de sus enemigos. De acuerdo a Videla, el accionar represivo de las fuerzas armadas había sido reclamado por la sociedad civil en vista a la amenaza marxista que se cernía sobre la nación. De acuerdo con este relato, la Unión Soviética y su satélite, la Cuba castrista, estaban detrás de las insurrecciones guerrilleras.

En síntesis: las torturas, los secuestros de niños, la desaparición de personas (sus cadáveres), la privación ilegítima de libertad, las violaciones y abusos de todo tipo, es decir, todos estos delitos aberrantes y, desde su propia perspectiva, gratuitos, podían justificarse si uno tenía en cuenta que los enemigos tenían el propósito de asaltar el Estado para transformarlo en una dictadura marxista.

De nuevo nos encontramos con una lógica curiosa. Entre las víctimas, hay aquellas que eran inocentes de los crímenes perseguidos por los dictadores. Ellas también merecían ser sacrificadas en nombre de la cruzada emprendida: Una guerra justa, sentenció Videla.

El expresidente Duhalde no escapa a esta lógica del terror. Con cierto énfasis desmedido, atento a las posibilidades electoralistas, pretende que el principal problema de la Argentina de hoy es la ausencia del Estado, y con ello, la anarquía y la inseguridad que reina en su geografía. Nos ha regalado con ello una resuelta justificación del uso de la fuerza del Estado para atizar entre los ciudadanos el razonamiento de linchamiento social que su socio político del momento promueve desde el gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Parafraséandolo, sentenció: El Estado tiene que aprender a matar cuando hay que matar.

Estas coincidencias son mucho menos coincidencia de lo que uno podría creer. Desde tiempos inmemoriales sabemos que el modus operandi más efectivo a la hora de recavar votos y apoyos populares con facilidad es a través de la promoción del miedo y los más bajos instintos de la población. Si los argentinos cayeran prisioneros de esta lógica no sería la primera vez que un pueblo actúa en contra de sus propios intereses. La historia argentina es una anécdota interminable que ilustra esta situación.

Sin embargo, téngase en cuenta que la Argentina de hoy tiene en su acervo una experiencia que pocos pueblos tienen a su disposición. No me refiero a la dictadura militar. Época espantosa de nuestra historia. Quizá, lo más ilustrativo de nuestra historia institucional fue lo ocurrido en el 2001.

Sabemos que los Duhalde y los Macri y los Aguinis jamás pusieron en duda la legitimidad de las instituciones internacionales, las entidades bancarias y financieras y la complicidad política en uno de los fraudes más pornográficos de la historia contemporánea.

Millones de argentinos vieron como se les robaban sus ahorros sin que nadie hiciese nada para protegerlos. El país fue lanzado al abismo del caos y la pobreza sin que nadie moviera un pelo.

El Duhaldismo y el macrismo, dos retoños del menemismo noventista, tienen las prioridades muy bien definidas en lo que respecta al lugar que le otorgan al pueblo en la construcción de la patria.

Ellos representan a otros intereses, en franca oposición con los de la más amplia mayoría ciudadana. Sin embargo, nada de esto puede ser explicitado sin que produzca una suerte de revulsivo en el electoral. Por lo tanto, como ha ocurrido desde siempre, la manera de ejercer su populismo descarado es ir a buscar al votante atemorizado y rabioso que pide sangre, ese monstruo feo que todos llevamos dentro y que la educación (al menos eso es lo que quisiéramos) debería estar dirigida a dominar.

Es muy curioso y edificante saber que Marcos Aguinis fue secretario de educación en la época de Menem. Es un dato que dice muchas cosas. Lo emparenta a ese otro gran actor catastrofista (Abel Posse) que presidió durante unas pocas semanas la cartera de educación en el gobierno de la ciudad de Buenos Aires en la presente administración de Macri.

MACRI, DUHALDE Y LA UNIÓN SUDAMERICANA


Hace algunos meses la principal denuncia de la oposición al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner era su crispación, ahora el macrismo y el duhaldismo, en una fuga desesperada hacia adelante, intentan hacer cómplice de la violencia de Estado a toda la ciudadanía.

El discurso violento, sin embargo, no es más que una vuelta de tuerca de un escenario incendiado que se viene promoviendo desde hace ya muchos años. La furia “descontrolada” de los políticos opositores, periodistas y ciudadanos de a pie identificados con la ideología corporativa, ha sido una constante en el enfrentamiento dialéctico de los últimos años.

Nada de esto debería sorprendernos. Sin embargo, los acontecimientos en Villa Soldati, y el estado de opinión imperante en una parte de la población que ha sacado a la luz rasgos xenófobos y racistas que se creían superados, ponen de manifiesto una herencia cultural preocupante en lo que concierne a la pujanza del proyecto de unión sudamericana que inspira, alimenta y empuja las políticas estratégicas, económicas y culturales de la mayoría de los Estados miembros de la región.

La lucha ideológica se renueva, como antaño, entre las élites neoconservadoras de la región, volcadas exclusivamente a la apertura de dominios de crecimiento sectorial que no por ello expongan a las élites al trance de difuminar los mecanismos de privilegios que los protegen, al tiempo que promueven una cultura de beligerancia ante el igualitarismo y la libertad so pretexto de que dicha cultura debilita los lazos sociales y las perspectivas de crecimiento que ahora se abren a la región debido, sostienen, a contextos meramente coyunturales; y los movimientos populares de masa que de manera desordenada intentan interiorizar una nueva dignidad que surge del reconocimiento mestizo y diferencial respecto a las sucesivas metrópolis que han marcado el paso de nuestra política desde el inicio mismo de nuestra andadura, sometiendo a la población a estrictos exámenes cuasi-eugenésicos a la hora de otorgarles o privarles de participación real en la construcción ciudadana.

El desprecio al extranjero de nuestro continente, al que se le tilda de inmigrante de mala calidad y se le acusa de algunos de los males que aquejan a nuestra sociedad (desempleo y violencia) no es un producto novedoso en nuestra historia. Sin embargo, en vista a lo novedoso de nuestras circunstancias continentales, debemos precavernos de lo que implica un discurso electoralista al estilo de Macri y Duhalde (candidatos presidenciales) para el proyecto regional.

¿Podemos esperar que las estrategias electoralistas del macrismo y el duhaldismo, inescrupulosos a la hora de utilizar la xenofóbia y el racismo arraigado de nuestra sociedad, no tengan efecto en el debate continental de integración iniciado con ímpetu a comienzos de este siglo? ¿Podemos confiar en candidatos que aún coquetean con un esquema geopolítico devaluado, en el cual Argentina sólo cumplía un rol periférico, ahora que empezamos, de la mano del resto de sudamérica, a forjar una voz propia que nos impone como protagonistas ineludibles en el debate en torno al futuro del planeta que habitamos?

De nuevo, hago un llamado a los votantes del PRO y otras formaciones afines a repensar su estrategia militante de manera patriótica, ofreciendo alternativas reales, en contraposición a discursos encendidos que están regresando a nuestra patria a lo peor de su pasado.

EL MACRISMO




En primer lugar, permítanme que ofrezca mis credenciales. No soy Kirchnerista, pero banco al actual gobierno de la presidenta Cristina Fernández. Punto. Creo que se ha hecho más a favor de la Argentina en los últimos 7 años que todo lo que se hizo por nuestro país desde la época de Juan Domingo Perón. No soy peronista, pero es cuanto menos miope no darse cuenta de la importancia que tuvo el peronismo de Perón en la construcción de nuestra identidad de extensa clase media relativamente educada y con pretensión de ascenso social. Quienes niegan ese reconocimiento deberían hacer memoria y ofrecer una respuesta a la política confiscatoria de futuro que siguió a la mal llamada “Revolución Libertadora”.

Sin embargo, lo que me interesa en esta nota es hablar del macrismo. No me refiero al PRO. Puede que en el PRO haya muchos despistados que aún no han caído en la cuenta del talante moral de algunos de sus dirigentes. Me refiero al macrismo, ese modelo político (o antipolítico, como más les guste) que nos ha regalado el ingeniero Mauricio Macri para que nada nos falte en nuestro rico museo local de los esperpentos.

Ayer, con un poco de aburrimiento por lo reiterativo del espectáculo, estuve leyendo lo que está ocurriendo en Italia. Berlusconi, ese otro monstruo paradigmático de la política europea, se enfrentaba a los parlamentarios de su país que se esfuerzan por echarlo del gobierno. Pero no pudo ser. Las mentiras y bravuconadas de Berlusconi tienen la extraordinaria virtud de encender adhesiones patoteras entre sus seguidores. Todos en el mundo sabemos que Berlusconi es un personaje decadente, un bufón poderoso que se relame manipulando a los votantes por medio de su emporio mediático. Todos sabemos que ha convertido a Italia en una juerga de mal gusto, que ha convertido la cultura política de su país en un circo. Una y otra vez aparece en algún show televisivo para hacer reír a los tele-espectadores con sus explicaciones desopilantes y caraduras cuando se lo descubre en flagrante delito.

Nosotros tenemos un personaje semejante en Argentina. Se llama Mauricio Macri, quien tiene el alto honor de haber convertido al macrismo en una suerte de berlusconismo a la criolla. Basta con escuchar dos minutos y medio al señor Rodriguez Larreta, uno de sus alfiles más destacados, para comprender hasta qué punto la política de la ciudad de Buenos Aires se maneja con códigos de indecencia berlusconiana.

Ahora bien, no todo es oscuridad. El macrismo ha traído consigo un llamado de atención a nuestros compatriotas que debería tomarse cuidadosamente en serio. La vaciedad del proyecto político del macrismo, vaciedad con la cual ganó las elecciones de hace tres años con 60% de los votos, nos recuerda el peligro que entraña una democracia de pandereta televisiva. Lo peligroso que es ponerse en manos de los monigotes que ensalza el poder corporativo. Lo que hay detrás del macrismo, como ocurre con el berlusconismo, es exclusiva voluntad de poder.

Recuerdo hace algunos años, cuando estudiaba la obra del filósofo escocés Alasdair MacIntyre la impresión que me causó su análisis sobre el aspecto nietzscheano ineludible detrás de las estructuras weberianas de la modernidad. MacIntyre decía que al fin de cuentas, hay un pathos nihilista en la concepción gerencial de la realidad que se pone de manifiesto en aquellos que van hasta el final de su lógica eficientista.

Aquí la palabra "eficiencia" no significa hacer las cosas de la mejor manera posible en vista a los recursos disponibles, como quisiéramos creer. No. Como la historia administrativa ha constatado en las últimas décadas, un buen gerente postmoderno es aquel que sabe cómo llevar a la quiebra a una ciudad, a una empresa, a una gran corporación, cuando los cálculos de dicha quiebra favorecen a sus padrinos. No se trata del "buen gerente" de antaño, aplicado a la construcción de una empresa. El gerente paradigmático de nuestro tiempo se caracteriza por una sóla virtud: la inescrupulosidad. Sabe que debe hacer oídos sordos a todo lo que se ponga en su camino. Lo único que cuenta es el poder por el poder mismo.

Los votantes deberían ser conscientes que el macrismo tiene interes en hundir a la ciudad autónoma de Buenos Aires en un caos. Lo que es necesario discernir es cuáles son los objetivos puntuales que en cada caso pretende conseguir con ello. Aquí el entramado es complejo. Hay muchos intereses en juego. No sólo los electorales. Aunque estos no deben menospreciarse.

Lo importante es que el macrismo nos ha mostrado con claridad lo que nos espera si seguimos creyendo que podemos hacer una política amoral, una política exclusivamente eficientista. Pero, ¡cuidado! La alternativa a una política amoral no es una política de valores, como propone la diputada Hotton. Porque los "valores" no tienen nada que ver con la política. Los valores son el resultado de la aplicación de un precio a las conductas en el mercado de la convivencia. La política tiene que ver con los derechos y las obligaciones, pero también con cierto horizonte del bien y la dignidad humana. Tres ejes frente a los cuales el macrismo es ciego.

El discurso macrista es un discurso político amoral, un discurso que surge de las premisas nihilistas que anidan en el imaginario gerencial postmoderno, en el que se epitomiza la concepción que toda la realidad es un mero recurso, un escenario neutral sobre el cual podemos proyectar nuestra voluntad de verdad, nuestra voluntad de dominio.

Por supuesto, para escapar al modelo gerencial no basta con hacerse Kirchnerista, ni latinoamericanista, ni neomarxista, ni ecologista. Necesitamos una profunda transformación en nuestros hábitos cognitivos: aprender a ver el mundo de otro modo. Aprehender a ver el mundo de una manera "antiepistemológica" - lo cual implica una verdadera revuelta o revolución política-espiritual.

Aún así, creo que hacer una política que aspira a la justicia social, a la emancipación económica y a la soberanía política, ayuda. Al menos nos previene del cinismo reinante que promueven algunos de nuestros compatriotas.

MACRI Y LOS BOLIVIANOS



En cierto modo, debería bastar con los comentarios vertidos por el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, desde el comienzo mismo de su mandato, acerca de las colectividades inmigrantes, para que las personas de bien se alejen de cualquier tentación de lealtad electoral hacia él y a sus colegas de partido.

Pero el problema es que la gente de bien en Argentina es más o menos como Macri. Y aunque puede que guarden sus comentarios xenófobos para su círculo íntimo de chismosos y bromistas, demasiados son los que opinan que los bolivianos, peruanos y paraguayos que rodean nuestras fronteras, y otros "morochos" latinoamericanos que no hayan probado con sus cuentas bancarias y modales de sobremesa su distinción de clase, deberían ser desaparecidos de la faz de nuestra tierra.

Hagamos transparente el discurso de esta gente de bien que tanto nos conmueve. Traduzcamos el contenido esencial del mensaje que promueven. Para ellos, estos hongos pestilentes que afloran en nuestras ciudades de manera descontrolada sólo tienen derecho a la presencia cuando son concertadamente invisibilizados, es decir, sujetos a la servidumbre que les impone su convivencia con nosotros. Esto se logra haciendo uso del consabido recurso que conceden todas las construcciones ideológicas que se fundan en una distorsionada explicación de la existencia en términos de jerarquías naturales. Es conocido por todos que la "raza" argentina, eminentemente europea y europeizada en sus rasgos y modales, está muy por encima de esas razas inferiores que destiñen el continente con su coloración claramente indígena o mestiza.

En fin, los comentarios del Ingeniero Macri no sorprenden. Están en línea de continuidad con lo mejor de esa parte de la población de nuestra patria que hace gala de su xenofobia sin avergonzarse, y que es igual a la xenofobia de todos lados del mundo. Es la misma xenofobia que muestran, quienes en Europa, se rasgan las vestiduras frente a la invasión del moro y del chino y del sudaca, y se encuentra en la tradición más encomiable de perseguidores de gitanos, judíos, palestinos y tibetanos.

Es el acné de nuestra naturaleza humana. La maniobra fácil del débil convertido en poderoso. Es el gesto del maltratador, del aprovechado, del mediocre venido a más por la fortuna. Es la manera en la cual todos los “vivos” del mundo hacen sus votos, agitando a la bestia de las masas que todos, de una manera u otra, llevamos dentro.

La acumulación ferviente de maldad discursiva, pensada o impensada, que el macrismo acumula sin vergüenza, en despecho de la importancia que tiene el discurso en la conformación de la cultura y la convivencia, no puede esconderse tras las melifluas entonaciones del jefe de gobierno. Inculto en todo aquello que no tenga que ver con el dinero y la acumulación de poder, Macri representa la más frívola, pero no por ello menos peligrosa, manifestación de la política argentina.

Las disculpas que el presidente Evo Morales exigió de Macri por la estigmatización que el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires ha ayudado a generar en relación al colectivo de bolivianos y bolivianas que residen en nuestro país, debería exigirse también a todas las personas que en su palabra y en sus gestos muestran incomodidad o desprecio hacia los extranjeros.

LA ESFERA DE LOS ÁNGELES.




Llevo dos semanas dándole vueltas a las líneas iniciales de Las Elegías de Duino. No puedo sacármelas del alma. Por momento me olvido, pero entonces, de manera imprevista vuelven a aparecer sacudiéndome con un estremecimiento insondable. Pero no había caído en la cuenta hasta qué punto me estaba afectando la lectura de Rilke hasta esta tarde, cuando le respondí a mi padre una larga carta que me envió desde Buenos Aires. De pronto, caí en la cuenta de algo próximo y monstruoso.

En la carta, mi padre me hablaba de la injusticia que reina en este mundo que habitamos. No sabemos muy bien qué sea la justicia exactamente, pero sabemos lo que es la injusticia. Sabemos lo que es la crueldad que nos rodea y en la que, de manera alegre e indiferente, muchas veces participamos. También sabemos de ella porque, cuando se presenta en nuestra vida con el rostro descubierto, sentimos de que modo orada nuestro cuerpo dejándonos a flor de piel, o mejor, con la piel arrancada, en carne viva. El mundo duele tanto cuando lo miramos de ese modo, cuando las diversiones dejan de esconder la cara más horrenda de la realidad que habitamos.

De todos modos, el mensaje de mi padre era tan triste, que le insistí para que levantara el animo, que hiciera un esfuerzo para ver las cosas con un poco de alegría. Le recordé que pese a todo lo terrible y oscuro que nos envuelve, pese a la injusticia y el sufrimiento enorme que nos golpea, siempre hay pequeños regalos que parecen caídos del cielo por los cuales podemos y debemos estar agradecidos.

Cuando acabé de leer su carta, subí a la habitación de mis hijos. Les dí un beso y me quedé charlando con ellos de sus cosas. Su pequeñez es tan inmensa. Y tan absurdos son sus balbuceos. Y tan conmovedor es estar junto a ellos, con la inmensidad de esa responsabilidad infinita que es ser padre o madre de alguien.

Entonces caí en la cuenta de lo mucho que había aprendido desde entonces, cuando yo era como ellos. Pensé en todos los lugares que había conocido, en todas las personas con las que había tenido ocasión de conversar, en todos los libros que había leído, en todos los cuadros, en todas las películas, en todas las muchas noticias que había tenido del mundo en los años que llevaba habitando el planeta. Pero al tiempo que rememoraba todas estas cosas, caí en la cuenta que toda esa acumulación de experiencias no había ayudado a descifrar por qué razón, verdaderamente (si es que hay una razón para ello) estamos en este mundo que, por momentos, nos parece tan ajeno.

A veces me pasan esas cosas. Supongo que le ocurren a todo el mundo. Miro a mi alrededor y todo es extraño, asombrosamente extraño.

Entonces me asalta un vacío en el corazón, una tristeza enorme sin ningún motivo aparente. Una angustia que ningún abrazo humano parece poder sosegar. Un anhelo de amor que parece no poderse colmar con ninguna presencia humana. Un ansia de consuelo que ninguna palabra humana parece poder ofrecerme, una suplicante sed de perdón por la ignorancia y la crueldad meditada o impremeditada que he ejercitado en mi vida, que ningún alma humana parece poder concederme.

Parece que nadie en esta tierra puede enseñarme amar ese rostro que me mira del otro lado del espejo cuando realmente me detengo a mirarme, y no me escapo en cambio con un gesto apurado o una pose estudiada para el resto.

Ahí esta mi boca, mis ojos, mi nariz.
Ahí esta mi cuerpo.
Ahí está eso que soy yo, pero a lo que sin embargo siempre parezco revelarme, como si fuera una celda que arrincona el deseo inabarcable, que constriñe las ansias infinitas de ser, que no llevan nombre, ni máscara.

Entonces, me acordé de esas líneas de Rilke de las que les hablaba más arriba, y comprendí que todos los hombres y mujeres del mundo quieren ser amados de esa manera incondicional y absoluta que yo tanto ansiaba. Pero también comprendí, tristemente, que somos incapaces de amar de ese modo incondicional y absoluto que tanto necesitan quienes nos rodean.

Comprendí que hay en todas nuestras relaciones una injusticia radical, un desorden rotundo, que es la disparidad entre el amor infinito que requerimos para vivir eternamente, y el limitado amor que somos capaces de ofrecer a nuestro prójimo.

Pero mientras pensaba todas esas cosas, me vinieron de nuevo a la mente las palabras de Rilke, y se me ocurrió que debía compartirla con ustedes:

“Wer , wenn ich schriee, hörte mich denn aus der Engel
Ordnungen?, und gesetzt selbst, es nähme
einer mich plötzlich ans Herz: ich verginge von seinem
stärkeren Dasein. Denn das Schöne ist nichts
als des Schrecklichen Anfang, den wir noch grade ertragen,
und wir bewundern es so, weil es gelaßen verschmächt,
uns zu zerstören. Ein jeder Engel ist schrecklich.”


(“¿Quién me oiría, si gritase yo, desde la esfera de los ángeles?
Y aunque uno de ellos me estrechase de pronto
contra su corazón, su existencia más fuerte
me haría perecer. Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo
de lo terrible en un grado que todavía podemos soportar
y si lo admiramos tanto es sólo porque, indiferente,
rehúsa aniquilarnos. Todo ángel es terrible.”)

LA NATURALEZA, EL HOMBRE, LA HISTORIA Y LO BUENO. Comentario a cuatro aforismos de Wittgenstein.


Voy a referirme a unos cuantos aforismos de Wittgenstein que aparecen en las primeras páginas de Cultura y valor.

Dice Wittgenstein en el aforismo (1):

“Cuando oímos a un chino, nos inclinamos a considerar su lenguaje como un balbuceo inarticulado. Pero quien entiende el chino reconocerá allí el lenguaje. Así, con frecuencia, no puedo reconocer al hombre en el Hombre.”

¿De verdad cuando escuchamos el balbuceo de un chino, su lenguaje aparece como un balbuceo inarticulado? Sabemos que se trata de un lenguaje, pero sólo de manera inferencial. Es decir, escuchamos un balbuceo inarticulado, incomprensible, al que, a posteriori, concedemos un sentido que nos resulta oscuro, secreto, esotérico. En cambio, cuando escuchamos a un interlocutor que habla nuestro idioma, el balbuceo, la base sobre la cual establecemos el sentido, desaparece completamente. Desde el primer momento, lo que tenemos es significaciones, no un balbuceo al que le concedemos una significación. La base (los sonidos), y la significación parecen indistinguibles. Sólo si aplicamos una razón analítica (en contraposición a la aprehensión natural cotidiana), una razón teórica, la base y la significación pueden abstraerse la una de la otra. Hasta allí el asunto está claro. Pero a continuación, nos dice Wittgenstein:

“Así, con frecuencia, no puedo reconocer al hombre en el Hombre.”

Por un lado tenemos al Hombre (con mayúscula), la “cosa” delante de nosotros que es como un balbuceo para el habla: esa máquina biológica, ese organismo dotado de una serie de rasgos sobre el cual podemos establecer al hombre concreto (con minúscula), al hombre de carne y hueso, al individuo en el cual se encarna exclusivamente el sentido, la significación.

Hay momentos, dice Wittgenstein, en que no veo al hombre de carne y hueso, sólo al Hombre de la especie, al organismo, a esa máquina biológica de la que hablaba.

En esas ocasiones en las que sólo percibo el balbuceo del hombre, el sentido del hombre concreto es esotérico, secreto.

Pero ¿Quién ese hombre concreto misterioso, ese "chino" del que nos habla Wittgenstein? Ese hombre concreto misterioso es es el extranjero, el extraño, el samaritano frente al judío. Y aquí la partícula “extra” es fundamental. Se trata de aquello que esta “fuera” del círculo de mis convenciones, fuera del círculo de mi lenguaje, el que habita otra forma de vida.

El aforismo (8), dice:

“Deja hablar sólo a la Naturaleza y reconoce por encima de la Naturaleza unicamente algo mayor, pero no lo que otros pudieran pensar.”

¿A qué se refiere Wittgenstein cuando dice “Naturaleza”? ¿Hacia dónde tenemos que dirigir nuestra atención? Uno está tentado a creer que la naturaleza son los bosques vírgenes y las cumbres heladas. Por supuesto, esa es la naturaleza. Sin embargo, la naturaleza lo es todo. Los cristianos dirían que es la creación. Los budistas la totalidad de la esfera fenoménica: cada cosa visible y pensable de manera discreta, los entes.

Por lo tanto, no te quedes atrapado "solipsisticamente" en tí mismo. Escucha la realidad. Esta hablando, esta diciendo algo. Presta atención al mundo, a tu cuerpo, a los cuerpos de los árboles. Que tu interés no se agote exclusivamente en tu gusto, en tu placer, en tu dolor, en tu sufrimiento. Tienes que ir más allá de tí mismo y escuchar la naturaleza, la realidad.

Sin embargo, debes reconocer que además del círculo de los existentes hay algo más. Escucha la naturaleza, pero reconoce algo más. Reconoce, acepta, que hay algo más, "pero no lo que otros pudieran pensar."

Esta última idea se encuentra relacionado con otro aforismo en el que Wittgenstein dice: (3) “¡Qué bueno que no me dejo influir!”.

No se trata de aceptar lo que otros dicen o piensan sobre el más allá, sobre ese “algo mayor". No se trata de eso, de ningún modo. Se trata, sencillamente, de reconocer que hay algo más, algo mayor, por encima (o por debajo) de la Naturaleza.

El aforimo (18), dice:

“Cuando pensamos en el futuro del mundo, nos referimos siempre al lugar en que estará si sigue el camino que lo vemos seguir ahora mismo, y no pensamos que no sigue un camino recto sino curvo y que cambia constantemente su dirección.”

¿Hacia dónde va el mundo? ¿Hacia dónde va nuestra vida? En cierto modo, parece que el tiempo nos asegura una línea recta sobre la cual hacemos equilibrio intentando llegar hasta el final. Si perdemos la línea, pensamos, estamos fuera de la historia. En cierto modo, la historia es una línea recta que parece quitarse de encima a quienes se desvían. Pero ese no es el sentido del aforismo. La pregunta es hacia dónde se dirige el mundo. No, cuál es el sentido de la historia. La historia puede leerse lineal o circularmente, pero el mundo no procede de ese modo. La marcha del mundo es como un balbuceo en el que por momentos es difícil interpretar una historia. Parecía que tenía cierta dirección, pero resulta que hace un bucle y cambia de color, y parece no tener ningún sentido.

Los aforismos (20) y (21) van en un tándem.

“Cuando algo es bueno, también es divino. Extrañamente así se resume mi ética.
Sólo lo Sobrenatural puede expresar lo Sobrenatural.”

“No es posible guiar a los hombres hacia lo bueno, sólo puede guiárseles a algún lugar. Lo bueno está más allá del espacio fáctico.”

Recordemos: el espacio fáctico es el de la naturaleza y de la historia. Los hombres pueden ser guiados hacia algún lugar de la naturaleza y de la historia. Alguien puede decirnos: ¡Presta atención! Mira lo que ocurre si hacés A, ¿No crees que sería preferible que hicieras B? Es decir, los hombres pueden ser guiados hacia diferentes escenarios existenciales. Pueden construir infiernos o paraísos en la tierra. Pueden llevarnos a una historia de dominación o libertad. Sin embargo, hay algo más que no puede expresarse desde dentro de la esfera contenida de la naturaleza y de la historia. Algo que debe expresarse desde el más allá. Los cristianos hablan de Dios. Los budistas del Dharmakaya. Pero recuerden, ese “algo más” no es lo que los otros piensan.

L'OMBRA DE CATALUNYA


Aquest article està dirigit a tots els catalans de bona voluntat. Per això ho escric en català. No només perquè entenguin el que vull dir, sinó perquè entenguin que ho dic des de dins, des del cor mateix d'aquesta Catalunya que m'ha regalat tantes alegries, i a la qual he dedicat tantes hores d'aquesta vida meva, acotada, finita, aquesta vida meva que és l'única que tinc i a la qual em moro ineludiblement.

Com deia, els escric a vostès, gent seria i sensible que ha construït aquest país, perquè els estimo i em preocupo per vosaltres.

Una onada de maldat més mortífera que la que produeix la històrica disputa contra l'espanyolisme militant i anticatalanista fa ombra sobre el futur ara mateix, una ombra que si acaba per donar de ple en la ciutadania, s'arrossegarà amb si tot el respecte i simpatia que li hem prodigat molts.

Tota entitat, pel sol fet de la seva existència mereix el respecte que li atorga la seva categoria de esser. Hi ha un veritat ontològica inqüestionable: el que és, per ser-ho, ja és bo i val la pena que romangui en l'existència.

Per descomptat, necessitem molt espai per desplegar arguments que sostinguin una afirmació tan contundent. Però és perquè creiem que l'ésser és millor que el no res que rebutgem la pena de mort, i encara que sembla que ens resulta indiferent posar verí al jardí per desfer-nos de les formigues que amenacen les nostres flors, no sembla descuidat mostrar als nostres fills que no es mata perquè sí quan els veiem dedicats a la crueltat.

És a dir, la prioritat de l'ésser sobre el no res ens exigeix de vegades el sacrifici d'un bé per a la preservació d'un altre bé que jutgem més, per les raons que fossin. Però això no indica, de cap manera, que haguem de fer una excepció al principi de la prioritat de l'ésser sobre el no res.

Això passa en tots els àmbits, no només entre els objectes materials, sinó també amb les imaginacions. Les nacionalitats, com a comunitats imaginades, per example, pel sol fet d'haver estat concebudes en l'existència, mereixen la consideració que donem a tot l'existent. Per això, en breu, la meva simpatia cap a tota reivindicació de la imaginació col.lectiva.

No obstant això, les nacionalitats, com els fruits de la natura, a més de la dignitat existencial que li confereix el seu propi esser, es jutgen en funció de la relació que existeix entre la seva pròpia existència i altres entitats relatives. Com els fruits, n'hi ha bells, n'hi ha nutricis, n'hi ha verinosos i n'hi ha francament fastigosos.

Creure, com de vegades es pretén, que només n'hi ha prou amb l'existència, i que la resta és cosa indiferent, és cosa perniciosa i de molt mal gust, si m'ho permeten.

Tot això ho dic per referir-me al que, amb tristesa, veig que passa a Catalunya ara mateix, a aquesta onada que creix fent ombra d'aquest país, que amenaça per destruir tots els racons de la seva gramàtica ciutadana, contaminant tot amb la suspicàcia i l'odi, amb la perversitat de les justificacions marcides per tots coneguts.

Em refereixo a la xenofòbia creixent, que primer van ser idioteces de tertulians i comentaristes incapaços de mesurar l'efecte de la seva semàntica mediàtica. Em refereixo a les condemnes de la gent bé cap als col.lectius de moros, xinesos i sudaques, i les justificacaciones idiotes que sempre acompanyen la discriminació solapada, però que ara s'ha convertit en una onada que reclama un país sense immigrants, un país sense equatorians , sense senegalès, sense argentins, sense pakistanesos, "un país per a nosaltres", com diu la plataforma que dirigeix Anglada a Vic, i davant la qual tots els partits polítics es rendeixen als seus peus, "un país que primer pensi en els nostres ".

Un país, francament els hi dic, força detestable, que mereix el meu respecte existencial, però al que, arribat el cas, caldria oposar-se fins i tot amb la força.

Per tant, als homes de bé d'aquesta Catalunya que he après a estimar, els dic: no permetin el desprestigi que promouen aquells que per la mera existència, pel sol fet d'haver nascut aquí, li fan a la digna i bella qualitat d'aquesta geografia. No permetin que la lletjor converteixi aquesta terra fecunda i generosa en una porqueria.

Hi ha potser, un nacionalisme més gran, més digne i esplèndid que aquell que aspira merament a ser, i és aquell que aspira a ser eminentment bo.

ESFERAS DE ACOGIDA Y POLÍTICAS DE INCOMUNICACIÓN



Después de varios días encendidos, hay que volver cada uno a su sitio. Pero hace falta que la clarividencia que despertó en la ciudadanía la confrontación ineludible con la contingencia, no se disuelva en el tiempo como una estela en el agua que desaparece sin dejar rastro a poco de marcharse la embarcación que trazó su dibujo. Hay que hacer camino de los acontecimientos, labrar el surco de nuestros pasos futuros.

Lo que pretendo en este post es pensar dos o tres cuestiones para que la reflexión pase de ser un fenómeno puramente hermenéutico, explicativo, y se convierta en una suerte de ejercicio hermético, que nos transforme vitalmente. La historia ciudadana es como un libro que hay que aprender a leer. Como un libro, la ciudad política nos acoge y nos enseña. Sin embargo, vivir la ciudad, la patria, el mundo en su dimensión política es producto de un cultivo previo que se realiza en el seno de la familia, donde aprendemos (cuando la familia no sufre de una seria patología) el uso de la palabras. Donde se nos inicia en la conversación, donde se nos acoge para convertirnos en respondentes, responsables.

Sin embargo, la construcción del yo no sólo necesita del nosotros familiar y ciudadano para hacerse. También necesita de ese otro lugar que antiguamente, de manera exclusiva, nos ofrecía la religión. Ese espacio de acogida que señalaba el sentido último de nuestro ser en el mundo. Pero, de nuevo, el acceso auténtico, no distorsionado de la vida religiosa o espiritual, sólo puede ser el resultado de la integración por parte del individuo de las enseñanzas específicas de las esferas de acogida familiar y ciudadana, donde aprendemos facetas de nosotros mismos sin las cuales nuestras existencias se vuelven imperfectas o incompletas.

La vida ética, la vida política y la vida contemplativa son aspectos irrenunciables de nuestra educación si nuestra intención es hacer uso pleno de nuestra condición humana.

Uno de las conclusiones que con alegría extraigo de la experiencia argentina de las últimas semanas es la aparición en el espacio público de unas generaciones jóvenes que, pese a no haber participado ni activa ni pasivamente de las atrocidades de la dictadura, ni de las traiciones de la democracia neoliberal, están prevenidas acerca de la necesidad de participar de manera efectiva y vigilante en el proceso de construcción de la identidad futura de la nación. Eso significa que vuelven a funcionar masivamente las esferas de acogida, que la palabra vuelve a ponerse en funcionamiento, que estos años de lucha verbal, de combate dialéctico, no han sido en vano.

El antropólogo catalán Lluís Duch habla de la cultura como la actividad de empalabramiento de la realidad. La familia, la ciudad y el templo (el lugar del recogimiento y la contemplación), son las esferas donde el anthropos, cada uno de nosotros, mujeres y hombres, aprendemos a ser empalabradores del mundo en que vivimos, aprendemos a participar en la construcción de esta realidad humana, esta esfera semántica donde recogemos en el presente el pasado y el futuro, en la forma de la memoria y la imaginación.

Estas esferas de acogida, donde crece la palabra, donde se escriben los relatos que nos dan nombre y donde aprendemos a nombrar las cosas de nuestro mundo, sin embargo, se encuentran amenazadas por esos poderosos mecanismos de la incomunicación al servicio del exclusivo economicismo de la realidad que son los medios de comunicación.

Hemos aprendido de manera acelerada, que los medios de comunicación incomunican. No sólo mienten, no sólo tergiversan y manipulan, sino que además nos incomunican. Basta con volver la mirada a esa plaza atestada de dolor, para comprender que donde ayer no había nadie, donde ayer había sólo la ausencia, de pronto se hizo presencia un nosotros que había sido mantenido desarticulado a través de una estrategia insistente de fragmentación y desvinculación que los poderes fácticos ejercitan sobre esa masa, hasta ese momento neutral, atomizada, que de pronto se convierte en un nosotros-pueblo.

Me pregunto, aun a sabiendas de los peligros que acechan a eso que llamamos patria y a eso que llamamos pueblo, si por mor de protegernos de dichos peligros, debemos vivir una vida mutilada, fragmentada como la que nos ofrece la experiencia liberal ilustrada de la desvinculación, una experiencia de yos dispersos aterrados ante la idea de reconocer su pertenencia intrínseca a un nosotros.

El precio de semejante temor se ve reflejado en la fractura de las esferas de acogida de las que hablé más arriba, en la incomunicación que reina en el seno de esas “comunidades” de palabra que son la familia, la ciudad y el templo. Es posible, como se dice en estos días en mi patria, que haya llegado la hora, no sólo de hablar de una política de justicia, sino también de una política del amor.

Por eso se me ocurre que ante el contundente fracaso neoliberal, ahora disfrazado de republicanismo, cabe ser más incisivo a la hora de escuchar e interrogar a las alternativas políticas que se nos proponen.

Sabemos que aquellos que ondean la bandera de la eficiencia administrativa sólo construyen "ciudades" aplicando políticas eugenésicas (deshaciendose de las vidas sobrantes); prefieren acogerse a las castas sacerdotales que nos obstaculizan nuestra entrada al templo; y promueven un modelo de familia que pretende exclusivamente ser un eficaz mecanismo de transmisión de privilegios.

Mientras tanto, se respiran nuevos aires. Se ha colado en el discurso político de la patria la palabra "amor". Lo cual parece estar en sintonía con esa recuperación de las esferas de acogida de las que hablábamos más arriba. Si fuera así, nos encontraríamos en los umbrales de una verdadera revolución que todos deberíamos festejar.

LOS PREMIOS




No quería escribir sobre Vargas Llosa. Me daba pereza y no tenía muy claro qué era lo que quería decir. Sin embargo, ahora mismo creo que hay que decir dos palabras sobre el aparato mediático y hacia donde nos dirige la campaña que han lanzado los medios del establishment planetario para continuar hundiendo en el olvido el fracaso del modelo neoliberal.

Pero el asunto es tan complicado que voy a hacer referencias cruzadas, cortocircuitadas, como diría Zizek, para que el asunto se vea como lo que es: una jugada de marketing para sostener el modelo del horror y del terror.

Vamos a comenzar por lo primero, por Vargas Llosa. Un tipo al que dediqué muchas lecturas en mi juventud. Un tipo que me permitió soñar con esos mundos imaginarios que se encontraban en la tangente de la realidad, y al que no podemos dejar de honrarle en cuanto escritor de ficción. No cabe la menor duda que disfrutamos con su pasión onírica y artística, con sus reconstrucciones históricas, con los extraordinarios bosquejos sociales de su primera época.

Sin embargo, muchos de sus más fieles lectores de la primera hora, todavía ignorantes del giro político que había ocurrido en su vida, nos sorprendimos cuando descubrimos en quién se había convertido el peruano.

Recientemente, Ignacio Ramonet desvelaba, en Le Monde Diplomatique la manera en la cual se produjo ese giro. En 1967 declaraba el eximio novelista sobre la revolución cubana:

“Dentro de diez, veinte o cincuenta años, habrá llegado a todos nuestros países, como ahora a Cuba, la hora de la justicia social y América Latina entera se habrá emancipado del imperio que la saquea, de las castas que la explotan, de las fuerzas que hoy la ofenden y la reprimen. Yo quiero que esa hora llegue cuanto antes y que América Latina ingrese de una vez por todas en la dignidad y en la vida moderna, que el socialismo nos libere de nuestro anacronismo y de nuestro horror”.

Sin embargo, poco después, Vargas Llosa va a sufrir una mutación que corre por los mismos senderos de las mutaciones políticas y sociales que se estaban viviendo en el escenario público. No hay nada original en su nuevo arrebato de pasión, como no había nada original en su alabanza a la revolución cubana en aquellos años del 67, entre Berkeley y París, cuando el hilo de la tensión revolucionaria que tiraba a un mismo tiempo por los derechos de la autoexpresión individual y la justicia social definitivamente se rompió. El artista Vargas Llosa decidió exclusivamente por la libertad individual, como muchos de sus contemporáneos, olvidando el componente social de su compromiso de transformación.

Como un camaleón taimado (adjetivo que le propinó a Evo Morales al que acusó de criollo mentiroso en una nota del siempre puntual periódico El País), Vargas Llosa supo apurar su propia mutación con la vista puesta en los nuevos ideales de su tiempo. Dos obras, nos cuenta Ramonet, están detrás de la articulación de su nueva cosmovisión: Camino de servidumbre, de Friedrich Hayek, y La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper.

Me acuerdo de esos libros. El libro de Popper fue el primer libro de filosofía que leí en mis años mozos. Debía tener trece o catorce años cuando lo extraje de su lugar en la enorme biblioteca de mi padre y devoré los dos volúmenes en los cuales Popper, con una literatura afilada y una argumentación retorcida rastreaba los totalitarismo del siglo XX en las obras de Platón y de Hegel. También me acuerdo del libro de Hayek, que también ocupaba un lugar en la biblioteca de mi padre, junto a las obras de Milton Friedman, en aquel tiempo en el cual las odas a la libertad radical la entonaban los carceleros y los asesinos de todas las dictaduras de nuestro continente. Curiosa epopeya la de Vargas Llosa que supo olvidarse de su pasado libertario para enfundarse la vestimenta de la libertad del mercado, militando junto a aquellos que habían sido sus enemigos.

Desde entonces, los reconocimientos políticos y literarios de Vargas Llosa se han multiplicado. Ha sido consagrado por la prensa corporativa, ha sido fotografiado junto a los literatos de moda, ha sido galardonado por nobles y eximios a todo lo largo y ancho del planeta, y en cada ocasión ha quedado claro, como en el último anuncio de los premios Nóbel, que el galardón no está dedicado únicamente al creador de ficción, sino también a la posición militante que ha adoptado desde su giro copernicano hacia la derecha política. Como el propio Vargas Llosa puso de manifiesto recientemente: “Si mis opiniones políticas han sido tenidas en cuenta, pues en buena hora. Me alegro”.

Mientras tanto, la Universidad San Pablo CEU, una universidad católica con claras tendencias ultramontanas, han obsequiado a José María Aznar de España, y a Álvaro Uribe de Colombia (dos amigos personales del novelista) con el premio internacional titulado “La Puerta del recuerdo” por la “decidida lucha (que ambos mandatarios han realizado) contra el terrorismo y por sus compromisos con las víctimas.”

Recordemos brevemente a quiénes se condecora. José María Aznar, uno de los promotores más inflamados de la guerra de Irak en Europa, tiene el honor de la complicidad con una operación militar promovida por razones extraordinariamente ambiguas a las que se opusieron, no sólo la mayor parte de los Estados soberanos del mundo, sino también una inmensa mayoría de la ciudadanía planetaria en manifestaciones directas. Una guerra que ha dejado, según cuentan los más optimistas, entre 600.000 y 1.200.000 víctimas, y en la historiografía los ejemplos edificantes de Abu Graib, Guantánamo y los vuelos secretos (vuelos que recuerdan al anecdotario de horror de la Argentina dictatorial en los años 70, demostrando de ese modo la continuidad del imperio del terror).

El señor Álvaro Uribe, a pesar del triste apoyo ciudadano que el presidente colombiano ha recibido en las urnas en retieradas ocasiones, posee un prontuario de desapariciones, ejecuciones y complicidades criminales de una extensión de la que pocos mandatarios en el mundo pueden presumir. Recordemos que el expresidente Uribe recibió un premio semejante de manos de la corona española con motivo, según se dijo, de ser un promotor de la libertad. También recibió de George W. Bush la medalla de honor por razones análogas: ser un paladín de la justicia y la libertad, por su lucha contra el terrorismo y a favor de las víctimas.

Mientras tanto, permítanme que les recuerde el escenario en el cual nos estamos moviendo. Después de una oleada de privatizaciones en los años noventa en la periferia del primer mundo, que contribuyó a la pauperización de las economías locales y lanzó a la miseria a cientos de millones de personas en todo el mundo, la década que siguió nos recibió con una crisis financiera profunda en el corazón de la metropoli.

Dos años después de declarada formalmente la crisis (hasta entonces negada por todos pese a haber sido anunciada por aquellos que los tertulianos/voceros del establishment desprecian) la prensa corporativa y la cultura vuelven a rendirse a las exigencias de eso que hemos dado en llamar "neoliberalismo", e inicia en Europa una operación a gran escala de privatizaciones, después de (1) socorrer a la banca con dinero público y (2) ofrecer al sector privado la seguridad de que, sea lo que sea que ocurra en la próspera negociación que se avecina en sectores claves como la educación, la salud y la seguridad, presa apetecida durante largo tiempo por el capital privado, el marco estará servido para facilitar los masivos despidos que se necesitan en el hasta entonces sector público, para reiniciar los procesos de reestructuración empresarial, que de seguro, además, estarán respaldados con subvenciones "inteligentes" que acabarán por llevar al Estado a la bancarrota. Lo cual, a su vez, facilitará la expansión de las operaciónes privatizadoras, so pretexto de dinamizar la economía e impulsar el pleno empleo, etc., etc.

Las subjetividades europeas están siendo colonizados a una velocidad vertiginosa. Por medio de un aparato bien engrasado de información que fragmenta la resistencia ciudadana, haciendo ininteligible las protestas que ocurren a un lado y otro del continente para los ciudadanos de a pié que no se sienten solidarizados con lo que ocurre en Francia, Grecia, Reino Unido o España, y un aparato de creación de opinión que ha borrado del vocabulario las nociones esperanzadoras que hace apenas dos años nos hacía creer que era posible un cambio de rumbo, los ciudadanos europeos, como en otra época ocurrió con argentinos, brasileros o mexicanos, asisten boquiabiertos al remate/saqueo que ha emprendido el capital corportivo fusionado con la burocracia estatal.

En estas circunstancias no es alocado sospechar que los aparatos e instituciones culturales y educativas forzados a redefinirse en función de la integración economicista europea, sirven perfectamente (como nunca antes) a las exigencias del capital, trastocando los espacios de pensamiento que pudieran problematizar y desafiar las operaciones que se están llevando a cabo.

Los premios son una parte del tinglado que estamos montando para este nuevo cambio de rumbo, este giro copernicano, al cual la ceguera de los pueblos, la irresponsabilidad de los técnicos y la complicidad de sus dirigentes, artistas y comunicadores, nos están llevando. Un cambio de rumbo que significa un cambio de identidad que resultará irreconocible a la luz de nuestros ideales aun vigentes.

China nos ha mostrado (para la felicidad de algunos y la distracción de la mayoría) que el capitalismo no necesita ya de la democracia como socia en su itinerario hacia el fin de la historia anunciada por Fukuyama.

Esto debería ayudarnos a comprender la naturaleza de los premios. Palabras como "libertad" y "justicia" son equívocas. También "democracia" y "verdad". Hay que preguntarse en cada caso concreto: ¿Qué libertad defienden los Vargas Llosa, los Uribe y los Aznar? ¿La libertad de quién? ¿Qué significa su justicia? ¿Justicia definida y administrada por quiénes y para quiénes? ¿Y qué dicen cuando dicen democracia? ¿Qué pueblo hay detrás de sus campañas libertarias, qué intereses dicen representar? ¿Cuáles son las verdades a las que atienden? ¿las verdades de las armas de destrucción masiva o las verdades del asesinato político sistemático promovido desde el Estado durante el mandato de Uribe? ¿Cuál es la verdad de Vargas Llosa, a cual de los dos Vargas deberíamos creerle? ¿Al Vargas que anticipó y denunció una operación continental de aniquilación que se extendió desde Guatemala hasta Tierra del Fuego y que costó la vida a medio millar de personas? ¿O al que defiende un modelo que llevó a ese mismo continente a la miseria más absoluta durante los 80 y los 90?

En fin... quería decir dos palabras sobre la naturaleza de los premios y la naturaleza de los premiados de moda.

Y DE PRONTO SUPIMOS LA VERDAD...



Y tuvo que ser Néstor Kirchner, con su muerte, con ese último acto de su vida, quien pusiera en evidencia otra mentira. Esta vez, el engaño concertado de todos estos años, traducido en los reiterados eslóganes que la gentuza malpudiente y sus empleados obsecuentes repitieron en coro a través de las ajadas figuras de la televisión argentina, o difundieron por medio de las letras traicioneras de la prensa gráfica.

¿Se acuerda lo que decían esta gente que no por mediocre deja de ser mala?

“La gente quiere que los echen, la gente quiere que se mueran, la gente quiere que los maten”, dijo en cierta ocasión Elisa Carrió, mientras el Dr. Grondona se frotaba las manos encandilado, y ambos pretendían hablar la voz del pueblo.

Pero detrás del odio caricaturesco y la hipocresía afeminada de Grondona, enfilados bajo una única bandera cuyo único sello de identidad no consiste más que en odiar a la pareja presidencial, débiles de espíritu, débiles de pensamiento, los Macri, los Duhalde, los Cobos, los Solá, los Michetti y los de Narváez, se enfundaban la representatividad de las clases más recalcitrantes y perversas que tiene y tuvo siempre la Argentina.

Durante mucho tiempo sentenciamos: a esta gente la engañan. Clarín y La Nación la engaña. Pero eso también es una mentira. Esta gente quiere ser engañada, quiere escuchar las bestialidades que escucha cada día, quiere que las mentiras se vuelvan sangre de su sangre para sostener el falso privilegio de su falsa cultura, frívola, miope, echa de retazos de gestos vacíos, de lecturas sin fondo, de pensamientos de polvo para el viento de nadie.

Y de pronto supimos la verdad… una verdad que todos sospechábamos pero que algunos no se atrevían a decir bien fuerte, porque había miedo. Un miedo que no era el que producían los Kirchner, como nos querían hacer creer las divas y los divos de la manipulación de siempre. El miedo era el ostracismo social, la persecución mediática, el vacío, la burla.

¿Se acuerdan de esos días aciagos de la derecha vernácula cuando era posible hacernos creer que la gente odiaba a los Kirchner? ¿Se acuerdan de esas frases sublimes en las que pretendían convencernos que hasta el pueblo los detestaba? Hoy la plaza está atestada. A vuelto el aluvión zoológico a la ciudad. Ni los golpes militares, ni las políticas de empobrecimiento, ni la concertada operación de difamación mediática ha logrado que el pueblo se rindiera.

Ayer me escribió mi hermano. Emocionado me contó que había hecho acto de presencia con sus hijos en nuestra plaza de Mayo. Orgulloso habló del pueblo, de la patria, del futuro, de la libertad y de la justicia, esas palabras sagradas que el capitalismo “espiritual” de los noventa nos arrebató, esas palabras que las bestias de la cultura local, atragantada con los valores menores del recato formal, la lexicografía y la estudiada modulación bucal, decidió abandonar para esconderse ante sí misma su propia mediocridad.

Pero el pueblo ha hablado otra vez, ha vuelto a decir: “eso es mentira”, y ha firmado la sentencia del mentiroso.

El pueblo amó a Kirchner y lo dice con la voz firme e inundada de pena para que todos escuchen quién es su lider. Y ama a su presidenta en quien confía. Y su amor no es trivial, es el amor de un pueblo que se sabe a su vez querido por sus líderes. Un pueblo al que este movimiento de transformación devolvió la dignidad que se le había arrebatado con la pretensión de hacerlos esclavos para siempre.

El pueblo ama a Kirchner y ama a su presidenta, porque ellos le han devuelto la ilusión de la libertad. Hoy el pueblo es más sabio, más paciente. Sabe que detrás de las palabras vacías de los Duhalde y macris mafiosos, de las Michettis de turno, de los Cobos traidores y de los De Narváez oportunistas no hay más que el látigo del capataz de siempre, que vela por los intereses de sus patrones en detrimento de la vida, la salud y el bienestar de todos.

Y de pronto supimos la verdad… que aquí en la tierra hay un pueblo grande, un corazón ardiente que comparten millones, un alma inflamada de ilusión que Néstor Kirchner y la presidenta ayudaron a despertar.

Hay que hacer de esta muerte un destino ineludible, un “sí” rotundo a este rumbo de libertad y justicia, y un “no” decidido a las músicas falsas de estas sirenas de la derrota, a los mentirosos de siempre, a estos empleados del mes, que ahora escondido bajo sus camas esperan el veredicto del pueblo que los sabe traidores.

¡Viva Néstor! ¡Viva Cristina! ¡Viva la Patria!

PELIGROS Y LEALTADES


Acabo de escribirle a mi madre para que compre un ejemplar de Página12 y me lo mande por correo. Quiero guardar en papel los testimonios y los análisis de Mempo Gardinelli, Horacio González, José Pablo Feinmann y otros que se han sentado a escribir en estos momentos agitados, turbios, apesadumbrados en los que aun está caliente el cadáver de Néstor Kirchner.

En la nota de ayer, la coincidencia fue que en los días anteriores había recibido una catarata de mensajes “basura” de parte de “amigos” y conocidos apurados ante la proximidad (?) de las elecciones de octubre de 2011 por seguir inculcando (inoculando) un odio envasado de lugares comunes y retorcijones de espíritu. Fue por eso que al sentarme frente al ordenador no pude evitar hacer un recordatorio de las maldades concebidas por aquellos que durante todos estos años, en las reuniones y encuentros virtuales, siempre encontraban ocasión para ofrecer su cuota de ignorancia y resentimiento.

Pero hoy es otro día, y hay que pensar en el pasado con la vista puesta en el futuro. Además del hombre, Néstor Kirchner era un líder político. Eso significa que su muerte humana debe necesariamente leerse ideológica y estratégicamente por nosotros. Que no nos engañen las frases altisonantes de las bestias opositoras. Que no nos engañen las alocuciones de los Bergoglio y los Bergman, los agentes espirituales de las derechas vengativas. En estas horas tristes que el ciudadano de a pie vive con el alma acongojada esperando que se abran las puertas de la Casa de Gobierno para dar su último adiós a su líder, en los conciliábulos los traidores urden tramas para la capitulación de nuestros sueños.

Hay que estar prevenidos. El destino nos ha puesto delante de la cara el escollo absoluto de la contingencia y nos pregunta: ¿Qué harás con el pasado que se te ha regalado? A nosotros, que somos hijos de una generación aniquilada, que somos fruto de una política de shock dispuesta para idiotizarnos, a nosotros que hemos sido adiestrados para servir sin hacer preguntas en las escuelas de negocios, que hemos tenido que reinventarnos, reeducarnos, rebelarnos ante el pasado para recuperar el sueño de una libertad auténtica, sacudiéndonos la inercia de la imbecilidad consumista y superficial que nos rodea, nos toca mirar el pasado con la vista puesta en el futuro de todos. Un futuro amenazado desde dentro y desde fuera.

Ayer, después de la muerte de Néstor Kirchner, el Washington Post informó que en la bolsa de Nueva York, las acciones de las empresas que operan en Argentina crecieron en su valor de manera exponencial debido a la posibilidad de que las políticas populistas se vean interrumpidas. Mientras tanto, en las redacciones de Clarín y La Nación respiran hondo y se preguntan frotándose las manos si esta desgracia no detendrá el proceso de transformación en el mercado audiovisual impulsado por el Ejecutivo. Los familiares de militares detenidos y juzgados celebran y calculan la interrupción de los procesos judiciales. Los industriales hacen cuentas y descuentan que la debilidad de la presidencia y la estampida hipotética de la militancia kirchnerista ante el desconcierto de la pérdida de su líder impondrá un freno a las amenazas de reformas laborales y planes redistributivos del gobierno.

En el país de hoy hay quienes lloran, pero también quienes suspiran aliviados especulando que la muerte de Kirchner ha puesto punto final al sueño de una Argentina más justa. Lo que toca es volver al pasado para que la memoria no nos permita traicionarnos, y mirar al futuro, ciertos de que no hay otra escapatoria más que la lealtad.

NÉSTOR KIRCHNER


Abrí la compu y me encontré con la noticia en el diario El País. Un frío me corrió por la espalda. Me fuí a página 12, pero no tuve acceso. Después a Clarín, y me encontré con la confirmación de la noticia. El presidente Kirchner había muerto.

La cabeza me dió un vuelco. Le dije a Agus lo que pasaba con un extraño presentimiento que fue cobrando forma a medida que pasaban las horas. Al rato empezamos a recibir las primeras intervenciones a través de facebook. Mientras millones de argentinos lloraban la muerte del ex presidente y enviaban sus condolencias a Cristina Fernández, otros se reían y hacían bromas groseras acerca de lo ocurrido. Mi hermano me envió un mensaje apesadumbrado. Le dije que me debatía entre la tristeza y la rabia.

Llevo meses escuchando a mucha gente diciendo barbaridades sin fundamentos acerca de este gobierno. Un gobierno que a muchos de nosotros nos devolvió la esperanza, que a muchos de nosotros nos hizo soñar con regresar a la patria después de muchos años de avergonzado alejamiento de un país que festejó con los asesinos y los estafadores de la dictadura la estrategia de vaciamiento del menemismo.

En todos estos años de imbecilidades, de mensajes vacíos pero rabiosos, de argumentos energúmenos, de declaraciones altisonantes acerca del asco que producía en las espasmódicas histéricas la inteligencia de la presidenta, he intentado guardar cierta cordura.

Me he explicado un millón de veces, he escrito artículos, he mantenido discusiones con "infradotados" indignados que repetían sus banalidades como un coro de fanáticos hipnotizados, he intentado que la gente tomara conciencia de la razón detrás del encono irracional que reina en el país, de la inmoderada estrategia de violencia verbal que escupe una oposición desarticulada y vaciada de contenido político, completamente entregada a la servidumbre de los poderosos y el status quo de siempre.

Sin embargo, hoy es otra cosa. Hoy me asiste la tristeza y la rabia, y la convicción de que es el momento de dar la mejor de nuestras batallas. Porque lo que ahora mismo se ha puesto de manifiesto, pese a las palabras hipócritas de los líderes opositores, es que han inyectado en el país un veneno que será difícil de neutralizar.

Detrás de las palabras de condolencia de los dirigentes opositores, lo que queda es una masa de gente idiotizada (sus bases) que se ha alimentado con las banalidades y barbaridades de un discurso desmedido y que ahora repiten como idiotas lugares comunes que, ante la muerte del expresidente y el dolor de muchos conciudadanos que respaldaban este proyecto triunfador en las urnas, pone de manifiesto el talante antidemocrático y corrosivo que los alimenta.

Es hora de militancia redoblada, decía hace unos minutos Raimundi a través de su Facebook. Eso significa recordar a cada minuto dónde y quiénes son nuestros enemigos, qué representan, cuál ha sido su historia, dónde estuvieron cuando se debatieron los ejes de este país nuevo en ciernes.

La Argentina de hoy, aunque les pese a quienes envalentonados por las huestes mediáticas repiten al unísono de la corruptela oficial, las mentiras del INDEC y el despilfarro, quienes se vuelven moralistas y se acuerdan de una pobreza que nunca les importo cuando se estaba inventando, mientras festejaban con champaña la aniquilación de la clase media y la fabricación de la indigencia, esta Argentina - decía - es una Argentina más justa.

Pero entiéndaseme bien. Se trata de una Argentina más justa, no de una Argentina justa, a secas. Es una Argentina que necesita de nosotros, una Argentina en camino. Por supuesto, las estructuras políticas están llenas de oportunistas que se cambian de camiseta como de calzoncillos. Habrá que tomar medidas, indudablemente, pero lo primero es reconocer la voluntad política que el matrimonio Kirchner supo adoptar como motivación política. Voluntad de transformación. Una transformación que no puede ser fácil, que no es bufar i fer ampollas, como dicen los catalanes, porque es contracultural, porque se encuentra enfrentada a una cultura enquistada en la psiquis de una parte de la ciudadanía argentina, cínica, escéptica, desconfiada, individualista y clasista, que de paso ha sabido preservarse de la responsabilidad que le toca en la fabricación de la miseria y el dolor bajo la cosmética de la indiferencia y la repugnancia hacia todo aquello que no responda a una política del privilegio, hacia toda política de emancipación ciudadana.

Esa es la Argentina estirada que practica con descaro la crueldad ante el groncho, y que en estas horas, como ocurrió en ocasiones anteriores cuando el expresidente sufrió crisis cardíacas semejantes, muestran la espantosa herencia que los une a las lenguas malas y cotorreras que exclamaban ¡Viva el cáncer! ante la enfermedad y muerte de Eva Perón.

Pero además de los "monstruos" de siempre, de esas caricaturas avaras, hay también la complicidad de aquellos que escuchan en silencio, sin condenar de modo alguno a las bestias más peludas de la crueldad que habitan en sus casas, aquellos que en silencio se sonríen ante las desubicadas muestras de crueldad de sus amigos o conocidos, o se limitan a un gesto vacío de reproche para afirmar después, con la mariconada: "Yo no soy Kirchnerista, pero guardo el luto". Señal de ser un pusilánime perdido, un idiota de esos que piden permiso para decir lo que se tiene que decir y callan para siempre cualquier idea que no sea la que todos repiten de manera unánime en el círculo de clase que impone su tabú con estridencias.

A todas esas personas les deseo con todo el alma que les salga un grano en el culo que les impida sentarse con comodidad durante un año largo y sufrido. Un mal menor, indudablemente, pero que puede ayudarles a recordar de la importancia de la virtud. Para el resto, gente de bien que en estas horas sufre y presiente dificultades futuras, mi más sentido pésame y mi ánimo a continuar con la lucha. ¡Viva la patria!

ESPIRITUALIDAD Y TERROR



Lo que me interesa en esta entrada es hacer un par de apuntes acerca de lo que encontrarán los lectores de ahora en más en este blog. En cierto modo, entramos en una nueva fase. Habiendo acabado mi disertación doctoral en torno a la cuestión de la identidad moderna, emprendo a continuación, paralelamente, dos itinerarios. En esta entrada voy a decir dos palabras sobre cada uno de estos libros en los que estoy trabajando

En primer lugar, de la mano de Charles Taylor, quien me guió a través de la exploración de la identidad moderna, y del teólogo John Milbank, intentaré cartografíar dos cuestiones que han sido de interés a estos dos autores contemporáneos, con el fin de establecer las conexiones entre sus dos relatos acerca del advenimiento de la secularización. Estos dos relatos están sintetizados en el voluminoso tratado, recientemente publicado por Taylor (2007), titulado A Secular Age, en el que nos advierte que la genealogía del orden moral moderno, el llamado “marco inmanente” que caracteriza la era secular, puede ser establecido desde dos perspectivas. Por un lado, a través de una narración que ponga en evidencia las mutaciones producidas en el seno de la cristiandad latina para elevar el nivel de compromiso cristiano de los habitantes de la Europa Occidental, dirigida a eliminar la brecha entre las élites y las masas en lo que concierne a su explicita adhesión y compromiso religioso, que acabará en la reforma protestante y el surgimiento de la llamada sociedad disciplinaria (Foucault). Por el otro lado, el llamado “desvío intelectual” (explorado por autores como John Milbank y Catherine Pickstock) en el que se intenta dar cuenta de lo ocurrido tras la muerte de Tomás de Aquino, en el ámbito intelectual, y que tiene como principal protagonista de este desvío al escotismo y el nominalismo ockhamista.

Abordar estas cuestiones es relevante:
1. Porque es imprescindible discernir los tránsitos hacia la modernidad en términos de mutaciones operacionales (lo cual implica abordar el impacto de la ciencia y la tecnología aplicada al ámbito de la materia inanimada, los organismos animados y la esfera sociocultural humana), y

2. Porque es necesario descubrir de qué manera las "teorías" han sido articuladas a partir de estos desarrollos, o han promovidos dichos desarrollos, desembocando de este modo en una mutación cosmovisional dramática como la ocurrida en el siglo XVII, en el cual nuestra cosmología, nuestra antropología y nuestra ética han sido trastocadas de manera radical.

Por lo tanto, esta exploración es importante porque nos permitirá acabar de delinear lo hecho en "Charles Taylor y la Identidad Moderna" en lo que se refiere a la explicación de la conformación de la modernidad, especialmente a la luz de los desarrollos y desafíos que nos llegan de tres importantes teorizadores de la modernidad como son Alasdair MacIntyre, Jürgen Habermas y Michel Foucault.

Pero hay una segunda área de importancia que esta conectada con la cuestión del terror que no podemos dejar de considerar y que, por cierto, ocupa un lugar relevante en la última obra de Taylor, a través del pormenorizado estudio de la obra de René Girard.

Pero mi propia exploración tiene como columna vertebral tres investigaciones antecedentes que pretenden particularizar las cuestiones abstractas sobre la relación entre tecnología, sociedad disciplinaria y terror que ya están previstas en las obras anteriores. Se trata de los estudios de Zygmnut Bauman, Marguerite Feitiowitz y Stanley Cohen que han explorado respectivamente la relación entre holocausto y modernidad, lenguaje y terror en la dictadura argentina de los años 70/80, y los estados de negación frente a las atrocidades y el sufrimiento a nivel individual y colectivo.

Lo que me interesa, por lo tanto, es:

1.Establecer las peculiaridades de la modernidad en lo que respecta a la relación de los individuos con la trascendencia y el modo en el cual los lenguajes del orden moral moderno tienden a animar, suspender o cerrar cualquier referencia hacia eso que llamamos trascendencia.
2.Establecer las peculiaridades de la modernidad en lo que respecta a la relación de los individuos y las colectividades con el fenómeno de la violencia ejecutada de manera sistemática, implementada tecnológica y burocráticamente.

Pero estas dos cuestiones tienen además un orientación crítica en lo que respecta a un tipo de espiritualidad en boga que asume la necesidad de operar sobre el marco inmanente a fin de reinaugurar el locus trascendente de la experiencia, la dimensión transmundana de las identidades, pero al precio de una nueva vuelta de tuerca en la marcha reformista que tiene como principal vehículo la disciplina corporal/mental para entrar en contacto con una eternidad escindida del tiempo y de la historia, con el fin de producir una fuga (vacacional) frente a las exigencias de la egocentricidad (vease el interesante trabajo antropológico-filosofico de Ernst Tugendhat, "Egocentricidad y mística").

Lo que pretendo es demostrar de qué manera la “nueva espiritualidad” (la supernova espiritual de la que habla Taylor), en el presente estadio tecnológico de nuestra civilización, se ha convertido en un peligroso condimento del orden sistémico que ayuda a reafirmar las tendencias "negacionistas" que la modernidad ha exacerbado a través del distanciamiento de los actores con los efectos morales de sus propias actividades y la inclusión de dichas actividades en un orden jerárquico que promueve una responsabilidad flotante. La interpretación de Bauman sobre el evento del holocausto ilustra esta relación entre modernidad y holocausto de manera singular.

Esta “nueva espiritualidad”, obsesionada con (1) el yo (y su disciplina); y (2) el presente (y la presencia-consciencia corporal/mental); junto con la presunción de que (3) la labor evolutiva del anthropos se reduce al logro de un "infinito malo", en términos hegelianos, en el que el individuo qua individuo y en la soledad de su individualidad sea capaz de alcanzar una plenitud absoluta; al tiempo que abstrae de dicho relato (4) toda referencia histórica que le asocia con el marco social que da cabida a la conformación de su identidad y su orientación estético/moral; esta "nueva espiritualidad", decía, justifica la determinación excluyente de su objeto (el yo presente o yo presencial) a partir de la convicción de que los cambios planetarios que necesitamos implementar sólo pueden ocurrir a partir de una revolución en la interioridad del yo. Pero este yo es interpretado de manera "desencarnada" (aunque obsesionado con la sensualidad); "a-histórico" (aunque se apunta a una visión biológicamente evolucionista que utiliza como análogo de un marco hipotéticamente análogo de evolución espiritual); y "atomista" desde el punto de vista social (aunque se anota a una versión reduccionista de la interdependencia en la cual, debido a la obsesiva necesidad de eludir toda jerarquía, apuesta por la inarticulación de todo valor intrínseco).

Lo que pretendo es demostrar que una afirmación de estas características (la preeminencia de la revolución de los sujetos) resulta comprensible en el marco de un universo holístico, en el cual los individuos, al transformarse, transforman el cosmos, porque forman parte del orden del ser. Pero resulta completamente inapropiada mientras los individuos habitan imaginarios fragmentados, sobre la base de un trasfondo cosmológico caracterizado por su neutralidad valorativa. Para estos individuos, el yo es amo y señor del universo entero. Todas las relaciones del yo resultan sospechosamente utilitaristas, y todos los sujetos convertidos en objetos, meros instrumentos para el logro de la realización personal. La ética del yo es una ética convertida en techne dirigida a la "eficacia" en el uso de los recursos vitales.

La nueva espiritualidad, que se articula sobre la demarcación estricta que la modernidad tardía ha establecido entre lo público y lo privado, sólo puede aspirar a una reintegración moral con la totalidad (a través de sus prácticas post-románticas) en aquellos espacios exclusivos en los cuales el yo descansa de las exigencias de la egocentricidad que le impone el ámbito corporativo y burocrático interesado exclusivamente en dotar a las individualidades con los instrumentos o medios que aseguren la maximización de su eficiencia como componentes de la estructura sistémica de la que forman parte; y una contracultura que pese a sus encomiables pretensiones antisistémicas mantiene intacta la escisión entre las esferas de la economía capitalista, la burocracia estatal y la esfera de la vida, estéril a la hora de articular una transformación globalizante.

Por supuesto, este apunte es muy pero muy incompleto. Lo que pretendo es, simplemente, ofrecer una suerte de índice que explique hacia donde van a ir dirigidos los artículos y comentarios que iré colgando en esta página a partir de ahora. Estas entradas serán ejercicios que no formarán parte de los libros proyectados, pero que se irán redactando en la periferia de la reflexión central y con motivo de ella.

UN HALLAZGO PARADIGMÁTICO


(1)

Un año después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, y cuando aun se estaban juzgando los abominables crímenes cometidos en la Alemania nazi, científicos estadounidenses iniciaron en Guatemala una investigación, promovida por el Departamento de Salud Pública de la Administración de Harry Truman, con el fin de comprobar la efectividad de la penicilina para combatir las enfermedades de transmisión sexual.

El descubrimiento de estas investigaciones fue realizado por la doctora Susan Reverby, de la Universidad de Wellesley (Massachusetts), quien informó que durante 1946 y 1948, cerca de setecientos varones guatemaltecos fueron contagiados de sífilis, gonorrea y otras enfermedades de este tipo, primero utilizando prostitutas en las cuales se había comprobado la existencia de estas infecciones, pasando luego a inocular directamente a los involucrados, inyectándoles en sus penes las bacterias. De acuerdo con la Dra. Reverby, no existe constancia de que esas personas hayan sido curadas o hayan sido tratadas de manera adecuada.

La Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, reconoció el pasado jueves estos hechos, y afirmó que quienes participaron en esta operaciones abominables conocían perfectamente la naturaleza de las mismas y el carácter inmoral de su participación en ellas. El presidente Obama telefoneó recientemente al presidente guatemalteco Álvaro Colom, quien calificó lo sucedido como “delitos de lesa humanidad”. Hasta aquí los hechos.

(2)

Descubrimientos de este tipo son ejemplares si pensamos que el trasfondo ideológico que justificó a las instituciones políticas, universitarias y empresariales estadounidenses para realizar tan siniestra operación, es el mismo que estuvo detrás de dos políticas particularmente perturbadoras que destruyeron las vidas de millones de personas en nuestro continente.

Sin temor a equivocarnos, creemos que la llamada "Doctrina de la Seguridad Nacional" que se implementó durante la década de los setenta en la Argentina y en el resto del continente, que costó la vida de cientos de miles de personas, acompañada por el llamado "Proyecto de Reorganización Nacional", inspirado en el neoliberalismo más extremo, que se prolongo más allá de la época dictatorial, alcanzando su cúspide durante la época del menemato y la Alianza, respondía a un patrón ideológico semejante al de nuestro siniestro ejemplo inicial.

En ambos casos estamos hablando de proyectos inspirados en un pragmatismo inescrupuloso, promovido por instituciones que justificaron experimentos perniciosos de esas características so pretexto de estar sirviendo al progreso y a la libertad.

Quienes implementaron dichas políticas, como ocurre en el caso ejemplar del que hemos hablado, conocían perfectamente la naturaleza de las operaciones que estaban realizando, el mal al cual sometían a la población afectada y el carácter inmoral de sus actividades. También ellos actuaron, so pretexto de servir a la patria, protegiéndola del enemigo comunista o promoviendo políticas de desarrollo que acabaron empujando la población a la miseria y al hambre. Pretender en todos estos casos que los fragmentos de la historia no se encuentran relacionados, es decir, que no corresponden o son el precipitado de una mismo concepción de lo real, o bien es una escandalosa muestra de inocencia o indiferencia, o bien un signo de brutal cretinismo.

Revisar nuestra historia y juzgarla es un ejercicio de libertad que resulta ineludible. Revisar la historia nos permite vislumbrar con mayor claridad la continuidad de aquellas políticas del horror en el presente.

Quienes pretenden lo contrario, quienes abogan por el olvido, quienes exigen a grito pelado el silencio, no hacen más que exigir al pueblo Latinoamericano que permanezca atado a la ignorancia, que se rinda a la apariencia de normalidad que impone el maltratador a su víctima.

Recordar y juzgar significa hacer nuestra la consigna "Nunca más".

El intento de golpe de Estado en Ecuador, que vivimos angustiados durante las últimas horas, no hace más que confirmar lo que presentíamos, la existencia de una operación concertada para debilitar a los gobiernos progresistas de la región.

El primero fue el golpe fallido producido en Venezuela a la presidencia de Hugo Chávez, en la que se puso en evidencia la connivencia estadounidense y de la derecha española. Siguieron los intentos golpistas en Bolivia para deponer al gobierno de Evo Morales en el que se pusieron de manifiesto las complicidades entre la Embajada estadounidense y los rebeldes. Recordemos que la operación acabó con un crímen horripilante. Treinta y ocho indígenas fueron linchados y asesinados en la provincia de Pando (recordemos, además, que personalmente constatamos de buenas fuentes, y denunciamos en este mismo blog, que existió un fuerte apoyo económico de una parte del empresariado catalán- que sería sólo un ejemplo del apoyo general que Europa brindó a las fuerzas separatistas santacruceñas en su intento por desestabilizar el gobierno de Morales para proteger sus intereses). A ello siguió la sublevación militar y el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras. A lo que hay que sumar el acecho continuado que a través del socio colombiano, en la figura del uribismo, realizan los Estados Unidos sobre Venezuela, y el tratamiento tendencioso que la prensa oficial en Latinoamérica, en Europa y en Estados Unidos hace del Presidente Venezolano, para convertirlo en una suerte de monstruo facista, pese a haber sido protagonista de 15 elecciones democráticas en las que no se han constatado fraude de ningún tipo, de acuerdo con los veedores internacionales, y pese al empeño obsesivo de la derecha española que a través de las FAES, en complicidad con todos los grandes grupos mediáticos, pretenden corroer la legitimidad que el pueblo venezolano ha concedido a su lider.

Pero además, hemos visto, en Brasil, en Argentina, en Paraguay y en Costa Rica, para poner sólo algunos ejemplos, como los grandes poderes económicos, a través de sus aparatos mediáticos de propaganda, que insisten en presentarse como instancias objetivas e independientes, han intensificado su ofensiva en toda la región, a través de la desinformación y el engaño puro y duro, dejando patente que en la democratización de estos ámbitos de negocios, en la diversificación de las voces, nos jugamos el futuro de nuestras democracias.

Por otro lado, hemos ido viendo como, de hurtadillas, la administración Obama ha ido redefiniendo su posición en Latinoamérica. Después de varios años de relativo "abandono" de la región, en el que Estados Unidos ha dedicado sus "mejores" esfuerzos a controlar medio Oriente y Asia Central, descubrimos como, so pretexto de acabar con la lacra del narcotráfico, ha reestablecido su rol de patrullaje y control militar invirtiendo en una sofisticada red de bases militares, estratégicamente dispuestas sobre la geografía del continente americano para controlar a sus enemigos.

Por otro lado, en vista del crecimiento exponencial que está experimentando la región en términos económicos, debido, entre otras cosas, al "casino" financiero que ha llevado los precios de la materia prima a cifras desorbitadas en el comercio internacional, y unas políticas públicas inteligentes, es imprescindible que la sociedad se recaude avanzando hacia un modelo cada vez más redistributivo y participativo de ganancias.

(3)

Hemos abierto esta entrada hablando de las abominables operaciones estadounidenses en suelo guatemalteco. Pero no hemos dicho nada sobre sus cómplices locales. Se trata de la condición necesaria para la implementación de las políticas de dominio, aquellos que exponen a sus conciudadanos a la indignidad, sometiéndolos incluso al asesinato y la tortura, con el fin de cumplir con los mandatos venidos de afuera. (Pensemos en el hecho de que apenas quince años después de los experimentos realizados a la población masculina guatemalteca, se inició en Guatemala una persecusión que costó, en el período que va desde 1960 a 1996, la módica suma de 200.000 desaparecidos, de los que Hillary Clinton y el presidente Obama no han dicho aun palabra alguna, pese a que se conoce de manera fidedigna - lo dicen los propios documentos desclasificados del Congreso estadounidense - de la promoción activa que realizaron sus predecesores en la violencia represiva).

Esos actores locales, que participaron activamente en el proyecto de dominio imperial estadounidense en el continente americano durante la guerra fría y que actuaron inescrupulosamente para hacer de nuestros países un modelo ajustado al llamado conceso de Washington no han desaparecido. Nuestros contrincantes están aquí, buscando de todos los modos posibles, revertir cualquier avance en la democratización real (en contraposición a "meramente" formal) de nuestras sociedades, y una verdadera participación en estas instancias de crecimiento, que nos permita desarrollar políticas autenticamente solidarias.

Pero sería ingenuo creer que nuestros enemigos llevan siempre la camiseta de nuestros contrincantes políticos. A veces se encuentran entre los vociferantes de nuestras propias líneas. Lo importante, en todo caso, es mantenerse alerta y continuar debatiendo hasta el hartazgo acerca de estos asuntos que a todos nos incumben, para continuar construyendo democracia.

Nuestros enemigos están dispuestos a todo. Están en poder de la palabra y de la fuerza bruta, mantienen en el encantamiento a amplios sectores de la población y han establecido un entramado de prevendas en el seno de los tres poderes, las fuerzas coercitivas y la prensa.

Para ellos la democracia sólo es tal en la mida de su propio éxito. No saben, ni quieren saber cómo actuar cuando las urnas les dan la espalda, cuando el pueblo toma la determinación de articular un proyecto diferente al que ellos mismos promueven. Lo único que les mueve es el poder, a cualquier precio.

Lo dicho vale como ejemplo y justificación de nuestro veredicto. Lo que toca es defender esta democracia nuestra latinoamericana que está dando lecciones de lo que significa verdaderamente la participación y el compromiso en la construcción ciudadana.

NO ME DIGAS QUE SOMOS UN PUEBLO

Milei viaja a España para apoyar a la extrema derecha, a esa derecha franquista y neoliberal que busca derrocar al gobierno de Pedro Sánchez...